Partida Rol por web

Ellesmera

La noche deja paso al día en Ellesmera. La ciudad comienza a moverse lentamente, acelerando de a poco a medida que pasa el tiempo. Todos parecen felices, todos trabajan cantando, algunos corren por las calles bailando o tocando algún tipo de extraño instrumento en forma de flauta... en pocas palabras... todo es paz y tranquilidad.

Nada parece perturbar la paz y quietud de los elfos que allí viven, sin embargo, dentro de la torre del consejo, muchas cosas están pasando...

Los seis elfos más poderosos del lugar, se han reunido hoy temprano, para evaluar la situación que dentro de unos momento, tendrían que afrontar...

No será posible entrenarlos a todos. Dice la regente del agua, con su suave voz, melodiosa como las olas cuando llegan a la orilla.

Nunca hemos aceptado más de un Jinete de Dragón y ahora... vienen cinco... acompañados por Eragon... será complicado hacer bien las cosas siendo tantos.

Sabemos que son muchos, pero no podemos dejarlos solos. Tienen que aprender, tienen que luchar. Tienen que salvar Alagaësia de los Apóstatas y de Galbatorix.

Aire también hablaba, su voz es como la suave brisa de primavera, pero cuando en necesario, su voz puede tomar el poderío de mil huracanes.

Nada es lo que parece. Tenemos que aceptarlos... a todos. Retumbo el elfo de la tierra, dando un golpe seco con su mano sobre la mesa redonda, la cual tembló durante unos segundos.

Hermanos, lo siento pero no estoy de acuerdo. Dice Fuego, haciendo que sus llamas iluminaran cada una de las palabras que decía. No podemos aceptar tantos Jinetes... el entrenamiento será... espantoso.

¿Qué dices tu, Maestro? Serás tu el encargado de su entrenamiento, junto con la elfa discípula de Elenwë. También tengo entendido que Shimrod nos ayudará a cambio de nuestra ayuda para derrotar a Tamurello y a sus recién creados sanedrines... ¿Que dices, Maestro? Dice la Muerte... y todos se giran para ver a un elfo... el cual sonrie de lado.

El día trancurría con normalidad. Los elfos, ajenos a las deliberaciones del consejo, siguen con sus tareas cotidianas, cuando de repente, seis sombras tapan el sol...

Todos salen a mirar que es lo que pasa y todos sonríen al ver las siluetas de seis dragones que surcan el aire en dirección a la ciudad.

Eärwen se acaba de levantar, y mira hacia la ventana, donde ve a Shimrod mirando el horizonte, mientras fuma una de sus extrañas pipas de colores...

Mientras tanto, en el aire, los demás ven la ciudad que se acerca y como, guiados por Eragon, uno a uno sus dragones tocan tierra en un gran claro, donde son recibidos por una elfa...

Bienvenidos, Jinetes. Bienvenidos a Ellesmera. Dice una de las elfas más antiguas de la ciudad.

La ciudad es preciosa desde arriba, sujeto las riendas con suavidad mientras bajamos y toma tierra  con suavidad, me tomo unos segundos para poner en orden mi pelo que se revolvio solo con el aire de las altas esferas y desmonto ayudando a mi padre a hacerlo. Acaricio a Skie en el cuello y sonrio besandole las escamas. Un viaje perfecto, lo volveremos a repetir mas amenudo. me giro y veo a esa mujer, es la primera vez que veo a una elfa y me miro a mi debo parecer una pueblerina con la ropa que llevo.

La sonrio y hago un leve asentimiento de cabeza, estoy nerviosa  creo que voy a desmayarme.

La elfa se levanta, colocándose la sábana alrededor del cuerpo, no tiene que ir muy lejos para mirar por el balcón, al fin y al cabo su cama está situada en el balcón de su casa.

¿Ya han llegado los jinetes? - pregunta, mirando hacia le horizonte, aquellas sombras oscuras y grandes.

Sí. Lo han hecho. Están con tu maestra. Vamos a reunirnos con ellos... ¿quieres? Te dice mientras te coge de la mano, tan solo espera que le digas que si...

Asiente y sonríe, segura de sí misma.

Claro. Vamos.

Shimrod te coge fuerte de la mano para acercarte a él y después, te coge con sus dos manos por la cintura mientras os eleváis por los aires y salis volando en dirección a donde se encuentran los demás.

Todos véis como volando, llegan dos personas más. Un hombre encapuchado, vestido con una túnica roja y una hermosa elfa.

Ambos se posan suavemente junto a los demás, mientras el hombre suelta a la bella dama de la cintura.

Al tocar de pies en el suelo, la elfa mira a los seis jóvenes que tiene enfrente y esboza una leve sonrisa. La primera en saludar, pero, es a su maestra Elenwë.

Hace una leve reverencia de cabeza, sin dejar de sonreir.

Buenos días, Elenwë.

Mira entonces a Éragon.

Éragon, bienvenido de nuevo...

Y finalmente sonríe de nuevo a los cinco desconocidos, hace una más pronunciada reverencia.

Bienvenidos a Ellesmera, Jinetes de Dragón, mi nombre es Eärwen, os ayudaré en lo que pueda para entrenaros - señala un instante a Shimrod, con un suave movimiento de brazo y muñeca - Y él es Shimrod, también os acompañará en vuestro entrenamiento.

Adam se pasa todo el viaje sonriendo por las maravillas que se pueden ojear desde las nubes.
Esto es genial... - piensa esperando que su dragón le escuchara
Al ver la bella ciudad de Ellesmera su corazón se encoje por un momento pués le recuerda al pueblecito en la montaña en donde se crió de pequeño. Bajan del cielo suavemente, todos.
Desmonta de un salto llevando con él su pequeño equipaje de mano.
Gracias, Elenwë. - agradece la bienvenida de la elfa con una pequeña reverencia inclinándose y sacándose el sombrero, sonriente.
Aunque en breve ve aparecer a esa dama y su "acompañante" parecía ser. - Gracias a ti también, Eärwen. - repite la acción una vez más sin perder la sonrisa.

Bella había disfrutado del paisaje, pero seguía preocupada y con ganas de ver a Micah.

Una vez llegan, apenas Ártax ha posado las patas en el suelo, ella desciende hábilmente con un salto al suelo. Casi ignorando a los que se han acercado, aunque les ha visto y oído, y ha respondido con un gesto de cabeza.

Sin embargo, su mirada se dirige de un lado a otro buscando a alguien.

Freya mira sorprendida como otros dragones comparten su destino. Mira a Roran, sentado tras de ella y muy pegado a la pelirroja, sorprendida, aunque sonríe satisfecha... haciendo cuentas, se supone que ahora su bando ganaba en número, ¿no?

Kirah, su dragona, aterriza con fuerza pero elegancia a la vez... el sonido que provoca junto a su imagen, hacen que sea un aterrizaje impresionante y muy preciso. Y la dragona rosa lo sabe, pues sonríe con suficiencia, al igual que su jinete al desmontar.

La posición de la pelirroja no es para nada sumisa o cortés. Se mantiene con las piernas ligeramente abiertas y las manos en la cintura, con la espesa y sedosa melena roja al viento. Su ropa, unas botas hasta la rodilla, una corta falda negra abierta a lado y lado y una fina y corta chaqueta negra encima de su ropa interior. Tiene un cuerpo esbelto y curvas que rozan la perfección. Y su propietaria parece saberlo, pues su mirada es segura y firme.

Nota como Roran baja de la dragona, tras ella, pero no lo mira tampoco. Con su mirada recorre a todos los presentes y una sonrisa de satisfacción se forma en su rostro. Hay un detalle que no pasa desapercibido y es que... esa mirada escrutadora, parece posarse un par de segundos más en los varones del grupo. Hasta que finalmente llega hasta la elfa rubia.

Buenos días, y gracias. Inclina la cabeza con respeto, haciendo que su postura sea quizás, algo más sumisa. Luego mira a Eärwen, haciendo lo mismo.

Yo soy Freya, y ésta, Kirah. Será todo un honor aprender de vosotros. Su voz es suave y... tremendamente sensual, aunque no parece forzada. Al igual que el gesto de quitarse los pelirrojos mechones de pelo del rostro, en un gesto natural y tan atractivo como pueden ser su voz, su mirada o... el resto de su cuerpo.

El aire rozando la cara era la mayor sensacion que uno podia tener y Pâris la empezaba a disfrutar cada vez con cada vuelo, aunque la vista de Ellesmera le dejo sin respiracion, era todo demasiado perfecto.

Una vez en el suelo todo parecio un poco mas real, como si tocar el suelo le trajera a la realidad, intentando imitar los saludos que habia visto a Eragon, Pâris se inclina ante la elfa,es una placer estar aqui, muchas gracias por acogernos en estos momentos, yo me llamo Pâris y el se llama Isilro