Partida Rol por web

Roark tenía varias opciones. Optó por la más segura. Retrocedió a toda prisa agrandando la distancia con los trolls mientras se colgaba el arco al hombro y sacaba un vial de cuero y empapaba las dos dagas con él. Mientras lo hacía sonreía burlonamente. Si sus compañeros los contenían solo un poco más... 

También cayó en la cuenta de que, antes de entrar en la madriguera del nigromante, lo suyo sería envenenar unas cuantas flechas y su espada, que los malos no tenían la caballerosidad de pararse mientras él preparaba las hojas...

Golo veía cómo Chu'a hacía todo lo posible por mantener al troll entre su abrazo, pero estaba segura de que no sería por mucho tiempo más. Roark tenía que comenzar a quemarlos, sino estarían perdidos. Pero sólo él no podía con ambos. ¿Por qué no habían continuado las negociaciones? Malditos escépticos, son los peores a la hora de recibir información de otros planos.

-¡Jingel! ¡Empieza a prender antorchas o terminarás como la mascota de ellos!- gritó la vieja enojada por la poca participación del bardo en un momento tan crítico.

Y acto seguido intentó ensartar al troll con su lanza...

Cuando doña Golo clavó la lanza en el hombro del troll¹ la criatura decidió que ya era suficiente. Con un rugido se libró de la serpiente a la par que agarraba con un brazo la lanza y arrastraba por el aire a la chamán². El monstruo tenía algunos huesos rotos pero, como era costumbre en los trolls, la cosa se iba arreglando demasiado rápido para el gusto de los aventureros.

Aún así Roark aprovechó para embadurnar sus dagas en veneno.

Esto dejaba que Gromenauer se tuviera que hacer cargo de forma personal e intransferible de su troll. Un troll que estaba muy enfadado y que acababa de encajarle un zarpazo pese a la distancia que intentaba interponer el enano. Por suerte levantó el escudo a tiempo para que la mayor parte del impacto lo recibiese el metal mágico y de aquello sólo quedaría un moratón para el valiente enano³.

¿Y qué hacía mientras tanto Gülf? Pues Gülf tenía una interesante conversación con las piedras⁴. Se había enterad por medio de ellas que los trolls respondían a los nombres de Gustavo y Eriberto y que llevaban viviendo en el puente desde hacía una década más o menos, por lo que se habían considerado ya los dueños del mismo ya que nadie más lo reclamaba y se habían encargado de mantenerlo desde que estaban en él. ¿Y que sabía el puente de sus nuevos dueños? Pues que escribían sonetos las noches de luna llena.

—¡Claro! ¡Primero me atáis! ¡Luego no me dais un arma! ¡Y ahora quieres que resuelva yo todo!

El bardo se quejaba amargamente pero por lo menos estaba rebuscando en la mochila que llevaba alguna antorcha. Aunque lo hacía a una distancia más que prudencial de ambos trolls.
 

El clérigo, siguiendo el protocolo adecuado a esos casos, agradeció la información a los espíritus del puente y se levantó.

—¡GUSTAVO! ¡ERIBERTO! ¡Ya sabía muchas cosas de vosotros, pero lo que no sabía es que fueseis viles okupas! —vociferó triunfante.

Miró a uno y a otro, furibundo, pero manteniendo las distancias para poder esquivar un posible golpe. Había escarmentado de la primera pedrada.

—¡Ya os dije que soy un adepto del Innombrable! No podéis engañarme, pues sé lo que hacéis por las noches, al amparo de la oscuridad y a la romántica luz de la luna.

Rork sonrió. El troll estaba ocupado con la vieja, era el momento perfecto... Agarró una daga y se la lanzó con la sana intención de clavársela en todo lo alto de la espalda... Se le hundió al troll hasta la guarda. 

El ladrón contuvo el aliento para ver si el troll caía paralizado... Pero la sonrisa se trocó en expresión de sorpresa ligeramente preocupada cuando constató que no, que se seguía moviendo.

Anda que si no había acertado al identificar el veneno y era otra cosa... Miró su segunda daga y tragó saliva.

—¡Un enano no es tan blandito como un mercader, estúpido! ¡Ahora verás! —gritó Gromenauer tras recibir el manotazo del troll. Ahora lo tenía donde quería, con las tripas abiertas y una antorcha en la mano. Todo estaba a su favor.

Rápidamente, el enano encendió la antorcha, con la intención de clavarla tan fuerte en las entrañas del troll que quién lograse sacarla sería nombrado rey de algún lejano reino de piratas humano.

Por un momento parecía que el troll iba a esquivar el ataque, pero Gromenauer se las sabía todas y un troll no era rival para él. ¿Que igual el troll le respondía con un golpe? Bueno, a ver si le quedaban fuerzas después del ardor de estómago que el enano le iba a causar.

Y si no... ¿Qué era un troll para un enano? Puede que fuese más grande, más fuerte e incluso que se lavase menos. Pero le faltaba lo esencial. La barba. Y ser un enano. Pero uno de los de verdad, no de los que hablan con los puentes...

Golo sintió cómo el suelo se alejaba de ella, o ella se alejaba del suelo, daba lo mismo. Se acordó uno de sus viajes astrales, en donde había sentido esa misma sensación... pero presentía sabiamente que no sería el mismo resultado. Sin soltarse de la lanza, con gesto de terror, intentó hacer lo mismo que antes para no tener que sentirse un pájaro otra vez, como con el gigante.

-¡Chu'a! ¡Sálvame de este troll!- gritó sin prestar atención a las palabras de Gülf, que si lo hubiera hecho estaría muy de acuerdo con su línea de acción.

De nuevo, el espíritu de la pitón salió de su tótem, se deslizó por la lanza y bajó por el brazo extendido del troll para enrollarse constrictoramente y haciendo que este caiga de nuevo al suelo.

-¡Ja!- exclamó la vieja al ver cómo el suelo volvía a su lugar de siempre mientras intentaba caer sobre el troll, que aunque no era lo más blando que había, sí sería más que el suelo del lugar.

Si los trolls estaban preocupados porque el clérigo supiese su secreto nocturno o sus nombres no lo parecían. O igual tenían que atender antes problemas más acuciantes. Sobre todo el que estaba enfrentándose a Gromenauer, porque en estos momentos le estaba haciendo una buena fogata en su barriga. Aullando de dolor y desesperación el troll intentó estrangular al enano. ¡Y lo hacía con todas sus ganas! Aún así el enano, aunque asfixiado por las enormes garras, seguía prendiendo al bicho con saña. Y todo apuntaba a que el troll estaba en las últimas porque sentía como se aflojaba su presa¹...

Doña Golo, por su parte, pidió ayuda a la serpiente, que la libró del abrazo del troll. Pero al caer al suelo el totem del espíritu ¡rodó hacia el precipicio!²

¿Y Roark? Roark estaba acuchillando alegremente al troll que ahora mismo se estaba librando de la serpiente. Pero parecía que las cosas no iban como él esperaba. La daga lanzaba tajos y sangre pero ¿qué pasaba con el veneno? Pues que el bribón estaba aprendiendo por la vía mala que el sistema inmunológico regenerativo de un troll lo hace inmune a los venenos³.

La bestia estaba zarandeando al enano para estrángularlo, tan fuerte como para que éste hubiese soltado la antorcha, que seguía ahí clavada, esperando que el guerrero la hincanse hasta el fondo y acabase con el sufrimiento del troll.

—Estate quieto —chilló Gromenauer entre jadeos—. Así no puedo rematarte a gusto. ¡Solo estás alargando lo inevitable!

Visto el resultado, Roark se guardó la segunda daga hasta poder analiza con calma el supuesto veneno y siguió retrocediendo para alejarse del segundo troll mientras cargaba otra flecha incendiaria.

Repasó la zona y vio que el primer troll estaba estrangulando a Gromenauer y que la vieja rodaba por el suelo hacia el precipicio. Se encogió de hombros y le dio prioridad a Gromenauer. 

Apuntó y disparó al primer troll. La flecha se le clavo limpiamente en la cabeza.

Gülf miró a un lado y luego a otro. Si ayudaba a Gromenauer, su orgullo de enano quedaría más herido que todos los moratones que podría causarle el troll. ¡Decidido! ¡Tenía que ayudar a los enclenques humanos!

O al menos, eso se pensaba Gülf, que se imaginó a sí mismo avanzando con paso heroico poco antes de tropezarse con la tortuga invisible que vaga por el mundo.

¿Estrellas? ¿De día? ¡Qué espectáculo tan insólito! ¿Eso que notaba en la boca era sangre?

Gromenauer estaba disfrutando de lo que en su tierra se llamaba 'baile del enano': abrazarse a un enemigo hasta que uno de los dos acabasen muertos. Lo único que le preocupaba en estos momentos era ser el que siguiera con vida al final y el troll, la verdad, no se lo estaba poniendo nada fácil. De hecho se lo estaba complicando demasiado. Hasta que entonces, cuando todo se empezaba a volver negro, la presa del monstruo se aflojó. El enano cayó al suelo, todavía agarrando la antorcha en el estómago del bicho, mientras veía como el troll se arrodillaba ante él. Iba a decir una de sus frases lapidarias cuando vio una flecha llameante clavada en el ojo de la criatura¹.

Por su parte Gülf se lanzó a por el troll que tenía sus propios problemas con la serpiente salida del totem. El bicho estaba ahora intentando librarse de ella cuando vio por el rabillo del ojo como el clérigo se abalanzaba sobre él. Girando sobre si mismo el troll usó el ataque del clérigo para que impactase en la serpiente, haciendo que su presa se liberase. Esto provocó que Gülf terminase a los pies de un troll liberado y muy cabreado que ya lanzaba sus garras a por él².

¿Y Doña Golo? ¿Qué hacía Doña Golo para recuperar su totem que rodaba hacia el abismo?

Al ver caer al troll, el ladrón sonrió y le hizo una seña a Gromenauer. Luego se centró en el otro troll que parecía que iba a destrozar al otro enano. El ladrón bajó los brazos un momento. -¡Oh, por todos los dioses! ¿Qué les pasa a los enanos con los trolls?- Apuntó y disparó a la cocorota del otro troll. La flecha, darle, le dio pero no en una zona vital.

Roark tragó saliva. En estos momentos no le gustaría ser enano. Bueno, nunca le gustaría ser enano, pero en estos momentos menos. Luego echó cuentas rápidamente... El blanco más peligroso en esos momentos probablemente era él. Si el troll pasaba de los enanos o le daba por querer vengar a su colega... De repente tampoco le gustaba saber usar un arco...

Sus ojos se encontraron. Enano y troll avanzaron el uno contra el otro, adversarios naturales. Gülf había leído sagas legendarias en las que un enano con cresta se daba de mamporros contra criaturas semejantes en busca de una muerte digna mientras el pringado de su bardo trataba de plasmarlo todo, esquivando manchas de sangre y tropezones de vísceras.

Allí estaban, él con su martillo y el troll con su ira homicida, avivada convenientemente por las flechas y los tótems. Así pues, Gülf no pudo evitar preguntarse: ¿Ha llegado mi momento? ¿Será esta la muerte digna que obtendré antes de que mi alma se reúna en el abismo insondable junto a mi señor oscuro? ¡Que así sea!

[Inserte aquí onomatopeya desagradable].

—¡Ya era hora! —gritó el enano al ver la flecha que se clavaba en el cráneo del troll—. ¡Pero ese ya cuenta como mío!

Cuando dijo esto, Gromenauer miró al otro troll. Pobre, no sabía lo que se le venía encima. Volviendo al troll recién muerto, sacó de sus entrañas la antorcha, ya que le haría falta otra vez. Ya tendría tiempo después de desvalijar a la bestia.

Así, el enano se dirigió hacia el otro troll con aviesas intenciones. La estrategia de rajar e introducir la antorcha parecía buena. Seguramente repetiría...

Doña Golo cayó al suelo con bastante facilidad, sin esfuerzo se podría decir. Pero eso le jugó en contra, porque al relajarse, el tótem de Chu'a saltó de su mano como si tuviera vida propia y se dirigió inexorablemente hacia el vacío. O eso parecía...

La vieja, desesperada, corrió, gateó y soltó el escudo y lanza para atrapar el tótem antes de que se precipitara al precipicio. Es verdad que había un combate, pero había ciertos principios que no se podían evadir, y ella tenía una obligación para con sus espíritus. Además, bastante grandecitos eran estos como para no necesitar una madre, o una abuela, para cuidarlos.

En un salto que se asemejaba a una pantera blanca y arrugada, agarró el tótem en el último centímetro de tierra.

-¡Ajá!- dijo triunfante mirando hacia los demás.

Y ahí cayó en la cuenta de lo que sucedía. Todo controlado, como había pensado en un principio. Bueno, no tanto la verdad...

-¡Chu'a! ¡Te dije que atraparas al troll!- gritó extendiendo su huesudo brazo hacia el troll que parecía que iba a estampar al enano al suelo.

Cuando lo hizo, el espíritu salió del tótem mirándola fijamente, enojada por la regañina y de un coletazo le cruzó el rostro, para luego salir flotando fugazmente hacia el troll. Golo estaba sorprendida, pero no tanto, así que se mantuvo en silencio, limpiando la sangre que manó repentinamente. Chu'a tenía su temperamento, y sabía de antemano que no tendría que haberla regañado cuando en realidad le estaba pidiendo peras al olmo, después de todo, un troll es un troll.

Tras su bravata Gromenauer acortó distancia con el otro troll pero no llegó a tiempo...

Roark pensaba en las posibilidades de ser la siguiente víctima del troll aunque de momento le había clavado una flecha ardiente en un hombro, pero aquello no fue suficiente para evitar lo que sucedería a continuación...

Doña Golo rodaba por el suelo mientras agarraba el totem. Aprovechó el giro para reprimir a su serpiente por haber dejado libre a aquel troll pero aunque la serpiente iba de camino a cumplir su misión no llegaría a tiempo¹...

Porque Güllf no parecía dispuesto a retroceder y jugándosela el todo por el todo embistió con su martillo de guerra contra el troll. Para su desgracia el enorme monstruo agarró el martillo con una mano mientras lanzaba la otra buscando su corazón. La garra del monstruo atravesó su pecho desgarrando partes vitales camino del mismo...²

El clérigo sentía como todo se oscurecía a su alrededor³...