Partida Rol por web

La chimenea está helada. Las brasas y paredes relucen de lo frías que están... Y la sopa dentro de la olla, está congelada.  

Conforme te vas acercando a Burgo de Osma, empieza a clarear, y aunque la niebla sigue presente, el frio se torna más soportable porque sabes que la noche se ha acabado. Al cabo de un rato, comienzas a adelantar a campesinos de ojos hundido y sonrisas quebradas, harapientos, que parecen venir de pueblos lejanos. También peregrinos estrafalarios que con camino apresurado también intentan llegar a tiempo al evento del que han tenido noticia. Tus ovejas despiertan curiosidad, pero nadie hace comentarios porque tu tamaño impone y tu no estás hablador, sino aterido y preocupado. 

Cuando ya es de día te topas con carros cargados de paja y campesinos montados encima, que portan sacos raquíticos de cosas para vender. Otros tiran de mulas también cargadas con alforjas de frutos secos. 

Entre nieblas crees ver una silueta negra del tamaño de una torre de campanario. Estás llegando a Burgo de Osma, ya se ven los arrabales, y gente, mucha gente andando en aquella dirección.

-Eo! ¡Ande vas tan bien acompañado! - Te espetan desde uno de los carros -(Risas) ¡Al Burgo, con tanta prole non vais a fazer entrada! (más risas)-  Estos no te han tenido tanto respeto. 

-Pero...¿Monseñor? Don Zacarías no me dijo nada de él. ¿Sois vos pues a los que tengo que llevar o son otras gentes a las que ahora tenemos que buscar? —los niños seguían haciendo burlas pero, por puro instinto de supervivencia, había conseguido desarrollar una gran capacidad para ignorarlas. Al fin y al cabo eran solo niños y se sabe de sobra que los niños pueden ser los más crueles, pues no tienen pelos en la lengua—. Muy bien mi señor, partamos pues, antes de que las calles se abarroten más de gente.

Me dirijo hacia las riendas de los caballos para desatarlos y enfilar el carro para salir.

—Cuando gustéis, mi señor —hice ademán para que subieran al carro—. Vos conocéis la dirección, ¿enfilo para la calle Mayor o saldremos por esta puerta? —pregunto señalando la puerta norte de la villa.

- Señor, tendríamos por bien de responderle, sino devieramos enfilar para la plaza.- Dice uno - ¡non para las montañas!- aclara el otro.

Froilán mira vuelca con cuidado el tarro que tiene en sus manos, y de él caen unas gotas de un líquido parduzco. -Es aguado! - , dice perplejo. -Ha de ser un hungüento, ca sino, non quedárase pegado...-

- ¡Froilán, silencio!- 

 - Non podemos andar a la Ordalía sin este santo hungüento...- Susurra Fray Tomás para que no lo oigan los demás. 

- Hermano Tomás, si de Dios temerosos somos, al fuego non havemos de tener aversión... Qué agua sucia puede darnos protección que la fe en el Señor no pueda - Dice Godesteo.

Fray Tomás le mira con furia, y después con perplejidad. Está claro que no tiene la misma confianza que con Pere y Froilán.

Interminable se me había hecho el camino. Entre funestos pensamientos y amargos pesares, una eternidad hubiera jurado que aconteció desde que salí de la cabaña, de mi casa, dejando trás de mi a padre con la pierna machacada.

No era yo el único pastor desesperado que por allí se dejaba ver, más no era lo común o normal, no al menos portando al rebaño a las espaldas. Miradas extrañadas, otras divertidas y algunas indiferentes me dedican tanto los pueblerinos como los peregrinos. Nada preocupante, hasta que a un grupillo de lo que parecen comerciantes tienen la mala idea de soltar una importuntante chanza.

-¡Vostra madre gastó más prole la manceba!. -respondí con una amplia sonrisa seria e intimidante, dando a entender que habían elegido mal, y bastante, con quien bromear. -¡et que a aquesta si la dejan fazer entrada! ¿non? ¡¿o la entrada se la fazían aella!?. -Reí, bien alto y harto falso, dejando sin disimulo mi cayado bien a la vista de aquellos.

Más valía que callaran, pues con los humos que me traía podían acabar estos con la testa bien partida de un buen palazo...

Ante la disputa entre los religiosos y las contradicciones de los pastores, Diego no sabe muy bien a que atenerse. Además, muy raro es que tanto las brasas, como el hollín de las paredes, así como el delicioso caldo de la cena de la noche se encuentre helado y cubierto de escarcha. Tanto frío no hizo anoche, y aún con frío, una brasa no se congela en mitad de la noche. Raro asunto, aunque tampoco será algo que le quite el sueño. Se gira hacia Orosia y le señala el perol con una sonrisa extrañada y un encoger de hombros, antes de dirigirse a los cabreros.

- ¡Buenos señores! -dice, mientras coge del hombro de forma amistosa al más joven de ellos- ¡Como van a ir vuestras mercedes al mismo tiempo al monte y a la plaza! ¡No se hable más, vamos al campo con su rebaño y por el camino me cuentan ustedes si no han visto por un casual a cuatro vascones que ando yo buscando con mucho interés! ¡Que raro sería que gentes de monte tan avispadas como unos pastores no supieran ver a un hombre grande como una puta montaña!

Los frailes seguían discutiendo y no prestaron atención a mi pregunta, tan concentrados como estaban. Les escucho hablar de nuevo sobre el famoso ungüento. Cada vez tengo más curiosidad sobre para que sera tan necesario dicho ungüento para no quemarse. 

Visto que ya no era hora de seguir durmiendo, cosa bastante imposible también por la conversación de los frailes y el frío que hace en la estancia decido levantarme y buscar algo de desayuno antes de continuar el viaje.

- Frateres - les digo a los hermanos mientras voy en busca del ventero- nun se que vos ha sucedido, mas va siendo hora de yantar et voltar para entrar en la villa -

- Son los omnes  que deven pasar la prueba de fe et que vamos a buscar ayna, los mesmos que serán mordidos en el culo por los lobos en la montaña...-  Dice el aguacil - ¡Por la calle Mayor!- Y sube al carromato al lado tuyo. 

Arreas a los caballos y el carro se pone en movimiento calle arriba

- Zacarías, ¿queréis mi capacete para vuestro trasero?- Dice uno de los soldados, entre risas. Os acompañan a pie por delante haciendo a un lado a la gente. En la puerta del Este hay formado un tumulto de gentes que espera para pagar peaje y que los soldados miren si llevan armas. Debéis de parar el carro a la espera de que tu escolta despeje la entrada. Entre los campesinos ves gentes extranjeras, peregrinos, comediantes y mendigos. Nunca en tu vida habías visto a tanta gente. 

Dos únicas figuras aguardan pacientemente montadas en sus caballos a pasar entre el gentío. Un noble y un soldado. 

El aguacil los ve y se baja a dar órdenes. Una vez despejada la entrada, el noble y su acompañante entran entre reverencias de los soldados. 

-Zacarías, inclínaros- Dice en voz baja el aguacil mientras hace lo propio, y obedeces.

-¡Vamos!- Te ordena una vez han pasado y cruzáis la puerta hasta la calle mayor donde la venta de Timoteo se haya. El aguacil se acerca hasta la puerta y la golpea con fuerza. 

- ¡Abrid!, ¡Monseñor llama a saludadores, ensalmadores et conjuradores a la prueba de fe!- Las gentes que pasan por la calla se paran al oir esto y empiezan a rodearos, y peregrinos y mendigos que lo oyen desde la puerta cruzan la plaza mayor y se ponen a cantar y rezar. 

Aún sostienes el cayado en alto cuando oyes un galope detrás. Un noble y un caballero pasan al galope por delante dispersando a tus ovejas que saltan a un lado como si fueran una bandada de palomas a punto de echarse a volar. 

Consigues volver a reunirlas y sigues para el burgo, atravesando los arrabales, hasta que ves una plaza, al fondo de la cual se ve la puerta este de la muralla de Burgo de Osma. Sin embargo no puedes llegar hasta ella, pues una multitud y un carro taponan la calle que desemboca en ella. Unos soldados están llamando a la puerta de una casa y los campesinos y peregrinos que rodean la escena parecen expectantes. 

Montado en el carro, el criado que lleva las riendas se gira hacía a tí, cuando tu perro suelta un ladrido  y te mira curioso cuando Duque ladra asustado por tanta gente. 

Oyes un ladrido detrás. Al girarte ves a un gigante vestido de pastor, rodeado de ovejas asustadas, que mira la multitud que se acaba de formar a tu alrededor. 

Tras reagrupar, no con poco esfuerzo, el rebaño de ovejas, me encaminé a la ciudad. Había revuelo en las afueras de Burgo de Osma, aunque eso era de esperar, más no esperaba, empero, no poder cruzar la puerta este. Se hallaba ésta taponada por un carro y una multitud inquieta.

-¡A las buenas, mozo!. -saludé al carretero que, expectante como el resto de los allí presentes, esperaba a ver que ocurría con aquellos guadias.

-¿Que acontesçe por acá?. Que pobre del que viva en tal casa, ¡pues con tanto golpe la puerta le van a rebentar!.

Despierto con el cuerpo encogido y aterido por el frío. No se que les pasa a esos frailes o mojes o peregrino o que se yo, pues poco me importan. Recojo mi petate con cuatro cosas y ando a la par de Diego que habla con los pastores. Esto si, gente de campo, seguro que me interesa mas lo que pueda decir. Presto atención a lo que puedan decir estos que dicen que marchan hacia la plaza del pueblo. 

No intervengo, pues ya esta hablando Diego y con escuchar me basta