Partida Rol por web

Albrek se gira al oir al comisario, y no puede sino mostrar una cara de cierta desaprobación con sus últimas palabras.

- Puede ser que tenga razón comisario y no pretendo faltarle al respeto, pero nos gustaría hablar con ellos de todas formas, con suerte y algo de habilidad puede que saquemos algo.-

El comisario se coloca su abrigo y coge su gorra: Ya les he dicho antes que no tengo problemas en que hablen con los soldados lo que les pido es que no se entretengan en exceso.

Albrek se dirige tras los pasos del comisario.

- Solo lo necesario e imprescindible señor-

En su fuero interno, el sacerdote esperaba poder arrancarles algo de información clara a esos pobres desgraciados, y si no fuera así, que el emperador los acoja en su seno.

Me acerco despacio al chaval que nos había venido a recibir, cuando el sargento le reprendió. Si solo es un crio.

¿Que ha pasado aquí? ¿un poquito de acción no?. A mi me hace falta un poquito de eso, desde que abandoné mi planeta y me enrole en la G.I. No hecho mas que vivir del cuento, ganar un dinero y tener unas vacaciones muy comodas, le sonrio con la intencion de parecer amigable y que no me viera como un acólito de la inquisición. Le ofrezco un cigarrillo a la vez que me enciendo yo uno.

- Disculpe señor, estoy de guardia y el sargento no me permite distraerme, responde marcialmente.

Sales del barracón y comienzas a desandar el camino que os trajo hasta él. A lo lejos ves que Atellus está hablando de nuevo con el recluta que os dio la bienvenida.

Salgo del barracón, un poco perdido pues no sabía hacia dónde tirar. Me detengo en los escalones que dan a la calle y miro a derecha e izquierda. Entonces, veo a Atellus a lo lejos, charlando con el soldadito que estaba sin fuelle cuando llegamos.

Me dirijo hacia allí con paso firme y decidido. Algunos me miran, pues estoy seguro que ya sabrán de nuestra llegada. Cuando estoy cerca de mi compañero, me detengo durante unos segundos para enterarme de lo que están hablando. Después interrumpo con un carraspeo.

Atellus, tenemos mucho trabajo y poco tiempo. Debemos irnos.

Veo como se acerca Zaddion a lo lejos saliendo del barracon del mando, cuando doy la espalda al soldado, ya que por lo que se ve este soldado no fué reclutado por su inteligencia.  Sí te sigo y de paso informame, yo no he podido sacar nada en claro y ni qi quiera me he enterado de donde está la sentina de esta pocilga. ¿No crees que deberiamos hacer una parada alli? Le hago un gesto con la mano indicándole que pasase delante mio.

Despidiéndose como es debido de un oficial salió del edificio y permaneció unos instantes en sus puertas. Caín pensaba en la información de la que disponía y en la que podía obtener; no iba  aser mucha más pero confiaba en obtener algún detalle mnúsculo que resultará decantar la balanza en su favor. No creía que hubiera demonios en las minas, pero sí la presencia de alguna criatura fea, grande y agresiva.

Vamos a necesitar munición extra, y mucha cautela. No sería conveniente quedar heridos en als profundidades de este planeta...

Indagando descubrió dónde se hallaban los supervivientes, un pabellón médico de campaña. Decidió prescindir del rifle, las boleadoras y las demás armas. La espada y el revólver decido conservarlas, dan un aire militar pero sin la sobreimpresión de las armas pesadas.

Teccus, guardámelas un segundo. Albrek y yo entraremos a conseguir algo de información. ¿Alguna pega?

Volvéis por el camino que lleva a la plataforma de aterrizaje siguiendo al comisario que a partir de ahí toma dirección norte. Os fijáis que el pabellón médico es la tienda de la que escuchasteis las risas al llegar. 

Caín deja sus armas a Teccus que espera fuera.

Levanto una ceja ante la proposición del soldado, pues está más preocupado de echar un trago de cualquier brebaje chungo de estas colonias perdidas de la mano del Emperador (o casi), que lo que es la misión.

Comienzo a caminar, seguido del mastodonte, y me dirijo hacia la armería.

Campeón, no tenemos tiempo... tenemos que subir hasta allá arriba - señalo la entrada de la mina sellada, arriba en la montaña más cercana - y antes debemos pasar por la armeria para coger algunos regalitos, cortesía del comisario. Parece ser que nos vamos a enfrentar a la peor escoria de entre los herejes de esta parte del universo. Demonios, mutantes... vamos, que tiros no van a faltar. Así que lo mejor será que nos aprovisionemos. Si después de eso, de camino pillamos una sentina, podemos tomar un trago rápido a alguna de esas cosas que llamas bebida...

Leéis sin mucha dificultad el nombre del soldado, cabo Schmendt. AL veros entrar levanta la cara y os dice: El ojo de mi mente se abre, y todo lo que veo es sangre