Partida Rol por web

La estrategia para salir y entrar de su propia casa es algo que Melissa tiene bien pensado desde el mismo día en que se decidió a buscar la Justicia en las calles de Metro City al margen de lo que las leyes, retorcidas hasta la más absoluta corrupción, permiten. Por ello, no le resulta complicado acceder a su propio piso dejando el vehículo en el callejón trasero y ascendiendo a través de las escaleras de emergencia exteriores del edificio. Compartir la vivienda con su propio hermano no es algo que facilite las cosas, pero alguien como ella cuenta con trucos de sobra para despistar a Gary, por lo que a través del teléfono móvil le resulta sencillo jugar con las luces y el televisor, haciendo que, en caso de encontrarse Gary en casa, se vea obligado a acudir a comprobar qué sucede.

Sin embargo, es cuando la justiciera se acerca a la ventana de su cuarto que algo la sobresalta. El pestillo, trucado para poder ser abierto desde fuera conociendo el modo, se abre repentinamente cuando Misery se encuentra casi alcanzándolo con la mano. La ventana se desliza bruscamente hacia arriba, y un rostro familiar asoma por él, con gesto congestionado.

Quien así se asoma no es otro que el hermano de Melissa, Gary, quien la mira como si la presencia de una mujer vestida como una justiciera no fuera una sorpresa para él. Muy al contrario, más allá de un instante de duda mientras la mira de arriba a abajo, lo que hace es sacar la mano por la ventana apurándola con gestos para que entre.

¡Vamos, date prisa! -Te exhorta luchando por no alzar la voz- ¡Ethan está a punto de llegar con Liss! ¡Maldita sea, Mel, este juego tuyo ha llegado demasiado lejos!

El mayor problema de regresar a casa era sin duda que Gary pudiera encontrarse en el interior, pero por fortuna mi treta de entretenerle en otro lugar del piso parecía ir a funcionar, o al menos eso pensé al escuchar a lo lejos el ruido de la tele.

A punto estaba de abrir la ventana que me permitiría entrar cuando fue esta la que se abrió, sobresaltándome con ello. En seguida pude comprobar que se trataba de Gary, quien a pesar de mostrar algo de duda durante un segundo, no parecía sorprendido. Aún sin haber sido capaz de reaccionar, vi cómo mi hermano me tendía la mano, instándome a darme prisa y recriminándome lo que él parecía creer que era un juego.

Lo sabe. Maldita sea... ¿Desde cuándo?

Tomé su mano rauda y me ayudé de ella para entrar, cerrando la ventana tras de mí al estar ya dentro de casa.

- No es ningún juego, Gary. - me quejé mientras me quitaba las gafas, metiéndolas en una caja que aparentemente sólo servía para guardar pinzas de la ropa, procediendo tras ello a descalzarme. - Tu estás bien, ¿no? - quise que me confirmara a pesar de que así parecía ser, pues aún tenía en la cabeza aquella imagen suya al borde del desmayo.

Levanté algo de ropa sucia de uno de los cestos y metí ahí mis botas, cubriéndolas antes de disponerme a salir del cuarto de la colada rumbo a mi habitación, donde buscaría algo que ponerme sobre el traje.

- ¡Baja el volumen de esa tele! - le pedí corriendo ya por el pasillo, mientras desconectaba el "juego de luces" que había activado desde el móvil.

Mi hermano no me respondió mas que con un nervioso asentimiento de cabeza, preguntándome qué se escondería tras este, pero no había tiempo para eso ahora. Mientras Gary se ocupaba de la tele y de la puerta, me apresuré a adoptar un aspecto que no llamara la atención, terminando por recoger mi cabello tras ponerme el pijama y la bata.

De vuelta en el pasillo, me acerqué a la entrada, viendo cómo mi pequeña abrazaba a su pelirrojo tío. Al verme se sorprendió, mostrándome un rostro lleno de alegría mientras corría hacia mi. Parecía feliz, aunque pudiera resultar extraño con todo lo que había pasado, pero así era. Liss estaba demostrando una vez más ser increíblemente fuerte, y su felicidad no sólo provocó la mía, sino que me hizo sentir increíblemente orgullosa.

Abrí mis brazos y me agaché para recibirla, abrazándola con fuerza y dando las gracias por haber podido escuchar aquel “Mami” otra vez. Mis ojos habían comenzado humedecerse cuando mi pequeña se separó repentinamente de mí, relatándome entonces lo que había sucedido. Estaba emocionada, como si todo lo que le había pasado no fuera más que una inofensiva aventura.

- Tranquila, hija. - reí suavemente, logrando contener las lágrimas a duras penas.

Alcé mi rostro al escuchar a Ethan, quien se había quedado callado hasta entonces cerca de la entrada. No parecía tener intención de quedarse mucho tiempo, y así fue, anunciando que tenía una pista y advirtiéndome que tendríamos que hablar del arquero.

- Mantenme al tanto, por favor. Y gracias. - le dije antes de que saliera, esbozando una media sonrisa un tanto triste.

Por un momento, viendo el modo en el que Gary cuidaba de su sobrina, pareció haber vuelto todo a la normalidad. Sin embargo, aquellas palabras que le dedicó, junto a su mirada; terminaron revelándome lo que podía estar pasándole a mi hermano. Me pareció ver un claro sentimiento de culpa en sus ojos, uno que no debía tener.

- ¿Leche? Y unas galletas de chocolate, ¿no? - me uní a la conversación con tono alegre. - Sí, ya sé que no se comen galletas por la noche, pero hoy haremos una excepción. - le advertí a mi pequeña con una sonrisa, pues cansada de repetirle aquello ya me la imaginaba recordándomelo. - Y le daremos un más al tío Gary, ¿vale? - añadí, mirando tras ello a mi hermano. - Por cuidarnos siempre tanto, y para que no olvide lo mucho que le queremos. - le sonreí, acercándole a mí sujetándole por los hombros y dándole un beso en la mejilla. - ¿Abrazo familiar? - pregunté de repente, dispuesta a estrujar a ambos.

Con la silenciosa promesa por parte de Ethan antes de marchar, el piso se ve impregnado de cariño en un abrazo sentido y lleno de emociones. Gary parece sentir la indirecta de su hermana, a punto de sucumbir al llanto hasta que la pequeña Liss empieza a repartir besos a ambos. La niña está sobreexcitada, algo que obviamente no durará mucho.

Rápidamente comienza la tarea del baño, tirando prácticamente su ropa, demasiado maltratada tras una noche de pesadilla. Los primeros chapoteos de Liss en la vañera los hace explicando a demasiada velocidad cómo se sumergió en el agua del puerto en brazos del "hombre de la estrella", como empieza a llamarle. Si embargo, a medida que el calor del agua logra adueñarse de ella, la niña empieza a dar muestras del extremo cansancio acumulado.

Para cuando se encuentra en la cocina, sentada frente a un vaso de leche caliente y unas galletas, la niña ya da cabezadas como si pudiera quedarse dormida sobre la mesa en ese preciso instante.

Y hablando de instantes, Melissa mira su reloj, comprobando el tiempo que ha pasado desde que se separase de los otros dos justicieros. Parece el momento de decidir si acudir a esa cita, tal como había decidido en un principio, o quedarse en casa cuidando de su familia.

Me alegró ver que mis palabras calaban en mi hermano, esperando que estas le ofrecieran consuelo y apartaran de su mente cualquier idea errónea que se hubiera abierto paso durante aquella noche. No éramos culpables de lo que le había pasado a Liss, los únicos culpables eran aquellos terroristas, y en cualquier caso, la responsable de la seguridad de mi hija era yo. Si alguien se había equivocado aquella noche, era yo.

No podía saber cómo terminaría afectando todo aquello a mi pequeña, quien aún sufría pesadillas de manera ocasional por lo que le había pasado a su padre, temiendo por lo que a mi me pudiera pasar; pero por lo que podía ver hasta el momento, llevaba demasiado bien lo sucedido, siendo quizás eso lo que más me inquietaba.

Tras aquel abrazo tan especial y las carantoñas de mi pequeña, terminamos los tres en el baño, escuchando cómo Liss nos hablaba nuevamente de lo que había vivido; aún demasiado alterada mientras chapoteaba en la bañera. Pero terminó teniendo que dejar a un lado sus aventuras con el “hombre de la estrella”, comenzando a ser vencida por el cansancio.

Este continuó haciendo estragos, y cuando llegó el momento de la leche con galletas, mi hija ya se quedaba prácticamente dormida sobre estas. Miré el reloj, dándome cuenta del tiempo que había pasado desde que regresara a casa, y quitando a mi pequeña el trozo de galleta que tenía en la mano, terminé cogiéndola en brazos para llevarla a su habitación.

- La acostaré. - le dije a Gary antes de llevarme a Liss a su cuarto, donde la metí en la cama encontrándose ya prácticamente dormida.

Bajé la luz y me eché a su lado, acariciando su cabello hasta que terminó venciéndole el sueño, sin que mi miraba pudiera separarse de aquel inocente rostro. Sonreía al pensar que podría quedarme horas mirándola, como cuando recién nacida la pusieron en mis brazos por primera vez. Aquel día prometí cuidar siempre de ella, prometí que nada malo le pasaría jamás, y no había podido cumplirlo...

Me sentí tentada a quedarme allí, a permanecer a su lado hasta el día siguiente por si me necesitaba. Pero se encontraba bien, estaba a salvo, y la posibilidad de descubrir quién era esa gente tras la que había estado Aidan me instaba a irme. Puede que no tuviera la mayor importancia lo que pudiera averiguar, pero en cierto modo, cuanto menos sería como cerrar uno de los casos que había dejado abiertos. Sentía que debía ir, ir a descubrir quiénes eran esas personas, se lo debía a Aidan. Se lo debía por todo lo que me había querido, pero sobre todo, por haberme dado lo más bonito que nadie me había dado jamás: nuestra hija, a quien había protegido hasta las últimas consecuencias.

Además, no serían más que unas horas. Tras aquella noche todo cambiaría. Seguramente me llevara algunos días preparar lo necesario, pero podríamos irnos de aquella ciudad y alejarnos de la oscuridad que envolvía Metro City.

Terminé por levantarme, dándole un beso en la frente a mi hija antes de separarme completamente de ella, diciéndome a mi misma que tan sólo serían unas horas. A hurtadillas, apagué la luz y salí de la habitación, dispuesta a decirle a Gary que debía ausentarme ante de volver a prepararme y salir de allí.

Me va a matar...

Te voy a matar. -Haciendo realidad sus peores temores, Melissa comprueba la reacción de su hermano al descubrir su intención de salir de nuevo, dejando a Liss a su cargo.

Sin embargo, Gary no parece enfadado, ni mucho menos. Sorpresa y preocupación se adueñan de su ánimo a partes iguales, junto a una evidente incapacidad para comprender lo que sucede. Y sin embargo, es un paz de mostrarse duró ni firme con Melissa, especialmente con todo lo que él mismo ha fallado a su familia, así como a sí mismo.

¿Con todo lo que ha pasado... y te marchas? -Pregunté consternado, casi dolido- Mira, no he dicho nada hasta ahora, y he tratado de cubrirte y ayudar con Liss todo lo que he podido, y te agradezco en el alma que me hayas acogido en mi peor momento, de verdad. Pero ¿de verdad te parece que ésto está bien? Han secuestrado a Liss esta noche, deberías quedarte a su lado. ¿Qué hay ahí fuera que sea tan importante como para jugarte la vida de esta forma? La venganza no cuidará a tu hija...

Sí, una noche muy larga. Demasiado, pero una niña está a salvo. Eso es lo único con lo que me quedo.

- Nuevo aliados...no suena mal. - le digo a Armour - Espero que sean hospitalarios y no les dé por ponernos a prueba. Ando corto de flechas en estos momentos... - digo sonriendo ya que realmente ya no tengo ninguna - Debo cargar más la próxima noche que salga a cazar. Y agregar alguna que otra sorpresa, esta noche he visto que a veces será necesario más potencia de fuego y sobre todo más capacidad destructiva. 

Me sitúo al lado de mi moto, preparado para ir a inspeccionar la zona del encuentro.

- Si quieres para inspeccionar la zona hacemos lo mismo que ahora, tú en las sombras y yo como diana andante. Es mejor no correr riesgos aunque sean aliados...

Al fin y al cabo mi capacidad de combate ahora mismo era menor, sirvo más de otra forma y es siendo la avanzadilla.

Al reencontrarme con Gary, su respuesta no distó mucho de la que había imaginado, siendo el tono empleado el que llamó mi atención. No parecía enfadado por mi decisión, mostrándose más bien preocupado y desconcertado.

Pero aquella respuesta inicial no fue todo, y pronto mi hermano prosiguió, mostrándose dolido por mi intención de marcharme y cuestionando mi decisión. Aquello me dolió, pero en el fondo, comprendía lo que quería decir; comprendía que desde fuera pudiera resultar inexplicable lo que hacía, tanto aquella noche como aquellas otras noches que salía a escondidas de mi propia casa, pues Gary dejaba claro que tampoco entendía aquello.

No puedo culparles por no entenderlo.

- No se trata de venganza, Gary. - respondí afligida. - Sólo intentaba proteger a mi hija... - mis palabras no debían terminar ahí, pero sentí cómo se me hacía un nudo en la garganta, y paré un instantes antes de abordar otra cuestión. - Me gustaría quedarme con ella, pero hay un sitio al que debo ir. Quizás sea una estupidez por mi parte, pero se lo debo a alguien. - afirmé, tratando de mantenerme calmada.

La idea de obtener nuevas alianzas no parecía desagradar al arquero, y es que no hacía falta ser un estratega de renombre para darse cuenta del gran problema al que nos enfrentábamos. Nos enfrentamos a un enemigo en clara y aplastante superioridad numérica, lo que convertía nuestra causa en una guerra de guerrillas. Golpear rápido y desaparecer. De hecho, hasta aquella noche estaba completamente convencido de estar absolutamente sólo en esa cruzada, y de pronto parecía contar con dos valiosos aliados.

Aunque, sinceramente, no me sentía cómodo con la idea de que uno de ellos se arriesgase en aquella lucha.

Tampoco yo voy sobrado de balas, la verdad. -Tuve que reconocer, con un gesto de fastidio- Lo cierto es que hemos ido bastante justos de equipamiento, y no creo que vayamos a tener nunca suficiente. Tenemos en frente a una tropa demasiado numerosa como para combatirla en campo abierto. -Me di cuenta de que estaba utilizando terminología demasiado militarista, lo que encajaba con la imagen que ofrecía pero tal vez no dejaba claro lo que pretendía dar a entender- No creo que nunca podamos hacer frente a las bandas de esta ciudad abiertamente, de frente y a las bravas. Necesitaríamos dar... golpes precisos, quirúrgicos, ¿entiendes? Interceptar cargamentos, eliminar fuentes de financiación, sacar de la ecuación a determinados y vitales miembros de sus organizaciones... Acabar con sus matones no sirve de nada. De donde los sacan, siempre habrá más. Pero si dejan de tener con qué pagarles... -Me encogí de hombros, mirando a nuestro alrededor- Pero para ese tipo de estrategia necesitamos información, saber dónde golpear.

Montaraz quiso plantear una estrategia de acercamiento para el punto en que habíamos sido citados. Me parecía arriesgado, y sobre todo no veía necesario que siempre fuera él quien se expusiera. Parecía ser un rasgo de su personalidad.

Preferiría hacer una batida por los alrededores antes, controlar un poco el perímetro. -Sugerí- Podríamos observar desde los tejados circundantes, tenemos tiempo antes de que Misery nos alcance. Una pena no contar con unos prismáticos, otra cosa que podríamos apuntarnos para próximas veces. Tampoco estaría mal contar con algún sistema de comunicaciones cuando trabajemos juntos.

La respuesta de Melissa no parece convencer demasiado a su hermano, que tuerce el gesto con incredulidad. Sí, esta noche la justiciera ha salido para rescatar a su hija, pero... ¿y las noches anteriores? Gary parece al tanto de las excursiones nocturnas de su hermana desde hace tiempo.

Sin embargo, la expresión del rostro de Gary se suaviza ligeramente al oír los motivos por los que Melissa necesita salir, a pesar de declarar no desearlo. Con algo de tristeza, baja la mirada y termina por suspirar.

¿A ese que le ha llevado a Liss a Ethan? -Pregunta finalmente- Me llamó para contarme que la traía, y dijo que se la había entregado un... justiciero. Un loco con un arco, fueron sus palabras textuales, así que supuse que no eras tú. Amigo tuyo, supongo. -Razona en voz alta, volviendo a mirarte- Espero que, sea quien sea, puedas fiarte de él. La verdad es que, si vas a seguir haciendo locuras por ahí, me alivia un poco saber que no estás sola... que alguien te cubre las espaldas, ya que yo no puedo...

No me gustó la manera en la que mi hermano reaccionó ante mi escueta explicación, pareciéndome advertir incredulidad en su rostro. Sin embargo, no dijo nada al respecto, y yo tampoco quise hacerlo; lo haría, en algún momento, pero no en aquel. No tenía fuerzas para eso ahora. Bastante me costaba ya tener que separarme de mi hija después de todo lo que había pasado.

Algo cambió en él cuando le hablé del por qué de aquella salida, terminando por preguntarme con un deje de tristeza si era a Montaraz a quien debía aquello. Ethan le había hablado de él, por lo que contempló que mi “deuda” era con el arquero, suponiendo que este sería amigo mío; algo que parecía ser un alivio para él.

- No digas eso, Gary. - le pedí a mi hermano cuando explicó el por qué el que contara con alguien como Montaraz sería un consuelo para él, teñida también mi voz de tristeza. - Tu me cubres las espaldas todos los días, todo esto habría sido mucho más difícil sin ti. Y no me refiero a mis escapadas nocturnas. - No, no era eso de lo que hablaba, y mi hermano lo sabía bien; en numerosas ocasiones le había agradecido todo lo que hacía por Liss y por mí, aunque nunca podría agradecérselo lo suficiente. Afrontar la vuelta a una rutina en la que faltaba mi marido hubiera sido muchísimo más difícil sin él. - Hablaremos con más calma de todo eso, ¿de acuerdo? - le dije antes de abrazarme a él, pues no tenía ni tiempo ni ánimo para continuar tratando aquellos temas en ese momento. - No me esperes despierto, descansa, por favor. - le pedí al separarme de él. - Ha sido un día muy duro para todos...

Con aquella reflexión en voz alta, aguardaría a que mi hermano respondiera y le daría un beso en la mejilla a modo de despedida, tras lo cual volvería a prepararme para salir de casa por la misma ventana por la que había entrado y acudir a la reunión organizada por aquella misteriosa hermandad.

- Vayamos entonces, mejor hacerlo cuanto antes y la verdad prefiero estar haciendo algo que estar parado. Al menos en movimiento me siento más seguro, y puede que esto se llene de polis si el tío da el aviso. Y si hay polis...hay filtraciones... - digo pensando en que los Dos Caras querrán saber quiénes los han atacado esta noche. - El mercenario al que nos enfrentamos, el que dirige a los encapuchados es peligroso. Seguramente ya esté buscándonos y moviendo a los contactos que tengan en la ciudad y fuera de ella...mi perfil hasta ahora era muy bajo, no creo que encuentre mucho pero podría saber en qué zonas de caza me muevo. Es posible que tengamos que variar todos nuestras rutinas y no hacer lo mismo durante un tiempo.

Pensé unos segundos en las posibilidades de localizarme, mi primera acción fue relativamente cerca de casa. Pensando en que no actuamos cerca de nuestro hogar podría salvarme pero el problema es que piensen lo contrario. Siendo ellos usaría un halcón, ojos en el cielo. Los drones ahora están baratos y éstos tíos tienen pasta suficiente para conseguir alguno decente. Habrá que pensar en buscar un escondite secundario desde donde salir.

- Vayamos a conocer a esos mamíferos voladores y esperemos que no huela a trampa.

La conversación que Misery se ve obligada a tener con uno de los hombres importantes de su vida no es sencilla, pero tras ella logra ponerse de nuevo en marcha. Con su uniforme correctamente puesto y sus armas listas, la justiciera no tarda en retomar las calles asfaltadas de la monstruosa ciudad que acoge todo el mal y la corrupción posible, y que sin embargo ella y otros como ella están dispuestos a limpiar. Cuenta con una dirección, y la promesa de que no estará sola en el devenir de lo que aguarda en la noche. Y es que son muchas las incógnitas que aguardan en la oscuridad de Metro City, pero saberse apoyada por otros lo hace un poco menos duro.

Con la dirección en mente, no tarda en alcanzar los aledaños del barrio donde se afinca el lugar de la cita. Por fortuna, no le cuesta demasiado encontrar a los dos justicieros con los que ha quedado allí, ya que son éstos quienes le hacen gestos desde las alturas, acompañados de un simple silbido para atraer su atención. Ambos, Montaraz y Armour, se encuentran en la azotea de uno de los edificios circundantes, a la que han accedido a través de una escalera de emergencia exterior, de hierro forjado, tan habituales en la ciudad, muy especialmente en los barrios más humildes. Allí, a la sombra de un gran depósito de agua, elemento también característico del paisaje urbano de la urbe, ambos justicieros mantienen su atención fija en un callejón frente al edificio, al parecer el acceso a la dirección indicada.

Montaraz y Armour han pasado un rato vigilando el lugar desde la distancia, pero la estrechez del callejón y el ángulo en que se encuentra respecto a su posición hacen que sea difícil ver más allá de algunas decenas de metros en su interior. La noche se vuelve cada vez más cerrada, con el cielo encapotado y amenazando con comenzar a llover en cualquier instante, y lo cierto es que ambos justicieros no han logrado ver nada más sospechoso que la presencia de un excéntrico desconocido, aparentemente un indigente, sentado junto a la entrada del callejón sobre unos cartones, aprovechando el resguardo de una escasa tejavana. El hombre viste una camisa arrugada y desgastada, pantalones anchos y, por lo que han podido ver en la distancia, está descalzo. Curiosamente, lleva un sombrero y gafas de sol, en plena noche, como si fuera ciego. Nadie ha salido ni entrado de ese callejón en el tiempo que los justicieros llevan observando.

La primera gota de lluvia choca contra el escudo de Armour, antes de que Montaraz sienta otra golpeando su capucha.

Esta noche va a cambiar muchas cosas, y quizás aún cambie alguna más...

Con aquel pensamiento en mi mente, terminé abandonando mi casa dispuesta a acudir al lugar donde aquella misteriosa hermandad quería vernos. Me desplacé nuevamente en aquella motocicleta que no me pertenecía, y que en algún momento tendría que abandonar en algún lugar en el que no pudieran relacionarla conmigo. Pero eso ahora era un asunto menor.

No tardé mucho en alcanzar las inmediaciones del barrio en el que habíamos sido citados, y poco después de aparcar la moto, dispuesta a dirigirme a la dirección exacta; algo me lo impidió. Aquel silbido me hizo buscar a mi alrededor, viendo pronto cómo Armour y Montaraz me hacían señas desde lo alto de un edificio.

Buscando el modo de subir, no tardé en dar con unas escaleras de emergencia, por las cuales trepé ágilmente para terminar por dar con la azotea. Allí, los dos justicieros aguardaban a la sombra del depósito de agua.

¿Está empezando a llover?

- Me alegro de veros. - les dije al darles alcance, en un tono con el que quizás pudieran apreciar que aquello no era una simple frase hecha, sino que de verdad me alegraba que estuvieran allí; no solo habían hecho mucho por mi hija, sino que saber que estarían cerca durante aquella extraña reunión me procuraba cierta tranquilidad. - ¿Alguna novedad?

Lluvia lo que faltaba. Adoro la lluvia pero más cuando estoy tirado en mi sofá leyendo mientras tengo una chimenea reproduciendo en la pantalla de mi ordenador.

- Buenas Misery. - digo, aunque tengo ganas de comentar con ella cierto asunto lo dejaré correr de momento. No es el momento ni el lugar, además entiendo los motivos.  - Pues no demasiada novedad, el sitio parece solo habitado por un mendigo ciego, aunque claro podría ser una tapadera. - Normalmente solo pensaría que es un ciego, pero la adrenalina todavía sigue circulando por mis venas y no me fío de ninguna situación. Además el no tener flechas me está poniendo un pelín quisquilloso.

Miro a Armour que parece saber conocer más de despliegues militares y de trabajo como unidad que yo así que le pregunto empezando por un chascarrillo que empezará a ser común al referirme a él.

- Capi, ¿cómo quieres que entremos? ¿Me acerco primero yo mientras me cubrís?