Partida Rol por web

La Campiña

Otra vez te han dejado sola en casa. Ya no sabes que hacer para no aburrirte. Has hecho todo lo que tenías que hacer y ahora, te sientas en una de las sillas junto al hogar y comienzas a pensar en donde estarán los demás.

Seguramente estarán en el campo, cultivando o cazando algo para comer. Pero tu naturaleza inquieta necesita saber mucho más que eso, mucho más.

Bella resopla y suspira. No era raro que el señor Swan se llevase a Micah y la dejase sola. No le hacía mucha ilusión que el pequeño pasase tanto tiempo con ella.

Aún así, ella cierra la cabaña y sale decidida a dar una vuelta por las cercanías, seguro que le pasa algo más emocionante que si se queda allí muerta de aburrimiento. Era pronto, así que podría alejarse más de lo normal, y descubrir sitios nuevos. Y si no...siempre puede ir en busca de Micah, a ver si así el día se le pasa más rápido.

Antes de salir, como siempre suele hacer, se mete un pequeño cuchillo en el escote, nunca sale desprotegida.

Sales de tu cabaña y miras los alrededores. Ni rastros de tus amigos. Es extraño, nunca suelen alejarse tanto que no puedas verlos con tu mirada.

En ese momento, comienzas a escuchar el rápido galope de varios caballos y cuando levantas la vista, ves a tus amigos regresar corriendo desde detras de una de las lomas y te sonries.

Sin embargo, tu sonrisa dura poco tiempo cuando ves que detrás de ellos vienen galopando, armas en ristre, dos soldados de Galbatorix, dispuestos a darles caza.

¡Micah! Grita horrorrizada viendo como Nathan y él son perseguidos por Galbatorix.

No pensaba huir, ni mucho menos. Ya era hora de que alguien se enfrentara a ese monstruo. Adelanta unos pasos corriendo para encontrarse antes con ellos. De momento no sacaría el cuchillo que permanecía oculto, se lo guardaba por si acaso.

¿Qué pasa? Les pregunta desde lejos.

Tus amigos corren hacia ti, indicándote con la mano que te metas en casa mientras los jinetes se acercan cada vez más y más.

En poco tiempo, estarán encima de ellos y no tienes ni idea que pasará. Seguramente quieran a los mayores para llevárselos ante el mismisimo Galbatorix, para que se conviertan en sus seguidores, pero no estás segura.

Ellos se acercan más y más a ti, mientras que los soldados acortan terreno.

Bella corre hacia la casa, pero no entra, al contrario, se da la vuelta delante de la puerta. No piensa dejarles solos. Si querían llevárselos se la llevarían a ella también, pero no les resultaría fácil, de eso estaba segura.

¡¡¡Grooooooooooooaaaaaaaaar!!! Gritan los enemigos al ver que están a punto de coger a sus presas.

Nathan corre lo más rápido que puede, empujando a Micah para que no se retrase, pero ves como en un momento Nathan parece mirar al cielo y gritarle algo a Micah, después te mira a ti y se sonríe.

El padre de Micah se detiene en seco en el lugar, mientras Micah sale corriendo hacia tí, te coge de la mano y ambos, salís corriendo en dirección al bosque.

Mientras corréis, evitáis mirar hacia atrás, cuando los gritos de batalla comienzan a llenar todo el paraje. Nathan no tenía armas, por lo que debe estar luchando sólo con las manos, para detener el avance de los jinetes, para evitar que los dos seáis capturados.

Corréis, corréis por vuestras vidas hasta entrar al bosque, justo en el momento cuando un grito desgarrados surca el aire, justo cuando los enemigos comienzan a vitorear y a gritar, ya que han vencido...

Al oír el grito, Bella se detiene horrorizada.

Nathan..Murmura con tristeza. No mira a Micah pues sabe que acabaría leyendole la mente.

Vamos. Le ordena con una dulce carícia en la cabeza, para luego cogerle de la mano y seguir corriendo, ahora que habían recobrado un poco más el aliento.

Entras al bosque con Micah, el cual parece demasiado asustado como para seguir tus pasos. Los árboles parecen susurrar a medida que avanzáis mientras que los pájaros cantan cuando el sol incide sobre ellos.

El bosque se va tornando cada vez más espeso a medida que avanzáis y poco a poco, empezáis a sentir que la húmedad del lugar comienza a mojar vuestras ropas.

Varios cientos de metros más adelante, podéis ver el comienzo de una de las montañas que pertenecen a las vertebradas, aún cubierta de verdes plantas y arbustos.

Bella medita unos segundos mientras afloja el ritmo, pues seguramente los úrgalos ya no los sigan, pero aún así sigue caminando. Había llegado el momento: debían salir de esa minúscula isla.

Se detiene y se agacha delante de Micah. Escúchame bien, vamos a irnos lo más lejos que podamos de aquí. Ya no estamos seguros. Esta isla es pequeña y nos encontrarán con facilidad. Le hablaba mirándole a los ojos y tratándolo de igual a igual, pues sabía que él era suficientemente maduro como para entenderla. ¿Ves aquellas montañas? Nos dirigiremos allí. Le sonríe y le acarícia la mejilla para intentar tranquilizarle. Luego prosigue la marcha en dirección a las montañas.

Os acercáis a la ladera de la montaña. Los Urgalos parece que ya no los siguen. Levantáis la vista y véis una especie de cueva escavada en una de las laderas. Desde vuestra posición, parece desabitada, ya que no se escuchan sonidos que provengan de ella.

Esa cueva, es posible que sea la única forma de esconderse de los enemigos y además, donde podáis pasar la noche.

Bella no se lo piensa dos veces y se dirige dentro de la cueva.

Por fin, algo más relajada le pregunta a Micah. ¿Estás bien? Pasaremos aquí la noche.. Le gustaría encender un fuego pero aún era demasiado pronto, los úrgalos no tardarían en encontrarlos. Se sienta en una cómoda piedra, y abraza a Micah en parte para no tener frío y en parte para que no se sintiera solo.

Las horas pasan frías, y la húmedad te cala hasta los huesos. Escuchas ruido fuera de la cueva, pero no te atreves a moverte de donde estás acurrucada con Micah.

En ese momento, a pocos metros de donde te encuentras, una luz impresionante te ciega momentaneamente. Después, la luz se va apagando, y a medida que lo hace, tus ojos pueden divisar una especie de piedra que brilla de color blanco hueso.

Con cara extrañada y un poco asustada, Bella se acerca a la piedra.

Quédate detrás de mí. Le ordena mientras le situa detrás de ella con el brazo extendido. No parecía peligroso, por lo que se atrevió a darle primero con un dedo un par de veces, y luego unos golpecitos con el puño, como si llamara a la puerta. Coge la extraña piedra, y la observa algo confusa.

Primero, con tu dedo, le das unos golpecitos. Nada.

Luego tu puño, y suena hueco. Pero tampoco pasa nada.

Cuando la coges, te das cuenta que la piedra está caliente, muy caliente. La miras al trasluz pero no logras ver absolutamente nada.

La cara de Bella mostraba confusión.

¿Qué crees que deberíamos hacer? Le pregunta a Micah y luego se encoge de hombros. Almenos servirá para darnos calor.

Se sientan de nuevo, esta vez de manera que el huevo queda entre los dos, dándose calor mutuamente.

Os quedáis allí, con el huevo entre ambos, mientras este os da calor. Ambos os dormir durante un buen rato, mientras que las horas pasan tranquilas.

Tras varias horas de sueño reparador, os despertáis y véis que el día ha dado paso a la noche, pero el huevo sigue caliente, parece como si tuviera fuego en su interior.

Bella se despierta con un gran bostezo. Había necesitado ese tiempo de descanso.

¿Cómo te encuentras? Mira seriamente a Micah, pues no había abierto la boca desde que habían huído.

Micah no parece escucharte, al parecer, esta bastante más dormido de lo que crees. En ese momento, sientes como la piedra que tienes a tu lado comienza a moverse lentamente, como si algo empujara desde dentro.

Después, ves como esta comienza a desgarrarse y ves asomarse de ella una cara serpentina, de color blanco como la nieve. Esa cara te mira mientras continúa mordiendo el cascarón para liberarse por completo.

Cuando todo el huevo está completamente abierto, puedes ver una especie de lagartija con alas que sale del mismo y se sacude los pedacitos de huevo que han quedado sobre el y extiende sus alas mirándote curioso.