Partida Rol por web

El doctor al cargo de este servicio es el Doctor Cottle aunque también hay otros especialistas que le ayuda, enfermeros en su mayoría. Parece tener todo el equipo básico de un pequeño hospital pero es relativamente espartano. Diversas camas individuales con la cabecera contra la pared se disponen a lo largo de la sala separadas por cortinas blancas para dar privacidad a los pacientes. Silenciosa, alumbrada de forma indirecta y suavemente suele ser un sitio tranquilo ocupado solo por los médicos y los que sean sus pacientes en ese momento.  

El doctor Cottle os recibió a la mismas puertas de lo que era considerado su dominio, una amplia sala iluminada de manera indirecta en donde diversas camillas adosadas a la pared eran separadas por cortinas para dar mayor intimidad a los pacientes. La misma confusión que habíais encontrado en los pasillos reinaba ahora en la normalmente tranquila sala, ya que numerosos pilotos, marines, especialistas y demás personal de la nave parecían haber sido recibido algún tipo de daño menor. Sin embargo, quizás por tratarse del sitio que era, los heridos esperaban pacientemente su turno sentados en las camillas y sillas que había y sólo el ir y venir ajetreado del personal médico. De mediana edad y expresión seria, había algo en Sherman Cottle que daba a entender que era un hombre duro y de la vieja escuela militar, hecho que quedó inmediatamente confirmado en cuanto os vio entrar.

-Vaya...¿qué tenemos aquí?- preguntó en voz alta aunque no esperó a obtener una respuesta. Salvando los pocos pasos que le separaban de vosotros apartó el pañuelo ligeramente manchado de sangre que sostenías contra la frente y chascó la lengua- No se preocupe, doctor Baltar...su maravillosa cabeza está a salvo en nuestras manos- comentó apartándose. Mirando brevemente al piloto que te había acompañado agregó- Teniente, puede usted marcharse ahora- sin añadir nada más se volvió e hizo gestos con una mano mientras se dirigia hacia una de las sillas que había vacías.- Siéntese aquí por favor...una de las enfermeras le curará ese leve rasguño en unos minutos. Supongo que le tranquilizará saber que algunos de sus compañeros también están bien a pesar de las magulladuras.

A pesar de haber sido despachado de manera tan sumaria, Alex Cuartararo no pareció acusar el golpe. Sin duda, la vida militar era siempre así, ya que se limitó a cuadrarse en respuesta y esbozar una sonrisa en tu dirección.

-Ya nos veremos por los pasillos, doctor Baltar..-se despidió inclinando levemente la cabeza antes de salir de la enfermería.

La enfermería se hallaba atestada de gente con diversas heridas. baltar no dudaba de que su lesión sería mucho más grave que la de la mayoría de los quejicas allí presentes, pero debía mantener su orgullosa pose de dignidad.

¿Leve rasguño? preguntó al doctor algo irritado Bueno sí,quizá lo parezca, pero le aseguro que estuve a punto de partirme el cráneo... es igual, el caso es que logré sobrevivir.

En ese punto se dio cuenta de la frase previa del doctor Cottle  ¿Algunos de mis compañeros? ¿Se refiere a la comitiva de la presidenta? Creí que ya estarían reunidos en el confortable despacho del Comandante...

Mientras tanto el teniente Cuartararo se despedía de Baltar. Gauis simplemente sonrió al joven piloto levantando una mano Por supuesto  le contestó ¡Tenga cuidado allá afuera!

En pie ante la puerta la mujer rubia contempló la marcha del teniente con expresión pensativa antes de caminar hacia vosotros con su característicos movimientos sensuales e hipnóticos. Mientras tú tomabas asiento en una de las sillas, ella se sentó en el borde de la camilla vacía que había al lado y, reclinándose hacia atrás, cruzó sus largas y bien torneadas piernas que quedaron a la altura de tus ojos. En gesto casual comenzó a balancear uno de los pies enfundado en los zapatos de tacón alto, de tal forma que a intervalos regulares parte de su talón cubierto por las medias quedaba a la vista. 

-Dios tiene un plan para ti, Gaius ¿no estás impaciente por saber cual es?-preguntó con voz suave ignorando por completo al doctor Cottle.  

Al mismo tiempo que Cáprica hablaba el doctor hizo un gesto impaciente con la mano.

-Por supuesto, doctor Baltar. Tres miembros del personal de la presidenta también han sufrido ciertos rasguños a consecuencia del movimiento brusco de la nave-explicó señalando hacia la zona más alejada de vosotros donde los pudiste ver, dos hombres y una mujer, vestidos en trajes de chaqueta y tacones hablando entre ellos en voz baja. No los reconociste, apenas te habías molestado en intercambiar más de tres palabras con nadie en la Colonial Uno desde que te habías visto obligado a vivir ahi, pero por su actitud distendida dedujiste que no estaban realmente heridos de gravedad. En ese momento uno de ellos, la mujer, alzó la mirada y al reconocerte sonrió ligeramente inclinando la cabeza.- Grace, por favor, hazte cargo de este hombre- dijo el doctor llamando a una enfermera vestida de verde que pasaba cerca vuestra.

Oh no... otra vez...  pensó Baltar sorprendido de repente por la presencia de la hermosa mujer rubia. ¿es que esta alucinación no tiene fin? ¡debería contárselo al doctor! Quizá así saldría de dudas...

Eh... doctor Cottle... me .. me duele bastante la cabeza, y no pienso con claridad desde el golpe... quizá... quizá podría hacerme un escáner cerebral... mi... mi cerebro, ya sabe, es casi un patrimonio de la humanidad...

El doctor estaba a punto de dejar a Gaius en manos de una simple enfermeraa, una verdadera afrenta para el ego de semejante personalidad, pero su atención, antes de poder quejarse, se vio atraída por la mujer que había en el grupo de heridos de la comitiva presidencial...

¿Quién es? ¿Cómo se llamaba? Me suena mucho...

...para de nuevo saltar a las palabras de su fantasmal acompañante  ¿El plan de Dios? ¿Yo tengo un papel? No... no se... es todo tan confuso... ¿qué podría hacer yo en el plan del Creador?

La joven enfermera, con el pelo largo sujeto en una cola de caballo y aspecto eficiente se acercó a vosotros mientras el doctor te miraba con las cejas enarcadas.

-¿Un escáner?- preguntó incrédulo antes de reirse roncamente, revelando así su condición de fumador.- Su cabeza está perfectamente, doctor Baltar, el golpe que ha recibido no ha sido lo suficientemente grave como para que haya podido recibir un daño importante- dijo desechando tus palabras con un ademán de la mano- sin embargo, si se queda más tranquilo deje que le examine brevemente, no queremos quedarnos sin ese patrimonio de la humanidad-cedió finalmente con un deje de ironía. Sentándose en una banqueta para estar a tu altura, sacó una linterna bolígrafo del bolsillo de la bata y separándote los párpados te examinó las pupilas. Con profesionalidad fue dándote órdenes- mire a la derecha...mire hacia la izquierda, hacia abajo...hacia arriba...parpadee...cuente hasta diez...¿cuántos dedos tengo aquí?- luego te palpó con sus manos duras y nudosas la zona adyacente a la herida de la frente, examinándola con detenimiento, y por último te examinó el pulso y auscultó el pecho- a parte de la palidez que acompaña al hecho de no ver la luz del sol, doctor Baltar, está usted perfectamente. Enfermera Grace, trate el rasguño y adminístrele una aspirina para prevenir un posible dolor de cabeza. Luego puede usted marcharse, doctor Baltar, o reunirse con sus colegas si así lo prefiere- concluyó al final levantándose pesadamente. Tras despedirse con una palmadita en el hombro se alejó de ti en dirección a la camilla del fondo donde lo que parecía un piloto  se hallaba tumbado. Impelido a seguir las órdenes del médico, a penas te había dado tiempo a decir ni media palabra durante todo el examen, por lo que contemplaste la marcha del doctor boquiabierto y media atontado. Justo en ese momento te vino a la memoria el nombre de la mujer que te había sonreído, Shanon, se llamaba Shanon aunque eras incapaz de recordar el apellido.  Sin embargo, sí recordabas su nuevo papel en el gabinete de la Presidenta. En una sociedad totalmente desestructurada y caótica como era la flota la mujer era el enlace con los medios de comunicación, algo así como el portavoz o la voz pública del gobierno. Un tanto paradójico teniendo en cuenta que dicho gobierno apenas había comenzado a dar sus primeros pasos y que los medios de comunicación actuales consistían en periodistas refugiados o aspirantes a tal que la mayor parte del tiempo no se dedicaban más que a especular.  

Baltar se levantó salvando la poca dignidad que en aquellos momentos le quedaba, abrochándose despacio los botones de la chaqueta, que se había quitado para lo que, esperaba, iba a ser un chequeo a fondo.

Sin embargo, no había sido así, y el doctor le había dejado sólo con la enfermera. UNa vez administrada la simple aspirina, Gaius se alejó de la enfermeraa sin mediar palabra alguna de agradecimiento. ¿Cómo agradecerles que ni siquiera le hubieran realizado un simple TAC craneal? Inadmisible.

Sin embargo, Gaius no abanodó la enfermería. En lugar de eso, se acercó hasta donde se encontraba aquella mujer, la portavoz. Baltar la saludó sonriente, como si no acabase de sufrir un grave accidente

Hola... Shanon, ¿no es cierto?

La mujer, vestida con traje de chaqueta sencillo y expresión sonriente estaba charlando en voz baja con otros dos compañeros, cuyas caras ni recordabas. Parecían haber recibido heridas leves, a penas unos leves rasguños, por lo que la razón por la que todavía seguían allí era todo un misterio para ti. Al hablarle, Shanon se volvió hacia ti enarcando una ceja. Tenía un aspecto serio y eficiente.

- Sí...doctor Baltar...no sabía que conocía mi nombre- comentó sonriendo levemente para luego mirarte con expresión interrogante. Al ver que no decías nada vaciló y miró a sus compañeros que al llegar tu habían enmudecido. Finalmenet se volvió hacia ti y agregó-¿quería algo, doctor?

La visión, alucinación o lo que quiera que fuese para ti había observado atentamente el examen al que habías sido sometido, sin dejar de sonreir en todo momento socarronamente. Aunque para qué engañarte, apenas habías logrado separar la vista de sus largas y bien torneadas piernas por lo que el examen del doctor había resultado sumamente incómodo. Silenciosa como una sombra, Cáprica te acompañó mientras te dirigías hacia la portavoz y permaneció a tu lado mientras ésta te hablaba.

-¿Te gusta, Gaius....? Es guapa ¿verdad? Se parece ligeramente a mi...Pero no es como yo...¿recuerdas nuestros...encuentros?-susurró en tu oído con voz acariciadora inclinándose hacia ti. Sus rubios rizos, que desprendían un ligero aroma frutal, te hicieron cosquillas en la mejilla.

Con la sangre fluyendo en cu cuerpo, y no precisamente hacia el cerebro, Gaius volvió a confundir la realidad y la alucinación de su mente, respondiendo en voz alta a quien no debía

Sí, es cierto... le dijo a la misteriosa mujer de sus fantasías aludiendo al parecido con ella de la portavoz. Los acompañantes de Shanon y ella misma lo miraron de modo extraño, y por ello, Gaius se dio cuenta de su desliz.

Ehem carraspeó quiero...quiero decir... que sí, quería saber si se encontraban bien. Ya saben, somos todos una familia, como dice la presidenta exclamó agitando el puño cerrado para dar énfasis a sus palabras, intentando salir del apuro. Por... por cierto, ¿dónde está?¿se encuentra bien?

La portavoz observó tu balbuceo con expresión extrañada pero sonrió amigablemente ante tu gesto con el puño.

- Pues precisamente estábamos hablando de ello...la última noticia que tenemos es que se dirigía hacia el CIC con el Comandante y, dado que nadie nos ha comentado nada, suponemos que está bien- te contestó acompañando con un encogimiento de hombros sus palabras. Luego, tras mirar significativamente a sus compañeros, se inclinó hacia ti para añadir en un tono más íntimo- sinceramente doctor, no sabemos muy bien que hacer....nos sentimos un poco...abandonados- concluyó haciendo una mueca mientras los otros dos hombres asentían vigorosamente ante sus palabras.

Intuyendo la respuesta de tu cuerpo ante su acercamiento, Cáprica sonrió socarronamente e inclinándose sobre ti deslizó suavemente los labios sobre la piel de tu cuello.

- Mírala Gaius...pobrecita...todos necesitan de tu ayuda, de tu guía...sólo tu sabes lo que hay que hacer...- susurró nuevamente en tu oído mientras notabas el calor de su cuerpo contra tu costado.

¿a... abandonados?  respondió Gaius, escuchando al tiempo a la alucinación rubia y a la belleza real que se acercaba tanto a él. Es... es algo intolerable, la verdad. En estos tiempos dificiles que vivimos, los hombres...  ¡las personas! añadió con vehemencia debemos estar más unidos que nunca, debemos tratarnos bien unos a otros. Que sirva de ejemplo vuestro caso. Estais ... estais aquí, aturdidos, sin una mano que os guíe, mientras la presidenta y el comandante disfrutan de las comodidades de sus aposentos privilegiados. Es... la verdad es indignante...

acabó por decir, dándose cuenta de cómo lo miraban aquellas personas, de cómo sorbían sus palabras. Algo extraño ocurría, y Baltar se daba cuenta. Aunque era la mayor mente científica de su tiempo, nunca había tenido don de gentes, siempre se había considerado por encima de los demás, y no necesitaba más que de su admiración, o acaso su envidia. Pero desde hacía unos días, desde que la mujer rubia insistía en que Dios, el único Dios, lo había escogido, sus dotes de oratoria, su carisma, parecían haberse multiplicado.

¿Y si es cierto...?

Tus tres interlocutores parecieron quedar completamente subyugados por tus palabras y se apresuraron a asentir vehementemente con la cabeza mostrando su conformidad. Quizás notando tu alteración la mujer rubia sonrió ampliamente y sus ojos adquirieron un brillo que sabíais identificar muy bien: pura atracción.

-¿Qué sugiere usted que hagamos, doctor?- preguntó con voz inocente que te recordó la de una niña perdida que busca quién le guíe.

Los altos tacones de Cáprica resonaron contra el suelo de la enfermería cuando la mujer se situó a tus espaldas y apoyando todo su cuerpo contra ti deslizó la palma de su mano por tu pecho y la introdujo por debajo de la chaqueta del traje. A pesar de llevar la camisa de algodón puesta notaste el calor que irradiaba cuando comenzó a acariciarte en dirección al pantalón.

- Son toooodo oídos Gaius...¿comenzarás ahora a creer?- te preguntó junto a tu oído izquierdo mientras cómo tu piel se incendiaba allí dónde te tocaba.

El tacto de la mujer subyugaba por completo la consciencia de Gaius, que una vez más, confundía realidad y ficción. O al menos lo que el creía ficción hasta entonces. Tragando saliva, sudando a causa de la tensión sexual presente, y sin embargo intentando aparentar normalidad, Baltar se dirigió a sus tres interlocutores.

Debemos... debemos... comenzar a pensar por nosotros mismos...  debemos creer en nuestra supervivencia, tener fe en algo más que las armas... Dios... no se creía lo que estaba a punto de decir, pero así fue Dios, el único dios que vela por nosotros exclamó alzando la voz y un dedo a modo admonitorio el Unico Dios que se preocupa de sus fieles, nos salvará. Debemos... debemos renunciar a la locura de la guerra a la que nos conducen Adama y Roslyn, y buscar la comprensión para hallar la paz...

Los tres miembros del equipo de la Presidenta te miraban embelesados bebiendo de tus palabras y de pronto parecía como si sólo vosotros cuatro, bueno cinco si se contaba a la mujer rubia que sólo tú veías, estuvieseis solos en el universo. De repente, una voz, brusca y cortante, habló junto a ti sobresaltándoos.

-¿Dios? Creía que había varios dioses, doctor Baltar- exclamó el doctor Cottle interrumpiéndote rudamente.- No sé de qué demonios está hablando doctor pero éste no es sitio para dar arengas ni políticas ni religiosas- añadió frunciendo el ceño hasta juntar las cejas.- Que yo sepa tanto la Presidenta como el Comandante están haciendo un gran trabajo intentando mantener con vida a cerca de 40000 personas y ninguno de nosotros lo podríamos hacer mejor- con ojos furibundos miró uno por uno a tus interlocutores hasta que estos bajaron las miradas avergonzados por sus palabras.- Creo que todos ustedes han sido atendidos debidamente y pueden marcharse. Les agradecería que lo hicieran para así dejar libre la camilla a quién lo pueda necesitar- os pidió suavizando el tono y haciendo un gesto en dirección a la salida de la enfermería. Aún cabizbajos, tus interlocutores rodearon al iracundo doctor y se dirigieron hacia donde éste señalaba en completo silencio.

Un gran vacío quedó allí donde la emoción de saberse alavado, admirado y escuchado había estado. Y con el vacío llegaron las dudas respecto a lo que habías dicho. ¿Podía realmente Cáprica tener razón? Sólo al hacerte esa pregunta te diste cuenta de que ya no sentías la mano de ésta sobre tu cuerpo ni el calor de la mujer a tu espalda. Tan súbitamente como había llegado...se había ido.