Partida Rol por web

Hace años que pasas la mayor parte de tu tiempo en tu despacho, tu empresa se dedica a vender material de laboratorio a otras empresas y teneis un margen de beneficios realmente alto.

Tu mujer se encuentra de vacaciones en Rusia, ella y sus viajes... a veces piensas que solo esta contigo por tu dinero, aunque poco te importa, son otras las que calientan tu cama cada noche.

Te acercas a la cristalera de tu despacho y observas la calle, algunas partes de la ciudad con cortes electricos, accidentes de coche y el caos reinante. Es realmente preocupante y la información de la televisión a tu espalda no ayuda.

"En Nueva York ya ascienden a más de 200 heridos por violencia callejera, los hospitales empiezan a verse saturados y el terrible virus mortal sigue extendiendose por la ciudad. Las autoridades competentes tratar de mantener la calma y a los ciudadanos en sus hogares pero todavia són muchos los que siguen ahi fuera..."

Andrew observa la silueta de la ciudad, de pie, en la cristalera. Su despacho prácticamente no tenía pareces, la ventana se extendía desde el suelo hasta el techo, limpia, transparente, inmaculada. No en vano pagaba a un operario para que la limpiase todos los días a las 5 de la mañana, dos horas antes de que él llegase.

Se acerca al borde. Le gusta estar muy cerca del filo, sentir esa sensación de vértigo e ingravidez, de no ver el suelo, de flotar sobre todo. Sin embargo, la realidad ahi abajo le saca hoy de sus pensamientos. Se oyen sirenas, no sabe si son de policía, o de bomberos, o de otra cosa. Coches haciendo sonar su claxon. Varias columnas de humo se observan en el horizonte.

Intenta volver a centrarse en su trabajo, se sienta en su sillón caro, frente a su escritorio caro. Pero difícilmente puede hoy prestar atención a algo que no sea la ventana. Desde el 9/11, la vida no ha vuelto a ser lo mismo. Cualquier problemilla por localizado y transitorio que sea, origina un terror tal, que llega a convertirse en un tema de seguridad nacional, más aún en la ciudad de los rascacielos.

Pero Andrew no da importancia a la situación. Ya era lo último que le faltaba aquella mañana, empieza a encontrarse de mal humor. "Pobres animales, se preocupan por cualquier chorrada que les pasa" piensa. "Menos mal que esta mañana dejé en casa el Rolls".

Golpean tu puerta dos veces y esperan, esa manera de golpear es inconfundiblemente de tu secretaria, no hay lugar a dudas.

- Adelante - dice con un tono de voz pausado y accesible, rayano en la simpatía. Siempre se le habían dado bien las técnias de motivación psicolaboral. Y aunque en aquel momento lo último que necesitaba era que aquella bruja entrase a complicarle todavía más la vida, era experto en el arte de esconder sus pensamientos, y averiguar los ajenos. Por tanto, su voz difícilmente mostraba en la oficina lo que realmente detestaba la ineficiencia de sus empleados. Durante sus años de carrera, a aquello le habían llamado motivación. El se jactaba de llamarlo manipulación, decía que su trabajo incluía engañar a sus empleados para que trabajasen más sin recibir ni un dólar adicional.

- Ha llegado mensajeria urgente de un cliente, especificando que es para usted.

Dejo el sobre en tu mesa y esperó por si tenias algo que añadir antes de que se retirara.

- Muchas gracias, avisame si hay más novedades - dice sin siquiera levantar la vista de la pantalla del ordenador - y reserva un hueco en mi agenda, a ser posible esta semana, tengo que recortarme el pelo.

Andrew espera a que su secretaria salga de la habitación. Esa bruja era en realidad una despampanante rubia, muy buena secretaria, pero a la vez inteligente, muy fría y calculadora, que servía sólo a sus propios intereses. Fue seleccionada por ser claramente superior al resto de candidatas, incluso utilizó su cuerpo de forma provocativa para ganarse el puesto. Una vez conseguido, durante su primer día de trabajo, advirtió enérgicamente que no desaprovecharía ninguna ocasión para denunciar por acoso sexual.

Una vez la secretaria ha salido, Andrew abre el sobre, y se dispone a leer su contenido. Espera que su contenido le solucione problemas esta mañana, en lugar de creárselos. Aunque la verdad es que no alberga muchas esperanzas de eso.

¿PPor qué siempre recurren a mi? ¿No pueden ni limpiarse el culo solos? - piensa.

En el sobre tan una carta y bastante breve.

"Le recomendamos que abandone la ciudad si le es posible, la epidemia que se aproxima será dificil de superar"

En un primer momento no puedes evitar sonreir por la tomadura de pelo ¿que es esto, el dia de los inocentes?

El ejecutivo lee y relee la frase escrita a mano, apresuradamente, se atreve a intuir por la forma en que está escrita. Reflexiona, ajeno a la propia carta y al contenido de la misma, el tiempo que lleva sin escribir nada de su puño y letra. El ordenador, la PDA, y las citas que dicta a su secretaria a través de la línea interna de teléfono han provocado que ya casi no se acuerde de cómo era su estilo de letra antaño. Eso le pasa al resto de sus compañeros de oficina. Por eso le cuesta pensar en alguien que pudiera tener ese tipo de letra.

¿Y si no fuera de la oficina? Decide olvidar la idea de intentar averiguar quién le envió la carta. En un arrebato de cinismo, la arroja a la basura, sin siquiera molestarse en doblarla.

Desde el sillón giratorio de su oficina vuelve a echar una mirada al perfil de la ciudad a través de las grandes cristaleras. Los ruidos del exterior le distraen. Decide pues, poner un poco de música, bajita, simplemente para mantener mejor la concentración en su trabajo.

La ciudad, medio a oscuras, desertica... no puedes evitar volver a echar un vistazo a la carta que tiraste a la basura y pensar en si tendria algo de cierto.

Seguía trabajando. Comienza a sonar Breaking The Law, de Judas Priest. Andrew no puede apartar la mente del estado de la ciudad. En otras ocasiones, este grupo conseguía alejarlo de sus preocupaciones, con sus sucesivos intentos de rebentar la guitarra, y de rebentar sus oídos.

Vuelve la mirada a la ciudad. Comienza a reflexionar. Si tal caos se ha armando en tan poco tiempo, ¿qué pasaría si se mantiene tal ritmo de propagación? Las consecuencias económicas serán terribles para los EEUU. ¿Importará entonces el balance de asignación de costes para el departamento de distribución que lleva toda la mañana afanándose en cuadrar?

Hasta ese momento, en la oficina no había percibido señales de debilidad o miedo. No quería ser él el primero. Sin embargo, no podía pensar en otra cosa.

"Mi madre se puede haber puesto enferma" piensa. Esa madre de la que nunca ha hablado en la oficina, esa madre que ni siquiera tiene. "Ya está, mi madre se ha puesto enferma, y no sabe si es la nueva enfermedad o no, y está asustada, tengo que recogerla y llevarla al hospital, así podré echar un vistazo por la ciudad, para ver cómo andan las cosas". La idea le alivia la pesadez mental en la que se encontraba. Las entrañas le dicen que hace lo correcto, y suele fiarse de sus entrañas. Hay quien dice que son corazonadas, pero no, son las tripas las que te lo dicen.

Se dirige hacia la puerta. Recuerda una cosa, vuelve, coge el sobre de la papelera, sin arrugar, y lo guarda en el bolsillo interior de la chaqueta. Ahora sí, se marcha.

Cuando sales por la puerta tu secretaria te mira

- ¿Ya se va? - extrañada por verte salir de tu despacho

Se restriega el mentón con la mano, pone cara de agobio y estrés. - Mi madre, que está enferma, y como la pobre mujer está mayor y es hipocondríaca, piensa que tiene la nueva enfermedad rara esa. Voy a tranquilizar un poco, a encenderle el brasero debajo de la mesa camilla, y vuelvo. - Comienza a andar hacia el final del pasillo - Espero no tardar mucho - dice, todavía en voz alta, dirigiéndose a la secretaria - Con toda la cantidad de cosas que tengo que hacer esta mañana, es que era lo que me faltaba, la pobre no puede sola... - dice mientras se pierde por el pasillo, hablando consigo mismo, fingiendo una historia como un verdadero actor de teatro. "En verdad, las técnicas de motivación psicolaboral y las clases de oratoria me han servido para mucho" - piensa, dirigiéndose al ascensor.

Te parece una eternidad lo que tarda en llegar el ascensor, seguro que algun inepto se que quedado parado en las puertas ligoteando con alguna empleada. Te crispa la situación, te debates entre bajar por las escaleras o seguir esperando a que el ascensor llegue.

Tiene que recorrer varias plantas de edificio, y después varias plantas de sótano, para llegar hasta su coche. No le aperecía bajar por las escaleras. Sin embargo, era alguien que cuando tenía algo que hacer, no podía pensar en otra cosa, no para, hasta terminarlo. Por eso, no le apetecía esperar.

"Mi entrenador personal me dice que es bueno subir y bajar escaleras, pero ya voy al gimnasio todos los días. Además, le pago para hacer ejercico en el gimnasio y no tener que hacerlo durante el resto del día. Enfin, de perdidos al río" piensa, a la vez que se dirige hacia las escaleras con pocas ganas.

Otro de tus empleado te mira extraño cuando te ve tomar las escaleras, pero este no se atreve a comentar nada al respecto. La bajada siempre es facil, no tardas en llegar a tu coche a paso ligero.

Andrew llega al sótano, se acerca a su flamante Maserati, sube en él. "¿Por qué siempre se me olvida quitarme la chaqueta antes de subirme?" piensa mientras se despoja de su chaqueta de Armani con dificultad. La deposita cuidadosamente en el asiento del copiloto. Arranca. El espectacular grave sonido del motor llena el parking, un sonido que se hace agudo cuando Andrew acelera para salir a la calle, a ese territorio comanche en el que se han convertido las calles de Nueva York.

A las puertas del parking, antes de que puedas salir, encuentras a una mujer de pie de espaldas a ti. Si no te detienes las atropellarás.

El coche se detiene a unos metros de la mujer. Andrew toca el claxon, y hace un par de cambios de luces. "Seguro que está hablando por el manos libres. Desde luego, vaya lugar para hacerlo" piensa.

La mujer no se mueve en absoluto, se queda alli de pie sin más.