Partida Rol por web

La casa de Micah era una pequeña casucha de madera a un lado de las casas de los soldados. Estaba justo en el centro de la ciudad, a la misma distancia de un sitio que de otro y tenía las ventanas completamente cerradas.

Micah seguramente estaría dentro, ya que dos enormes soldados custodiaban la entrada con sus lanzas en ristre.

Eran sus dos guardaespaldas.

Aún así, todo estaba silencioso. No parecía haber movimiento dentro y de la chimenea no salía humo. Tal vez esté durmiendo.

Bella camina sin pensárselo. Entraría sin hacer ruido si estaba dormido y saldría tras comprobar que estaba bien.

Se detiene delante de los guardias, más por educación que por respeto.

Vengo a ver a mi hermano. Dice seria y apenas sin parpadear. No era una petición, era un hecho.

Los guardias asienten al verte y no te ponen ninguna pega a que entres.

Es más, ambos se apartan de la puerta y uno de ellos la abre lentamente, casi sin hacer ruido, por si tu hermano está durmiendo.

Te deslizas en la sombra de la entrada hasta que llegas a una especie de salón. No hay mucha luz, pero la poca que entra entre las maderas que bloquean las ventanas dejab ver la silueta de un sillón frente a una chimenea apagada.

- Espero que estés bien, hermanita. - Dijo una voz, que era la de Micah, aunque algo diferente.

Bella algo emocionada al oírle aunque algo preocupada por el leve cambio, avanza rápidamente hasta ponerse delante de él. No quiere perder el tiempo, por lo que por el camino le responde.

Yo sí. ¿Y tú? Pregunta con clara preocupación en la voz, situándose delante del sillón donde se suponía que estaba Micah.

- Yo sí. Bien. - Respondió seco.

Cuando te pusiste frente a él, te diste cuenta que estaba completamente cubierto por una túnica negra, llena de garabatos, todos escritos en el idioma antiguo.

La túnica tenía una capucha que le caía sobre la cara y no dejaba ver nada de su rostro, ni siquiera su sonrisa.

Pero era su voz, su estatura, su forma de hablar.

Estabas segura que era él aunque no lo pudieras ver.

Bella le mira unas cuantas veces de arriba a abajo intentando asimilar o descubrir por qué llevaba esos atuendos y porque se había vuelto tan seco si siempre había sido un niño tan cariñoso.

Se agacha, para intentar mirarle a la cara, dirige su mano a la capucha para intentar quitársela y mirarle a la cara, o no se acabaría de creer que era él.

¿Qué ocurre Micah? Pregunta mientras alarga la mano.

Un guante oscuro se cerró sobre tu muñeca cuando quisiste quitarle la túnica que le cubría la cara a tu hermanito.

Era su mano, que se movió rápidamente para evitar que le mires la cara.

- No. No quiero que me veas así. No hasta que la maldición sea quitada. - Dijo entristecido. - No deseo que me veas así, ya has sufrido bastante, no puedo permitirme saber que sigues sufriendo. -

Su otra mano te hizo una caricia en la mejilla.

- Dejemos de hablar de mí... ¿tú cómo estás? ¿Te están tratando bien? -

Bella esboza una triste sonrisa. Asiente lentamente.

Estoy perfectamente. Ya sabes que soy muy fuerte. Dice intentando sonreír sin éxito.

Micah...¿puedo hacer algo? ¿Qué puedo hacer para romper esa maldición? Sabes que lo haré... dime Micah.. Le suplica. Se sentía terriblemente impotente. Sería capaz de matar a quien sea por él.

- No te preocupes por eso. Eragon ya lo hizo y le pedí que la vuelva a restaurar. - Dijo Micah con una sonrisa oculta entre la túnica. - Con este poder puedo saber quién va a sufrir o morir, e intentar salvarlo. Creo que en esta época de guerras es un poder del cual no podemos desprendernos, por lo menos por ahora. -

El niño volvió a acariciarte la cara.

- Pero esta túnica evita que utilice el poder siempre, mientras la tenga puesta, no sé quién o quiénes sufren. Por eso la uso, por eso no puedes verme la cara. -

Bella asiente no muy convencida. Sabía que tenía razón, que una habilidad así no podía malgastarse, pero, ¿por qué él? ¿No había nadie más que pudiese hacerlo? ¿Tenía que ser un niño el que sufriera?

Pasan unos segundos en silencio.

¿Has visto a Nathan? ¿Ha venido a verte? Está vivo. Dice intentando poner algo de alegría a la conversación.

- Sí, ha pasado por aquí y le he dicho lo mismo que te he dicho a ti. Ahora, creo que está en las minas armándose para la batalla. Está muy contento que hayas sido tú la que lo ha salvado y por supuesto, que ambos estemos vivos. Aunque ha sufrido un montón desde que lo capturaron los Urgalos hace ya un tiempo. - Dijo Micah mientras cogía un vaso con zumo y lo bebía por una pajita.

Dejó el vaso a un lado y volvió a girar el rostro cubierto hacia ti.

- Pero no te preocupes por mí. Yo estoy bien. Mañana me verás en la reunión con Nasuada, ya que soy el, por decirlo de alguna manera, que la protege. La han intentado asesinar dos veces desde que os fuistéis, y yo he podido evitarlo. Aunque a costa de mi salud. -

Bella, una vez más, adopta una expresión de preocupación y tristeza.

Micah.. te prometo que esto acabará pronto y ya no será necesaria tu maldición. Aunque sea lo último que haga, conseguiré que vivamos los tres juntos de nuevo, como antes... Esboza una melancolica sonrisa. Porque era una chica fuerte, de lo contrario estaría llorando.

Ya no sabía qué más decirle. Y es que las palabras augmentaban su impotencia. Ella lo que quería era partir ya y acabar con toda esta pesadilla.

La cabeza de Micah se inclina un poco a modo de asentimiento.

- Te he dicho que no te preocupes. La maldición me la quitarán cuando se acabe esta guerra y estaré feliz de volver a vivir los tres juntos. - Dijo el niño, que cuando hablaba parecía todo un hombre maduro. - Así que lo que quiero que hagas ahora es que te concentres para el futuro, que evites que te hagan daño y por sobre todas las cosas, que mates a Galbatorix para que todos podamos vivir en paz. -

El chico volvió a dar un sorbo a su zumo, dejando el vaso vacío a un lado.

- Si no tienes sitio dónde quedarte, puedes quedarte aquí conmigo. Tengo una habitación libre si lo deseas. -

Bella asiente con firmeza. Lo haría, aunque se le fuese la vida en ello, mataría a Galbatorix.

No te preocupes. Tengo mi propio cuarto y tú debes descansar. Además tengo que ir a ver a Ártax, que lo he tenido un poco abandonado con la fiesta. Esboza una triste sonrisa.

Cuando nos volvamos a ver mañana, todo habrá acabado. Dice subiendo el ánimo. Se levanta y se prepara.

Duerme y descansa. Le susurra apoyando la mano en su cabeza por encima de la capucha de forma cariñosa. Y si no la interrume se dirigirá hacia dónde está su dragón.

Bella se retira de la casa de Micah y los soldados que cuidan la puerta la saludan al pasar.

Camina un par de minutos hasta que llega a la cabaña de madera que le han dejado a ella y a su dragón.

Ártax la saluda cuando la siente llegar.

Hola, pequeña. ¿Qué tal está Micah? Dice directamente a su mente cuando su mano le acaricia la cabeza. Espero que esté bien. Me he enterado que Eragon le quitó la maldición, sin embargo, le ha pedido que se la vuelva a poner... es un chico muy valiente.

Sin decir nada Bella asiente.

Así es. Le comunica. Pero estoy preocupada. Es un niño... no debería estar pasando por esto..No tiene buen aspecto. Se le nota afectada. Por suerte, esto acabará pronto, aunque me deje la vida en ello. Dice convencida.

¿Tú estás bien? Le pregunta echándole un vistazo rápido.

Yo estoy más que bien, preparada para lo que hagamos mañana o cuando nos enfrentemos al mal. Pero tú, ¿estás preparada para lo que se avecina?

Sientes la tristeza en la voz de tu montura.

Mucha tristeza, como si algo presagiara o tal vez, sea simple preocupación.

No dejaré que te pase nada, ¿está claro?

No te preocupes. Sabes que soy fuerte. Le dice mentalmente guiñándole un ojo.

Ante esas últimas palabras, acerca su cara a la de su dragón.

Ni yo dejaré que te pase nada a ti... Le susurra en voz alta.

Mañana nos reiremos y celebraremos nuestra victoria. Ya lo verás. Dice con positivismo.

Será mejor que ambos descansemos. Dice a modo de despedida.

Descancemos pues, y preparémonos para la batalla que se avecina. Mañana estamos convocados en el pabellón de la guerra de Nasuada para ver que pasos vamos a seguir.

Sentiste como Ártax te sonrió directamente a tu mente, mientras que esta se iba apagando para descansar.

Buenas noches, princesa. Nos vemos mañana. Estaré vigilando, igualmente.