Partida Rol por web

Llegar hasta la estructura de metal que sostenía la plataforma era un arduo trabajo, pero aquello se me daba bien. Avancé en silencio, de sombra en sombra y ocultándome con las torres de palés, sin que ninguno de aquellos mercenarios me viera. Al alcanzar la estructura, comencé a trepar por los travesaños que unían los pilares que formaban esta. Ascender sin ser escuchada no me costó demasiado, asomando mi cabeza al llegar arriba para comprobar la posición del matón que custodiaba la puerta. Se encontraba frente a esta, cerca de la barandilla delantera.

Desde mi posición, y con lo poco abierta que estaba la puerta, no podía ver qué sucedía al otro lado; pero al menos sí pude encaramarme a la plataforma fácilmente sin ser vista. Volví a sacar mis bastones, pues había tenido que guardarlos para trepar, y comencé a acercarme al mercenario dispuesta a dejarle K.O., pero por desgracia, el suelo metálico crujió bajo mis pies; alertando a aquel tipo. Le ataqué con rapidez, asestándole sendos golpes en la cabeza, pero su cuerpo al caer hizo demasiado ruido, haciendo que los matones de abajo se percataran de mi presencia y dejaran lo que estaban haciendo para ponerse la máscara y acudir en mi busca.

Por un momento pensé en huir hacia adelante: avanzar atravesando aquella puerta e improvisar, pues carecía de tiempo, pero no podía jugármela de aquella manera. Aquellos dos tipos me habían visto, y era necesario silenciarlos. Así, me acerqué hasta el final de las escaleras dispuesta a hacerles frente. Quise hacer uso de uno de mis bastones para asestarle un fuerte golpe en la cabeza al primer matón en llegar, pero no logré darle. Por ello, decidí darle una patada en el estómago con la esperanza de poder derribarle y que cayera escaleras abajo, pensando en quizás, con suerte, terminara tirando también a su compañero; sin embargo, la suerte no parecía estar de mi lado…

Es una de las máximas que todo buen instructor de combate debe decir a sus alumnos, al prepararles para lo que se les viene encima: da igual lo preparado que estés, porque el combate es puro caos. Una buena formación, una adecuada forma física, la experiencia... todo eso otorga más probabilidades, pero no garantiza nada. Hasta el mejor del mundo puede perder. Hasta el más inútil puede tener un golpe de suerte.

Por ello, el primero de los dos matones que se abalanzan contra ti ascendiendo las escaleras, resulta ser el más afortunado del mundo. Sin pretenderlo, evita ser golpeado por el bastón que lanzas hacia su cabeza, y al ir a impactar en su pecho con tu pie para arrojarle hacia atrás, buscando con ello hacerle caer por las escaleras junto a su compinche, su ímpetu y el hecho de que el suelo en que te apoyas resulte estar ligeramente pringado de algo resbaladizo hace que pierdas el equilibrio y caigas de espaldas. Y lo que es peor, con el impacto abres tus manos de forma instintiva, saliendo ambos bastones despedidos, rodando por aquella superficie metálica, lejos de tu alcance.

¡Quita de encima, wey! -grita el más atrasado de los matones, tratando de apartar al que le precede para alcanzarte- ¡Puta gringa disfrazada, mira lo que le ha hecho al colega!

¡Es mía! -Exclama el otro, con evidente acento oriental, ascendiendo hasta tu posición y propinándote dos fuertes patadas en el costado, que hacen crujir tus dientes al sentir lo que podrían haber causado de no llevar puesto tu uniforme protector. Por suerte, lo soportas sin problemas, aunque tu situación es tan precaria que no es momento para congratularte.

Si sólo hubiera fallado aquel segundo golpe, la situación no hubiera empeorado tanto, pero tuve la mala suerte de toparme con algo resbaladizo en el suelo; cayendo de espaldas. El duro golpe que me di no fue nada en comparación con perder mis bastones, y es que el impacto provocó que abriera mis manos, quedándome desarmada.

Los bastones rodaban lejos de mí mientras los dos matones se peleaban por darme alcance. El oriental llegó primero hasta mí, dándome dos fuertes patadas. Apreté mis dientes ante los impactos, los cuales logré resistir gracias a mi uniforme, no tardando en reaccionar.

Me giré hacia el otro lado, levantándome con pasmosa agilidad. Recuperar mis bastones era una opción, pero aquellos matones estaban haciendo ya demasiado ruido, tenía que librarme de ellos cuanto antes. Así, lancé un puñetazo a la cara del tipo que me había pateado, dispuesta a darle otro si no lograba noquearlo a la primera. De lograr esto, aquel segundo golpe iría a parar a su compañero.

Para sorpresa absoluta de los dos matones, que se las prometen ya muy felices al haberte visto caer al suelo perdiendo tus armas, te pones en pie casi inmediatamente gracias a tu gran agilidad y entrenamiento. Los dos matones, que ya se apresuraban para echarse encima de ti, se quedan paralizados al verte alzándote ante ellos, y en ese instante de confusión el primero de ellos recibe un puñetazo en medio del rostro. Sientes su tabique cediendo dolorosamente ante tu puño, pero no te detienes, sino que golpeas igualmente al segundo de ellos, que trata de evitarte demasiado tarde. Golpeas con un gancho su mandíbula, y puedes ver a través de su máscara cómo sus ojos quedan en blanco.

Tan sólo ha sido un instante, un breve suspiro, pero ambos matones se encuentran a tus pies sobre esa plataforma de metal, inconscientes. Tu corazón bombea a cien por hora, y tu respiración tardará en recuperar la normalidad. Eres consciente de que las cosas han estado a punto de ponerse realmente feas, y que sólo en el último instante has logrado encauzar lo que podría haber sido un desastre.

Ahora sólo queda recoger tus bastones y...

¡Eh! ¿Qué tal todo por ahí? -Se oye al otro lado de la puerta entreabierta, apenas una rendija por la que cabría un puño. Sin embargo, la voz suena lejana, como a varias decenas de metros de distancia. La voz carece de acento reconocible, al contrario que los dos matones que acabas de tumbar. Y viene acompañada de pasos que se acercan.

Me muevo con la moto por las zonas oscuras del muelle, intentando no hacer demasiado ruido. Incluso a veces si me parece detectar algo interesante me desplazo con el impulso anterior para luego acelerar un poco y alejarme si no es nada. He de tener mucho cuidado, esta visita es más de observación que de ataque. Atacar ahora sin tener información podría ser mortal para mí por mucho chaleco antibalas que lleve encima. 

Sigo echando un vistazo a ver si encuentro algo interesante...y esperando que no me encuentren a mí interesante.

Los muelles. El país está lleno de ciudades más pequeñas que aquella porción de Metro City, una jungla de hormigón y metal junto a la bahía, nudo comercial e industrial de la ciudad. El lugar resulta extraordinariamente extenso e intrincado, con multitud de caminos cruzados entre sí alrededor de los hangares y almacenes, algunos de los cuales están junto al agua para la recepción y carga de mercancías de los barcos, mientras otros funcionan como centros de distribución y almacenaje.

Caminar por el lugar se vuelve una tarea titánica, extraordinariamente larga y cansada. Cada calle es similar a la anterior, hasta el punto de reconocerlas en función de los hangares que están funcionando o no a estas horas intempestivas. Sin embargo, por más que buscas no logras dar con la más mínima pista que delate una actividad inusual.

Hasta que, por pura fortuna, ves algo raro.

Te encuentras en una larga calle de los muelles, con almacenes aparentemente vacíos a ambos lados. Los de la izquierda parecen dedicados al almacenaje, mientras los de tu derecha se encuentran a orillas del agua y algunos cuentan con embarcadero de mercancías. Un poco por delante de tu posición, una pasarela cerrada cruza desde uno de los hangares de la hilera de la izquierda a uno de los de la derecha. Es por encima del techo de ese puente que te parece ver algo, una sombra que se desplaza a gran velocidad, de izquierda a derecha. Tratas de enfocar mejor tu mirada a través de tu máscara, pero antes de poder reaccionar y acercarte un poco más, la sombra desaparece totalmente. ¿Qué era eso? Apenas has podido vislumbrarlo... Pero al acercarte, llegan a tus oídos ruidos del almacén de la izquierda, por cuyas ventanas apenas ves luz alguna, más que un leve resplandor. ¿Qué está sucediendo allí dentro?

Dejo la moto en una sombra a buen recaudo, preparada para salir cagando leches si fuera necesario. Luego con suma cautela me acerco al almacén poniendo al máximo los cinco sentidos y esperando cualquier ataque. Puede que la sombra que viera fuera un espejismo, incluso un gato...pero podría ser un asesino que está haciendo limpieza y mejor evitar meterme con un asesino cara a cara de momento. Seguramente él sea un experto y yo un primerizo.

Cuando estoy llegando al almacén busco alguna ventana desde la cual poder ver el interior, si no veo ninguna intentaré subir al techo y desde allí tener visión de lo que pasa dentro. Antes de entrar en una situación de combate, es preferible saber qué coño está sucediendo en el interior del almacén. No me gustaría entrar y recibir un balazo perdido o algo peor...un balazo bien dirigido.

Un golpe en mitad de la cara de uno de aquellos tipos, y uno en la mandíbula del otro, me permitieron dejar a ambos fuera de combate de forma bastante rápida. Cayeron en seguida, inconscientes, abalanzándome con rapidez en busca de mis bastones, los cuales recogí rauda antes de ponerme en guardia; mirando a un lado y otro de la pasarela.

Aquel sólo era un pequeño paso del largo camino que aún tenía por delante, habiendo estado mi rumbo a punto de desviarse y sacarme de la senda, algo que no podía permitirme por nada del mundo. Por absolutamente nada. Mi corazón latía sin parar y mi respiración se encontraba más que agitada, pero no me detendría por aquello.

Mi cuerpo trataba de volver a su ser mientras avanzaba, escuchando una voz al otro lado de la puerta que me impedía cruzar esta sin más. Estaba lejana, pero pronto escuché pasos, aquel tipo debía dirigirse hacia la puerta.

De un par de zancadas, me situé tras esta con mis bastones listos, aguardando a que el dueño de aquella voz accediera a la pasarela para poder enfrentarme a él por sorpresa. Otro peón más que tenía que retirar del tablero antes de moverme hacia la siguiente casilla.

El enfrentamiento, que por un momento has temido que se torciese, finalmente se solventa sin mayores consecuencias. Te apresuras a tomar de nuevo tus bastones y te aprestas a recibir un segundo asalto si es preciso, aunque pronto te percatas de que no será necesario. Ambos matones han caído y, por el momento, no serán un problema.

No así lo que se cuece detrás de esa puerta. La voz y las pisadas te indican que algo se acerca, alguien más bien. Por ello, te apresuras a situarte tras la puerta y te mantienes inmóvil y en silencio aguardando a que, quien se encuentre al otro lado, se acerque y se ponga a tu alcance. Los segundos, pues tan sólo pasan unos pocos de ellos, se hacen eternos, y en el transcurso de ese lapso tu corazón se acelera cada vez más. Pero finalmente, notas cómo la puerta se empieza a abrir. Te preparas para saltar sobre ese tipo en cuanto aparezca, tan sólo falta un instante...

Y sin embargo, la puerta se detiene, antes de abrirse del todo. Nadie aparece, o al menos no la cruza para ponerse a tu alcance. Entonces te percatas de algo, que justo delante de la puerta, al borde de la barandilla, se encuentra el cuerpo inconsciente del primer matón al que has dejado fuera de combate, el vigía. Y que, por lo tanto, quienquiera que haya entreabierto esa puerta ya debe haberlo visto.

¿Pero qué...? ¡MIERDA! -Exclama la voz, desde el otro lado, retumbando en el lugar con un ligero eco- ¡Avisa a los demás! ¡Tenemos compañía!

Había decidido ocultarme tras aquella puerta, a la espera de que quien se acercaba la atravesara para dejarle así fuera de juego. Así lo hice, manteniéndome quieta y en silencio, pero no resultó ser suficiente.

Mi corazón se aceleraba mientras las pisadas se acercaban a mí, aguardando el momento de asaltar a aquel matón. Entonces la puerta comenzó a abrirse, pero aquel golpe que preparaba no llegó a caer sobre su destinatario. Nadie atravesó la puerta, y en ese preciso instante, me percaté de algo.

No, Mierda...

El cuerpo del primer tipo que había noqueado era visible a través del hueco de la puerta, y el matón que se había a acercado hasta ella en seguida dió la voz de alarma. Debía ser rápida, muy rápida.

Salí de detrás de la puerta y afronté el umbral, queriendo encararme a aquel tipo. Trataría de golpearle en la cabeza con uno de mis puños para dejarle inconsciente, haciendo uso de un segundo golpe de ser necesario, y así poder continuar hacia delante. Debía atravesar aquella puerta y encontrar con rapidez al compañero al que había avisado, antes de que este advirtiera a nadie más de mi presencia.

Tras ocultar tu motocicleta, te acercas al almacén de la izquierda de esa pasarela sobre la que te ha parecido ver algo sospechoso. A un costado del edificio hay un callejón estrecho, no demasiado largo, pero extremadamente alto. Los muros a ambos lados cubren toda la altura de la fachada del almacén, hasta quedar cubiertos por el mismo techo que éste, lo que impide que el callejón se moje en los días de lluvia. En el muro de la derecha, una escalera de emergencias de metal forjado asciende hasta el tejado, quedando a cierta altura su primer tramo, tanto que sería imposible alcanzarla salvo empleando los contenedores de basura que hay apoyados contra el muro como apoyo antes de saltar.

Te acercas a esos contenedores, descubriendo con sorpresa que, justo en el espacio entre ellos, descansa inconsciente una persona en el suelo. Viste vaqueros y una chupa militar, y su rostro está cubierto por una familiar máscara, negra y amarilla. Algo te dice que estás en el buen camino, pero también... que alguien se te ha adelantado. ¿El enemigo de tu enemigo es tu amigo, o el rival de tu enemigo es tu enemigo también? No lo sabes, por el momento.

Te dispones a inspeccionar el cuerpo, cuando una voz te sobresalta. Proviene de las alturas, por encima de ti, probablemente de la propia pasarela. "¡MIERDA, avisa a los demás, tenemos compañía!", oyes decir, y de forma instintiva saltas sobre uno de los contenedores y te encaramas hasta alcanzar la escalera, ascendiendo por ella a gran velocidad, saltando las barras que hacen de escalones de tres en tres.

En poco tiempo estás en lo alto de la escalera, prácticamente a la altura de la pasarela, oculto por las sombras de la noche al no haber iluminación que alcance la zona en que te encuentras. Desde tu posición puedes ver que, al otro extremo de la pasarela, junto a una puerta de acceso al almacén del otro lado de la calle, hay otro tipo enmascarado, de negro y amarillo, y que se dispone a sacar un arma del interior de su chaqueta. No parece que te haya visto, sino que tiene su mirada puesta en el otro extremo de la pasarela, como si hubiera alguien al otro lado del muro en que se apoya la escalera, al tiempo que grita: "¡INTRUSOS!"

Alguien a quien quiere cargarse, o de quien quiere defenderse. Alguien por quien considera necesario avisar a los compañeros de los que, según parece, dispone en ese almacén.

Sorpresa, velocidad y contundencia. Conoces perfectamente lo demoledora que resulta esa combinación. Llegar cuando no se te espera, moverte antes de que reaccionen, y golpear tan duro que no sea necesario un segundo golpe. Eso haces con el matón, a quien golpeas con tal fuerza en un primer envite que, a pesar de que le propinas un segundo golpe para asegurar tu victoria, está inconsciente antes de que éste le alcance. Su cuerpo se desploma como un peso muerto, emitiendo ese sonido seco que tan bien conoces, pero no has logrado hacerlo antes de que su voz alerte a su compañero.

De hecho, al asomarte puedes comprobar finalmente dónde se encuentra, y te das cuenta de que es un verdadero problema. Un tipo también cubierto por esa máscara bicolor se aposta justo al otro extremo de la pasarela, a una distancia considerable. Tanto, que sabes que te resultaría imposible alcanzarle antes de que tenga tiempo de reaccionar. Y ya está reaccionando, pues puedes ver cómo se abre la chaqueta para sacar un arma de su interior, al tiempo que grita.

¡INTRUSOS!

Me mantengo en silencio y escondido, tengo buena panorámica y desde mi posición puedo estudiar la situación con cierta tranquilidad. El "dos caras" caído me indica que hay otra persona interesada en ellos, y viendo que estaba tirado en el suelo parece que quiere verlos muertos o heridos lo que alinea a esa persona con mis intereses a corto plazo. Desde mi posición no puedo verla pero llegado el momento sí que puedo echarle un cable.

Saco una flecha de mi carcaj y me preparo para apuntar al enemigo visible pero de momento no realizo ninguna acción más, quiero ver primero a ese desconocido y luego valorar qué acción tomar. Si son bandas rivales podría dejar que se mataran entre ellos y eso facilitaría mi trabajo, unos cuantos cadáveres me ahorrarían flechas y luego podría acabar con los restantes de una manera silenciosa y sencilla para poder inspeccionar los cadáveres y sacar unos dólares y material para seguir la lucha.

Vamos a ver cómo se desarrolla la situación...quien sabe si podría encontrar a algún aliado o si es una guerra entre bandas que podría utilizar para crear un poco de caos...y hacer que se maten entre ellos como en Yojimbo. Y luego si todo va bien me iré a echar una partida larga de Total War Warhammer Fantasy en mi ordenador mientras me tomo un buen tazón de leche con cacao antes de dormir unas cuantas horas...

Sonrío en la oscuridad pensando en que puede que al final la noche sea la hostia de productiva. Algo es algo.

Me deshice rápidamente de aquel primer matón, entrando igualmente rápida por la puerta, con la esperanza de que las cosas continuaran saliendo bien. Alcanzaría al compañero al que había advertido, le silenciaría, y la cosa quedaría ahí. Pero no. No iba a ser tan sencillo. Y cada segundo que pasaba era un segundo más en el que mi pequeña se encontraba en peligro.

Alejé ese pensamiento de mi mente de forma casi automática. No podía permitirme pensar en ella, no ahora, debía reaccionar. El tipo que había sido alertado se encontraba demasiado lejos de mí, y antes de que pudiera hacer nada ya estaba advirtiendo de mi presencia. Para colmo, el enmascarado parecía a ir a sacar un arma de su chaqueta.

Decidí retroceder, esquivando la trayectoria del posible disparo si era necesario y resguardándome tras la puerta, pero tan sólo momentáneamente. No podía detenerme mucho allí, ni adentrarme en aquel lugar sin saber cuántos matones más aparecerían, así que decidí buscar otra forma de llegar al otro lado; una ruta alternativa que quizás pudiera proporcionarme las escaleras de emergencia que había visto en el exterior y que llevaba al tejado.

El brillo del arma que ese matón está a punto de sacar te disuade de continuar con tus planes. Eres consciente de que se encuentra demasiado lejos, que cuenta con toda la ventaja, y a pesar de la premura que sientes en tu interior debido al peligro que tu hija corre, no pierdes la perspectiva. La prudencia debe guiar tus pasos, o de lo contrario, si tú caes... ¿quién salvará a la pequeña Lis?

Detienes súbitamente la carrera que has iniciado, girando bruscamente para retroceder sobre tus pasos y buscar la protección de la puerta. Estás segura de que habrá otra ruta que seguir, si esa pasarela queda bloqueada. Sin embargo, te das cuenta también de que ese movimiento te ha pillado muy a contrapie, y vas a tardar más de la cuenta en poder asegurar tu posición. Y ese tipo ya está sacando su arma...

Tu posición en la escalera te permite disponer de una visión casi completa de ese puente, esa especie de simple pasarela de metal con techumbre forjada, y al fondo de la misma, de ese tipo enmascarado que se dispone a sacar un arma. Unos pasos apresurados te indican que hay alguien al inicio del puente, pero no alcanzas a verlo. Tan sólo, justo por el borde del muro, te parece ver un mero atisbo de unas ropas, ¿o tal vez pelo? Crees ver algo anaranjado, aunque sucede todo tan rápido que podría ser casi cualquier cosa.

Sin embargo, sea quien sea quien se encuentra ahí, no avanza, sino que más bien parece que retrocede. Tal vez se haya dado la vuelta al ver que el matón va armado, pero ¿acaso alguien vendría aquí sin tener también un arma? Por un momento, deseas que no se trate de un crío que se ha metido en el lugar equivocado por una simple gamberrada. No sería el primero que sufre las consecuencias de una ciudad que no tiene piedad con quienes cometen el error de acercarse demasiado a los asuntos de los delincuentes que campan a sus anchas por Metro City.

Lo que sí sabes, lo ves perfectamente, es que ese matón va a sacar una pistola y disparar. No se lo va a pensar, porque esos cabrones nunca piensan. Son un cáncer para la ciudad y sus habitantes de bien, y sea quien sea a quien tienes al otro lado del muro, va a dispararle sin miramientos. Sabes que serías capaz de impedirlo, que eres más rápido, que la flecha apoyada en la cuerda de tu arco podría volar hasta él antes de que dispare.

La cuestión es ¿te interesa hacerlo, sin saber a quién salvarías?

Lo sigo apuntando con el arco, y decido que mejor me lo cargo. Así al menos limpiaré algo la ciudad en esta noche. Me tomo mi tiempo mientras avanza, disfrutando de cada segundo mientras lo tengo en mi punto de mira o mejor dicho punto de flecha. Cuando veo que se acerca demasiado disparo sin contemplaciones.

Limpiaré la escoria de esta ciudad... Recuerdo la promesa que hice y no pienso fallar, eso es lo que me digo cuando suelto la cuerda de mi arco y veo que la flecha sale volando hacia su objetivo esperando acertarle de lleno tras un rato apuntándole.

Tras disparar la primera con rapidez cojo otra flecha de mi carcaj y la cargo de nuevo tensando la cuerda y preparándome para un segundo disparo si fuera necesario, si veo otro objetivo no lo pensaré demasiado...

Apenas cuentas con tiempo de reaccionar, te sabes vendida, y tan sólo rezas por que ese tipo no disponga de una buena puntería. Tal vez, a esa distancia, falle uno o dos tiros antes de que te de tiempo a ocultarte. Mientras te giras, dispuesta a correr, le ves extraer su arma y apuntarte, y esperas oír la detonación de un momento a otro.

Pero la detonación no llega. En su lugar, oyes a lo lejos a tu espalda un gorgojeo y, al mirar, ves al tipo soltando la pistola y llevándose las manos al cuello, donde se encuentra alojada una larga vara recta con plumas en su extremo. ¿Una... flecha? El matón cae de rodillas, intentando infructuosamente respirar, hasta que se desploma de espaldas, quedando la flecha casi vertical saliendo de su cuello.

Y el silencio parece adueñarse del lugar.

No te lo piensas más, dispuesto a limpiar la ciudad de la lacra que suponen todos y cada uno de los delincuentes como ese que tienes delante. Le ves extraer su arma y apuntar, a punto de oírse la detonación de un momento a otro.

Pero la detonación no llega. En su lugar, lo que resuena en el silencio de la noche es un gorgojeo cuando, tras disparar, ves al tipo soltando la pistola y llevándose las manos al cuello, donde se encuentra alojada certeramente tu flecha. El matón cae de rodillas, intentando infructuosamente respirar, hasta que se desploma de espaldas, quedando la flecha casi vertical saliendo de su cuello.

Y el silencio parece adueñarse del lugar.