Partida Rol por web

Jack aprovechaba la estela del furgón para no tener que esquivar zombies y exponerse a una inoportuna caída.

La caravana enfiló la calle principal donde algunos muertos más comenzaban a aparecer. Los infectados no eran estudiantes de la zona, puesto que habían sido evacuados, parecía como si hubieran venido de otro lugar en un deambular errabundo que más parecía a las bestias que a las personas.

Roberto intentó esquivar a los que pudo, pero con la caravana era difícil de maniobrar. Se escuchó un golpe en el lazo izquierdo cuando un cuerpo impactó contra el faro de ese lado, destrozándolo. El italiano giró el volante en la otra dirección e invadió la acerca llevándose una señal de STOP en el proceso.

Detrás, Jack seguía la estela del camión con la moto, mucho más maniobrable a pesar de su tamaño. Al ver el nuevo rumbo del furgón no pudo evitar pensar:

¿Ahora por las aceras? Pues por las aceras.

Roberto sudaba a chorro. Las manos empapadas no ayudaban para maniobrar la caravana con precisión, además, aquel trasto era difícil de manejar, y mucho más bajo presión. Aun con todo, el carnicero se concentró todo lo que pudo en no perder el control de la máquina, esquivando zombies y mobiliario urbano. No quería morir en aquel lugar, y mucho menos por culpa de un accidente de tráfico.

- ¿Todos bien allí atrás? Logró levantar la voz, algo temblorosa,  para que le oyeran sus compañeros. Después de la última maniobra, tenía el corazón en la garganta, y le palpitaba aceleradamente.

Aunque había salvado su silla de ruedas a tiempo, fracasó en su intento de asegurarla en algún lugar antes que todo se moviera, las maldiciones de Roberto eran una bonita melodia que acompañaba al traqueteo de la caravana.
Más de un par de veces se vió obligado de protegerse con los brazos, no sólo por la silla, si no por todos los objetos no asegurados.
-De momento estamos vivos dijo con dificultades ¿Graham?

-Estoy bien, estoy bien -decía el chico agarrado a los posabrazos bastante tenso- ¿Podemos largarnos de aquí? Ya conseguiremos suministros en otra parte

Apretando los dientes de rabia y frustación, Throuman se resistia a la idea de retirarse con tan pocas provisiones, pensaba en cómo poder esquivar a los zombies.
-Graham ¿Te conoces la zona? Quiero decir, ¿de otro pueblecito cerca o una gasolinera? Apenas hemos conseguido nada. No sé, o a la otra punta del pueblo.
De hecho, si se marchaban de ahí, no quería decir que no pudieran probar más tarde, así que aceptó el nuevo rumbo de los acontecimientos

- Decidir de una maldita vez donde cazzo vamos. Gritó el orondo italiano desde el asiento del conductor. - No puedo estar dando vueltas todo el día por este asqueroso pueblo esquivando a los zombies.

Desvió un instante la mirada de la carretera para fijarse en el indicador de la gasolina de la caravana, tenía la extraña sensación que se acabaría el combustible en el peor momento.

-Aquí sólo hay un par de tiendas de electrónica y una ferretería. Esto es un campus universitario no un pueblo. La ciudad más cercana está al oeste: Hartford. Pero no sé como está la situación allá. Sé que el ejército vino desde esa dirección así que puede que tengan la zona controlada. En esa interestatal hay una gasolinera pero espero que no la hayan vaciado.

Roberto escuchaba al chico mientras ojeaba el indicador de gasolina. La flecha estaba un poco por debajo de la mitad del depósito, así que aún tenían cierta autonomía.

Roberto escuchó la palabras de Graham con bastante interés.

- ¿Cosa ne pensi se andiamo a Hartford y vemos como está la cosa? Tenía la vista clavada en la carretera mientras hablaba con sus compañeros. - Con un poco de suerte podremos encontrar la gasolinera esa, y conseguir unas cuantas latas... Si la cosa está bene, nos acercamos al pueblo, y si lo vemos jodido, nos largamos. Las ronchas de sudor que se habían creado debajo de las axilas del italiano, dejan entrever los nervios y la tensión del momento.

-Vale, ¡pues sácanos de aquí! A ver si tenemos más suerte en Hartford. Me jode tener que salir con el rabo entre las piernas, pero esto ya parece una fiesta satánica.
Realmente lo que le preucupaba era la perspectiva que el pueblo vecino no fuera mejor que este, y además, el rol que desenpeñaba el ejército... Me gusta lo de esa gasolinera, nos serviría para tantear Hartford, a parte que dudo que se les haya acabado las reservas de gasolina
Aunque, la ferretería y las tiendas de electrónica podrían ser muy utiles... ¡bah! siempre podemos volver más tarde y el minusválido empezó a buscarse un asiento más comodo que el suelo.

Roberto agarra firmemente el volante con ambas manos y lleva la caravana hacia las afueras de Storrs ignorando a los pocos infectados que os intenta salir al paso. Detrás, JD maneja con decisión su moto haciendo rugir el motor mientras sigue la estela del vehículo mayor. Tal y como había dicho Graham, la gasolinera se encontraba en la carretera que iba hasta Hartford, la interestatal 195 que luego se unía con la 84.

En la estación pudisteis llenar los depósitos por poco, puesto que los surtidores estaban casi vacíos. Tampoco se consiguió nada en la pequeña tienda ya que había sido saqueada a conciencia. Algunos agujeros de bala decoraban la fachada exterior.

De nuevo con gasolina, os dirigís hacia el suroeste en dirección a la ciudad que está a unos 40 kilómetros. Hartford era la capital del estado de Connecticut y vivían más de 125 mil personas en ella. También era conocida como la "capital mundial de los seguros" ya que acogía a la mayor parte de las sedes centrales de las mayores empresas de seguros del mundo, convirtiendo este negocio en su motor económico. Un puente atravesaba el río Connecticut en dirección al centro y desde que enfilais el perfil de la ciudad en la lejanía sabeis que algo no va bien. Hay columnas de humo en algunas zonas y varios helicópteros del ejército sobrevuelan los edificios. En la entrada del puente hay un retén del ejército junto a un tanque ligero. Un grupo de soldados os hacen señas para que aminoréis la marcha.

Roberto paró el vehículo ante las señales de los militares. Algo en su interior no se acababa de fiar de aquellos soldados, los detalles que habían podido ver anteriormente no ayudaban a confiar en aquellos tipos armados. Por otra parte, el cocinero se sintió aliviado de encontrar a gente viva, y que no les intentara arrancar la piel de un mordisco. Eran sentimientos encontrados, pero permitió relajarse un instante, y respirar aliviado ante el contacto humano.

- Buenos días. Dijo Roberto mientras bajaba la ventanilla del conductor, y regalaba a los soldados su mejor sonrisa italoamericana.
- Me alegra encontrar gente con vida... Ya pensaba que sería imposible...

¡Ah, militares! desde que Graham se les uniera, Throuman había temido el inevitable momento que se tropezaran con el ejército.
Sus alumnos siempre hablaban mal de los militares, él pensaba que simplemente era rebeldía contra el sistema, pero ahora que los veía en el puente descubría que en su interior albergaba sentimientos similares... Quizás sea cosa de las universidades.
Cuando aminoraron el paso se apresuró a ocultar su fusil de los ojos de los militares.
Roberto parecía saber tratar a esa gente. No hay nadie mejor que el italiano para que los tranquilize

La caravana y la moto se detienen cerca del puesto de los militares. Un sargento se acerca hasta la ventanilla de Roberto.

-¿Qué están haciendo ustedes aquí? ¿De dónde han salido? -se dirige a uno de los soldados- ¡Pensé que la zona estaba controlada. No podemos seguir teniendo civiles deambulando por cualquier parte! -señala a la ciudad- ¡Ahí dentro hay aún noventa mil personas atrapadas y casi veinte mil infectados y no quiero tener que vigilar mi puta retaguardia! -se vuelve de nuevo hacia vosotros-. Estamos ahora bastante ocupados, le ruego den la vuelta y regresen a su centro de internamiento más cercano, por favor.

Las palabras del sargento chocaban con la sensación de soledad del grupo. Cierto que no llevaban ni un dia lejos del lago, pero la falta de gente viva había hecho que incluso ellos mismos cada vez hablasen más flojo.
Pero parecía que la ciudad era una fiesta que no les dejaban entrar. Mejor así, el caos puede ser más mortal que esos infectados.
¡Pero esos militares eran una buena ocasión para informarse!
Tan bajito cómo pudo modular su voz, Throuman susurró a Roberto y Graham:
-Dale cuerda... que suelte la lengua y podamos enterarnos de qué está pasando...
Se humedeció los labios, mejor que los militares no lo hubieran escuchado

Roberto se giró instintivamente hacia Throuman cuando oyó su voz, y asintió tímidamente cuando comprendió lo que le quería decir. Así que respiró profundamente antes de volverse hacia los soldados, y con el mas despreocupado gesto italiano, esbozó una amplia sonrisa.

- ¿Quiere decir usted que aun hay civiles en la ciudad? Creía que los habían evacuado a todos... Pero si aun hay infectados, no se preocupe que ni loco entramos allí... Solo estamos buscando algún lugar donde podamos aprovisionarnos de víveres... ¿No nos las podrían facilitar ustedes? Preguntó inocentemente Roberto, que aun mantenía la esperanza.

-¿Que si hay civiles dentro? ¡Pues claro! ¡Esto se ha convertido en una jodida guerra que no podemos ganar! Una mordida, un arañazo y la jodiste. Te vuelves uno de ellos. He escuchado que el frente de combate ha llegado ya hasta Nueva York. Ya no sabemos qué hacer aparte de entrar en las ciudades y acribillar a esos cabrones. Sacamos a los que podemos y los evacuamos a zonas seguras. El presidente ha considerado incluso el usar armas nucleares pero ¿de qué sirve? Podía estallar en cualquier parte. Encima la gente es como las hormigas, están por todas partes. Dispersas por los bosques, en los campos, escondidos en las ciudades. Encontrarlos a todos es una locura.

Uno de los soldados se le acerca con una radio. El sargento se la lleva al oído.

-¡Sí, le escucho! -murmullo ahogado- ¡Pues repliéguense hacia las azoteas, mandaré helicópteros a los tejados! ¡Mientras tanto abran fuego hasta el último cartucho! -otra respuesta ininteligible- ¡Esos ya no son niños! ¡Le arrancarán la garganta si les deja acercarse, imbécil!

El soldado vuelve a alejarse.

-Teníamos campamentos por la zona para establecer lugares de cuarentena. Pero ahora que todo se ha venido abajo quizás puedan intentar llegar a Atlanta. Ahí está el Centro de Control de Enfermedades y tal vez desde ahí podamos empezar a contragolpear.

¿Atlanta? Como mínimo estaban a 2000 millas de la ciudad, pero era verdad que el Centro de Control de Enfermedades eran los únicos que podían hacer algo.
Por otra parte el militar era muy tajante sobre el progreso de la infección. Throuman volvía a preucuparse por Joy... y por los que estaban cerca de ella.
De todas formas se mantuvo callado, cuando estuviesen solos deberían decidir qué hacer. Igualmente Hartford ya no era tan tentador como creía hacía pocas horas. Se relajó (lo que pudo) y dejó acabar a Roberto.

- Esto... Gracias por la información. Dijo Roberto mientras se pasaba la mano por su ya mugriento pelo. No sabía como volver a pedir suministros a los soldados sin que se mosquearan.

La verdad es que eran muy preocupantes todas aquellas noticias que les habían contado los soldados, y no tenía muy claro el paso a seguir a continuación. Tal vez lo mejor era dar media vuelta, y volver por donde habían venido. De todas maneras, no parecía que pudieran sacar nada bueno de la ciudad.

Con un gesto mecánico, puso la marcha atrás y se dispuso a maniobrar la caravana para largarse de allí, pero antes, en un arrebato de valor algo extraño en el, volvió a insistir a los soldados.

Sacó la cabeza de nuevo por la ventanilla. - Bueno, pues nosotros nos iremos... Si, será lo mejor. Titubeó un instante. - ¿No podrían darnos algunas provisiones para el camino? No hay muchos sitios seguros por aquí para aprovisionarnos... El sudor le corría por el cuello, y sus ojos se posaron un instante en las armas que portaban los soldados. Aun tenía muy presente el cadáver que habían encontrado en la pizzaría, acribillado a balazos.

Jack maniobraba mecánicamente tras el furgón, tratando de no fijarse en los seres que intentaban abordarles en su salida de la ciudad.

Al llegar al puesto de control del ejército dejó que el furgón de Roberto se antepusiese entre los soldados y su moto.

Solo falta que me quiten las armas, pensaba mientras dejaba el bate y el revolver en las alforjas de su Harley.

Se acercó timidamente por el lado del copiloto y puso su mano en el marco de la ventana de Trouman a la vez que le lanzaba una mirada antre cómplice y temerosa.

Déjalo Robert, vayámonos de aquí antes de que ningún muerto viviente salga de ahí y nos joda a nosotros también o nos traten como a los del restaurante que vimos esta mañana. Dijo al escuchar la petición del italiano.