Partida Rol por web

¡Click!

La pared reaccionó a la maña de Roark, vibrando y perfilando mejor la superficie de la puerta secreta. Levantó una pequeña polvareda y algunas hiedras que colgaban del echo cayeron con suavidad. El bardo se acercó con curiosidad.

Una de las cerraduras le llamó la atención. Era un círculo de siete casillas, con una runa cada una. Jingle giró la cabeza algo confuso: no había visto ese tipo de escritura en todos los años que decía tener para impresionar a las damas humanas. En el centro había una compleja red de tubos que se enroscaban unos con otros. Cada extremo de la maraña se conectaba con cada una de las siete casillas y con siete esferas de vidrio donde reposaba un espeso líquido transparente.

El elfo se estrujó la sesera. Estaba seguro de que a ninguno de sus compañeros se le ocurriría algo para descifrar aquello, pero él se había inventado galimatías más enrevesados para engañar a magos poderosos —y a cierto recalcitrante ludópata obsesionado con el Rokun—.

Do, re, mi,
Los mofletes de Beatriz.
Fa, sol, la,
Con júbilo solaz
Sí, sí, sí,
¡Estrujaría hasta morir!

"¡Estúpido troll!", pensó Jingle, ¿No tiene nada mejor que hacer que ponerse a cantar en un momento como este? Bueno, supongo que tampoco tiene muchas opciones encerrado en un tótem. Espera un momento… ¡Ya lo tengo!

—Claro, son siete runas, como las siete notas musicales. El agua reacciona con el sonido. Parece bastante conveniente, ¿no creéis? Solo hay que dar con la combinación correcta…

Y, sin previo aviso, se aclaró la garganta para empezar con sus gorgoritos. Por primera vez desde que le conocían, Jingle acertó cada nota como el más competente de los tenores. Las runas se fueron iluminando. Primero se iluminó una, de verde. Luego otras dos, azules. El agua correteaba por los tubos por medio de la vibración hasta llegar a las casillas. Amarillo, Naranja, Rojo, Violeta, Añil y, finalmente, brillaron todas en Octarino —aunque eso solo lo supieron doña Golo y el bardo—.

¡Click!

—Listo —dijo, hinchando el pecho como un gallo prepotente—. No hace falta que me deis las gracias.

Doña Golo escuchó un click, y luego la voz de Jingle, sin contar los versos del troll, que los escuchaba casi en estéreo. Otro click, y ya se había distraído lo suficiente. Cuando se acercó ella a un costado de la puerta, vio más runas e intrincadas piedras presionables, hasta vio un pequeño hueco que olía a veneno algo rancio. Puso un pedazo del tótem roto para tapar la salida, ya que era obvio que un dardo o algo así saldría por el agujero.

No era tan difícil ser ladrón, ahora que lo pensaba...

...Lo que uno es, es,
y lo que no se es, no se es.
Pero lo que quieres ser,
lo serás, si te dejas ser...

Así no había ladrona que sobreviviese. Pero había palabras muy sabias dentro de tanta cháchara. Ya lo habían escuchado con el bardo. Al final, el trolltem parecía estar ayudando además de atenazar los nervios de todos. Y supo qué es lo que tenía que hacer. No tenía que luchar con lo que no era, sino afirmarse en lo que sabía hacer, y eso era escuchar a los espíritus, aún los insoportables como el trolltem.

Y cerró los ojos, con las manos sobre la puerta. Acercó su oído a la puerta... ¡y se sobresaltó! ¡Era él! ¡El espíritu que había espantado a la querida Suu’ak! Hablaba... sí. Hablaba con otro espíritu. ¿Un cuervo? ¿Qué es lo que decía? ¡Se estaba burlando de ellos! ¡Ja! ¡Tan arrogante era que pensaba que nadie lo escuchaba! Inocente palomilla... ¡¿Que nunca iban a descubrir que la cerradura de los tubos era con las notas musicales, y que la otra era con girar las piedras dos veces a la derecha, tres vueltas izquierda, media derecha y diecisiete vueltas y media a la izquierda... y que la que tenía enfrente había que presionar la primera hacia...

Y la vieja comenzó a seguir las instrucciones que le estaba contando el espíritu sin saberlo. Era intrincado, y una gota gorda cayó por su nariz aguileña al tiempo que pensaba que si no hubiese sido por el espíritu no lo habría sacado nunca en su vida, y eso que había vivido mucho.

¡Click!

¡Ja! En tu cara, espíritu espantador de búhos espirituales pensó la vieja haciendo un gesto bastante interesante y llamativo para una señora de su edad, mientras cerraba los ojos. El espíritu estaba rezongando y comenzaba a callarse de a poco. ¡Bah! Se ofuscó y se fue porque estamos abriendo la puerta. Tan blandito que resultó...

El enano miró como sus compañeros empezaban a buscar los resortes, acertijos y tonterías varias por la puerta. Pero el enano, por más que miraba a la pared, no veía nada. Nada podía esconderse en la piedra para un enano, ni tan siquiera una mota de polvo. Bueno, eso quizás sí, porque estos no eran muy aficionados a la limpieza.

De pronto se le ocurrió. Si el mecanismo que faltaba no estaba en ese lado... ¡Estaría en el otro! Quizás para otros fuese un problema, pero no para Gromenauer. Si había que pasar al otro lado con un mecanismo menos... Pues pasaría. Que para eso es un enano.

—Ojo lo que os gusta perder el tiempo. Así es como lo hacen los enanos... —y diciendo esto, metió los dedos en la ranura de la puerta, dobló las rodillas, su piel comenzó a volverse rojiza y a hincharse las venas de su frente y...— MMMMRRRHHHPPP

El enano comenzó a alzar la puerta, a lo bruto. ¿Mecanismos secretos e ingenionos? ¡Ni que fuesemos gnomos! ¡Las puertas están para abrirse!—. Vamos, cruzad. Y creo que el tótem podría valer para sujetar la puerta hasta nuestro regreso. Con lo pesado que es, aguantará.

—¿Habéis visto eso?— Haron señalaba incrédulo el pequeño espacio del mapa donde los héroes irrumpían en la Sala Maestra del Nigromante.

—No me lo puedo creer.— Asindara sonreía como una colegiala —¡Lo han logrado!

—Parece mentira vuestra falta de fe. ¡Son aventureros!— contestó Random hinchando el pecho.

Una risita desagradable resonó entre las sombras. La voz de Zwagonard se deslizó entre ellos de forma desagradable como la sangre caliente de un niño asesinado en un ritual maligno:

—Necios... Quizás esa puerta secreta no era para mantenerlos fuera, sino para evitar que lo que hay dentro saliese. Aún les queda un último desafío antes de llegar al Nigromante. El último Nomuere Atrapalmas.

Los dioses contuvieron la respiración. Y no era para menos...

Estaban en un amplio corredor de piedra negra.

A la izquierda podían ver unas escaleras de caracol que descendían, camino que se habían ahorrado al subir por la entrada secreta.

Y frente a ellos se veía el amplio pasillo, de unos nueve metros de ancho y quizás veinte de profundidad, soportado por columnas semiempotradas en las paredes talladas con formas de esqueletos que sostenían el techo. A intervalos regulares flotaban pequeños globos de luz mágica que daban una iluminación mortecina a todo el lugar.

Y al final del pasillo un enorme portón representando la boca de una calavera vampírica que tenía un portón doble en medio.

Estaba claro que los nigromantes de Zork tenían un serio problema de estilo, algo así como los rusos de la magia siniestra, con el gusto de un presidente estadounidense para la decoración.

Pero bueno: lo que había en aquel pasillo en estos momentos era un grupo de aventureros y no un equipo de asesores de interiorismo. Lo que buscaban no era un derroche de buen gusto sino cualquier cosa que pudiera parecer peligrosa. Y quizás lo que había en el medio del pasillo lo fuera.

Se trataba de una figura ectoplásmica de gran tamaño que a primera vista parecía una especie de masa amorfa semitransparente que ocupaba casi el ancho del pasillo sostenida por seis enormes patas anormalmente grandes. Repartida por aquella masa sin sentido había un sinfín de globos oculares, bocas, protuberancias extrañas, rostros aterradores, alguna oreja y no menos de dos penes, unas seis tetas e incluso alguna vagina¹. Parecía una criatura molestamente blandita, supurante. Pero a los aventureros quizás les empezase a peocupar más que se empezaban a sentir un tanto agobiados. Era una sensación molesta, como la que se tiene cuando estás a punto de recibir una mala y noticia que adivinas por la forma de mirarte de tu interlocutor. Y de alguna manera sabían que esa sensación venía de la masa amorfa que, de momento, se mantenía inmóvil en el centro del pasillo.

Roark empuñó el arco y meneó la cabeza repugnado. -Tardaré mucho en volver a visitar el Hoochi Poochi¹- susurró mientras observaba al bicho por si recordaba algo que le pudiera ayudar para reventarle los genitales... Los... ¿8? ¿9? 10, 10 genitales a la vista... Pero nada, nunca en su vida habia visto nada sobre un bicho semejante.

Suspiró y miró a sus compañeros mientras se pegaba a la pared y tensaba el arco. -¿Y si Jingle parlamenta con esa cosa? Tal vez tenga mejor suerte que con Meser...

La sensación de agobio no era nada para un enano. Para él, todo estaba mal siempre, así que la diferencia era nimia. Es más, ahora que Gülf no estaba, la sensación era hasta más refrescante.

—Bueno anciana —dijo Gromenauer refiriéndose a Doña Golo— Si eso es lo que parece, creo que es asunto tuyo. Porque yo no sé atrapar almas, solo liberarlas de su envoltura mortal.

Mirando la amorfa criatura, añadió— quizas deberías usar ese tótem de troll de una vez. Seguro que se atraganta con él y podemos pasar tranquilamente.

La vieja se acomodó los harapos y hasta se irguió un poco. Claramente aún no había visto qué había más adelante, ya que estaba en la retaguardia, impidiendo que Jingle escapara. Y cuando vio lo que había enfrente, reculó como gato al agua.

-Momento... momento...- dijo mirando a los demás, llamativamente alarmada y jugando con sus dedos -Con un Nomuere atrapalmas... digamos... técnicamente podría... hablar, pero... pero...- y se fue tranquilizando, al posar sus ojos en Jingle -Sólo como médium... es decir, yo puedo entablar la conexión, pero otro debería hablar ya que mi atención estará centrada en mantenerla-

Claro, si vivía de eso, de hacer conexiones con espíritus. Y de estafar a incautos, pero eso no siempre, sólo cuando le caían mal. ¿Funcionaría algo así?

-Por supuesto que, si eso es un espíritu...- se encogió de hombros -Si no lo es, entonces seguramente tendrá que entrar Gromi en escena-

Y en ese momento se dio cuenta que hasta el trolltem se había callado. Se concentró, ya que algo le daba mala espina, especialmente el silencio de su tótem. ¿Qué estaba sucediendo? 

Primero le habían pedido que hiciese de negociador con dos trolls okupa-puentes. Ahora, sin ápice de sarcasmo a la vista —aunque Jingle no cesaba en su empeño de buscarlo—, sugerían que él era el más indicado para tratar de convencer a la criatura de que les dejase pasar. Una criatura que le recordaba horriblemente a los grabados que les había visto hacer a unos gnomos del lejano este. Algunos de los bardos de su orden compraban a escondidas aquellas obscenidades, e incluso llegaban a jugar entre ellos haciendo el clásico "teatrillo de improvisación".

Bautizaban a sus sesiones con nombres como Instituto en el que las estudiantes tienen más senos que cabeza (+18), Pezones y Mazmorras (+18) y cosas mucho más horripilantes que Jingle no se atrevía a rememorar. 

—Buenas tardes, estimado guardián. Somos miembros del Sindicato de Guaridas, Mazmorras y Escondrijos*, y queremos saber si todo está en orden. Por supuesto, tenemos credenciales que lo demuestran, pero no queremos aburrirle con papeleo. Dígame, ¿se siente cómodo con su horario? ¿Su espacio de trabajo es el adecuado? ¿Le han enseñado acaso el convenio laboral de esta empresa? ¡Luche por sus derechos camarada!

—¿Por qué le llaman Nomuere Atrapalmas al Ectoplasma Gigante?— preguntó Asindara.

—Huy, huy... ¡espero que se den cuenta a tiempo!— contestó Random.

La vieja Golo estaba desconcertada frente aquella cosa enorme y extraña parecía más un experimento fallido que un monstruo legendario. Los ectoplasmas estaban mezclados entre sí sin demasiada lógica. Como restos de algo a lo que le habían arrancado el alma. Entonces cayó en la cuenta ¡aquello no era el monstruo! ¡aquello eran los restos de lo que quedaba cuando el monstruo terminaba con los espíritus!¹

—¡No es eso!— gritó mirando alrededor.

No, no
no todo es lo que parece amigo
hay que pensarlo muy bien
a veces metes la pata chico
y todo sale al revés!

¡Entonces vieron aquella sombra extraña que se abalanzaba sobre Jingle de un salto! Algo parecido al espectro de un humano si los humanos tuvieran una cabeza en forma de cuña sin ojos pero con una horrible boca vertical y cada brazo acabase en un montón de tentáculos extraños. Aquella cosa parecía dispuesta a abrazar al elfo mientras abría su boca gigantesca para besarle toda la cabeza.

Roark vio a la sombra cernirse sobre el bardo. Tampoco había visto nada así nunca. Más por insitnto que por otra cosa, encendió su flecha en la antorcha y lanzó un flechazo contra el gelatinoso montón de trozos de seres. Su cerebro había razonado que esa cosa o eran los restos de lo que comía la sombra, en cuyo caso necesitaba una asistenta, o era lo que comía la sombra y por lo tanto lo que le proporcionaba energía.

En cualquiera de ambos casos, prenderle fuego sonaba razonable.

O había tendo un ataque de pánico y le había tirado el flechazo al primer blanco viable, que también podía ser... Sea como fuere, el miedo le había afectado, porque la flecha salió muy desviada y se estrelló contra la pared del fondo...

Vale, había cometido un error de principiante al confundir a su oponente con aquella masa amorfa, genital, errática e inenarrable. No pensaba renunciar a una buena idea ni a la remota posibilidad de salir de todo aquel entuerto ileso. Esconderse detrás de cualquiera de sus compañeros parecía buena idea, pero algo le decía que, si ellos fracasaban, tendría a Meser respirándole en la oreja durante lo que le quedaba de su longeva vida.

—Ejem, mis disculpas, señor Atrapalmas. Los retratos de nuestro fichero están algo anticuadas. No se hace a la idea de lo anticuados que son los nigromantes para este tipo de cosas, ni siquiera para mantener a su plantilla de no-muertos en orden.

Un sudor frío recorrió la nuca y la frente de Jingle. Sentir el aliento de una aberración espectral a escasos centímetros de su cara, no era el escenario óptimo para sacar a relucir sus habilidades interpretativas. Para más inri, Roark se empeñaba en sabotear su actuación con flechitas.

—Si, Carlos, todos estamos un poco alterados con esta injusticia. El señor Atrapalmas se merece algo mucho mejor que esto.

Con esta cara de can
Y este cuerpo de sardina en lata
Con estos dientes de león
Y las piernas de gallina flaca

100% animal
100% animal
La gente tiene que hablar de mí
Eso es bien natural

—Como le decía, pertenecemos al SGME (Sindicato de Guaridas, Mazmorras y Escondrijos). Velamos por que se respeten los derechos laborales de todos los monstruos, constructos, bestias, humanoides, no-muertos, celestiales, infernales, invertebrados, hipervertebrados, y toda clase de trabajadores del submundo, inframundo, complejos cavernarios, guaridas, torres arcanas, etc. Viendo su entorno de trabajo y pensar que a un ser tan portentoso como usted le hacen vivir en un estercolero tan mal decorado como este… Estoy seguro de que ni siquiera cobra una nómina a la altura de su renombre. ¿Ha pensado en convocar una huelga como los dioses mandan?

La vieja se había dado cuenta justo a tiempo para que el elfo se corriera... pero no parecía ser el caso. Estaba ostentando una valentía digna de los elfos de otros planos. Pero no estaba segura de si esa cosa frenara justo para escuchar el elaborado discurso de Jingle. En cualquier momento se convertía en chupetín de cáscara espectral.

-¡Chu'a! ¡Ciérrale la boca a esa cosa!- gritó la vieja, y dándose cuenta de que podía llegar a interpretarse mal, agregó rápidamente -¡A la inmensa!-

...inmensamente sabios,
aquellos que saben
sellar los labios
antes de ser engullidos.

—Este elfo es más estúpido que el resto. Normal que el espectro esté tan enfadado —gruñó el enano mientras veía como el elfo intentaba dialogar con aquella cosa amorfa. Si no había funcionado con unos trolls que cantaban, ¿cómo iba a hacerlo con eso?

Así que el enano, con cierto desdén, preparó su martillo y su escudo, para atacar cuando el plan del elfo fracasase.

Y la verdad es que el plan fracasó. Seguramente Jingle esperaba convencer a aquella monstruosidad de que era bueno para ella afiliarse a un gremio ectoplásmico, pero el monstruo parecía más interesado en chuparle el alma al elfo¹. Se paró a escasos centímetros del rostro del bardo y mantuvo su boca abierta, aunque no llegó a morderle. ¡Ni falta que le hacía! Jingle sintió entonces como aquella cosa le quitaba las ganas de vivir. Sentía que en el futuro sus días serían grises, pensando en toda aquella gente a la que había estafado o a quienes le había fallado. Eso todo era absorbido por aquella boca abierta repleta de un hambre espectral².

¿Y los otros? Pues resulta que la orden de Golo fue recibida por la pitón espectral de forma confusa, por lo que la serpiente fue hacia la masa ectoplásmica gigante... y se perdió engullida por ella³. Aquello pareció animar al Nomuere Atrapalmas, que se movió la cadera de forma significativa, como si fuera un baile tribal de los que daban gustito.

A todo esto mientras Roark veía como una de sus flechas se perdía en un lateral también contempló como la masa gigantesca lanzaba un tentáculo hacia él, que no le dio tiempo a esquivar. Por suerte el contacto fue recibido por la cota de cuero que le cubría el pecho, pero por la forma en que emitía un siseo como de ácido algo le decía al ladrón que no era buena idea que eso le tocase la piel³.

Roark arrugó el bigote al oler la cosa que había intentado atravesar su cota de cuero -Ohhh esto huele a muerto...- Luego reflexionó un instante. -Claro, es lógico...- Encendió otra flecha y disparó contra el ectoplasma.

El ladrón apuntó a uno de los genitales, con un poco de suerte, le dolería más que si le daba en la cabeza de la oveja, por ejemplo. La flecha hizo se clavó justo entre dos testículos. -Jamas pensé que volvería a decir esto pero, ¡apuntad a los genitales! 

La cuestión era: ¿el ectoplasma ardería? ¿Y los genitales ectoplassmaticos? Roark contuvo el aliento mientras veía a la llama luchar por prender aquello...

-¡Chuuuuu'aaaaaa!- gritó la vieja con lágrimas en los ojos al ver que el espíritu de la pitón era engullida por el Nomuere.

Golo corrió hacia Jingle para sacarlo de allí, que en cualquier momento...

Esto se va a poner feo,
como estoy seguro que creo.
Nomuere o sí muere,
sea lo que fuere.

-¡No es momento!- le gritó al trolltem, deseosa ya de liberarlo, pero viendo que había absorbido a Chu'a no se quería arriesgar a hacerlo inncesariamente y dándole energía a la criatura.

Jingle revivió los peores momentos de su infancia y su larga juventud cuando la sombra empezó a sorberle el alma. Le habría gustado decir que era la primera vez que le pasaba algo así, pero su historial de conquistas amorosas era tan larga como extravagante. Haber salido con aquel espectro que custodiaba la Supersecreta Prisión Para Hechiceros y Magos Malogrados™* había sido la peor de sus ideas con diferencia —o, por lo menos, estaba en el Top 10—.

Sea como fuere, el aturdimiento por aquel morreo nigromántico era tal, que se olvidó momentáneamente de dónde estaba. Así que, por defecto, siguió con lo que estaba haciendo: interpretar su papel.

—¡Vaya! ¡¿Conque tenemos a un esquirol, eh?! ¡Es usted una vergüenza para el resto de la clase obrera marmorrera! ¡la división de goblins descontentos estaría escandalizada si viese esto! ¡Maldito fascista!

¡Arriba, goblins de la Tierra!
¡En pie, famélica legión!
Atruena la razón en marcha:
es el fin de la opresión.

A los aventureros hay que hacer añicos.
¡Legión esclava en pie a vencer!
El mundo va a cambiar de base.
Los esbirros de hoy jefes han de ser.

El emocionado himno del trolltem hizo que Jingle diese un respingo. Todavía sentía cómo la criatura le sorbía la alegría, la pasión de vivir, ¡el mojo! 

¡Ahora era un buen momento para escabullirse a lo bardo!

—Mira, esto que hemos compartido ha sido maravilloso, pero es que tengo novia en el pueblo y… ¡ADIOS! ¡Gromenaueeeeer!

Cuando Doña Golo se abalanzó para librar a Jingle se encontró con que el bardo ya se había escapado de su precaria situación¹. De hecho aquello fue malo para la señora porque la criatura se abalanzó ¡sobre ella! y abrió esa horrible boca para absorberle el alma. La anciana sintió como aquello le nublaba la visión a la par que provocaba un vacío en su interior. De pronto sintió una infinita pena por su propia existencia: tanto tiempo hablando con los muertos que muchas veces se le escapaba la belleza de la vida. Aunque si no se libraba del abrazo de la sombra tenía la sensación de que la vida iba a desaparecer del todo para ella².

Algunas veces vivo
y otras veces, me muero a la que escribo
a veces me chupan el alma
y siento que todo yo palma...

Mientras tanto Roark comprobaba que, desgraciadamente, el ectoplasma no prendía nada bien. De hecho parecía apagar el fuego con facilidad. Aún así estaba claro que aquella cosa sentía dolor porque lanzaba dos tentáculos hacia él³.

¿Y Gromenauer? Pues de momento estaba en una esquina del pasillo, junto a la puerta secreta, resoplando mientras pensaba que probablemente le tocaría de nuevo hacer algo al respecto.