Partida Rol por web

Despiertas otra vez de la inconsciencia sintiendo dolor en el pecho. Te sientes débil y dolorida, pero puedes al menos moverte sin perder las fuerzas. La dama Castellbó ya no está en la habitación y entra algo del fresco de la tarde en esta.

-Gracias -dijo débilmente, un tanto confundido.

¿Señora? ¿Invitado? ¿Estarían hablando de Patrícia? ¿Sería Patrícia mucho más de lo que aparentaba?

Un tanto titubeante, siguió avanzando en pos de lo que creía sería el salón. Fuera quien fuera, había preguntas que responder.

Patrícia se queda un rato tumbada, sin más, sintiendo la leve brisa mientras mira a su alrededor distraidamente, aún recordando aquella extraña batalla, pro llamarlo de algún modo, y todo lo que en ella había sucedido.
Se incorpora con lentitud y emite un suspiro antes de girarse y quedarse en el borde de la cama, sospesando la posibilidad de ponerse en pie para caminar y buscar a algún conocido. No le apetece demasiado estar sola y dándole vueltas al mismo tema, empieza a dolerle la cabeza sin encontrar demasiadas explicaciones del todo razonable...

Al girar la esquina ves el salón, ves a la dama Castellbó, con su luto riguroso, sentada a la mesa, parecía estar comiendo, sola, en una larga mesa.

La sala parece la de los banquetes, con grabados de viajes marítimos y mapas del Mediterraneo en su cúpula. Hay varias arañas de luces y tantos candelabros que con la cera que ves de tanta vela podría hacerse una escultura de un caballero con su caballo a tamaño natural.

-Bueno Kamal, veo que estas en plena forma. Vayamos a ver a la dueña de esta casa y anfitriona, creo que gustaría de agradeceros vuestros esfuerzos. Vestíos y seguidme. - Dice ayudando a levantarse a Kamal

Le hago caso y comienzo a vestirme.

Disculpad, Luis, pero estoy algo confuso después del tiempo que he pasado. Además, he tenido un sueño extraño, y creo que son malos augurios... Se acercan malos vientos, aunque no estoy seguro... —digo, como abstraído—. Pero tenéis razón, hemos de agradecer la hospitalidad. ¿Está esa joven Patricia aquí también? ¿Y el otro muchacho?

Vestido ya me acerco a la puerta.

El muchacho, con la ineludible sensación de encontrarse completamente fuera de lugar, hace una pequeña reverencia. No es su salón, no es su entorno, no sabe qué decir. Espera a que sea ella la que comience a hablar, si es que hay algo que pueda comentarle.

Por otra puerta llegan Osorio y Kamal, dos de los comediantes de la fiesta. Al verlos otra vez reunidos la dama Castellbó se levanta y hace una media reverencia con la cabeza como saludo.

-Estáis todos bien por lo que veo. La señorita Fontana aun está recuperandose de sus heridas si preguntáis por ella.-

-Quisiera verla, si es posible. De no ser por ella no creo que estuviera aquí -asevera el muchacho vascuence.

Mira preocupada a un punto de la sala.
-Ha sufrido mucho. Estaba a punto de morir pero gracias a un buen físico que conozco ha logrado parar su hemorragia. Ahora se recupera en una habitación que reservabamos para los invitados.-

-Yo puedo ayudarla, es lo mínimo que puedo hacer por ella... -dice completamente seguro el muchacho.

—As-Salaamu Alaykum —pronuncio al ver a la señora de la casa y al otro joven—. Me alegra ver que estamos bien todos, mil bendiciones caigan sobre vos, señora, que nos habéis acogido.

Miro luego a Belasko, al oír que irá a ver a la joven.

La dama de luto se extraña un poco al escuchar las palabras de Kamal en árabe. No parece entenderlo y incluso diría que le asusta un poco. Sin embargo prefiere hacer la vista gorda y se levanta. Con un gesto de mano una criada se acerca sumisamente, esta parece algo vieja, con un aspecto encorvado, aunque puede ser por los hechos de la vida más que por su edad real. La dama Castellbó y su criada se marchan hacía arriba. Y vosotros las seguís en silencio.

Subís las escaleras (en caso de Kamal y Osorio las vuelven a subir) y os encontráis ante un pasillo apenas iluminado por troneras. La vieja criada se adelanta y se dirige a una habitación cercana.

La puerta se abre con cuidado, sin hacer mucho ruido. Y varias figuras se acercan sigilosamente y sin emitir ruidos al alfeizar. De una en una entran, el grupo vuelve a estar completo.

Se adelanta la enlutada Miriam, la cual acaricia la mano de Patricia. La damisela está en un aspecto bastante lamentable. Su delgadez ha llegado a dejarla en los huesos, su piel ha pasado de palida a cenicienta y tiene arrugas y ojeras debido al sufrimiento.

Pobre chica, debió recibir al menos uno de los horrendos hechizos de Gui... -piensa para sí el muchacho.

-¿Patrícia? -pregunta un tanto dudibativo, acercándose a su lecho

Patrícia se incorpora parcialmente en la cama tras la llegada de todos. Sonríe a Miriam débilmente y después al joven que parece tomar la segunda iniciativa en acercarse.
-Belasko... Me alegra ver que sigues entero después de haberte perdido en el fondo del callejón. ¿Cómo te encuentras?- le pregunta interesada, quedándose sentada en la cama mientras se pasa una mano por la frente y aparta un poco el cabello de su cara, algo avergonzado por el aspecto que debe estar ofreciendo.

Al entrar, la saludo inclinando solemnemente mi cabeza, aunque, al ver que enseguida entran en una conversación, me mantengo a un lado, examinándola desde ahí, fijándome en su semblante, así como en la fuerza de sus movimientos y su voz para hacerme una somera idea de cómo está su salud.

Echas un rápido vistazo a la enferma, sin tocarla para nada y la verdad es que te recuerda mucho a los combatientes que se recuperaban de terribles heridas del frente. De hecho muchas veces acababan muriendo por falta de atención o por las enfermedades que acababan padeciendo.

-Bien, bien, no había tanta altura en realidad. Mi padre me explicó la receta de un brebaje que seguro que te ayudaría, si me lo permites. Es una receta MUY antigua y fiable... -comenta el muchacho, lanzando miradas a la sirvienta.

El cómico se acerca al lecho donde descansa la doncella con gesto serio. Cree entender que el vizcaíno está esperando una ocasión para encontrarse a solas con Patricia, y se dirige a la sirvienta con ademán recogido y devoto.

-Dueña, mientras mis amigos tratan de realizar ese brebaje, nosotros podemos ir a rezar unos avemarías por el alma de la joven y a encender unos cirios a Santa Coloma para rogar por su recuperación: ya se sabe que el cuerpo no sana si el espíritu no está en gracia. Acompañadme a la iglesia más cercana, os lo ruego, y dejemos a la señorita Fontana en manos del Señor, de vuestra ama y de mis amigos.

Hace un guiño a Patricia mientras habla con la sirvienta, y, aunque el gesto intenta demostrar despreocupación, es evidente que no lo consigue en absoluto...