Partida Rol por web

Leda suspiró cogiendo el panfleto arrugado que Suzanne había tirado a la mesa:

-Para ser la líder de la Academia no se lo piensa a la hora de ensuciar el comedor... -dijo, y recordando que después de todo estaba hablando de la mentora de Victoria le lanzó una mirada de disculpa antes de decir-. Sí, vamos a preguntar, será lo mejor... Volveré pronto si me necesitas -añadió volviéndose hacia Dahlia. Estaba decidida a hacer lo posible por facilitarle el último año de Academia a su mentora.

Cogió su plato para retirarlo de la mesa y se levantó, poniéndole la mano en la cabeza a Eril y empujándola hacia abajo suavemente:

-Espero que todas las candidatas a recibir tu anillo me escriban un ensayo de al menos tres mil palabras detallando sus méritos académicos y sus intenciones -dijo chinchándola de nuevo a modo de despedida.

Victoria hizo bien en enrocarse a su brazo. Diomedae hizo ademán de levantarse, pero se contuvo y dejó que Suzzane siguiera con su cháchara hasta que desapareció de su vista. Al igual que Leda, no dijo nada de su opinión sobre la mentora de Victoria.

-Ve, yo tengo otras cosas que hacer -dijo soltándose de su abrazo con cariño y levantándose-. Empezando por averigüar dónde se ha metido mi pupila. Luego nos encontramos.

Victoria asintió con una sonrisa y se levantó también. Antes de recoger su plato se inclinó para darle a Diomedae un sonoro beso en la mejilla.

Acompañó a Leda hasta uno de los carros para dejar los platos y después oteó el comedor en busca de Nezzie.

Diomedae por su parte salió del comedor en busca de Gertred.

Dahlia se despidió con brevedad de sus amigas y recogió su desayuno para ir después a buscar a Hulja. Suzzane le había quitado las ganas, pero sabía que su actitud era una constante durante el curso difícil de evitar. Además, la verdadera líder era Nezzie. Su pupila sólo se aprovechaba de la fama que había ganado de forma indirecta.

Diomedae contaba con una hora antes de que empezasen las clases, por lo que se dirigió a la sala común de los Cerezos, donde Gertred solía estar últimamente. Era una sala dividida por varias puertas abiertas que podían cerrarse para crear espacios más pequeños. Las paredes estaban decoradas con dibujos de hojas de cerezo pintadas en tonos dorados. Los muebles eran hermosos, de madera y bien cuidados, y no faltaban los juegos de mesa y otros entretenimientos como libros albergados en las estanterías.

La encontró sentada junto a la chimenea apagada leyendo un pliego de papel con la boca torcida. Cuando Diomedae se hizo notar, la muchacha guardó el papel con prisa mal disimulada.

Preguntando, encontraron a Nezzie en la biblioteca. Era una maravilla de grandes ventanales y estanterías interminables, con varias mesas corridas iluminadas con lámparas de cristales shas. A esta hora de la mañana, con el inicio de las clases tan próximo, estaba casi vacía. Nezzie era de las pocas que ocupaba uno de los asientos y escribía en un cuaderno con ayuda de una pluma. Tenía varias hojas sueltas desperdigadas por la mesa y un libro del que tomaba notas apresuradamente.

Nezzie levantó la vista al percibir su proximidad y sonrió de medio lado con lo que parecía genuina simpatía.

-Victoria, me alegra verte. Hola, Leda.

-Buenos días -respondió Victoria, de repente tímida. Miró a Leda de medio lado, se adelantó y se apoyó en la mesa para poder hablar en un tono de voz más propio de una biblioteca-. Veníamos a preguntarte... ¿Te has enterado de lo de la obra?

Sin decir nada, Leda levantó la mano con la que sujetaba el panfleto, solícita, en caso de que su respuesta fuera negativa. No se lo tendió, a sabiendas de que las alumnas del curso superior a menudo demostraban una capacidad casi divina para enterarse de todo lo que pasaba, sino que lo sostuvo a la espera de que Nezzie pudiese requerirlo, silenciosa.

Nezzie le caía bien, pero en aquella situación prefería dejar que Victoria hablase primero. A veces se sentía un poco fuera de lugar cuando estaba entre miembros de la misma línea. 

A Diomedae le gustaba mucho aquella estancia, era el sitio en el que más se sentía como en casa, así que no le extrañó encontrar a Gertred ahí, con lo melancólica que estaba últimamente.

-Gertred -dijo secamente al darse cuenta de que ocultaba algo-. Tenemos que hablar.

La mentora se sentó a su lado pensando como encauzar la conversación.

-La gente está empezando a murmurar y a las Garzas este tipo de cosas nos afectan, aunque no deberían. Dicen que no te has apuntado a ningún club, que pasas tiempo sola, que no parece que prestes mucha atención en clase... ¿Qué ocurre?

Nezzie empalideció y apretó la mandíbula casi imperceptiblemente.

-Esa obra. Sí. Lo he visto esta mañana; había panfletos colgados en el pasillo del Nido. -Que ya no los hubiera era señal inequívoca de que alguien los había retirado. Alguien simpatizante de los Cisnes, sin duda-. En fin, tampoco hay que darle más importancia. Es cosa de Darela. El año pasado no aceptó que se representasen mis obras y trató de obligar al grupo de teatro a cambiar de vez en cuando. Parece que este año ha decidido saltarse los canales habituales. Va a ser un fracaso.

Hulja ocupaba un asiento en una de las mesas cercanas a la cocina, donde Jan y Davia la acompañaban. Jan estaba hablando sobre algo al parecer bastante gracioso, dado que su novia se reía abiertamente y Davia lo hacía de manera discreta, sosteniendo la taza cerca de sus labios. Al ver que Dahlia se acercaba, Jan levantó la mano en gesto amistoso.

-Buenos días. ¿Te has fijado en el moño de la profesora Geneva se parece más a un panal de abejas cada año, Dahlia?

Gertred enrojeció al escuchar sus palabras, ladeando la cabeza y bajando la mirada en un intento de huir de la culpa.

-No... no me pasa nada, Diomedae, de verdad, pero si quieres... Si quieres te devolveré el anillo. -Rauda, se sacó la joya del bolsillo y se lo ofreció con dedos temblorosos-. Lo siento mucho.

Por más que fuese una buena manera de salir del paso, Diomedae no podía permitir que Gertred le devolviese el anillo sin tener en cuenta lo que ello supondría para su reputación en la escuela, y la de las otras Garzas. Gerillia no estaría nada contenta, y ya podía imaginarse las chanzas de Suzanne a su costa.

Diomedae miró el anillo antes de respirar por la nariz.

-No se te da nada bien mentir, así que no quiero que me lo devuelvas a menos que haya una razón de verdad. Soy tu mentora y está claro que te pasa algo. Si no intento al menos ayudarte no valdría como mentora y no tendría sentido buscar otra pupila.

La joven cogió la sortija y la volvió a deslizar por su dedo como había hecho la primera vez.

-Te he visto leer una carta, parecía importante.

-Entonces -dijo Leda cruzándose de brazos y apoyando la cadera contra la mesa casualmente-, ¿no te importa si nos acercamos a curiosear? 

Tenía la sensación de que ser honesta y directa con Nezzie era una buena opción, a diferencia del tipo de acercamiento que la mayoría de las alumnas de cuarto requerían.

Victoria se preparó para lanzarle una mirada llena de indignación a Leda si la reacción de Nezzie era menos que completamente favorable.