Partida Rol por web

Septimus no podía creer lo que veían sus ojos. Su sonrisa se ensanchó. No solo su intuición le había avisado de que algo pasaba fuera de la posada, sino que encima había acertado. Aunque pensándolo bien, no sabía si alegrarse o echarse las manos a la cabeza por no haberse quedado quietecito en su habitación, evitando problemas. 

Miró atentamente a la persona (o lo que la cosa de la máscara fuese) que tenían delante. Y las palabras del salvaje no podían ser más acertadas. 

¿Dónde cojones está ése inútil de Excelsius? -en su mirada se podía apreciar un poco de irritación, pero su sonrisa sarcástica la cegaba demasiado como para ser evidente. 

-Así que...- dijo con tono burlón.- Eres tú el que nos ha estado causando los problemillas. -Le miró de arriba abajo, intentando intuir si realmente ese tío albergaba tanto poder como el feucho del Criamon decía.

No estáis seguros, pero parece que el hombre ha soltado una risita ahogada por la mascara. Extiende las manos y deja caer el cadáver, que hace un ruido sordo al chocar contra las piedras del suelo. Da un par de pasos por encima de él y luego lo aparta de un puntapié, como si solo fuera un fardo de paja, sin el menor rastro de compasión.

-Y vosotros sois los que me habéis seguido hasta aquí. Como ves, yo también se hacer comentarios evidentes-señala ante el comentario de Septimus. Un breve silencio se extiende entre vosotros, como si el forastero dudara en sus siguientes palabras, aunque cuando habla lo hace de la misma manera que antes.

-No perdamos mas del valioso tiempo de esta noche. Si por mi fuera vosotros ya estaríais muertos, pero mi superior tiene otras intenciones. Desea ofreceros un valioso trato a cambio de vuestra lealtad.

En la taberna parece haber bastantes viajeros, a juzgar por lo polvoriento de sus ropas y su aspecto de cansancio. Pero no hay ningún rasgo que te haga pensar en que alguno de ellos pueda ser un extranjero...excepto aquellos dos que se encuentran en una esquina. Visten capas grises algo mas gruesas de lo habitual para esta época de la año y ocultan sus rostros bajo unas largas capuchas que solo dejan ver su boca.

-Parece que buscáis algo-comenta uno de ellos al oír tus preguntas-sentaos-añade colocando una silla. Su voz no te da pistas de su identidad; demasiado grave para ser de una mujer y demasiado aguda para ser de un hombre.

Oh, sorpresa, así que hay un superior... pues será mejor dejar que piense que tiene la sartén por el mango, que se confíe y que continúe hablando antes de intervenir. Además, esta situación se estaba convirtiendo en algo realmente interesante por momentos. Y las expresiones de los otros magos tampoco tienen pérdida.

Lo cierto es que la situación es mucho más complicada y peligrosa de lo que cabía suponer en un principio, y la existencia de un superior de alguien capaz de entrar en una Domus Magna, asesinar en su interior, robar y salir impunemente de ella, era preocupante, muy preocupante.

Mientras Armand se encuentra interactuando con los desconocidos de las capas grises, tienes un palpito de que son gente de bien...especialmente el que está hablando ahora.

Antes de que puedas hacer nada más captas la presencia de Aigor por el rabillo del ojo. Este se ha desecho de sus vestiduras nobles y ahora no parece mas que un deforme cualquiera. Ni siquiera el tabernero se da cuenta de que era el hombre al que ha atendido hace un momento. 

Pero hay algo mas preocupante. La presencia que lo rodeaba parece haberse vuelto mas activa y ahora da vueltas a su alrededor mientras él se agarra de la cabeza tapándose los oídos, con evidente malestar. A tus oídos llegan unas palabras que nadie más en la sala puede escuchar:

-¡¿Donde está?! ¿¡Donde lo ocultan?!

Tras esperar unos segundos sin respuesta, cruza los brazos en jarras y os espeta-¿Y vosotros queríais atraparme? Un niño cojo habría sido mejor elección. Os lo volveré a decir una vez más; mi superior quiere que os unáis a él y le ayudéis a conseguir sus propósitos. A cambio os recompensará con vuestros más anhelados deseos.

No debo perder de vista mi misión, que es encontrar al ladrón y asesino; y parece que los Hombres de la Capa Gris podrían tener alguna información valiosa... O simplemente nos han estado espiando, lo que sería aún más preocupante. Pero algo me dice que podemos fiarnos de ellos.

En aquel momento Remiel se dio cuenta de que algo le estaba sucediendo a Aigor, y probablemente Armand no era capaz de sentirlo; parecía que el Quaesitor estaba concentrado en su conversación con los encapuchados, y no aparentaba tener problemas para sonsacarles algo de información, o sea que Remiel prefirió centrarse en el acalorado fantasma de Aigor. Estaba casi convencido de que se trataba de un traidor infiltrado, pero si quería enfrentarse a Aigor y Papagena necesitaría mostrar alguna prueba a los demás magos; no se puede ir por la vida acusando a los magos y a sus acompañantes así como así.

De momento debo conformarme con observar.

Pero mago precavido valía por dos, y Remiel no estaba dispuesto a dejarse coger con la guardia baja; sabía bien lo traidores y engañosos que podían ser los espíritus, y tan discretamente como pudo, invocó una protección contra espíritus, por si acaso el oscuro fantasma de las cadenas decidía abandonar al pobre Aigor y buscarle a él como presa. 

Tras lanzar el conjuro con tanta discreción como se pudo permitir sin perturbar las Leyes de la Magia, Remiel se acercó a Aigor, mostrando cierta preocupación por su aparente malestar.

Aigor, ¿Te encuentras bien?

 No debo perder de vista mi misión, que es encontrar al ladrón y asesino; y parece que los Hombres de la Capa Gris podrían tener alguna información valiosa... O simplemente nos han estado espiando, lo que sería aún más preocupante. Pero algo me dice que podemos fiarnos de ellos.

En aquel momento Remiel se dio cuenta de que algo le estaba sucediendo a Aigor, y probablemente Armand no era capaz de sentirlo; parecía que el Quaesitor estaba concentrado en su conversación con los encapuchados, y no aparentaba tener problemas para sonsacarles algo de información, o sea que Remiel prefirió centrarse en el acalorado Aigor. Remiel se acercó al sirviente, mostrando cierta preocupación por su aparente malestar.

Aigor, ¿Te encuentras bien? Has tomado algo que te ha sentado mal? - dijo el Mago mientras con su mirada barría la taberna en busca del camarero, por si Aigor necesitaba tomar algo que le calmara los ánimos o le ayudara en lo que fuera que le estaba sucediendo.

Armand en efecto ha tomado asiento junto a los extranjeros y sonríe a los mismos

- Bien... pues ustedes dirán señores - dice con cierto buen humor, aunque aun afectado por la inutilidad sentida desde hace algunos días

Ya lo había oído la primera vez que lo dijo, maldito mago presuntuoso. Se cree que por colarse en Val-Negra ya puede hablarnos como le venga en gana... Odio estos momentos.

-Verás... tengo por costumbre mantenerme en mis trece, aunque no se puede negar que esta oferta no sea razonable... -me quedo en silencio un momento y miro a Septimus-. No obstante, tengo aquí cinco buenas razones que tiran por tierra tu oferta -mirando fijamente a nuestro desconocido interlocutor, recojo los dedos y dejo ver mi magnífico puño-. Probablemente no será tu estilo, pero es como negociamos con la escoria allí de donde vengo -y, por último, una breve sonrisa-.

Ya está, ya había rechazado aquella oferta. Lo que sucediera ahora sólo dependería de nuestra habilidades... y, principalmente de las suyas.

Excelsius era un mago brillante, de mente aguda y capacidades notables, pero dudaba mucho que su magia de mago recién superada la prueba del aprendiz pudiera afectar en nada a un mago hecho y derecho, mucho menos uno capaz de entrar y salir de una Domus Magna. Así que quedaba una única solución razonable: el combate físico, como el Bjornaer acababa de sugerir de forma tan... Bjornaer. Por desgracia Excelsius no era nada bueno con esas cosas, mucho peor, sin duda, que el Bjornaer. Pero la unión hace la fuerza, así que...

El Jerbiton tomó en sus manos suavemente la punta de la capa del malvado y con un rápido movimiento la pasó por encima de su cabeza, la del enemigo, sujetándola lo más abajo posible, replicando un juego de niños que siempre se le había dado bien. Ningún daño, pero tampoco ningún riesgo. Y un mago no es capaz de afectar con su magia aquello que no puede ver, ¿verdad?

El extraño (¿o extraña?) deja escapar una risa-No estoy seguro de que pueda seros de ayuda, pero me complacerá intentarlo. ¿Que es lo que buscáis?

A su lado su acompañante se remueve, ligeramente inquieto, como si tuviera algo de frío. Automáticamente tu interocutor la acerca hacia si con un abrazo, mientras murmura algo en una lengua que te es desconocida.

-  Hace pocos días debe haber llevado un extranjero. Llevaría un libro, y algún tipo de báculo o bastón... probablemente. Pero lo fundamental es que su presencia producira una importante inquietud. Estoy buscandolo 

Otra vez este individuo... notaba como aquello estaba rondando otra vez a su alrededor.

"Entrar en aquel castillo abandonado no fue buena idea definitivamente..."

¿Que donde estaba? ¿EL QUE? ¡POR EL AMOR DE TODOS LOS ESPIRITUS Y LOS DIOSES DE LA NATURALEZA!

- Podrias ser un poquito mas especifico ¿Sabes? -contesta por lo bajo, sin embargo el fantasma seguia a su rollo- ¡Calla! ¡Cansino!

Ante la negativa del espectro Aigor se lleva las manos a los oidos y comienza una letania "Habla chucho, que no te escucho... Habla chucho que no te..."

Cuando el mago le pregunta retira sus manos de los oidos.

-¿Que? O no... no es nada, cefaleas... ya me lo dijo Papagena -no tenia ni idea que era eso, pero sabia que tenia que ver con la cabeza- me aquejan de vez en cuando, no se preocupe Remiel, gracias. Es mas tenia una tia, mi tia Euralia, se dio una vez tratando de controlar a una cabra -sonrio jugueton- en la cabeza. La cabra le reto, o eso decia ella despues del golpe, y claro, no podia decir que no ¿Se lo hubiera imaginado? Que verguenza rechazar la ofensa de una cabra. Asi que no tuvo mas remedio. 

Baja un poco la mirada recordando con cariño.

- Era la mejor en un deporte que habian importado del reino de Navarra. Orga Joko o algo asi decia que se llamaba.

Cuando iniciaron la conversacion Armand y el extranjero puso gran parte de su atencion en ella, aunque seguia hablando con Remiel pese a todo.

La sonrisa sarcástica que había habitualmente en la cara de Septimus se fue convirtiendo poco a poco en una mueca burlona. Sus ojos reían vivamente bajo la capucha que cubría su cabeza.

¿De verdad este pobre idiota se piensa que va a conseguir que nos unamos a él?

Septimus se percató de la mirada que le echó el salvaje. ¿Acaso pensaba que lo comprarían? Le sonrió abiertamente y cuando se giró miró directamente a los ojos al que estaba detrás de esa máscara. -¿Por qué iba a unirme a alguien que utiliza a gente que no es capaz de dar la cara ante sus adversarios, siquiera? 

-Entiendo.

Junta las manos encima de la mesa y vuelve a callar. Sin nada mas en lo que fijarte te das cuenta de que son manos que jamás han trabajado, no tienen cicatrices, callos o rozaduras, aunque no son tan blanquecinas como cabría de esperar de un noble.

-Se a quien te refieres. Llego ayer por la noche. Nada mas pasar a su lado me di cuenta de lo que era. No se por que lo buscas, pero no estás preparado para enfrentarte a él. Ni tú ni ninguno de tus compañeros. Es demasiado poderoso.