Partida Rol por web

3 de Goion - 08:23

Las alumnas de la Academia de la Rosa Azul llevaban ya dos decanas en las dependencias de la escuela, pero muchas no se habían acostumbrado al ritmo de las clases después del verano. A pesar de que Goion tendía a ser el mes del inicio del frío, aún hacía muy buen tiempo y se podía salir sin chaqueta a pasear por el patio o los jardines. La luz que se colaba a través de los ventanales iluminaba el amplio comedor donde se alineaban las mesas de madera maciza. En la cabecera, la directora y las profesoras disfrutaban del desayuno charlando animadamente. Las alumnas podían sentarse según su preferencia, en compañía de sus amigas o mentoras, o buscando la soledad en las mesas más alejadas.

Aquí y allá había carteles que animaban a unirse a los clubes y actividades variadas. Las alumnas de primero remoloneaban mientras los leían, cuchicheando entre ellas acerca de cuál sería el más indicado. Las líderes y socias de los clubes se paseaban haciendo propaganda o luciéndose, según prefirieran. Aunque el profesorado había insistido en que el comedor era para comer, estaba claro que no podían evitar que se transformase en un gallinero de vez en cuando, según apretasen los calendarios sociales.

Dahlia, Diomedae, Leda y Victoria se habían sentado en la misma mesa aquella mañana. Dos de los otros cuatro asientos estaban ocupados por Eril y otra chica de Segundo. Había cereales, fruta, zumos, leche, mantequilla, pan y embutido en el centro, para que cada una se sirviera lo que considerase. Después de comer, tendrían que recoger sus platos y cubiertos y llevarlos al carro para que el servicio los lavase. Aunque los criados limpiaban y cocinaban, se exigía que las alumnas mantuvieran una higiene correcta y escrupulosa.

Una chica de Cuarto pasó por la mesa y dejó un panfleto salido, probablemente, de la imprenta del club del periódico:

FLORENTINE & FABIAN

Una historia de amor trágico

Aventuras, celos, romance, drama

¿QUIERES PARTICIPAR EN ESTA OBRA DE TEATRO?

AUTORÍA INDEPENDIENTE ¡NO MAS TIRANÍA!

Eril fue la primera en cogerlo de la mesa. Lo miró por encima antes de tendérselo a Leda, su mentora.

-Me parece que Nezzie se va a enfadar.

Con la boca llena, Leda lo cogió e hizo un sonido apreciativo mientras lo leía y tragaba:

-Sí, lo de la tiranía es un toque bastante peculiar... ¿quién los ha dejado? ¿Alguien la conocía? -dijo distraídamente, todavía con los ojos pegados en el panfleto. Romance, aventura, celos. No estaba mal.

Victoria dio un sorbo a su vaso de leche y lo dejó encima de la mesa. Se inclinó hacia Leda para mirar el panfleto por encima de su desayuno.

-No la conozco. ¿A qué viene lo de tiranía? -preguntó con tono ofendido-. Ni siquiera pone quién de quién es la obra, ni cuando son las audiciones, ni nada.

Dahlia levantó la mirada para seguir durante unos segundos a la joven que había dejado el panfleto. Después devolvió la atención al desayuno.

-Entonces no creo que Nezzie tenga mucho de lo que preocuparse. De todos modos, puedo preguntar más tarde en el Club del periódico si saben quién ha estado imprimiendo eso -comentó sin darle demasiado importancia mientras se servía otro vaso de zumo-. Por cierto, Eril y Victoria, ¿tenéis alguna idea sobre quién podría ser una buena candidata a quien ofrecer vuestro anillo este año?

Eril, que masticaba una cucharada de cereales, sonrió intentando contenerlos en la boca. Tragó y dijo, algo sonrojada:

-Hay una chica que me ha caído simpática. Me la tropecé en la biblioteca y le estuve explicando cómo funcionaba la escuela y todo eso. Se llama Aurela.

-Qué suerte. Yo estoy barajando candidatas. Bueno, Suzanne las está barajando por mí. -Suspiró y se encogió de hombros-. Si le ofrezco el anillo a la primera chica que me caiga bien se va a enfadar conmigo.

Diomedae miró el panfleto de reojo. Ni le iba ni le venía, pero todo aquello que tuviera a las cisnes ocupadas le parecía bien.

-Supongo que la gente quiere ver obras nuevas y dejar atrás los "clásicos" de Nezzie.

La joven miró a Victoria. Tenía muy presente que ahora le tocaba ella dar su anillo, así que no podía evitar poner la oreja.

-Entonces... ¿Tienes ya algún nombre?

Victoria dejó escapar un grito ahogado a medio camino entre la indignación y la risa y le dio un golpe juguetón en el hombro a Diomedae.

-No seas mala. Y sí, hay algunos nombres, pero tengo que hacerme la misteriosa. No puedo convertir a cualquiera en Cisne o me colgarán de los pulgares. Estoy segura de que a Gertred le has dicho lo mismo.

-Tiene razón, es una decisión importante, Diomedae. Deberías asegurarte de que Gertred lo entiende y actúa en consecuencia. A fin de cuentas no es sólo algo que os concierne a vosotras sino a todo vuestro Nido -apuntó sin ánimo de herir a nadie. Gertred no había sido una decisión precisamente acertada para las Garzas, pero insistía en darle consejos a Diomedae aunque no se tratase de su Nido-. Estoy segura de que lo harás bien, Eril. Recuerda que puedes pedirnos consejo en cualquier momento. Leda te ayudará igual que yo la ayudé a ella.

Diomedae se tensó igual que se tensaba cada vez que hablaban de Gertred, su único fallo y por desgracia el más sonoro desde que había entrado en la academia. No dudaba de la buena intención de su hermana y Victoria, pero no sabía como tomarse el que se lo recordasen.

-Lo se, lo tengo pendiente. Solo han pasado unas semanas -dijo y soltó el cuchillo de la mantequilla-. Le estoy dando una oportunidad.

Leda estuvo a punto de decir algo al respecto, pero decidió que nunca era buena idea meterse en dinastías ajenas. Al final decidió meterse con la suya propia y alargó la mano para tirarle de la oreja a Eril afectuosamente sin quitar los ojos del panfleto:

-Hazle caso a Dahlia y tennos informadas, tenemos que meterle miedo a la que escojas antes de que le des el anillo -levantó la mirada hacia su mentora y agitó el papel suavemente-. ¿Quieres que vaya yo? 

Eril sonrió y se echó para atrás, huyendo de la pinza de su mentora.

-¿Qué? ¡No irás a hacerle nada! Leda, que te conozco y me das miedo -respondió entre risas.

Suzanne pasó con su grupo de seguidoras, lacayas de Segundo y de Primero que había empezado a acumular con promesas de favores, protección y popularidad. Lo hizo por detrás del asiento de Leda, mirando a Diomedae fíjamente con una mueca, hasta detenerse. Con dedos ágiles, arrebató el panfleto de manos de la joven rubia y lo arrugó.

-Esta porquería no es digna ni de Faisanes. Tal vez las Garzas quieran seguir la broma, pero te aconsejo en contra, Dahlia, querida. -Pasó de observar con burla a Diomedae a sonreír a Victoria-. Victoria, cielo, ya eres mayor para andar con estos juegos. Será mejor que te decidas antes de que se cansen de ti.

Sin decir nada y con movimientos delicados, como si no quisiera interrumpir la conversación de Suzanne, Leda se estiró hacia la mesa más cercana y pidió el panfleto que les habían dejado allí, que yacía abandonado junto a una jarra de zumo, por señas. Agradeció que se lo pasaran con una sonrisa y lo colocó junto a su plato, volviendo a dar cuenta de su desayuno sin levantar la cabeza. 

Victoria sonrió a su mentora, poniéndose tensa. Sabía que la especialidad de Suzanne no era ser amable, y había disculpado su comportamiento ante sus amigas cientos de veces, pero jamás iba a acostumbrarse a aquella manera de hablar tan despectiva en boca de alguien a quien apreciaba tanto.

-Sí, Suzanne. Dentro de nada tendré pupila, ya verás. Sólo quería saber si tenías alguna sugerencia primero.

Diomedae se alegró de haber soltado el cuchillo antes de la aparición de Suzanne.

-Si confiases más en las obras de Nezzie no estarías haciendo ronda por las mesas rompiendo folletos y quitándoselos a la gente.

Dahlia siguió con su desayuno mientras la conversación se sucedía como si no se diese por aludida. Pero al final decidió interceder.

-Un poco de competición no le hace daño a nadie, Suzzane. Siempre ayuda a que todos se esfuercen más y nadie pone en duda el talento de Nezzie. La gente que destaca siempre tiene rivales, tú mejor que nadie deberías saberlo. No obstante, me gustaría saber quién esta detrás de todo esto. -Se levantó después de limpiarse con la servilleta-. Voy a preguntarle a Hulja si sabe quién ha estado imprimiendo esto, ¿vienes?

Cuando Victoria mencionó posibles sugerencias, las chicas de Primero de su alrededor se envararon, como buscando en ella un posible asentimiento cómplice que revelara que pensaba en ellas. Pero no hubo nada de eso. Suzanne se limitó a sonreír.

-Te lo haré saber.

Le pasó desapercibida la acción de Leda, o bien no le dio importancia. Cuando Diomedae respondió, la sonrisa de Suzanne se hizo más grande.

-¿Qué? Para nada, querida. Si tanto lo quieres, te lo devuelvo. -Lanzó la bola de papel sobre la mesa, casi encima del desayuno de Diomedae-. Y estoy contigo, Dahlia. La competencia es sana, pero no deja de demostrar características pobres de la chica que se ha dedicado a hacer esto. Ve a donde Hulja y que te diga lo que quieres saber. Yo me he adelantado. La líder de la Academia siempre debe ir un paso más allá que el resto.

Dicho esto, Suzanne se despidió con media reverencia y salió hacia su mesa, mucho más pequeña que el total de seguidoras. Habría muchas que tendrían que buscarse otro asiento.

Victoria asintió, enhebró el brazo de Diomedae y apoyó la cabeza en su hombro, esperando que aquel gesto la calmara o, al menos, evitara que se levantara de un salto por no derribarla de la silla. Suponía que lo mejor que podía hacer era cambiar de tema, a ver si Dio lo dejaba pasar.

-Deberíamos ir a preguntarle a Nezzie qué vamos a hacer, Leda -sugirió desde el hombro de Diomedae.