Partida Rol por web

Golo vio pasar el escudo por el frente suyo, y a Gromenauer enfrentado al Nomuere. Ya había visto cómo cercenaba espectros con ese escudo tan peculiar así que corrió hasta el escudo y luego hacia el enano. Cuando lo estaba haciendo, vio que el enano iba directo hacia el Nomuere. ¿Un enano era mágico? No estaba segura del todo, tal vez pasaría de largo, pero ante la duda, mejor si lo hacía con el escudo en el brazo.

-¡Toma Gromi!- gritó la vieja intentando que llegara antes de tocar al monstruo espectral.

Apenas el enano tomara el escudo, se lanzaría hacia el costado. Nadie quiere estar en la trayectoria de un enano en carrerilla de distancia corta.

Gromenauer cruzó a través del sorprendido Nomuere. Sintió un frío espectral al hacerlo pero no sufrió ningún daño. El único problema fue que en el momento de pasar por la sombra de su enemigo quedó un momento cegado y perdió pie, rodando estrepitosamente por el suelo. ¡El engendro estaba sobre él dispuesto a contraatacar! En ese momento escuchó a Golo y vio que el escudo volvía a sus manos¹ mientras la anciana se apartaba rápidamente a un lado.

Meser, por su parte, avanzaba ahora contra el Jingle Oscuro. Por desgracia fue en el mismo momento en que el Jingle original se apartaba de su oponente, por lo que el guerrero tuvo que detener su espadazo para no cercenar espectralmente el cuello de su antiguo compañero

—¡Maldito seas Jingle! ¡Sácate del medio!

El elfo lo hizo, pero no sin antes recibir una nueva estocada de su contrapartida siniestra. Rodó por el suelo envuelto en sudor, sintiendo que la vida se le escapaba².

Y mientras tanto Roark acababa de abrir la enorme puerta para acceder a lo que parecía ser un laboratorio de algún tipo. Había todo tipo de esqueletos y momias apoyados en las paredes, como si fuera una tienda de disfraces cutre de la capital del reino. Mesas repletas de viales y probetas, algunos tomos polvorientos en distintas estanterías... Pero ningún tesoro. Porque eso era lo que interesaba a Roark. Bueno, eso y quizás el tipo que estaba al fondo de aquel laboratorio. Un tipo vestido con una túnica negra y cuyo rostro le sonaba al ladrón...

—¿Tú? ¡¿Pero qué puñetas haces tú aquí?!— dijo el nigromante al ver que Roark se levantaba del suelo³.

Roark se puso en pie como pudo. Respirando fuerte apoyó una mano en la mesa más cercana y levantó un dedo de la otra pidiendo un momento para recuperar el aliento. El ladrón estaba cansado, sí, pero no tanto. Tenía que ganar tiempo para ver qué respondía porque el tipejo aquel de apenas metro y medio de alto al que la túnica le venía grande incluso cuando no era nigromante no era el más listo del mundo, pero tenía mala leche y mucha suerte.

Y es que el tipo aquel que tanto enarcaba cejas tan tupidas que no se diferenciaba donde acababan unas y empezaba el pelo era Arthul Soporomón. Metro y medio de altura, complexión tirilla, piel blanquecina (ahora con toques azulados seguramente por temas nigrománticos), ojos negros penetrantes, nariz pequeña y mentón prominente. Y aunque no se había movido, Roark sabía que cojeaba, o debía cojear vaya, levemente de la pierna izquierda. El tipo aquel y Roark, en aquel entonces Rico Gárant, formaban parte del grupo que había intentado robar al tercer nigromante de la carrera del ladrón. Y, por lo visto, también habia logrado huir...

Roark paseó la vista por el laboratorio¹ mientras se pegaba un trago del odre.

... Y algún botin por lo visto, porque el aprendiz de mago ahora era un nigromante con torre propia. Aquella incursión no había acabado muy bien y cada cua intentó salir por donde pudo cuando el nigromante, Mahok el Eterno, les pilló con las manos en la masa en su sala del tesoro. Culpa del paladín que se puso a chillar algo de que debían eliminar el mal en pleno golpe y resultó que el nigromante no estaba sordo. Hasta hoy Roark creía ser el único que había sobrevivido.

Se equivocaba, obviamente.

-Vaya, saliste de allí tú también ¿eh?- Hizo un gesto abarcando el laboratorio.² -¿Y te llevaste algún libro que otro? ¿tal vez? Porque por lo que veo te va bien la cosa...

Arthul miró significativamente hacia la puerta y el jaleo del otro lado. Roark señaló con la mano hacia el pasillo sin girarse -Ah, sí. Eso. Unos amigos y yo venimos acompañando a un espectro para que eche una mano de Rokun contigo. Al parecer se te ha colado un espectro malvado que ha intentado matarnos y estamos finiquitando el problema. De nada, por cierto.- Sonrió ampliamente. -Bueno. ¿Qué es de tu vida Arthu...- Espera, no le gustaban los diminutivos, por lo de la altura... Y se cabreaba mucho con eso -uuuuul?

Roark se había agenciado un vial con un líquido blanquecino-lechoso que lanzaba pequeños destellos. Si no se equivocaba aquello era Leche de Matafantasmas. Los Matafantasmas eran unas criaturas muy extrañas, de aspecto ovalado con un ojo y del tamaño de un puño, que vivían en lo más profundo de los camposantos malditos. No estaba claro si eran seres terrenales o extraterrenales pero tenían la particularidad de que podían morder a los fantasmas. E incluso algunos decían que se los comían. La leche de aquellos seres —evidentemente mamíferos, o eso esperaba Roark— podía hacer daño a un espectro como si fuera un ácido. Aquel vial no era gran cosa, pero podría valer para algo¹.

Gromenauer estaba en una muy mala posición. Y eso que era un enano al que le gustaba arriesgarse. Pero ese ser... Ese ser era algo con lo que el enano preferiría no luchar. En cualquier caso, tampoco es que tuviese muchas opciones. Si intentaba algo y no salía bien, el monstruo sorbería su alma. Si pegaba y el golpe no era certero, el monstruo sorbería su alma. Si no hacía nada... Bueno, seguramente el monstruo también sorbería su alma.

¿Dónde estaba el resto para distraer a esa cosa mientras el enano intentaba algo? Bueno, en cualquier caso, poco importaba. Si tenía que caer, caería luchando. Sería una pena, porque él estaba en este mundo para un designio mayor que caer contra un estúpido espíritu.

Así, armándose de valor, y sobre todo del escudo que el gnomo le había fabricado, propinó un buen golpe al Nomuere justo cuando iba a abrir la boca para sorberle el alma. Desde luego, el escudo no era su tranca cachiporrante, pero al menos había evitado que terminase de sorber su alma y había hecho recular un poco a la criatura.

—¡Quitarme a este bicho de encima, idiotas! —gritó el enano mientras golpeaba con saña al ser para que se fuese

La vieja se levantó todo lo rápido que pudo, y miró a su alrededor. Caos, espectros y más espectros. No sabía dónde estaba Roark, pero lo había visto traspasar una puerta. Pero había un problema mucho más importante en ese momento, y era el Nomuere que no paraba de acosar al enano como si tuviera algún tipo de perversión con hombres petisos y barbudos de muy mal temperamento que no sabían apreciar cuando una vieja les daba la vetaja al devolverles el escudo mágico. Pero bueno, cada loco con su tema.

Se concentró, y comenzó a hablar muy rápido e incongruentemente, mezclando insultos y vaya a saber cuántas cosas más que se le venían a la mente, para confundir al Nomuere. Si tenía espíritu, lo escucharía. Y si no lo era, entonces también lo haría, pero sin tanto efecto. ¿Quién sabe? Tal vez le daba la ventaja que necesitaba el enano para terminar de hacer el trabajo que estaba acostumbrado a hacer.

En el momento que Doña Golo atrajo la atención del Nomuere fue cuando Gromenauer, harto ya de tanto rollo espectral, cercenó la cabeza del Nomuere con su escudo. ¿Fue casual entonces que la estocada de Meser terminase también con el Jingel Oscuro? ¿O la desaparición de éste tenía más que ver con el hecho de que el monstruo primordial hubiese perdido —textualmente— la cabeza?

El caso es que, de pronto, ¡todo había pasado! El grupo se alzaba victorioso en medio de un pasillo vacío.

—Eh... ¿no falta ahí un vial encima de esa mesa?— le preguntó Arthul a Roark. Sin embargo no tuvo tiempo de seguir el interrogatorio porque en ese momento el Nomuere se esfumó en el pasillo —¡MI NOMUERE! ¿Sabes lo que tarda en regenerarse ese mamón?

El nigromante avanzó decididamente hasta el umbral, pasando por el lado de Roark.

—Luego te registro de arriba a abajo.— le dijo desconfiado —Pero ahora ¿me podrías explicar el motivo por el cual has tenido que entrar por la puerta secreta y enfrentarte a mi Nomuere en lugar de llamar a la puñetera puerta? ¡Si hasta tengo una aldaba con forma de calavera que resuena en toda la torre! ¡UNA PUÑETERA ALDABA! Pero no, tú tenías que traer a toda esta panda por el túnel trasero, como un ladr...

Se calló un momento para mirar fíjamente a Roark a los ojos. Por debajo de aquellas tupidas cejas había una clara mirada de desconfianza:

—¡COMO UN LADRÓN!— concluyó enfadado —¿A qué habéis venido realmente? ¿Una partida de Rokun? ¿En serio pretendes que me crea eso?

Roark suspiró, por un lado ya estaba acostumbrado a esa desconfianza hacia él, por otro el canijo aquel siempre había tenido mala leche. -A ver Arthul, somos aventureros, ¿no pretenderas que pidamos cita? ¿No? ¿NO? ¡Pues claro que no! Y por supuesto que digo la verdad, el tal Meser ese que vive en una granja cerca de Sarem quiere darte la revancha. A mí no me eches la bronca porque seas un tipo raro de esos que juegan a juegos raros con dados, ¡no haberte jugado el alma de nadie!

Mientras hablaba, el ladrón se paseaba disiuladamente por el laboratorio buscando trampas y repasaba las paredes el suelo y el techo en busca de algun pasadizo secreto o alguna puerta, secreta o no, que pudiera llevar al tesoro. Porque sin levantarle la bola al canijo, Meser lo iba a pasar mal para ganarle. - ¡Vaya! ¡Menuda choza tienes aquí muchacho! Meser, ven pasa, pasa ¿como no me dijiste que el nigromante era el bueno de Arthul? Gromenauer el enano te presento a Arthul el mag... El nigromante. Doña Golo, Jingle el bardo, Arthul. Arthul, los chicos. A Meser ya le conoces ¿no?

Y, ya de paso, ocultaba el vial en su escondite secreto*

Jingle aprovechó que Meser se encargaba de la sombra para escabullirse y balbucear una canción de curación*. De nuevo, las palabras de poder surtieron efecto. Sintió cierto alivio en las heridas, que empezaron a cicatrizar con rapidez a medida que se regeneraban los tejidos.

No obstante, notó su propia voz algo distorsionada. Carraspeó. ¿Qué diablos había pasado? 

Antes de que pudiese averiguarlo, se percató de que todo había terminado… más o menos. El Nomuere se había desvanecido y el mismísimo Arthul estaba al otro lado de la puerta, hablando con Roark.

Jingle avanzó pegado a la pared —esquivando a Gromenauer por si se la tenía jurada por la canción de antes— y se quedó en el umbral, sacando únicamente medio cuerpo para parlamentar. No se iba a arriesgar a ponerse a tiro de ese pirado con ínfulas.

—Vaya, así que aquí es donde se va a celebrar la famosa partida, ¿eh? Debo decir que no soy demasiado amigo de los muertos vivientes y todas esas cosas. Muy demodé, ¿sabes? Ahora ha vuelto a llevarse los gólems. Los revival son lo que más se lleva en las guaridas y torres de magia. No obstante, el hecho de ver a dos viejos contrincantes de Rokun enfrentarse en la revancha definitiva es… ¡Uf! ¡Sensacional! Dinos, Arthul, señor de la torre, ¿cuáles son las condiciones de la partida? ¿Cómo podemos lograr que aceptes la revancha de nuestro amigo Meser?** 

Gromenauer pudo ver como la cabeza (o lo que se suponía era la cabeza, que con esas cosas cualquiera sabe) se desvanecia por un lado, junto con el cuerpo del ser. El escudo había funcionado. Tenía que invitar a beber de su odre al gnomo cuando volviese a la ciudad, al fin y al cabo su escudo le había salvado la vida.

Mientras se incorporaba y se sacudía los restos de ectoplasma, recordó una cosa. Y es que en uno de los golpes que había dado al Nomuere, topó con algo duro en su interior. Quizás fuese la filacteria de esa cosa, o algo así. No era un liche, pero igual era parecido. Y escuchando de fondo las protestas del nigromante, no le apetecía luchar contra esa cosa otra vez.

—Sí, sí, ahora voy —dijo Gromenauer mientras buscaba por el suelo. Poco le importaba el nigromante o sus cosas. A él solo le importaba la pelea. Las cosas de hablar prefería dejárselas al resto. Tenia que asegurarse de que esa cosa no volvía a crecer...

Mientras todos hablaban Gromenauer rastreó el suelo donde había palmado aquel espectro malnacido. Encontró un guijarro blanco, del tamaño de un pulgar, con varias inscripciones grabadas. Sin decir palabra lo recogió y se lo guardó en un saquito donde llevaba las monedas¹.

Roark estaba revisando la sala del nigromante sin ningún tipo de pudor. Encontró runas por varias paredes, lo cual no le sorprendía. Estaba claro que cuando Arthul hiciera algún movimiento con su bastón o dijese alguna palabra específica las runas abrirían algún tipo de portal para traer no-muertos desde otro plano de existencia². Era un sistema estándar que hasta estaba documentado en viejos libros de teoría 'ladronil'. Este Arthul era un clásico. Pero no cejó en su empeño. Siguió revisando entre las mesas y cachivaches mientras Jingle atraía la atención del nigromante y encontró una pequeña palanca disimulada junto a la pata de una que estaba junto a la pared más alejada. Puerta secreta de apertura lateral. ¡Otro clásico!³.

Jingle por su parte había intentado recuperarse con su canción pero, para su desgracia, su magia tonal estaba preparada para afectar a los demás, no a sí mismo. Era el tema de los bardos: influir en otros con sus canciones⁴. Un poco desencantado por el tema —nunca mejor dicho— se dispuso a sacarle información al tal Arthul.

Arthul escuchó cuidadosamente la pregunta del elfo:

—No veo motivos para darle una revancha a este individuo. De alguna manera logró romper el vínculo cuando fue a aquella misión a la cabaña de Sam... ¿Un clérigo quizás? Ya me lo contará. Ahora que estás en mi torre no hay motivo alguno por el cual deba someterme a sus caprichos y jugar otra partida de Rokun. Ya gané la primera y...

En ese momento vio como el grupo de intrusos revisaba sus armas de forma poco disimulada mientras iba rodeándolo.

—Aunque vale... Quizás podría darte el gusto. Si él gana lo libro del vínculo que le mantiene conectado a este mundo y le permito que siga su viaje hasta el siguiente, reentrando en la Gran Rueda para que su alma quede liberada. Pero si gano yo Meser se queda aquí a servirme hasta que yo lo decida, vinculando su alma de forma permanente a mi Filacteria Vital. Es el juramento más poderoso que ata a un no-muerto. Meser bien lo sabe. Y por supuesto pase lo que pase después de la partida vosotros os dais el piro de forma pacífica.

El ladrón sabía que Arthul no le daría la espalda voluntariamente y que cuando lograra situarse detrás del nigromante, éste no tardaría en volvérsele a encarar. Después de todo, se conocían de antes. Así que aprovechó cada momento en el que Arthul no le tenía en su campo de visión para señalar a los presentes las runas con gestos de "cuidado, trampa" y la pata de la mesa con gesto de "puerta secreta"...

... O algo así, que él no era muy buen mimo, de hecho odiaba a los mimos. Pero confiaba en que le huieran entendido.

Cuando el nigromante se le encaraba, Roark disimulaba haciéndose el turista inocente.

Al oír el "ultimatum" de Arthul, se vio forzado a intervenir. -¿Pero hombre así sin sacar un Coates ni unas patatas ni nada? Que el viaje hasta aquí es largo. ¿No tienes bodega? Gromenauer ¡saca el odre mágico! Seguro que te interesa Arthul. Un genuino odre mágico enano.- aprovechando que Arthul se encaró a Gromenauer, Roark hizo gestos para ver si emborrachaban a su viejo colega para así poder levantarle la bola...

O algo así que él y los mimos... Pues eso...

Entonces, de repente...

Eres un ladrón de esos,
Los precios están mal,
Hoy no te va a ser tan fácil,
Alguien te va a delatar.

Roark clamó al cielo con los brazos y la cabeza, pero en silencio, y volvió a disimular cuando Arthul le miró intensamente. -Bonita lámpara, ¿son tibias? ¡Y ESO! Eso es lo mejor.- Sonrió señalando al tótem -Un tótem con el espíritu de un troll de puente. ¿A que tiene buena rima el tío? No veas que guasa tiene...

Sales deprisa,
Te escondes cuando miran
No te puedes escapar.

-Míralo, míralo de cerca. Sin miedo hombre, jejeje...- Mientras con una mano empujaba a Arthul hacia doña Golo, con la otra les hacía señas a los otros para que le entretuvieran mientras él se colaba por el pasadizo secreto... Pero claro, él y los mimos...

A Jingle no le parecía un mal trato. Viendo cómo se estaba desenvolviendo Roark, no dudaba en que saldrían de allí con más de un tesoro. Además, conocía algún que otro escondrijo en la torre ahora que estaban en terreno conocido*. Iba a preguntar por las garantías de salir de allí con vida —le extrañaría mucho que Arthul les permitiese irse de allí de rositas—, pero se contuvo al notar una punzada de dolor de los tajos que tenía en el cuerpo. Mejor no cabrear más al nigromante.

De pronto, al ver que Roark señalaba a un pasadizo secreto y les pedía que distrajesen al nigromante, se vio forzado a intervenir.

—No es un mal trato, ¿no crees, Meser? —preguntó, para luego volverse hacia el nigromante con un gesto teatral que había perfeccionado a lo largo de los años—. Pero bueno, quizá se te ha escapado el detalle de que somos aventureros y que quizá llevamos encima "tesoros y curiosidades". Mira, sabemos perfectamente que no nos vas a dejar salir así como así. Considera las opciones. O te arriesgas a quedarte con los bolsillos vacíos al escapar sin un rasguño (al fin y al cabo hemos acabado con tu Nomuere Atrapaalmas, somos bastante hábiles), o te aseguras la posibilidad de llevarte algo gordo. ¿Qué opinas? ¿Hacemos que la apuesta sea más interesante?

Golo salió de su trance. Se dio cuenta que sólo Gromi estaba con ella, pero no precisamente cuidándola, sino saqueando lo que hubiese quedado del Nomuere. Se había perdido la oportunidad de capturar un espíritu como ese. ¿Sería lo mismo? ¿Actuaría de la misma forma que un ser vivo común y silvestre? ¿Tendría espíritu como para empezar?

Todas esas preguntas le quedarían sin responder... al menos por ahora. Se levantó con cierto ruido en las articulaciones, y se acercó a Jingle que chorreaba sangre. Ella también lo hacía, pero los chamanes son personas generosas y altruistas... o así son los pactos que sellan con los espíritus que hospedan en sus tótems.

-Naandawi... ve y cierra esas heridas del muchacho flacucho y hablador- dijo la vieja luego de colgarse el escudo y la lanza.

Un murmullo se elevó y comenzó a dirigirse (sí, a dirigirse) hacia el elfo, rodeándolo en un pequeño halo semitransparente y con leves tonos iridiscentes, que comenzó a cerrar algunas de las heridas. Así como llegó, se disipó sin terminar de cerrar las heridas.

-¡Naandawi! ¿Qué te hizo ese muchacho? Podrías haber hecho un trabajo mejor, lo sé y tú lo sabes- dijo con los brazos en jarra viendo cómo el espíritu volvía a su hogar.

Era un espíritu bastante holgazán, que prefería quedarse en su tótem antes de salir. Es lo que tenían las magias curativas: no les gusta el cambio, e intentan volver al estado anterior. Son bastantes reaccionarias.

Y mientras se acercaba a los demás, escuchó cómo Roark hablaba del trolltem. No le dirigió la mirada, sino que prestó atención a lo que sucedía. Especialmente observando al nigromante que tenían frente a él. Sus objetos, sus movimientos. Su mirada. Escuchó alguna vez que la mirada de un nigromante era oscura y astuta, con la sabiduría de la muerte, pero corrompida con la apertura del ciclo de la vida en una dirección incorrecta. Quería saber si era así.

Guardando la filacteria, Gromenauer escuchó que lo nombraban en la sala donde estaba el asunto. Y que, por supuesto, nombraban a su odre enano mágico. ¡Siempre era una buena oportunidad para sacar el odre! Ya tendría tiempo de destruir esa cosa cuando el nigromante estuviese achispado.

—Auténtica cerveza enana. Siempre fresca y nunca se agota —dijo el enano ofreciéndole el odre al nigromante, con claras intenciones de que bebiese—. Qué menos que beber algo después de todo lo que nos ha costado llegar hasta aquí...

Arthul contemplaba con curiosidad a Jingle:

—¿En serio creéis que vuestras amenazas me afectan? ¡Soy un nigromante en su torre! ¡Si acepto jugar con vosotros es porque me encanta el Rokun y los muertos vivientes no son gran cosa jugando!— cuando notó como Meser lo atravesaba con su mirada concedió: —Bueno, al menos no la mayoría. En fin: que vamos a lo que vamos. Jugamos la partida, yo gano, me quedo con Meser y vosotros os vais. De rositas, como tú dices. Porque no soy un tío rencoroso. ¡Pero démonos prisa! ¡Cuanto antes empecemos antes acabamos!

Decía esto mirando de soslayo una colección de relojes de arena que había sobre una estantería. Era la clásica colección de veinticuatro areneros que cubrían las horas del día, y de los cuales sólo quedaban dos, uno de ellos mediado.

Y en el reloj de antaño como de año en año
cinco minutos más para la cuenta atrás
hacemos el balance de lo bueno y malo
cinco minutos antes de la cuenta atrás.¹

Pareció más molesto que intrigado por el totem del troll. Haciendo un gesto mientras Golo se curaba con sus ungüentos² hizo que espíritu quedara callado.

—Un poco conjuro de silencio  para que no nos desconcentren.

También rechazó la bebida que le ofrecía Gromenauer:

—Nada de alcohol mientras se juega a Rokun. ¡Que truco más viejo!

Apartó unas cuantas calaveras y alguna probeta de gran tamaño de una de las mesas y desplegó sus piezas de Rokun² sobre su zona.

—Venga Meser... no tenemos toda la eternidad. Bueno, tú puede que sí, pero yo no.

Aprovechando que Arthul estaba ocupado desplegando sus fichas y contestando a los otros, Roark se acercó sigilosamente a la puerta secreta. Accionó el resorte y entró rápidamente. Accionó el resorte del otro lado y la puerta se cerró. Lo malo era que no se había cerrado con el silencio que hubiera preferido...