Partida Rol por web

Freya suelta una carcajada mientras cruza el umbral de la puerta.

¿Bromeas? Apenas sí recuerdo como es mi casa aquí...

Y el hecho de conocer perfectamente donde está el baño, lo demuestra. Entra al cuarto de baño y abre el agua para que empiece a llenarse la bañera. Incluso derrama un poco de jabón en ella para que vaya creando espuma. Inmediatamente se da media vuelta y sale del  cuarto para encontrar a Roran.

He pensado que... -Empieza, mientras sus manos van desabrochando los botones de la camisa de Roran, desvistiéndolo cual criada- te apetecería tomar un baño conmigo... -Termina, susurrando en su oreja al pasar por detrás para deshacerse de la parte superior de ropa que llevaba el rubio y dejando su torso completamente desnudo.

Ambos estaban cubiertos de los restos de la batalla, pero eso a la pelirroja no parece importarle, pues mientras se coloca delante de él para desabrocharle los pantalones, sus labios empiezan a recorrer su cuello y su hombro dejando un rastro de besos tras de sí.

- Interesante. Yo había pensado exactamente lo mismo. - Dijo Roran mientras comenzaba también a quitarte la parte de arriba de la ropa, dejando tus turgentes pechos al aire. - Aunque no estoy seguro de poder llegar a la ducha de esta manera. - Continuó diciendo justo cuando le quitabas los pantalones y su miembro, nuevamente en erección apareció junto a tus manos.

Roran sonrió y apoyó una de sus manos sobre tu hombro, empujando suavemente hacia abajo para que te agaches.

Freya vuelve a sonreír, satisfecha al parecer, cuando ve que Roran ya está preparado para una segunda ronda.

Vaya, vaya... estás hecho un campeón, ¿eh?

Bromea mientras baja poco a poco y se arrodilla en el suelo, sin dejar de mirar a Roran a los ojos. Sus manos empiezan enseguida a acariciar el miembro de Roran, suavemente, con la yema de sus dedos, provocando un roce tan sutil como placentero hasta que se aburre de ello. Entonces lo agarra con firmeza y empieza a masajearlo con una mano mientras lleva su otra mano hasta sus pechos, acariciándolos y jugueteando con los pezones.

A una velocidad cruelmente lenta, sus labios se acercan a la punta del pene de Roran, hasta finalmente dejar un beso en ella. Ese beso poco a poco desaparece cuando sus labios se abren para dejar salir su lengua.

Roran y Freya se disfrutaron mutuamente durante casi una hora y media más, que fue lo que duró el baño en pareja. Cuando salieron de allí y se dirigieron a la cocina a comer algo, ya que no habían probado bocado en la cena, por la ventana de la cocina de Roran se podía ver como la gente iba abandonando el pabellón dónde se celebró la cena.

Los primeros en salir fueron los leones, que iban a dos patas, abrazados por los hombros. Uno de ellos llevaba una caja en la mano y el otro la señalaba con su garra. A los pocos minutos, los que parecían los mejores amigos se pusieron a gruñirse y rápidamente se sentaron en el suelo, sacando un tablero y fichas de ajedrez de la caja para empezar a jugar.

Detrás de ellos, Robert y sus dos guardaespaldas, las cuales lo llevaban por debajo del hombro ya que parecía no poder mantenerse en pie, se dirigieron con él hasta una de las casas de piedra cerca del cuartel, en la cual entraron.

Freya sale del cuarto de baño anudando el cinturón de una bata de seda que había cogido prestada. Se dirige a la cocina, caminando descalza y todavía con el cabello húmedo, y coge una manzana que haya a la vista. Asomándose a la ventana y dando un mordisco a la fruta, alza la voz para que Roran pueda oírla.

Ya han salido. Voy a preguntar a Kirah si sabe algo de lo que se haya hablado.

Sin despegar la vista del pabellón, intenta encontrar a Kirah dentro de su mente.

Pequeña, ¿estás por ahí? ¿Algo importante de lo que deba estar al tanto?

Suponía que al día siguiente se reunirían a primera hora para decidir los detalles del siguiente paso, pero sería mejor confirmarlo cuanto antes.

¿Preparas tú la cena, cariño?

Pregunta con una sonrisa divertida mientras se da la vuelta y con la manzana a medio comer en la mano, da un pequeño saltito para sentarse en la encimera con las piernas cruzadas. La bata, de esta forma, tapaba lo justo y necesario.

Nada importante. Simplemente han comido y reído un poco. Al parecer Nasuada os ha convocado para mañana por la mañana para planear lo que se avecina. Respondió Kirah con un dejo de gracia en su voz.

Mientras tanto, Roran comienza a preparar unos bocadillos de queso y lomo en unas rebanadas de pan que había untado con mantequilla. No parece escuchar tus palabras, o simplemente, hace oídos sordos a lo que dices.

Cuando termina, se gira hacia tí con dos platos y los coloca sobre una mesa, junto con una jarra de zumo y un par de vasos para que bebáis.

- ¿Sabe algo Kirah de lo sucedido allí dentro? - Preguntó tras sentarse en un taburete de madera en una punta.

Gracias, preciosa... ¿Has disfrutado de la cena? -Pregunta divertida también.

Freya baja de la encimera de un salto y se sienta en otro taburete, volviendo a cruzar las piernas y apoyando los codos en la mesa mientras habla y se termina la manzana. Su mirada negra se posa en Roran y no se separa de él ni un segundo.

Dice que no ha pasado nada importante. Que mañana Nasuada nos ha convocado. Así que... -Freya deja el corazón de la manzana en el borde del plato y coge su bocadillo, y antes de llevarselo a la boca, añade- Tenemos toda la noche para nosotros.

- Si, tenemos toda la noche para nosotros si no surge nada que nos haga salir de la cama en bolas a buscar nuestras monturas. Todavía no estoy tranquilo, no lo estaré hasta que todo haya acabado, así que... - Roran bajó un poco la cabeza. - Siento si he estado un poco ido o borde estos últimos días, la verdad es que me importas lo bastante como para desear que estés bien. -

Le dió un mordisco al bocadillo y bebió algo de zumo antes de mirarte a los ojos.

- Así que como te mueras en la siguiente batalla, te voy a buscar al Otro Lado para darte una buena somanta a palos, ¿me has entendido? -

Freya se pone tensa al empezar a escuchar a Roran, hasta el punto de bajar el bocadillo y acabar de masticar lo que tenía en la boca para no volver a comer hasta que éste acaba. Aunque antes de ello, toda la tensión desaparece de golpe y se echa a reír.

A ver, a ver... Dos cosas, guapo. Una: -Empieza, levantando el dedo índice cuando ya ha terminado de reirse- Yo no muero ni pierdo nunca. Si digo que ganamos, ganaremos. Y dos: -Aquí ensancha una sonrisa antes de volver a hablar- Querrás decir que "intentarás" darme esa somanta de palos...

Pasado un segundo de pausa, la pelirroja baja la mirada a su bocadillo y parece repentinamente muy interesada en él mientras murmura algo.

Aquí el que tendrá problemas si muere, vas a ser tú, como me dejes sola...

Ella también estaba preocupada. No quería volver a tener aquella sensación que tuvo cuando el sombra dijo que él había muerto. No llegó a creérselo, pero en el fondo de su corazón, se encendió la llama de la duda... y esa llama fue creciendo hasta que vió con sus propios ojos que estaba sano y salvo. No quería volver a preocuparse por nadie de esa forma. Ni a tener que buscar una explicación lógica a esa preocupación, cuando hasta hace nada, lo único importante en su vida era Robert... Y ni siquiera le había dado la importancia que merecía hasta que vió que lo había perdido. Ahora había dos individuos más en su vida. Kirah y Roran. Y no estaba dispuesta a perder a ninguno de ellos.

- Bastante difícil está que yo muera, pero bueno, intentaré no caer en la próxima batalla. - Dijo Roran mientras continuaba con el bocadillo.

Mientras tanto, miraste por la ventana y pudiste ver como las puertas de la sala dónde habéis comido se cerraban. Dos guardias se colocaban en la puerta con sus lanzas en ristre, dispuestos a vender cara su vida si alguien molestaba a Nasuada en su propia casa.

Roran continuó comiendo hasta finalizar y bebió todo el zumo que tenía en su vaso, para después, cogerlo y llevarlo a la encimera. Cuando lo dejó, volvió a sentarse frente a ti.

- ¿Qué has aprendido durante todo este tiempo? Cuando nos vimos en la batalla te he notado un poco más fuerte. - Hizo un gesto de pequeño con la mano. - Pero sólo un poco. Al parecer, de alguna manera, te has convertido en toda una guerrera. -

Freya parpadea un par de veces y alza una ceja. Parece que no queda ni rastro de la opresión en el pecho que sentía hacía tan sólo unos segundos, pues su media sonrisa habitual aparece en sus labios en respuesta al intento de ofensiva de Roran.

¿Un poco? ¡Venga! ¡Reconoce que soy la mejor! Me he deshecho de un Sombra yo solita... Seguro que podría ganarte...

Su mirada se clava en la de él, desafiante, aunque la sonrisa de picardía sigue allí. No intentaba ofenderlo ni amenazarlo... sólo quería... jugar.

Aunque después de un segundo, recuerda las primeras palabras de Roran y su semblante vuelve a tensarse, serio.

No. Si lo vas a intentar, quédate en casa. No caerás. Tienes que afirmarlo. Y prometerlo. Y jurarlo si hace falta. Y sobretodo convencerte a ti mismo... y a mí.

- No tengo dudas que vamos a vencer, somos lo bastante fuertes para hacerlo. Tú misma lo has dicho, has aprendido mucho y te has convertido en una auténtica guerrera, pero ese no es el problema que me preocupa. - Dijo Roran.

Después bajó nuevamente la cabeza entristecido.

- El problema es las bajas, los muertos, y todos los que dejen de existir en el momento en el que Galbatorix caíga. Todos los que lo hayan visto alguna vez saben que oculta algo, que tiene un as bajo la manga, algo importante. Recuerda que controla la magia, controla el Lenguaje Antiguo. ¿Por qué crees que no ha salido hasta ahora? -

El rubio levantó la cabeza para mirarte a los ojos, serio.

- Ha estudiado cada uno de nuestros nombres buscando el Nombre Verdadero... y si los ha encontrado, desapareceremos cuando simplemente los susurre al viento. -

Freya enarca una ceja, mirando a Roran quizá algo sorprendida. Ella era relativamente nueva en el mundo de la guerra, pero alguien como él, debería estar más que acostumbrado... y debería haber asumido que toda victoria conlleva pérdidas.

Todas esas personas que pierdan la vida, habrán decidido hacerlo. Todas esas personas que van a luchar junto a nosotros, han decidido que prefieren la muerte antes que seguir viviendo así. Su decisión fue luchar por la libertad que ese desgraciado nos está robando. No esperan que sintamos pena por sus muertes... esperan que vivamos la vida que conseguiremos gracias a ellas. Esperan que los honremos y que no sean olvidados, y no lo serán.

Alarga la mano y toma la de Roran, dando un suave apretón mientras busca su mirada baja.

Esa gente también espera que venzamos. Y haga lo que haga Galbatorix, debemos hacerlo. Si pudiera destruirnos con solo pronunciar unas palabras, ya lo habría hecho... No creo que le hayan hecho gracia los ataques de estos días, ¿no crees?

Una sonrisa prepotente y divertida se dibuja en sus labios, imaginando cómo debía sentirse su gran enemigo ahora mismo.

- No, mucha gracia no le han hecho. Igualmente, digas lo que digas, no quiero confiarme. Es así de simple. Quiero destruirlo como el que más, sin embargo, no quiero que él nos destruya utilizando sus oscuras artes. La verdad, es que a veces, cuando pienso en lo que nos puede pasar, me entra algo de miedo, pero rápidamente lo convierto en ira y así gano las batallas. - Dijo Roran con una sonrisa.

Ella no puede entender, todavía no tiene la consciencia necesaria para saber lo que a una persona unida a las demás le puede afectar la perdida de vidas.

Cuando un pedacito de tu alma se une a los que combaten a tu lado, cada muerte la sientes como si fuera la tuya propia.

- Pero bueno, dejemos de hablar de mañana y de lo que pasará... ¿qué harás tú cuando se acabe todo esto? ¿Volverás al bar? -

Freya suelta un suspiro, y por primera vez, se muestra insegura. Tras una pausa, dirige la vista hacia un lado.

Pues no lo sé.

Se pone en pie y recoge su plato y el vaso sucio para llevarlos al fregadero. Parece que no va a añadir nada más cuando se da la vuelta y apoya la espalda y las manos en la encimera. Sus palabras se dirigen a Roran, pero su mirada baja hasta el suelo.

Toda mi vida creí que había nacido para la taberna, pero...

Ahora sí, levanta la mirada, y a través de los mechones pelirrojos que caen sobre su rostro, se ve oscura pero intensa.

... Ahora sé que mi mundo es éste. Y bueno... -Esboza una sonrisa, rompiendo la sensibilidad de sus palabras usando un tono divertido- No creo que Kirah aguantara aquella vida durante mucho tiempo...

Roran sonrió ante las palabras de la Jinete al mismo tiempo que negaba con la cabeza.

- Por un momento pensaba que te ibas a poner sentimental o a llorar, la verdad. ¿Eres tú Freya? - Dijo mientras se acercaba a tí.

Te dió un par de toquecitos en la frente y frunció el ceño.

- ¿Estás allí? ¿No te habrán cambiado en aquella torre, no? Mira que si te han hecho eso tendré que matarte... -

Después comenzó a mover su cara delante de la tuya, como para mirarte fijamente a los ojos buscando algo.

- Son tus ojos, pero... ¿eres tú? -

Estaba claro que estaba bromeando, o más que eso, tocándote las narices.

Freya da un suave empujón a Roran en el pecho, apartándolo de delante de su cara y sonriendo de medio lado.

Si me hubieran cambiado allí arriba, cielo, ya estarías muerto. Y además... ¿Llorar yo? No ha nacido el hombre que me vea hacerlo jamás.

Levanta la barbilla de nuevo, orgullosa como es ella, y termina su discurso de antes.

Cuando termine esto, haré lo que mi destino quiera que haga. No tengo ningún plan mejor, así que...

Se encoge de hombros al terminar.

- Siempre puedes, si quieres claro, quedarte por aquí. Aquí necesitamos gente como tú para que nos ayude a reconstruir todo esto después de la batalla. Además, estando con los Vardenos, no dejarás de lado tus estudios y seguirás aprendiendo a controlar la Esencia de la Creación. ¿No te parece? - Dijo Roran serio, aunque sin saber si era lo que querías o si alguna vez te habías planteado algo así.

- Igualmente, cuando esto termine, todos seremos libres de hacer lo que queramos. Yo... pues no sé todavía que haré, pero supongo que podré intentar formar una familia y esas cosas que hace la gente madura. -

La mirada de Freya delata que aquella idea la seducía. Quedarse allí, donde era considerada una heroína y donde escucharía sus enormes hazañas de labios de todos al pasar por la calle. Y además... sabía que estaba hecha para ello. Y disfrutaba con ello. Si decidía quedarse, podría seguir luchando durante toda su vida. Luchando y aprendiendo... y quizá algún día sería capaz de derrotar a Roran y a aquel crío a quien no pudo ni rozar.

Una media sonrisa se dibuja en los labios al imaginar tal panorama. Sonrisa que desaparece al instante al escuchar las siguientes palabras de Roran. Sus propios planes. ¿Iba a formar una família? Vaya... aquello sí iba a complicarse. Si él formaba una família, tendría que buscarse a otro con quien "pasarlo bien". O eso, o que ella misma fuera...

El curso de sus pensamientos se interrumpe de repente. ¿Cómo iba alguien a querer estar con ella? Y menos alguien que conoce su pequeña adicción... que sabe que en situaciones críticas no podrá detenerse ni controlarse.

Ante el miedo de esa nueva imagen, Freya se endereza de repente recordando algo. No podía permitirse el lujo de traer a nadie al mundo. No sería capaz de ser una buena madre.

Necesito... am... mis pociones.

- Ah, si, tus pociones. Creo que las han traído y están en la habitación. - Dijo el rubio mientras sonreía.

Roran se giró y comenzó a lavar los trastos que habiáis utilizado mientras canturreaba una canción.

- Oye, tienes ropa en el armario de la pared, por si quieres cambiarte. - Gritó desde la cocina, ya que no sabía si te habías ido de allí. - ¿No estás harta de tomar tanta poción, tanta poción? ¿Sabes que si algún día quieres tener un hijo, tal vez no puedas por meterte tanta mierda en el cuerpo? -

El chico continuó a lo suyo, ajeno a lo que hacías por allí.