Partida Rol por web

Luis asiente ante el resumen de su plan que hace el granadino.

-Eso es; no os preocupeis por el ruido. -Afirma con una gran sonrisa- Eso dejadlo de nuestra cuenta.

Y dicho esto, no espera a que Kamal salga de la habitación para empezar a cantar, en tono muy alto, las coplas más picantes y rústicas que conoce.

Voy hacia la puerta, y una vez he salido del rango de visión de ambos actores, no tardo en sacar de mi morral la brújula y el alambre. Con el aparato de orientación en la mano derecha, con la izquierda miro a través de aquel rectángulo, dejando que su infinita perfección me ayude a bañarme en los ríos de lo impredecible, clamando al Monte Qaf que ilumine el camino correcto hacia lo que pueda ayudarme.

El triángulo comienza a apuntar hacia arriba, pasas por sala por sala, pasillos y arcos, sin ningún problema. Parece que los criados están demasiado ocupados en cocinas y almacenes como para prestar atención a un desconocido que se pasea por la planta baja. El problema llega cuando el triángulo te lleva ante unas escaleras que suben, desde el rellano puedes escuchar los pesados pasos arriba, algo que indica que ese alguien o se trata de personas muy gordas o de gente con armadura, como lo primero parece poco probable te agachas para atisbar un poco mejor lo que se cuece arriba. El familiar sonido del metal te indica que en la segunda planta patrullan guardias, dos a lo sumo, pero suficientes como para representar un pequeño problema.

Me acerco ligeramente, sin hacer ruido, y vuelvo a confiar en mis conocimientos más allá. Después de todo, la visión del Monte Qaf puede llevarme por los caminos más recónditos hasta lugares insospechados, aún si hubiera puertas, paredes, o incluso montañas. Con la brújula aferrada, me fijo en la puerta, intentando ver más allá, trascender en el espacio para saber qué puedo encontrar detrás.

Abandonas tus sentidos mundanos y ves a dos jóvenes con cara aburrida dando vueltas al segundo piso. Van vestidos con un colorista uniforme, boina y coraza, y al cinto llevan una espada. No hablan entre ellos como es lo común entre los soldados que pasan largas horas haciendo guardia (así como la bebida y el juego), es posible que hayan recibido instrucciones muy precisas y promesas de castigos severos para evitar el vicio de la conversación banal.

Vas un poco más allá y puedes echar un vistazo rápido al camino que podrías recorrer para alcanzar el tercer piso. Cancelas el hechizo, temeroso que tu concentración te haga olvidarte de curiosos, pero para tu tranquilidad parece que nadie te ha visto aun.

Ensayáis un poco, empezando por los cantares. La suerte es que Caesario es también castellano de Málaga, aunque posiblemente no castellano viejo, y conoce los Romances Castellanos, el Cantar de Mio Cid, y todo un repertorio de chistes irreverentes e inapropiados para tan altas ocasiones como la que os espera.

Tras un rato Caesario se palpa el vientre y dice:
-La vida de artista da hambre... voy a ver si una de las criadas nos da algo para llenar el buche a cambio de un sonrisa. ¡Y si la criada esta de buen ver no descarto darle algo más que una sonrisa!-
Sonrisa complice y un guiño de ojo un poco cómico fruto de la deformación profesional antes de dirigirse a las cocinas.

Una vez he visto lo que hay arriba, sé, al menos aproximadamente, lo que he de tener en cuenta para continuar con lo que voy a hacer, a pesar de que con casi total seguridad me las tendré que ver con aquella extraña fuerza que era el Azote y que a veces parecía negarse a que los que comprendemos la Realidad tal y como es sigamos el camino de la Iluminación.

Bajo las escaleras y busco con la mirada algún sitio donde nadie pueda verme.

Una vez he logrado asegurarme de que no hay quien mire, guardo el alambre, ya que poco más puedo hacer con él, y cambio la brújula de mano, aferrando ahora con la diestra libre el mango de mi alfanje, dejando que mi voluntad y mi energía fluya a través de su hoja trascendental, a través de las hebras que conforman el mundo a mi alrededor. Cierro los ojos y me concentro en el pasillo que logré entrever antes, buscando, oculto por mis artes y las amigas sombras, atravesar las distancias ilusorias, burlando lo que la gente, cómoda en su ignorancia, cree tan cierto.

Para un testigo hubiera sido un parpadeo, visto y no visto, viéndote desaparecer. Pero tú sabes la verdad, sabes gracias a las enseñanzas de los Batini que la distancia es una ilusión que puede superarse con esfuerzo y estudio. Ves en el tiempo que dura un suspiro tu recorrido y te concentras en tapar tu propia Resonancia para no dejar rastros. Sin embargo al tener que dividir tu voluntad en dos efectos diferentes debes elegir entre llegar hasta donde tenias pensado o quedarte a medio camino y cubrir tu rastro. Eliges lo primero por miedo a que los guardias te descubran.

Y es por poco, justo apareces al girar la esquina del pasillo donde pasan los dos jóvenes guardias. Casi por instinto intentas controlar tu respiración para que no escuchen en su cercanía a un intruso, que para más inri tiene aspecto claramente extranjero.

Una vez he llegado, me doy cuenta de que la fortuna me ha sonreído para no estropear mi objetivo. Sin embargo, sigo oyendo a los guardias, con lo que me esfuerzo en evitar llamar la atención mientras trato de alejarme de aquella esquina.

Te pegas a la pared y te escurres hacia el final del pasillo. Las puertas con las que te cruzas supones que son las de habitaciones de invitados y de miembros de la familia. Consigues llegar hasta las escaleras que llevan a la tercera planta que vistes en tu visión, poco después está la puerta del despacho que vistes. Por desgracia parece cerrado con llave y la puerta que se yergue ante tí parece robusta y de buena factura.

Mirando hacia atrás por si acaso, me aseguro de que siga sin haber nadie. Me arrodillo ante la puerta para mirar por la cerradura, sin dejar de asir mi brújula. Haciendo eso, intento aprovechar aquel hueco para facilitarme ver mejor, ayudado también por mi conocimiento mágico.

Tienes una ligera visión de lo que hay detrás, es un lugar que conjuga un escritorio y un pequeño archivo tras suyo. Tiene varios libros, cosa rara en los señores cristianos, aunque no aciertas a leer los lomos en el vistazo que has podido dar. Viene luz de un lado, la suficiente para una ventana abierta de mediano tamaño.

No parece haber nadie, con lo que en principio no tendría problemas en entrar. Sin embargo, antes de atraer aún más las fuerzas contrarias a mi magia, prefiero no atravesar esa puerta como si no existiese, sino encontrar una manera algo más mundana de entrar, lo que requiere una magia mucho menos llamativa. Vuelvo a recurrir a mi alambre, y me concentro en pedirle que me muestre el camino entre los confusos remolinos del destino hacia la llave de esa puerta.

No encuentras rastro de la posible llave, al menos en la zona cercana a ti, y es posible que tengas que desandar lo andado para encontrarla.

Por un momento una maldición se forma en mi mente, pues no pensé que tuviera que tentar tanto a la suerte por mera curiosidad. Sin embargo, una vez he llegado, y puesto que la voluntad de Alá me ha llevado hasta aquí, no puedo echarme atrás. Me veo obligado de nuevo a usar métodos más vulgares ante los ojos de la gente. Aún concentrado en exteriorizar lo que sé en mi interior, moldeo mi Voluntad y las distancias para que un paso sea más de lo que suele ser.

En un suspiro y un solo paso te encuentras dentro del despacho. La luz entra generosamente por la ventana abierta, que tiene un par de barrotes en cruz para impedir que entren curiosos, pudiendo ver todo lo que hay dentro sin problemas.

El despacho se compone como ya habias visto de un escritorio, un archivo tras él y un estanteria de libros. Aparte hay más muebles que no pudistes ver de un vistzo, como un sillón, una mesita que sujeta un busto de aspecto clásico que muestra a un hombre rollizo y de poco pelo, y el escudo de armas de la familia tallado en cobre está puesto sobre la pared del fondo.

La estantería muestra libros de un aspecto muy normal y mundano: geografía de la zona y mapas del Mediterraneo, derecho mercantil, una Biblia y algún que otro libro de citas y aforismos de la Roma clásica. La gran mayoría está en latín, aunque hay unos pocos en catalán y un libro de floridos grabados que parece contener poemas en un idioma similar al catalán. Ni uno parece ser de ocultismo o algo que se le asemeje.

El archivo contiene cientos de pergaminos enrollados, cuando miras uno al azar ves lo que parece un contrato, otros contienen un mapa más grande de la costa del Principado y del Reino de Valencia con diferentes anotaciones en carboncillo que indican en una menuda letra rutas o contactos en puertos distantes. No parece estar ordenado por ningún criterio racional a primera vista y es posible que solo sepa encontrar algo el mismo dueño del despacho.

El escritorio, amen de sostener una lampara apagada de aspecto rustico y herramientas de escritura, tiene un par de cajones, el primero contiene pergamino en blanco y el sello personal del dueño de la casa. El segundo está cerrado con llave.

La mirada que echo alrededor no me dice nada, pero me resisto a creer que ese hombre no tenga nada ahí. Además, si mi magia me ha llevado hasta aquí debe ser porque algo extraño debe encontrarse en este despacho. Pasando mi mano por la madera del escritorio, entorno los ojos, esforzándome en encontrar las trazas de lo sobrenatural que pueda haber a mi alrededor, queriendo saber si se me está escondiendo algo de alguna manera más allá de lo mundano.

Te concentras y intentas que tu sexto sentido te diga algo, pero en vano. No hay nada que te despierte ese sentido ahora.