Partida Rol por web

He editado el primer mensaje de esta escena para poner esta plano de situación del Monasterio:

Algo más de info:

Esto es lo que habéis visto hasta ahora del monasterio, tanto exteriores como interiores... Las manchas rojas son zonas que aún no habéis visitado/explorado y que por tanto desconocéis. Estáis en Hab. (Habitación).

-Bueno, este rato nos vendrá genial para darnos una ducha. ¡Chicas primero! ¿Vamos, Sunhee? - la miro seria después de decir aquello con una falsa voz animada y risueña, nada que ver con cómo me sentía. -​​​​​​-Estelvio, ¿Por casualidad no tendréis algo de jabón? ¿Nos enseñas dónde quedan los baños?

Necesito quitarme a este de encima pero ya.

Me quedo mirándole, expectante, a ver si nos da jabón o se va de una puta vez a hablar con el dichoso abad. Eso de meternos a 4 personas en un cuartucho no me ha gustado nada y no hace más que aumentar a la enésima potencia mi necesidad de explorarlo todo a conciencia. Necesito dar mi vuelta nocturna, oler las piedras y los árboles y la luna, escuchar el viento, vigilar a los caminantes errantes desde mi atalaya. Quizá matar alguno. Agazaparme donde no me vea nadie, ver pasar las estrellas...

 Y este otro hombre pretende decirme dónde dónde quedarme quieta. ¿Qué afán tienen los hombres con decirnos a las mujeres dónde y cuándo tenemos que hacer las cosas? Más pronto que tarde esto se va a acabar. Bien pronto.

¿Ducha? ¡¿También ducha?! Abrí los ojos grande cuando lo dijo y, de un salto, volví a bajar de la litera sin recordar que solo llevaba horas con el brazo roto...

—¡Ay! —gemí al aterrizar y notar como vibraba; sin embargo, tan rápido como lo gemí, traté de guardar la compostura y sonreír para no preocupar a nadie—. ¡Sigo viva~!

Tenía que recordar no hacer la loca... pero, empezaba a estar emocionada. ¡Teníamos cama, comida, agua...! Casi que podía perdonar que nos encerraran en un cuarto cuya ventanas estaban abarrotadas, pero entendía que podían estar recelosos aún. Nos acababan de conocer, y quién sabía si antes se habían encontrado con personas peligrosas... me acababa de decir que habían otros grupos de personas, ¡¡miles de personas!! Así que... era probable que, entre esas miles de personas, alguien hubiera podido hacer algo mal...

—Eso, chicas primero —exclamé, yendo... ahora con mucho más cuidado y sin mover el brazo demasiado, hasta donde estaba Nara—. Ni se os ocurra intentar espiarnos, ¿eh?

Miré especialmente a Jose con mirada aseverante, que era el que más pinta tenía de ser un pervertidillo... aunque Gaspar tampoco se quedaba atrás.

Rojo como un tomate no puedo evitar bajar la cabeza y mirar hacia todas partes menos a las chicas.

Esto, yo no, nunca os miraria. Quiero decir, si lo haria porque sois guapas pero, es decir, no lo haria, no os miraria si no quisierais.

Oh, pero, no quiero decir que querais que os mire, es decir, o que querais, quiero decir que no pretendo, mierda... da igual...

Me siento en la cama, avergonzado, intentando comprender porque el corazon me late a mil por hora y mis palabras suenan cada vez mas estupidas.

Me duchare cuando termineis, ten cuidado con el brazo por favor, no lo muevas.

Lo que me faltaba. Si Nara se dio cuenta la otra noche y ahora esto... voy a ser el bicho raro, el pervertido del grupo. Joder, yo no pretendo, no quiero, a ver, Nara me gusta, es guapa, fuerte y misteriosa. Pero ella me odia y ahora encima esto. Que mas da... al final tengo claro que me matara un zombi mas temprano que tarde. En fin...

Termino de recostarme en la cama, absorto en mis pensamientos, intentando recordar cosas sobre el cristianismo para llenar mi cabeza con otra cosa que no sean lamentos.

En cuanto pueda me duchare y dormire un poco.

Al final este inútil va a conseguir matarnos de una vez por todas.

Intenté disimular y no llevarme la mano a la cara para taparmela por vergüenza ajena. No hay que ser un erudito para saber que a los monjes les ofende el tema del deseo, y habiendo oído las parrafadas que nos soltó antes sobre la penitencia y el arrepentimiento, ahora seguro que nos sale con el pecado carnal. 

Desde luego, vamos de mal en peor... Y eso que es el listo del grupo.

¿Qué? ¿Que no podemos salir? Y todos actúan lo más tranquilos , como si nada. Aprieto los puños y la cara empieza a transformarse. Esto es realmente demasiada presión. Nos estamos dejando arrear como si fuéramos ovejas. ¿Acaso se han puesto de acuerdo a mis espaldas?

Avanzo hasta Estelvio decidido y bastante nervioso. - Oye, ¿Cómo es eso de que no podemos salir? ¿Qué somos? ¿Prisioneros? Voy a ir hasta La Pulga donde me quedaré cuidando nuestras cosas como ustedes cuidan las suyas. - Tiemblo conteniendo la tensión, no voy a estar tranquilo hasta no estar en casa. - Puedes escoltarme, no me interesan tus lugares secretos. - Espero parado, pero por nada del mundo voy a permitir que cierre esa puerta.

- El jabón está en el baño, por aquella puerta. -digo al tiempo que señalo la puerta cerrada al otro extremo de la habitación. Luego observo divertido la escena de chicas adolescentes despreocupadas, aunque me inquieto por el brazo de Sunhee cuando cae al suelo. El comentario de Jose me sorprende, y no lo entiendo del todo, me deja extrañado.

Luego Gaspar pretende salir de la habitación, mostrando una actitud claramente violenta e inconformista: - Lo siento, -digo interponiéndome en la puerta- os lo acabo de explicar. No podéis salir de aquí. Por favor, sé obediente y no busques problemas. -con la mano hago un gesto para que se detenga. Conmigo no tengo la lanza, que dejé afuera antes de entrar. Voy desarmado, pero soy más alto y más fuerte.

No está claro si Estelvio os está encerrando como a prisioneros o si simplemente es una precaución que está tomando con unos desconocidos: os está pidiendo por favor que no os mováis de la habitación. Os ha dicho que desconfía y que debe ser prudente. En este momento son sólo dos (o eso han dicho) en el monasterio. No sabéis dónde está André, pero sólo hay un caballo en el establo.

La situación ahora mismo es tensa, y puede acabar mal. Estelvio está frente a Gaspar, mirándole como antes miraba a Nara.

Yo tampoco estoy cómoda aquí encerrada, por eso intentaba escabullirme al baño. Por supuesto que no pensaba ir al baño, pero si a Gaspar se le eriza el lomo no me queda otra que defenderlo. Aunque la confrontación frontal no sea lo más adecuado ahora mismo.

Sigilosamente mientras Estelvio dice que no podemos salir y veo la cara descompuesta de Gaspar, me alejo al fondo de la habitación. Desde aquí tengo tiempo justo para apuntar con mi arco. Pero me debato y no sé qué hacer. Apuntarle directamente va a ser una afrenta injustificable más tarde.

Tranquilo Gaspar. Solo es un rato hasta la cena, ¿verdad, Estelvio? Quizá mi amigo Gaspar este más tranquilo esperando la cena en la Pulga. Es el único hogar que nos queda. Quizá podamos esperar allí, si no te importa. Además en medio del patio estamos aún más visibles para vosotros. Déjanos salir a la furgoneta, por favor. 

Sin dejar de mirarle mientras hablo, subo mi mano a mi hombro, cojo mi arco, y dejo el brazo colgando. Pretendo que sea casual y no una amenaza. Simplemente ahora tengo el arco en la mano.

Cuando vi a Jose tan nervioso, solté una pequeña y traviesa carcajada. Había conseguido lo que quería... ponerlo nervioso. Lo que no esperaba era la cara de mala leche que se le puso a Gaspar. Al principio pensé que no le había sentado bien mi broma, pero... de repente, se puso a increpar a Estelvio.

No entendía del todo por qué se había puesto de aquella forma. Yo creía a Estelvio, y pensaba que nos estaban dando comodidades y tratándonos como a invitados. Confiaba en que todo esto llegaría a buen puerto, o... al menos, eso me forzaba en creer a pesar de que, si lo pensaba detenidamente, estar encerrada tampoco me agradaba del todo.

—Gaspar, tranquilo —dije en tono suave y conciliador, mientras me adelantaba a él y le agarraba con mi mano sana una de las suyas a la par que le miraba a los ojos—. Todo irá bien, ¿vale? No pasa nada.

Lo que menos quería era que todo fuera a peor. Nunca antes habíamos estado tan cerca de otras personas que no fueran del refugio... y, Estelvio había dicho que habían miles de personas más... ¡una civilización entera! Con suerte, podríamos conseguir una vida en paz y segura... algo que no habíamos tenido nunca.

Estelvio parecía nervioso. Podía imaginar la causa aunque me pareciese absurda. Por un momento había olvidado donde estábamos y cual era nuestro papel para salir de aquí de una pieza. Los zombis me daban miedo, era mal luchador, no era un tipo especialmente simpático ni le caía bien a… la mayoría de seres vivos.

Pero si sabia hacer una cosa. Podía construir frases, podía rememorar conocimientos de los libros que había leído o que mi madre me había contado, podía utilizar las palabras de esos libros para reproducir los sentimientos que habían provocado en mi en su día.

Mi autentico yo era un pardillo, era difícil no reconocerlo, pero podía ser otra persona si hacia falta. Y conocía una gran cantidad de personajes a los que imitar.

Estevio, ruego perdones nuestro comportamiento. Lejos de lo que pueda parecer, seguimos siendo unos críos a los que han protegido demasiado. A mi probablemente mas que a los demás, pero en última instancia, carecemos de la experiencia en la vida que poseéis vosotros.

Somos inexpertos, tenemos miedo porque todo es nuevo, vosotros, la fe, el pecado e incluso las normas de cortesía más básicas.

No puede existir arrepentimiento si no existiese el pecado, y sin ambos, no existiría el perdón. Y Dios perdona a todos sus hijos, más aún cuando no saben lo que hacen.

Perdona nuestro comportamiento Estevio, pues no sabemos lo que hacemos.

No portaremos bien, descansaremos, nos ducharemos y compartiremos vuestra cena agradecidos.

Espero que mis compañeros no añadan nada más por el momento. Si tenemos que hablar de algo deberemos esperar a que se vaya Estevio.

Cualquier mal movimiento nos podría costar caro. Yo mismo he perdido el control del esfínter durante un minuto. Supongo que las cosas de chicas me superan.