Partida Rol por web

Observas cuando señala a Shinta sobresalir un pequeño palo de madera bajo la manga. Parece que tienen claro a lo que vienen. El abuelo se encara y lo ves volar a los matorrales. Se te encoge el corazón por un momento, el anciano está demasiado débil y mayor para que lo traten así. Sientes cierto alivio al escucharlo quejarse, pero el cuerpo te pide comprobar que está bien.

Te paras en seco y observas el vuelo del anciano, escuchas su quejido aunque parece que ha caído en "blando"... el hombre sigue gritando y ahora un crío llora. Estás tan cansado que no estas por la labor de razonar, aunque dudas si Shinta debe recibir también o no (después de todo, el griterío es por su culpa), pero te están entrando unas ganas de darles una somantahostias... mejor esperar a ver como evoluciona, que Shinta te cae a mano y parece que el otro se quiere tirar a por él.

Ves a Nobu salir a escasos metros delante de ti, con un paso pesado, casi aletargado, apoyándose sobre el kumade. Por un momento recuerdas buenos tiempos, a aquel artesano imberbe simpaticón enseñándote cosillas de caza, de cómo lo hacía él... o lo intentaba. Había llovido bastante, y tras la guerra no era el mismo y apenas cruzáis palabras. Parece que va decidido a zanjar el asunto.

Bostezas, hay sueño. Podrían haber venido al medio día, cuando tú estás de caza, pero no... tenía que ser por la noche, a molestar y a hacerse notar. Casi te parece una buena idea que Nobu les abra la cabeza.

Te viene a la mente aquel doloroso y gratificante recuerdo. Kurumi alejándose del peligro momentos antes de que cayera el primer golpe. ¿Pero no habían encerrado a aquellos individuos? ¿No eran tre...?

Al instante comprendes. Era común dar ejemplo, de unas formas u otras. No es la primera vez que ejecutan a un preso para crear conciencia en los demás... y dejar que un samurái pruebe el filo de su katana. Parece ser que Roy corrió esa suerte, pero estos dos elementos no se concienciaron lo suficiente. Sientes a Nobu mirándote, somnoliento, con cara de pocos amigos, kumade en mano y prácticamente a tu vera, junto su la casa.

Más vale aclarar la situación... que nadie sabe cómo va a reaccionar este hombre, está algo ido desde la guerra.

Una sonrisa se curvo en sus labios cuando vio callarlos a bastonazos. Siempre con su caracter, fundamentado en el respeto. Solo queria que resolviesen sus problemas sin perturbar el descanso de los enfermos, y ella le apreciaba por ello. Por eso la rabia la inundo al ver como encima de molestar usaron la violencia. Le daba igual el mocoso, pero no el anciano. Abrio el ventanuco de golpe, tomando el arco.

- Shinta, que sea la ultima vez que traes tus problemas a la aldea. Y ustedes deberian dejar de gritar, hay enfermos. - Se notaba la ira en sus palabras mientras se posicionaba de lado, tensando el arco desde la seguridad de su casa. La flecha ya estaba sujeta y amenazaba con clavarse en los hombres. No dudaba, no apuntaba al suelo, sino a la pierna del que habia pegado al pobre anciano, liberandola con la suelta del aire contenido. La flecha voló con rapidez y precision, hundiendose la punta en el muslo de aquel hombre, mientras que Mai bajaba despacio el arco, solo para tomar otra flecha por si ese aviso no habia sido suficiente.  No era tan dificil, en el sentido moral. No habia diferencia entre un humano y un animal. Solo que algunos humanos se lo merecian mas que los animales. 

- Largo de aqui, o tendreis que hacerlo arrastrandoos. - Hablaba lo suficientemente alto como para ser escuchada desde la ventana de su casa. Aunque fue extraño, se subio y finalmente salio por ella. No le importó andar descalza por la hierba, aun con el arco y una flecha sujeta, por si el sano corria hacia donde no era la salida del pueblo. Buscó al anciano de reojo con la vista, preocupada.

Shinta avanza en la oscuridad en dirección a los sujetos y cuando el anciano rueda por el suelo, apreta los dientes.

- ¡Sus problemas son conmigo, no con el viejo! -exclama, mientras avanza hacia ellos- Hijos de...

Justo en ese momento, Mai lanza su flecha y Shinta se lleva una mano a la frente. No puede ver la flecha en la oscuridad, pero le da de todo al escuchar esta silbar en el aire, y un cierto repelús al escuchar el impacto.

- ¡Mai, quédate dentro! -le dice Shinta- Estos son los que iban a violar a Kurumi. Los que el samurái había arrestado -explica-, parece que no los han matado a todos. No es mi culpa que mataran a vuestro amigo, ni siquiera os guardo rencor por la paliza que me han dado, ¡Pero si venís a nuestra aldea a pegarle a la gente, se las verán conmigo!

Shinta sigue avanzando en dirección a los sujetos. Dos contra uno, mala cosa. Aunque ya Mai los suavizó con esa flecha... El Bo de Shinta ondea en el aire nocturno entre sus manos mientras toma una posición defensiva.

El hombre bufa de dolor e hinca la rodilla en el suelo, dejando caer la antorcha al suelo. Mira odio y furia a Mai. La flecha se le ha quedado bien clavada, desgarrándole el músculo en profundidad. Muestra una dentadura mal cuidada a la par que resopla, como una bestia herida.

El otro se planta delante cubriendo a su compañero, extendiendo los brazos.

- ¡Maldita mujer! ¿Qué te crees que haces?

Mira a Shinta, y espeta al verlo venir, con más odio acumulado del que ya traía.

-  Perro cobarde.

Escupe al suelo asqueado y observa a los allí presentes uno por uno, mientras ayuda a levantar al otro cargando parte del peso sobre su hombro. Parece que estudia la situación, manteniendo su propia antorcha con el brazo extendido tras la espalda.

No parece que quiera seguir buscando bronca al quedar herido su compañero, aunque si fuese por este otro, ya habría saltado sobre la mujer. No solo carga en parte con él, sino que anda sujetándole el brazo derecho, para que se esté quieto. Reculan poco a poco al ver que se ha puesto la situación claramente en su contra, aunque sigue soltando improperios diversos por su boca.

- Te acordarás de esta, maldito despojo. Os acordaréis tú y esta aldea de...

Queda mirando a Mai y la punta de la flecha. Consciente de que puede correr el mismo riesgo que su compañero. Le puede la frustración, notando bajo sus pies el corto camino que hay entre la aldea y el bosque.

- Qué va, ¡no se irán de aquí para que puedan volver en el futuro a lastimar a alguien más! -exclama Shinta al ver sus intenciones de querer salir por patas.

En respuesta a esto, Shinta pega una carrera, rodeando a los sujetos y cortando su camino de salida, y a la vez acortando más la distancia entre su cuerpo y los dos sujetos. Busca con avidez algún arma que los sujetos puedan llevar encima.

Observas a Shinta rodear a los dos hombres cortándoles la retirada, parece que el muchacho se ha envalentaonado. Pese a las amenazas, se te revuelve el estómago.

¿Fue así como murió tu esposo? ¿Herido, retirándose de una batalla perdida y cazado como un animal?

Te dan hasta nauseas.

Nobu gruñó, sacudiendo la cabeza. Yata, el cuervo, levantó el vuelo cuando en un gesto furioso su dueño clavó el rastrillo en la tierra que tenía a sus pies. Voló en círculos en torno a la aldea mientras Nobu se acercaba al trote hasta Shinta y los forasteros. Dando la espalda a estos, el batidor agarró por los hombros al chico, intentando aplacarlo. Pese a que Numatori era una aldea pequeña, la relación entre ellos dos era prácticamente inexistente. En las pocas ocasiones en las que él y Nobu habían intercambiado unas pocas palabras, rara vez habían sido amables. El hijo del artesano era un extraño en su propia aldea. 

—¡Basta ya! —bramó— Shinta, ve a ayudar al anciano. Deja que se vayan. 

- Si dejas que se vayan, volverán -dice Shinta, mirando a Nobu directamente a los ojos, sin amilanarse-. Intentaron violar a Kurumi, y no han dudado en venir de nuevo a buscar venganza contra quienes no correspondía. Mai les hirió -añade, señalando la pierna herida del bandido con la vista- ¿Crees que es buena idea dejarlos ir? -termina con una pregunta retórica en tono bastante fiero; se nota que no necesitaba respuesta alguna.

Se separa un poco de Nobu y sigue en posición de pelea con su largo Bo.

En cuanto Jiro vio que los dos matones lanzaban al anciano a unos arbustos, entró corriendo a por su arco y flechas. Salió por la puerta ya tensando una flecha "zumbadora", para desconcertar a los bandidos, pero se percató de que Mai ya había disparado una, y los bandidos, ahora menos valerosos, empezaban a recular hacia fuera del pueblo, pero Shinta y Nobu les cortaban el paso.

Ya despreocupado, pero sin perder de vista a los susodichos por precaución, Jiro avanzó hasta la última casa de la calle y ayudó al anciano a salir de entre los arbustos e incorporarse.

¿Os encontráis bien, Ojii-san? Volved a casa, nos encargaremos de estos bakas.

En cuanto supo que eran violadores se sintio tentada a dispararles, a destrozarles sus partes a flechazos para que nunca jamas volviesen a forzar a una mujer. Pero no tenia tanta precision tan lejos, y no iria detras de ellos. Por ella podrian morir desangrados como cerdos sin importarle, no ahora. Bajo el arco mientras ellos resolvian sus asuntos, vigilando de reojo a Jiro y al anciano.

- Shinta, si peleareis alejaros mal y no griteis, hay niños enfermos intentando dormir. - lo dijo con algo de fiereza, como si se pensase disparar tambien al muchacho. Colo el arco y la flecha por la ventana antes de volver a entrar a la casa por ella, quedandose asomada al alfeizar para vigilar la situacion.

- Si dejas que se vayan, volverán -dice Shinta, mirando a Nobu directamente a los ojos, sin amilanarse-. Intentaron violar a Kurumi, y no han dudado en venir de nuevo a buscar venganza contra quienes no correspondía. Mai les hirió -añade, señalando la pierna herida del bandido con la vista- ¿Crees que es buena idea dejarlos ir? -termina con una pregunta retórica en tono bastante fiero; se nota que no necesitaba respuesta alguna.

Se separa un poco de Nobu y sigue en posición de pelea con su largo Bo.

- Como si fuese tan simple decirles 'venid más lejos para daros una paliza sin molestar a los enfermos' -masculló entre dientes-. Mujer estúpida.

—¿Y qué vas a hacer, niño? ¿Los vas a matar? ¿A palos? ¿En medio de la aldea? —preguntó, con el ceño fruncido por la ira y el cansancio. 

Después, sin venir a cuento, tomó a Shinta por la nuca con la mano izquierda y lo arrimó hacia sí mismo, de modo que su boca quedaba a escasos centímetros de su oreja. Entonces le susurró unas palabras. 

—Deja que se vayan. Les daremos su merecido en los caminos. 

Shinta escuchó lo que Nobu le dijo y pareció quedarse en blanco unos segundos, meditando lo que escuchaba. Tras un corto tiempo, negó con la cabeza con energía y le respondió también en tono bajo a Nobu

- No quiero matarlos, simplemente quiero apresarlos -le respondió-. Si se rinden ahora, los amarramos y yo me quedo a vigilarles toda la noche. Tampoco será muy difícil reducirlos ahora -hizo una pausa, viendo a los bandidos-. En la mañana podemos llevarlos a la ciudad con un mensaje del viejo, y que se hagan las cosas como deben hacerse. 

Nobu dejó escapar una risa, mientras se separaba de Shinta y se colocaba a sus espaldas. Si el chico pensaba que los samurai iban a solucionar el problema por él, adelante, los bandidos eran todo suyos. En el peor de los casos, recibiría otra paliza y con un poco de suerte aprendería una lección de una vez por todas. 

Despatarrado en el suelo, cual tortuga panza arriba, se revuelve tratando de coger su cayado. Cuando siente aquel brazo amable para ponerlo en pie, se abraza a él. Aquel hombre tiene que estar realmente en los huesos, pesa una nimiedad. Habla entre quejidos, aparentemente más por la edad que por el golpe al caer.

- Oohh... Jiro-kun, estoy demasiado viejo para estos trotes.

Mira de reojo a su alrededor, buscando su apoyo sin demasiado éxito. Mira al joven al rostro, demostrando determinación con aquellos ojos avellana, mientras se atusa la barba blanca.

- Jirooo-kun... ¡Mi baasss-tón! - Se golpea levemente la pierna, enfatizando al pedirlo.