Partida Rol por web

Todos estaban listos, la emboscada estaba tendida y el silencio reinaba hasta cierto punto en el bosque. No sabían que había pasado con Sir Haguen, aunque contaban con que el experimentado legionario no se hubiera quedado a combatir y supiera arreglárselas por su propia cuenta.
Por su parte, habían preparado todo para que los incautos bandidos que se aproximasen a ellos no se esperasen un ataque de tal magnitud. Si tenían suerte y hacían bien su papel, no tardarían mucho deshacerse de los bandidos con que se encontrasen. Sin embargo esto dependía de los números, sus trampas podrían permitirles acabar con rápidas con quizá unos diez bandidos, pero si los 40 caían sobre ellos, la situación sería muy diferente.
Cada uno de los legionarios ya ubicados en su posición planeada, meditaban acerca de lo que podría ocurrir con cierto nerviosismo al tiempo que observaban con atención a Maganyos quien oteaba el horizonte a la esperaba de sus presas.
Y estos no tardaron en anunciarse. Pronto Maganyos levantó su brazo en señal de que captaba algo, alguien se aproxima a caballo pues el resto de los legionarios no tardaron en percibir el retumbar de la tierra. Mediante señas Meganyos les explicó lo que veía a la distancia, se trataba de un grupo de bandidos y eran un total de nueve.

Agazapada tras la colina, su mirada apoyaba a Vargard con decisión, su furia se contagiaba agridulce en su hermoso rostro. Aquel mago debía dar el primer golpe, decantando el destino de la emboscada.

El elfo disponía ya de una flecha recogida en la destensada cuerda del arco. Su corazón bombeaba la sangre al ritmo del galope de los bandidos, que no parecían demasiados, seguramente se adelantaron para reconocer el terreno. Fueran los que fueran, su flecha sólo deseaba encontrarse con Waldric y zanjar este asunto a golpe de espada.

Erackand se preparó, aquellos momentos eran los que más nervioso le ponían, después, con la excitación del combate los nervios desaparecían y eran sustituidos por una especie de frenesí controlado. Pero aquel momento era el de rechinar los dientes en silencio y concienciarse antes de dejarse ir.

Había cogido uno de los arcos cortos que cogieron de los cadáveres del bosque porque su hacha lanzable no llegaba a aquella distancia. Dejó a Piedad a su lado, apoyada en un árbol para que pudiese cogerla más fácilmente si llegaba el caso.

Si todo salía bien no iba a necesitarla.

Me mantengo agazapado, saco mi vara y el material de curandero que tengo, listo para usar cualquiera de los dos que necesite y aguardo a la espera de la señal. Magányos pronto indica que vienen nueve bandidos a caballo, lo que indica que es el momento para comenzar con nuestro ataque.

"Nueve bandidos a caballo no es lo que esperábamos. Habría preferido un número mayor de enemigos a pie, pero si este es nuestro destino, lo enfrentaremos con la frente en alto. Somos mejores y ellos pronto serán cadáveres."

Contengo la respiración un momento y espero listo para disparar en el momento preciso, tal como lo habíamos planeado con anterioridad.

¿Nueve? No tienen una amplia superioridad numérica. ¿A caballo? Caerán más fácil en las trampas. Parece que la balanza no está tan desequilibrada. ¿Dónde estará Haguen? Debe estar mirando, no tengo que hacer estupideces.- La cabeza de la elfa era un frenesí de interrogantes, sin embargo no podía dejarse llevar por la duda, debía actuar correctamente o todo podía irse al demonio. Haguen estaría evaluando seguramente, que haya intervenido antes no era una buena señal, eso y que estén en juegos las vidas de todo en el grupo incremente el nerviosismo de Ciara que no mueve la vista del camino por el que se deberían acercar los bandidos.

Ciara se mantiene agachada con su vara en mano esperando el momento justo para descargar sus ataques contra los bandidos.

Nueve era un buen numero. Suficientes para darles otro ligero golpe y menguar otro poco sus fuerzas sin ponernos demasiado en peligro.

La tensión de mis tres compañeros era palpable en su expresión, estaban tan deseosos de que aquello comenzara. Yo en cambio estaba algo inquieta, me preocupaba que esos nueve solo fueran el grupo de cabeza de una fuerza mucho mayor y que al ver a sus compañeros emboscados pudieran rodearnos fácilmente rodeando todas nuestras trampas y pillandonos por sorpresa.

No, no pienses en eso ahora, solo centrate en alcanzar tu blanco cuando llegue el momento. Dije para mi misma, evitando así que mi mente se distrajera en otras cuestiones.
 

Tras ver el número que indica Magányos siento un profundo malestar. Realmente esperaba que el número de enemigos fuera mucho mayor, que diesemos un gran golpe en los bandidos.

Sin embargo poco podíamos ya hacer salvo esperar y matar a los que viniesen. Mejor nueve que ninguno.

Una vez en mi puesto, ya solo quedaba esperar. Esperar que pudiésemos hacer caer a los bandidos en la emboscada. Esperar que nuestras preparaciones fuesen suficientes. Esperar que los bandidos no fuesen demasiados. Así que esperé, atento a cualquier señal de Magányos. Y mientras lo hacía, prepare mi arco cerca de mí, clavando varias flechas en el suelo, para así recargar fácilmente.

Ya vienen- me dije al ver la señal de Magányos -¿Nueve a caballo? Bueno, podría ser mejor, pero es un buen número, debe ser casi un tercio de sus fuerzas- pensé. Cogí la cuerda, tamborileando con los dedos en ella, listo para tensarla en cualquier momento, nervioso pues sabía que no debía fallar. El plan era bueno, pero sabía que fuese cual fuese el plan, este solo era bueno hasta el momento en que empezaban a volar las flechas... entonces todo se complicaba.

La tensión se sentía en el ambiente e iba creciendo a medida que el tiempo pasaba y los bandidos se escuchaban con mas claridad al acercarse. Pronto, tal como todos esperaban, estos hicieron aparición en el camino en el cual habían preparado su emboscada.
Aun cuando en su andar el grupo de bandidos exploraba los alrededores con la vista, era claro que no se darían cuenta ni de la presencia de los legionarios ni de las trampas. Y es que la considerable velocidad de galope que llevaban no solo les afectaba en ello sino que a demás los volvería mas propensos a caer en la trampa.
Y tal como Ciara considero, así fue. Para cuando el primero de los corceles estuvo frente a la cuerda, Gareth la tenso con rapidez provocando que el caballo tropezara y cayera al suelo arrojando a su jinete. Tras este, la mayoría de los otros bandidos también cayeron en la trampa tropezando con la cuerda puesto que no llevaban demasiada distancia entre si y para cuando el primero de ellos cayó, el resto ya estaba prácticamente sobre la cuerda.

Observo como los bandidos avanzan a buen ritmo, galopando a caballo, tratando de alcanzarnos. Pero no llegarán muy lejos.

No puedo evitar sonreir cuando Gareth tensa la cuerda y logra hacer caer a cinco de sus monturas, algunos en las trampas que preparamos. Rápidamente salgo de mi escondrijo y, dando brincos ágiles, recorro el trayecto que me separa de mis enemigos mientras concentro las energías, mi magia, en mi vara, preparándome para incinerar a todos mis enemigos.

Una llamarada de fuego surge de todo mi cuerpo y mi vara, lanzándose contra dos de los bandidos que permanecen sobre sus monturas, rodeándolos con lenguas de fuego.

Parecía que habían tenido suerte. Sólo habían venido nueve bandidos, lo que significa que la sorpresa y la trampa podrían desastibilizar rápidamente la situación a su favor. Sin embargo había que tener cuidado, tal vez este fuese un primer grupo de bandidos que viniera más avanzado y viniesen algunos otros más rezagados. Pero no era el momento de pensar en aquello.

Cogió una de las seis flechas que había guardado y apuntó cuidadosamente. Las tenía en un pequeño montón a su lado. No tenía carcaj así que si se movía de allí cambiaría de arma. Piedad estaba a su lado. Erackand sabía usar un arco, pocas eran las ocasiones en las que los enanos los usaban en los túneles pero a veces era necesario cuando los engendros mostraban suficiente organización como para cubrirse o protegerse detrás de algún parapeto y había que sacarles de allí. En los túneles los arcos pocas veces eran útiles.

Apuntó a uno de los que habían caído en los agujeros tal como habían planeado.

Los bandidos ya han llegado y caen en nuestras trampas como movidos por la mano del destino. Rápidamente mis compañeros comienzan con el ataque y yo calculo la distancia a ellos para lanzar mis conjuros, pero están demasiado lejos.

"Maldita sea, así no les alcanzaré con mis hechizos. No me queda más que atacar con descargas mágicas simples"

Apunto con mi vara al más cercano y la agito para canalizar un poco de poder a través de ella y producir un proyectil mágico que vuela hacía él para quemar y perforar su carne.

En cuanto se escuchaban los relinches y gritos del grupo de bandidos, el veloz elfo se desplazaba con premura tras el foso que había preparado minutos atrás. Desde allí tenso la flecha que sujetaba con habilidad, soltando con rabia la flecha se abalanzaba poderosa y temblorosa al primer bandido que alcanzaba su vista. De inmediato les ofreció con potencia motivos para desear que fuera ella la primera en caer. ¡Bienvenidos escorias inmundas! Seguro que el valiente de Waldric estará agradecido de usaros como cebo. Tras una sonora carcajada, nuevamente su voz alcanzó fuertes tonos. ¡Aquí me tenéis! Adoptando una postura amenazante y orgullosa, no parecía poseer miedo alguno de sus adversarios.

Los bandidos se dirigieron rápidamente hacia el lugar de la emboscada, sin reparar en nosotros, ignorantes del peligro que corrían. Sabía que mi parte era fundamental, así que me preparé, esperando el mejor momento para actuar, y cuando estuvieron justo frente a la cuerda, la tensé, notando como los bandidos iban chocando con ella y cayendo a las estacas, y aunque algunos habían conseguido frenar a tiempo, la mayoría habían caído de sus monturas. Tras eso, amarré la cuerda de forma que quedase tirante y siguiese obstaculizando a los bandidos, y cogí mi arco. Las cosas estaban saliendo bien, y la mayoría de mis compañeros ya habían empezado a atacar a los bandidos, que se encontraban indefensos e incapaces de responder.

Sin tregua, no mostréis piedad- les dije a mis compañeros.

Los relinchos de los caballos y los pesados cuerpos de sus jinetes impactando contra el suelo así lo anunciaba, el combate había comenzado.

De momento todo marchaba bien, teníamos la ventaja, ahora dependía de nosotros hacer aquella trampa verdaderamente letal. Saque mi cuerpo de su escondrijo y me tome unos segundos antes de activar el mecanismo de disparo de mi ballesta. Mi objetivo era alcanzar a uno de los bandidos que aun seguía a lomos de su montura, nadie iba a escapar de allí.

 -Pagareis por lo que hicisteis en el campamento maderero. Grite mientras rápidamente colocaba otro proyectil en la ballesta.

¡Excelente! ¡Las trampas funcionaron! ¡Ahora a liquidarlos!

Al ver a sus compañeros atacar Ciara no pierde tiempo, se para, avanza y descarga contra el enemigo.
 

La victoria estaba en sus manos, tan fácil e inesperada que incluso los legionarios aun no lograban comprender como era que las cosas les habían salido tan bien. Tras la secuencia inicial de ataques, solo un bandido yacía en pie; el resto estaban en el suelo derribados o malheridos.
Mas aun, la mayoría de estos aun no comprendía que pasaba y sus lentas reacciones los condenarían a una rápida y sutil muerte.

El plan está saliendo a la perfección. Mi primera descarga de energía mágica pura impacta a uno de los bandidos causándole un buen daño, pero el muy idiota ahora se está quemando. Respondo en tono jovial a las palabras de Gareth a mi lado:

 - "¿Piedad? Me suena... ¿Se come con algún aderezo?"

Miro hacía el norte de su posición y noto que uno de los bandidos ha logrado detenerse a tiempo y no ha caído en nuestras trampas. Su capacidad para reaccionar es peligrosa pues nos quita la ventaja completa que teníamos sobre un grupo de tipos caídos sobre un mar de estacas de madera y quemándose como carnes a la las brasas.

 - "De esta no te salvas, imbécil"

Me muevo para acercarme al tipo y tener línea de visión clara. Agito mi vara y lanzo un poco de mi poder mágico en forma de un proyectil de energía pura y sin forma con la intención de matarle y tener a todos los enemigos sometidos a nuestra merced.

Malditos arcos pensó el enano y dado que no tenía carcaj cogió una flecha más y se acercó lo que pudo hacia el grupo de enemigos.

No las tenía todas consigo, seguía teniendo miedo de que apareciese un segundo grupo rezagado de bandidos pero desde allí no era de ayuda.