Partida Rol por web

-¿Y qué puedo hacer yo? Mi hermano consiguió todo cuanto tiene gracias a nosotras... Y mis hermanos. El ganaba linajes y miembros leales, mientras él le entregaba bienes.-Me separé de mi esposo, acercándome al borde.- Yo no puedo conseguir eso que deseáis... ¿Lo olvidáis? -

Mi mano se deliza desde su mejilla hasta su talle.

- "Tal vez si tuviésemos descendencia... Nuestro Señor el Conde consideraría la posibilidad de concedernos tierras, al igual que ha hecho con tu hermano. A fin de cuentas, no querrá ver niños pequeños en su corte." -
 

-Blaine...-Empecé diciendo con suavidad. Lentamente giré el cuerpo, para quedar situada frente a él, dejando que él me acariciase con esa delicadeza propia de él.- No debemos provocar nada que no está escrito... Los dioses son sabios, ellos dictarán cuando debe ocurrir. Algo tan hermoso solo será fruto del amor... -Y ella hasta el momento, creía que no existía, sabía que él la cuidaba y trataba cómo una reina, pero aún faltaba demasiado para que se sintiese completa.- Le pediré a los dioses por nosotros... Y por que nos bendigan con un nuevo ser, pero deben ser ellos los que decidan.- Lo miré de nuevo, mostrando una pequeña sonrisa.- Deberíais acompañarme en mis oraciones... Quizás así los dioses decidan escuchar mis súplicas. 

- "No creo que ese Dios Blanco Crucificado tuyo quiera bendecir a un hombre como yo, Éire. Lugh en cambio, o la Madre cruel, puede ser. Especialmente si les prometo un sacrificio." -

- Mi dios te escucharía... Y guiaría en vuestro camino. Incluso seguro que nos alumbraría con un nuevo ser. En cambio... ¿Qué tipo de dioses son esos que exigen una muerte? Me niego, no quiero concebir un hijo gracias a la muerte.-
 

- "Lo hablaremos en otro momento más propicio, esposa. Y ahora vayamos a calentarnos a la lumbre, este lugar es frío. Y... lejano." -
 

- Todos los lugares son lejanos para mí...-Ni dije más, no tenía ganas. Sin esperarlo, regresé sobre mis pasos, volviendo al interior del castillo. Al entrar noté ese calor, no era el que yo recordaba de mi hogar, pero se asemejaba lo suficiente. Al llegar al gran salón, me quité la capa lentamente, acercándome a la lumbre. Esta desprendía un agradable calor y mis ojos se perdieron en la danza de sus llamas.

BLAINE HIJO DE GWRAIDD:

Gwraidd era un hombre honorable, y ante todo leal. Pudo haberse dejado corromper por los agentes de Vortigern, pero nunca aceptó un soborno, y eso finalmente le condujo a la muerte junto a su señor el Conde en la fatídica reunión en Stonehenge, años atrás.

Gwraidd era un hombre justo, generoso, amable y confiado. Excesivamente confiado.

Blaine en cambio, siempre ha aprendido a confiar en su propio criterio, en sus impulsos del momento, incluso si eso no es siempre lo más justo para los demás.

Lleva años entrenando duramente con el uso de las armas y la equitación. Primero bajo el tutelaje de su padre, después con los demás guerreros de su señor feudal, el Conde de Salisbury.

Blaine, al igual que sus ancestros antes que él es de pura raza Celta, sin mezclar con romanos, pictos o sajones. Es pagano convencido y cree sobretodo en el poderoso Lugh, el dios solar. Rechaza al dios de los cristianos como un dios débil que hace que sus fieles vivan atemorizados. Él cree que la fuerza da el derecho, aunque también cree en valores como la amistad, la generosidad y la hospitalidad.

Es un hombre de tamaño medio, no especialmente agraciado, excepto por la fuerza de su carácter y de sus convicciones, que a menudo le hacen parecer mayor de lo que es en más de un sentido. Tras el asesinato de su padre, su pelo se fue encaneciendo prematuramente. Aguanta muy bien la bebida y siempre se ha recuperado rápidamente de los esfuerzos físicos y de las heridas.

Aunque vive en Salisbury procede de la ciudad de Gloucester, en Cambria.

Aunque intenta ser fiel y leal a su esposa, no puede evitar mirar también a otras mujeres, pues su esposa a veces le irrita con su carácter agrio y sus férreas creencias cristianas.

Blaine es menos confiado de lo que fuera su difunto padre, y, al contrario que éste, a veces puede llegar a mostrarse cruel. Es muy enérgico y partidario de la acción directa, lo que le puede llevar a ser impaciente y a veces temerario, aunque también valiente. Es orgulloso y vengativo, y aunque suele ser generoso, es poco dado a refinamientos y excesos.

Se le dan bien los juegos de dados, gracias a lo cual y a la fortuna ha amasado una cierta cantidad de denarios de plata, con la que espera obtener un futuro mejor para él y para su familia, si su señor feudal se lo permitiera. No siente vergüenza al hablar en público, como hombre precavido suele estar alerta, y le gusta bailar con mujeres, especialmente si no son la suya.

MAS TARDE, POR LA NOCHE EN LA GRAN SALA DEL CASTILLO DE SALISBURY:

Permanezco mirando pensativo el fuego de la cercana chimenea, una de las varias que hay en la gran sala. Mantengo a mi lado a mi esposa abrazada y ambos tapados con una gruesa manta de pieles. Es una noche fría de invierno.

Acomodé mis manos sobre las gruesas telas de mi vestido, mientras mi cuerpo estaba pegado al de mi esposo, tanta cercanía nunca me había hecho sentir cómoda, pero en la época que nos hallábamos era la mejor de las opciones. Suavemente dejé caer mi cabeza sobre su hombro, mientras ojos claros se perdían en el fuego.-En qué pensáis... Desde hace horas os encontráis demasiado callado y pensativo ¿Acaso algún demonio os perturba la calma, amado mío?

- "Soy leal a nuestro señor, mas añoro tener un hogar que pueda llamar propio en vez de disfrutar de estas magras sobras." -

-Pecáis... No debéis ser avaricioso, debéis conformaos con lo que tenemos. Todo esfuerzo tiene su recompensa... Y el tiempo dirá-

- "Si tú lo dices, esposa mía..." -

Me recuesto, dándole la espalda a Éire y cerrando los ojos para dormir.

Vi cómo él se acostaba, no es que me sintiese contenta por lo ocurrido, pero tampoco cedería. Esperé unos minutos con la esperanza de que él se dormiría, tras eso, de forma lenta me levanté arropándolo. Necesitaba hablar con mi dios o al menos orar unos minutos. Me separé de donde él estaba, moviéndome con cuidado para no hacer ruido. Allí bajo la suave luz de la luna me arrodillé, dejando las manos sobre las telas de mi vestido. En completo silencio oré durante largos minutos, para acabar mis oraciones con una súplica por la protección de mi esposo en esos tiempos que corría. 

Lentamente me levanté, mirando el lugar y sin esperar más, me volví a encaminar hacia el lugar donde "dormitaba" o eso creía yo, mi marido. Antes de meterme bajo las mantas dejé mi capa a un lado, con el vestido encima. Y después me deslicé hasta quedar dentro, suavemente pasé mi brazo por su costado, pegando mi delicado cuerpo al de él. Poco a poco me acurruqué, quedándome en silencio, sintiendo el latir de su corazón.

Nuestro matrimonio no se celebró por amor. Éire parecía un buen partido, o al menos una esposa conveniente, con un hermano que recientemente había sido agraciado con tierras. Es de buena familia, tener hijos con ella podría ponerme en una buena posición, ser visto como un potencial futuro señor capaz de proteger unas tierras y de engendrar un linaje que continúe con este trabajo de protección.

La consumación de nuestro matrimonio en la noche de bodas fue un acto un poco torpe. Ella era completamente inexperta, y yo no sabía muy bien cómo proceder y además había bebido vino en la boda.

Después, a la luz de la lumbre, algunas noches frías y silenciosas en la gran sala del Castillo de Salisbury nuestros cuerpos volvieron a unirse en ocasiones bajo las mantas de pieles.

Sin embargo, la parte del tiempo, evitaba la compañía de mi esposa. Ella no parecía compartir mi ambición por llegar a poseer tierras algún día, como su hermano. Dejar de vivir de las sobras de la mesa del señor, durmiendo en una fría gran sala sobre un montón de pieles en el suelo. Sirvientes, sirvientes apreciados, pero sirvientes a fin de cuentas.

Me irritaba su renuencia a tener hijos y a engendrar un linaje que pudiera proteger la tierra. Ella no entendía el valor de la tierra, la tierra lo es todo, es la madre Danaad iluminada por la luz de Lugh. Es la valía de un hombre, incluso de un simple campesino que cultive su terruño, si es un hombre libre.

Mas, por encima de todo, me irritaba su fe, es fe en el Cristo Blanco Crucificado. Es una fe que no se basa en el valor y en el coraje con las armas y la capacidad de vencer a los enemigos para salvaguardar tierra y familia. Es una fe que se basa en el miedo y en la culpa, y pensar en tener hijos que se eduquen bajo el yugo de una fe así... me causa no poco temor, angustia y un tanto de desagrado.

Sé que el mundo avanza en esa dirección por culpa de los malditos romanos, los mismos que no fueron capaces de salvaguardar su propio imperio contra invasores más fuertes y salvajes que ellos. Debilitados hasta la médula por su fe en Cristo, un imperio de hombres que se comportaron como mujeres. No quiero eso para Britania, no quiero eso para mi bro.

Aunque soy un hombre amargado por la muerte de mi padre y mis frustrados deseos de venganza contra Vortigern, no quiero volcar mi amargura y frustraciones contra mi esposa. Sería fácil hacer sufrir a ella por mis males. La fuerza, a fin de cuentas, otorga el derecho sobre los débiles. Pese a que a menudo peco de ser un hombre injusto e impulsivo, en esto no quiero serlo, y cuando me siento más airado con mi esposa, me aparto y me distraigo en otros menesteres.

Voy de cacería con otros hombres de armas para mantener la mesa del señor surtida de liebres y patos. Por las noches juego a los dados, bailo, bebo vino y socializo en la corte, especialmente con mis camaradas de armas.

Intento mantener una cordial relación con mi cuñado en las pocas ocasiones en las que coincidimos en la corte.

Tras meses de esta guisa, veo que la muchacha que me escancia el vino por las noches me mira con una agradable sonrisa en sus labios. Labios que desearía probar... Pero cuando nadie esté mirando, pues no deseo avergonzar públicamente a mi esposa, ni enturbiar la buena relación con su hermano terrateniente.

Rodeado por enemigos, uno de los sajones logra alcanzar a Blaine, con un golpe terrible en sus costillas. El guerrero celta cae al suelo, malherido e inconsciente

- "Enhorabuena, mi querida esposa. Contra todo pronóstico he sobrevivido a una batalla que estaba perdida, y tú me has dado un hijo varón sano. Un descendiente para mi linaje. Sin duda los dioses me sonríen. Incluso tu Cristo Blanco Cruficado, al parecer. Si algún día tenemos un castillo, permitiré que se edifique una pequeña capilla en su honor." -

Digo contengo mientras cojo a mi heredero en brazos.

- "Se llamará Sarum, y cuando crezca será fuerte y duro como una roca. Su maza abatirá a gigantes y a campeones sajones.

Si nuestro próximo retoño es una niña, tú le pondrás nombre, esposa mía." -