Partida Rol por web

La lluvia amaina por momento. Y Kamal y Patricia surgen de la maltrecha arboleda, Kamal aun anda fatigoso y dolorido, aun le duele el pecho del tremendo golpe recibido. Al salir del grupo de arboles y entrar en los campos cultivados se sorprenden de ver a medio pueblo postrado como rezando al cielo.

Poco después de la arboleda surgen Osorio y Alonso, con las ropas llenas de barro.

-¡Es un milagro!- Dice el fraile con devoción verdadera. -¡San Anastasi ha hecho desaparecer al Demonio!- Dice alegre mientras diversos aldeanos, hombres mujeres, niños y viejos, asienten todos con la cabeza.

Me quedo paralizada cuando veo a ese montón de gente rezando, observándolos con ojos como platos hasta que el fraile me saca de mi aturdimiento y duda. Al parecer no han visto nada... o son muy ingenuos, una de dos.
-Alabado sea- me limito a responder santiguándome apenas un momento. Al menos ellos serán felices en su ignorancia, no puede ser del todo malo... aunque desde luego tampoco es del todo bueno porque por dicho motivo nos tachan de herejes y brujos en cuánto intentamos ayudarles de manera demasiado vistosa, por eso no puedo hacer mucho más que seguirles.

Me giro entonces al distinguir el sonido de más pisadas cerca de mí. El primero en salir es Kamal y hay que admitir que su aspecto es incluso más deplorable que el mío.
-Vamos Kamal, tienes que descansar y dejar que te veamos esas heridas- me acerco a él para ayudarle un poco a avanzar más deprisa hasta la taberna de Regina, la única capaz de recibirnos con buenos ojos a pesar de nuestro actual estado.

…una vez más la ironía y la Diosa Ramera se volvían a reír en su cara. Habían salvado a aquellos mismos que de saber su condición, bien poco tardarían en enseñarles cuán purificador resultaba el fuego; más irónico era que atribuyeran su salvación a aquello que los perseguía… pero sin duda, lo más irónico de todo era el hecho de que fuese mejor callar, pues de otra forma, sería una victoria más para la razón… Las creencias de aquellas personas, aunque equivocadas, le eran necesarias pues mantenían viva la llama de la fe en lo irracional, en los milagros, en aquello que la razón no puede explicar, y para él, al fin y al cabo, aquello era más importante que defender la verdad… Un gris más, una sombra más en la que vivir.

A pesar de su sonrisa irónica, su voz era totalmente sincera al dirigirse en voz baja a Luis.

- Son vuestros amigos. Os aconsejo que una vez en la tasca de Regina, tratéis de congraciaros de nuevo con ellos. Las vivencias extremas y el cansancio han hecho mella en todos nosotros y en nuestro ánimo. Tras el descanso y una vez secos, todo lo veréis desde otra perspectiva. No dejéis que vuestro orgullo os ciegue a ninguno de vosotros. – mira al frente de nuevo, haciendo un gesto de “vamos” con la cabeza – Vayamos. Una lumbre que nos caliente, un techo y un vino nos esperan, amigo Osorio. Al menos habremos de brindar por seguir vivos…

Tras lo que pone rumbo a la tasca de Regina.

Ignoro a la gente que está adorando una aparición que no entienden. De poco serviría, más que para hacernos blanco de su ira, decirles qué ha ocurrido arriba. Quizás es mejor que no sepan, que se dejen seducir por la comodidad de su conformismo.

No espero que Patrícia se acerque a ayudarme y me sobresalto un poco, aunque acepto de buena gana su apoyo.

Gracias... —digo, apesadumbrado—. Lamento... que los horrores de las peleas te hayan desagradado tanto... Después de tantos años, uno pierde... la visión, supongo. Espero que puedas perdonarme.

No puedo mirarla a los ojos, sólo me fijo en el suelo y la distancia que queda hasta llegar a la acogedora tasca de la buena Regina. De nuevo, no puedo evitar asumir que sus ojos van a juzgarme con dureza, y si bien sé que soy más fuerte que muchos hombres, las mujeres tienen otras fuerzas que yo entiendo menos cada vez que me encuentro con ellas, y me pierdo.

Con un seco matiz metálico en la voz, Osorio responde al andaluz:

-No hay nada en mí de orgullo, si acaso de muda resignación. Y no necesito vuestro consejo para "congraciarme" con quienes compartieron mis penurias durante tanto tiempo. Eso lo haré por propia voluntad. -El cómico parece algo ofendido, aunque pronto su rostro regresa a la normalidad- Pero en una cosa sí tenéis razón. Lo veremos todo de otra forma una vez que estemos secos.

Un muchacho de los que se congregan en devota oración casi le hace tropezar, y escupe al paso del judío. Una mirada densa de odio se choca con la atribulada mirada de Luis y es la tristeza grande de sus ojos la que convierte en titubeo la ciega furia del muchacho, que se retira, amilanado. Osorio alcanza pronto a Kamal, al que pone una mano calurosa, aunque llena de barro reseco, en el hombro.

-Eso os dejará una buena cicatriz en el pecho. Una más. Dime, mi buen Kamal, tú que has vivido la desgracia de ser el último de un linaje que te persigue, ¿crees que esta aventura ha merecido la pena? No puedo evitar pensar que aun con todo nuestro conocimiento no hemos sido más que peones en un juego endiablado cuya vastedad no alcanzo siquiera a... a comprender...

-No puedo decir que me gustara lo que vi, bien lo sabes, pero puedo perdonarte- afirmo con seguridad a Kamal, mirándole un instante antes de que se nos una Luis, al cuál sonrío deteniéndome un instante para que también ayude al sarraceno.

-Mi opinión es que sí...- empiezo a decir a pesar de saber que le ha preguntado a Kamal, pero ya he compartido demasiados momentos con ellos como para sentirme fuera de lugar o con la necesidad de callar. Estoy segura de que él responderá enseguida y compartir ideas entre amigos no puede ser malo -Tal vez parezca que no ha servido de nada, porque nadie nos reconoce y además ese Rey Diablo sigue suelto por ahí... Pero Luis, hemos salvado a toda Badalona de ser extinguida por el fuego, ¿y quién sabe si quizá más pueblos? Nosotros sabemos lo que hemos hecho y a quién hemos detenido. Debes sentirte orgulloso- digo con un tono de total convencimiento para después dejar que nuestro herido particular hable.

El andaluz niega levemente ante la reacción de Luis a sus palabras. ¿Por qué habría de ser el judío menos que los demás y no escuchar más que las palabras que le interesaban y desoír las que no?

Sin más que hablar, el andaluz se dirigió a su ritmo a la tasca de Regina. El vino le esperaba…

Suspiro después de que Patrícia le responda a Luis, y dejo que me preceda un breve silencio.

Aprendí algo en las Alpujarras, mirando hacia Granada con la derrota aún reciente. Un buen hombre —miro a Patrícia—, y una buena mujer, ha de ser humilde. El mundo es mucho más grande que lo que ven los ojos, y hay cosas que se deben aceptar sin discutir. Aunque no queramos, nuestros destinos están atados a algunos lugares y tiempos futuros. No hacer caso al destino sólo trae desgracia. Además, lo que dice Patrícia es verdad. Aquí hemos hecho una buena labor, y sólo nos importa a nosotros y a Alá, porque Él lo ve todo. Eso conforta a mi alma, y la prepara para el futuro...

A veces, los espacios entre palabra y palabra son mayores, porque intento ahogar un quejido de dolor.

De camino a la taberna veis al seco Bernat entablando conversación con un rollizo hombre montado a caballo, finamente vestido y con una dorada medalla en el pecho. Flanqueado por dos soldados de brillante peto, yelmo emplumado y alabarda en mano. Bernat intenta explicarle todos los hechos ocurridos hace tan poco tiempo sin entender él tampoco nada. La cara del tipo montado no puede ser más elocuente: tampoco parece entender nada y hace un gesto de frustración, como si quisiera dar por acabada la conversación. Los soldados por su parte se limitan a mirar entorno a sí mismos, como esperando encontrar algo de valor.

Cuando llegáis a los muelles, el barco del capitán Fonseca ya ha partido. Dejando el largo muelle de vieja madera huérfano. Tras irse las nubes que lo encapotaban todo el sol del mediodía comienza a bañarlo todo y le da un aspecto diferente a la aldea. La taberna no es diferente y la nueva luz le da aspecto de vieja y cansada.

Entráis a la sala común, vacía excepto por Regina y por un par de soldados, que con el yelmo quitado, vacían una botella del vinacho aguado de Regina en un costado de la barra. Con las armas prestas a su lado como esperando que viniera el jefe en cualquier momento a pasar revista.

-Por San Jose y la Virgen Maria.- Exclama Regina al veros entrar.-¿Donde estabais? !Que mal aspecto tenéis! Estaba tan preocupada por vosotros. Parece que en estos días el pueblo se ha vuelto loco... los asesinatos... las desapariciones... el suicidio del viejo Pancraci... ¡Hasta dicen algunos que vieron al Diablo en la arboleda cerca de los campos de Pere Mesalt dirigirse al bosque! Todo es tan confuso. Aunque parece ahora que la tormenta ha escampado y gracias a la Providencia han mandado al Alguacil Real y a varios soldados.-

Mi atención queda fija unos segundos más de lo habitual en el barco que se pierde en el horizonte llevándose las nubes grises con él. ¿Demasiada coincidencia? Eso parece pero ahora mismo no me apetece pronunciar esa sospecha en voz alta así que me limito a entrar en la taberna y saludar a Regina con una sonrisa. Me alivia comprobar que está perfectamente sana y salva.

-Así es Regina. Han sido días oscuros pero ya han llegado a su fin así que no debes preocuparte- ayudo a Kamal a tomar asiento en la mesa más alejada de los soldados y que pasa más desapercibida -Vamos a necesitar algo de vinagre y vendajes...- digo al fijarme mejor en la fea marca de nuestro compañero. Desde luego la cicatriz se quedará ahí para siempre. Quizá eso le recuerde en qué no debe convertirse, al menos eso espero.
Me tomo la libertad de acompañar a la posadera hasta la barra para hacerme con los escasos utensilios con los que atender a Kamal y después regreso. Creo que lo único que de verdad necesita es reposo y algo de tranquilidad, para variar un poco.

Aunque Alonso se mantuvo por detrás del grupo, sin ánimo de conversar más con ellos ni de acelerar su paso, los alcanzó al llegar a la Tasca de Regina. Allí en la puerta, dejó caer secamente en voz baja.

- Si quieres, te puedo curar esas heridas con una oración y no tendrás que guardar reposo alguno.

Por su consecuente actos, casi se podría llegar a dudar de si realmente lo dijo o no, pues una vez dentro de la Tasca se mantuvo separados de ellos, actuando como si no existieran.

- Alabado sea, que el sol vuelve a brillar en el cielo y en nuestras vidas, Regina. Ya todo terminó, ya todo terminó. – saludando a la mujer, buscando el calor del fuego – Disculpad, buena Regina, pero en estos momentos estoy calado hasta los huesos. Espero que nos os importune que me arrebuje aquí junto al fuego. No quisiera coger una pulmonía con tanta agua que me ha caído.

Ignoró por completo a los dos soldados. No tardarían en irse, él no había hecho nada y no tenia ganas de más gresca. Ahora, tan sólo le apetecía quedarse allí, cerca del fuego, dejar que este secara sus ropas y su cuerpo, y con ese calor entrar en el dulce sueño que le reparase de todo el cansancio…

Sus ojos cada vez se cerraban más y más…

-¡Lo importante es que estáis bien con todo lo que ha caído! Esperaos aquí y os preparo una sopita de verduras para llenarse el buche. A ver que me queda en la despensa después de tantas visitas...-

Y dicho y hecho, se dirigió a la cocina. Poco después comenzó a salir un edificante olor que os despierta el apetito. Ahora mismo encontráis un lugar delante del fuego.

Las intenciones de Osorio son:

-Vivir eróticas aventuras siendo un judío en el siglo XVI en España. Explicar a las molineras que no tienes prepucio porque se te cayó de pura máquina sexual y que no es cierto que seas un perro infiel circunciso es algo super festivo.

-Representar algo de Lope de Vega, para lo cual tiene que nacer, el pobre.

-Seguir negándose a hacer magia. Él se las basta con su "estilo".

-Una vez hechas estas tontunas, enfilarse a Francia a coger al Rey Diablo del pescuezo y pedirle que bese mi rabínico trasero.