Partida Rol por web

-Ejem, señor Orestes, si tiene a bien atender a la petición de la señorita sobre mi liberación, me mostraría agradecido. No es que no pueda liberarme por mi mismo, claro, es que no me parece apropiado ahora que está usted aquí... –dijo un tanto burlón Excelsius. Y se quedó allí sentado, lo que pasaba por lo más natural del mundo teniendo en cuenta su situación.

Una vez liberados todos los sodales, Armand, se sintió mas tranquilo. Si es que se pudiera uno sentir tranquilo bajo la retención de un consabido enemigo.

Por un lado no quería seguirle el juego al vampiro, pero por otro lado: ¿que opciones tenían?

Así que resignado, se dirigió, junto al resto de sus compañeros, hacia la habitación contigua, a la espera de novedades.

Orestes se hace a un lado para que podáis pasar cómodamente, con la tranquilidad de aquel que sabe que no será atacado. No responde a la pregunta de Barry, pero hace un gesto que se puede interpretar como un "luego, tenemos tiempo". La siguiente sala no difiere en nada de la anterior, salvo que aquí la comida si es real y las sillas no tienen grilletes. Y el motivo de que sepáis que es real es que hay alguien sentado en la silla mas alejada a vosotros y mas cercana al fuego. Alguien que conocéis.

Al veros entrar, deja la copa de vino que está tomando, se levanta y extiende los brazos a modo de bienvenida-Salve, jóvenes sodalis, pasad, pasad. Es un placer volver a veros, joven Oskari. Lamento la hostilidad de mis subordinados-Marius sale de entre las sombras al ser nombrado, colocándose a su diestra-y como imaginaba que no descansaríais demasiado hasta llegar aquí, me he tomado la libertad de prepararos un pequeño banquete a modo de satisfacción. Se que no es tan ostentoso como la que tuvimos en Val-Negra, pero igualmente espero que pueda satisfaceros. El cerdo curado está especialmente delicioso-termina con un pequeño guiño.

Magus Arcturus, qué sorpresa.

Remiel no presiente que vaya a pasar nada malo, y la verdad es que, pese a las emociones del día, se siente hambriento como un lobo. Así que, ni corto ni perezoso, decide sentarse a la mesa tan espléndidamente parada.

Decidnos, ¿tanto os gustaba la biblioteca de Val-Negra que no pudisteis resistir la tentación de llevaros uno de sus volúmenes? - Preguntó el Criamon mientras cogía un poco de cerdo curado con dos dedos, tratando de no ensuciarse la túnica.

Al cruzar el umbral, me quedo quieto, tenso, mirando a la figura que estaba sentada a la mesa, dándonos una cálida bienvenida como si esto fuera un esperado reencuentro.

-Pero, ¿qué demonios...? No es a ti a quien esperábamos encontrar aq... -Remiel, y el propio Arcturus, aportan el rayo de luz que faltaba en mi cabeza para encajar las piezas-. ¡Maldita sea! ¡Es por esto que no me gusta acudir a los malditos concilios! -acompaño mis palabras con varios pisotones al suelo- Por cosas como ésta prefiero quedarme con los animales salvajes a estar rodeado de magos avariciosos de poder que no le importa lo más mínimo el resto. Ni siquiera sé si quiero escuchar tu versión, ni siquiera quiero quedarme entre estos muros...

Ya sabíamos demasiado, así que, o saldríamos de aquí triunfantes o se apagaría nuestras vidas en el intento. Todo cuanto habíamos pasado, con mejor o peor resultado, acababa con la reunión que se estaba celebrando en este mismo momento.

Armand se sorprendió de ver a Arcturus sentado al final de la mesa. Un Bonisagus egoísta, lo último que me esperaría encontrar.

La sangre le hirvió en las venas al encontrarse frente al traidor, que además se presentaba ante ellos con toda la tranquilidad del mundo, sabiéndose mas poderoso que el grupo de sodales.

Respiró ondo y trató de contenerse, ya que sabía que la acción directa no daría buen resultado en esta situación. Esperó a escuchar qué tenía que decir, antes de sugerirle a Remiel que emplease el artefacto y pusiese fin a éste retorcido juego.

La verdad es que ese cerdo curado sí tenía buena pinta. Dado que de todos modos la cosa pintaba bastante mal, no cabía hacerse mala sangre y ponerse violentos, era mejor afrontar el tema civilizadamente, disfrutar la comida y escuchar atentamente, a ver qué les tenían que contar. Desde luego parecía que debía haber una buena historia detrás de todo aquello. Tal vez fuera una que mereciera la pena contar. Quién sabe, a lo mejor podían correr lo suficiente...

El Bjornaer rompió su línea de pensamiento cuando contestó furioso. Excelsius lo miró como quien mira a un niño que tiene una pataleta, pero no dijo nada, alcanzó algo de ese cerdo y lo degustó como si la cosa no fuera con él.

No habla de inmediato y tampoco parece interesado en seguir todos y cada uno de vuestros movimientos. De hecho, si no fuera porque los dos vampiros arrojan un aura bastante siniestra, esto bien podría ser una tranquila cena entre amigos.

-Soy un traidor-dice finalmente-pues he roto el Código. Se que no podéis dejar de pensar en eso y que si tuvierais la oportunidad me llevaríais ante el Tribunal para que dictase una Marcha de Magos contra mí. Que pueda decir en mi defensa de seguro os importara poco,-mira a Armand- o quizás nada, pero sería gustoso que me concedierais la oportunidad de explicarme. Sin embargo, antes de eso, imagino que en vuestra mente hay muchas preguntas sin respuesta sobre todo lo que ha pasado en estos últimos días y para mi sería un placer resolverlas...si lo deseáis.

La copa cuelga entre sus dedos con suspense, al igual que su pregunta.

A Armand poco le importaban las justificaciones del magus, ya que intuía que serían excusas para justificar su egoismo y exceso de ambición. Pero como Quasesitor sí le interesaban los detalles de cómo pudo burlar la lectura de mente del Praeco Atalantios, así que conteniéndo su ira, y reprimiendo su rabia, preguntó excuetamente:

La lectura de mente. ¿cómo pudo superarla?

Remiel lo único que quería era obtener la información importante para la misión que les habían encomendado. Aquel seguía siendo su principal objetivo. Si Arcturus era un traidor o no, no era su tarea descubrirlo.

Magus Arcturus, ¿podéis decirnos dónde está el libro? Y ya puestos - en el fondo Remiel sí sentía cierta curiosidad por todo aquel tinglado - ¿Por qué os lo llevasteis?

El cerdo curado estaba ciertamente delicioso, y Remiel no se lo pensó dos veces antes de servirse un poco más, además de llenar su copa de vino y tomar un trago.

Aigor se situa tras su señora. Por su parte Papagena coge una manzana aun sin morderla. Juega con ella y se situa en un lado de la estancia dispuesta a escuchar lo mas lejos posible de los vampiros.

Recordaba a Arcturus de Val-Negra y ciertamente le intrigaba, por que, como y cuando. Al contrario que muchos de sus sodales ella no estaba tan apegada a la Orden en su conjunto, protegia y era fiel mas a su casa, a su familia. Por lo que como minimo estaba dispuesta a dejarle a hablar.

-Empezáis con una pregunta sencilla; no fui descubierto porque no fui sondeado. Pero Atalantios no es un traidor, nada mas lejos de la realidad, tuve que valerme de mis artes para confundirlo y hacerle creer que había cumplido con su deber. Eso fue antes del banquete. Y sabía que nos sondearían la mente porque también manipulé a esa hechicera Merinita para que lo sugiriera. La verdad, no estaba seguro de que Atalantios accediera aun procedimiento tan irregular, pero me alegró de haber tomado precauciones -por la forma en la que habla de como los engañó, no parece que usase su magia.

Con un par de rápidos tragos termina su copa y empieza a llenarse otra de nuevo.

-Da igual cuantos años pasen, siempre se me queda la boca seca después de hablar un rato...el libro está en mi sala privada de esta Alianza, luego podréis echarle un vistazo si queréis-parece haberse dado cuenta de la curiosidad de Remiel-La otra pregunta que me hacéis es más complicada y tiene una larga historia detrás, pero intentaré resumirla.

Cuando era solo un joven aprendiz, conocí a Magnus, pues era un buen amigo de mi parens. Pero eso cambió después de que él volviese de un largo viaje, se volvió receloso y se aisló en su laboratorio. Al parecer descubbrió algo de su viaje que no quería compartir con los demás, ni siquiera con mi parens. Las Brumas. Al parecer se trataba de un instrumento con grandes poderes, incluso superiores a los de la Magia Hermética. El poder de la Orden podría haberse multiplicado por diez con tal artilugio en sus manos, pero Magnus prefirió ocultárselo a todos. Y cuando mi maestro fue a pedirle explicaciones...lo voló por los aires al igual que con la Alianza y muchos otros sodales.

Siempre supe que su diario era la clave para encontrar la Brumas, a pesar de que ningún otro magus ha sido capaz de extraer ninguna información al respecto. Nunca creí que sería capaz de tenerlo entre mis manos...hasta que ellos me ayudaron-sonríe ligeramente mientras señala sutilmente a ambos vampiros. Marius suelta un bufido. Os dais cuenta de que en un lado de su cara hay quemadura negra,como si hubiera sido marcado con un hierro al rojo.

A medida que el relato comienza, no me queda más remedio que ceder ante la presión grupal y dejarle contar su versión de la historia. En mi opinión, otra historia de tantas entre los magos. Uno descubre algo, otro lo quiere, el primero se lo niega y el segundo lo mata y se lo roba... Asimilo cada parte de la historia, decantando mi balanza hacia el que creo que lleva la razón. Lamentablemente para Arcturus, él perdía casi siempre.

-Puedo entender perfectamente que Magnus no quisiera compartir su descubrimiento. Él lo encontró, podía hacer con él lo que quisiera. Me apuesto cuanto queráis a que si el hallazgo hubiese sido vuestro os lo habríais guardado, tal y como hizo él -avanzo hacia una pared y apoyo la espalda, cruzándome de brazos-. Es más, también apostaría que si lo encontráis ahora, ocurrirá lo mismo, salvo con la diferencia de que estas aberraciones sedientas de poder se pueden volver en vuestra contra y arrebatároslo -acompaño mi despectiva referencia hacia las criaturas señalando con el dedo a varias de ellas-. 

-Pese a lo que diga el Bjornaer, aquí al menos hay un interesado en que prosigáis vuestro relato sobre esas misteriosas brumas de las que habéis hablado. Decidme más, me tenéis intrigado -dijo el Jerbiton, y ciertamente parecía intrigado. Resultaba difícil saber si estaba actuando con mucho desparpajo para tratar de sonsacar al mago renegado o bien realmente creía en lo que estaba diciendo.

Chasqueo la lengua al ver a los otros dos, y lanzo una mirada dura a Arcturus. Ni siquiera le dirijo la palabra, esto era una jodienda: aquí teníamos al principal traidor.

No le dedico una palabra, sino que me siento con tranquilidad a la mesa y me dedico a comer. Ciertamente, tenía buen gusto con la comida, aunque tuviese un juicio tan pésimo como para traicionar a los Flambeau.

Si no me asustase tanto usarlo... Pienso con algo de tristeza, pero aparto esos pensamientos de mi mente.

-"Aumentaré el conocimiento de la Orden y compartiré con sus miembros todo lo que encuentre en mi búsqueda de la sabiduría y el poder". Eso es lo que un Bonisagus recita cuando jura el Código y Magnus no tenía ningún derecho a quebrantarlo, menos del modo que lo hizo-replica a Oskari-y también erráis con respecto a mi conducta. Marius debiera haberos dicho durante el encuentro en Toulouse que os ofrecía la posibilidad de compartir dicho poder, ¿no es así?-mira interrogante al vampiro.

El interpelado hace un extraño sonido, una mezcla entre carraspeo y rugido-¿Acaso debo dar explicaciones? Sí, claro que se lo dije, aunque no estaban todos presentes, pero supuse que irían enseguida a contárselo los unos a los otros. Si se guardan secretos entre ellos, poco me importa. Ni siquiera entiendo a que jugamos, perdemos el tiempo dando explicaciones a estos estúpidos en lugar de cortarles el cuello y seguir trabajando con el diario de Magnus...

El siguiente movimiento os sorprende, pues antes de que el vampiro termine su frase, Arcturus se levanta y lo agarra de la oreja con fuerza, como si solo fuera un crío que se ha portado mal y no un ser capaz de matar a un poderoso mago en un suspiro.

-¡Cállate! ¡No esperaba que te gustara tu trabajo, pero esperaba que lo hicieras bien! Es por eso que no se te explican los planes y por eso seguirás siendo un subordinado a mi cargo. ¿Te ha quedado claro? Y te recuerdo-señala cuando la mano de Marius se torna en un gesto amenazador-que no es a mi a quien debes temer. Quédate y mantén la boca cerrada.