Partida Rol por web

Constantinopla Nocturno - El sueño perdido

Noviembre de 1255 - Buda-Pest

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16/07/2014, 01:47
Director

Te sientes débil. 

No recuerdas exactamente cuánto llevas sintiéndote así. La noche y el día se confunden en medio del delirio de la fiebre, y no te sientes capaz de discernir qué es lo que ha ocurrido realmente durante las últimas jornadas y qué es lo que tu pobre juicio anhelante ha tenido a bien hacerte ver.

Lo último que recuerdas, es a él. Le viste entrar en tus aposentos, ¿o quisiste verle entrar? Tal vez en la antesala de la muerte, tu mente nublada ansiaba evadirse hacia donde con total seguridad se sentiría más dichosa. Como cuando soñabas que tu madre se sentaba a tu lado, mientras tu frente ardía. 

La diferencia radicaba en que sabías que tu madre estaba muerta. Y aquel hombre en cambio...

Sumida en aquel duermevela eterno, invadida por los estragos de la fiebre, notabas como unas manos cálidas acariciaban tu frente, humedeciéndola, disminuyendo la incandescencia de tu piel. 

Suspiraste de puro alivio y entreabriste los ojos, momentáneamente repuesta, para comprobar que una mujer entrada en años, de la que esta vez estabas segura, no era tu madre, se encontraba a tu lado— Descansa muchacha. El amo y yo cuidaremos de ti— te dijo, esbozando una cálida sonrisa. Y la seguridad de que el delirio no había emborronado tus últimos recuerdos te proporcionó la paz del descanso.

Te sumergiste de nuevo en el sueño, quizá el primero libre de pesadillas en mucho tiempo. No supiste cuánto tiempo estuviste sumida en la inconsciencia esta vez. Cuando despertaste, el suave olor perfumado y el frescor de tu ropa y de tus sábanas te hicieron comprender que alguien había estado cuidando de ti. Te sentías limpia, y tu piel había sido librada de la sequedad de las lágrimas que al derramarse de tus ojos, habían perecido en tu rostro, en tu cuello y en tu pecho. 

 

 

 

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16/07/2014, 02:46
Nabuk el Micaelita

El tacto suave de una mano fría sobre tu mejilla, te llevó de nuevo a entreabrir los ojos, permitiéndote descubrir que nuevamente estabas acompañada— Estás despierta...— escuchaste, y no te hizo falta ver su rostro. Sabías que era él. La suave cadencia de su voz varonil lo indicaba.

En aquel momento fuiste consciente de que tu cabeza descansaba sobre su regazo, y de que tu cuerpo, lánguido y aún enfebrecido, reposaba sobre el lecho, encogido sobre si mismo. 

La habitación se encontraba en penumbra, iluminada tan solo por la luz de la luna que se filtraba a través de los ventanales que en aquel momento se encontraban cerrados, protegiéndote del frío otoñal de Buda-Pest.

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16/07/2014, 02:48
Director
Sólo para el director

Notaste de nuevo el tacto frío de sus dedos, suave y reconfortante en aquellos momentos— Eres muy joven, Naida. Demasiado joven para que te ocurra esto. Y me habría gustado proceder de otra forma— se detuvo, como si meditase lo que debía decir a continuación— Me habría gustado tener más tiempo, para que estuvieras debidamente preparada, para que comprendieras lo que va a ocurrirte. Pero ahora... — dijo, sin terminar su frase, acariciando de nuevo tu piel — Ahora eres incapaz de entender lo que estoy dispuesto a ofrecerte. —alzaste el rostro, y cuando te encontraste con el suyo, esbozó una sonrisa. Una sonrisa que nació y murió en sus labios, pero que no llegó a sus ojos claros— La eternidad... ¿La deseas, Naida?

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16/07/2014, 12:40
Naida

En todo ese tiempo que estuvo delirando por la fiebre, Naida pensó sobre todo en su madre. Convencida de que se reuniría pronto con ella, le parecía verla continuamente. 

Madre, pronto estaré contigo... 

Lloró sin fuerzas, las lágrimas eran ácidas y habían quemado sus mejillas. Se sentía tan débil. Deseaba que todo aquello terminara pronto. No... No quiero morir. Madre, ayúdame.

En su delirio le vio a él y sintió la desesperación de no volver a verle. Alargó la mano, deseaba acariciarle, sentir su piel bajo el tacto de la yema de sus dedos. Pero cuando se acercaba, él se volvía humo y Naida volvía a quedar sola en esa febril oscuridad. Ayudadme, por favor... No quiero morir... Volvió a repetir en sueños.

Finalmente había abierto los ojos y una mujer bastante mayor le habló con dulzura. El amo... Volvió a cerrarlos con el eco de sus palabras en sus oídos y la sensación de que todo estaba mejor. Esta vez no tuvo miedo de que la oscuridad se cerrara en torno a ella. No recordaba qué había pasado pero ahora sabía que alguien cuidaba de ella.

Naida no era consciente del tiempo que había pasado en aquella cama. Todo era muy confuso y, cuando nuevamente abrió los ojos y escuchó su voz, sintió que todo estaba bien. Él estaba allí...

- Estás aquí... - Dijo, buscándole con la mirada. Todavía estaba débil. Sentía su cuerpo pesado y enfebrecido, pero sus ojos brillaron al verle y la sombra de una sonrisa se perfiló en sus labios. - ¿Qué me ocurre? - Le costaba hablar, sentía la lengua hinchada y la boca pastosa. Se sentía muy cansada, pero no quería volver a cerrar los ojos. Tan sólo deseaba contemplarle.

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16/07/2014, 22:37
Nabuk el Micaelita

Notaste de nuevo el tacto frío de sus dedos, suave y reconfortante en aquellos momentos— Estás enferma— dijo, con delicadeza— Por eso te he traído conmigo— su mano, lánguida, colocó un mechón de tu pelo tras tu oreja— Si te dejase con ellos, con tu familia, los médicos que ya rondaban tus aposentos te sangrarían, te sacarían los humores, te someterían a un tormento con la vana esperanza de salvarte. Te dejarían morir, sin quererlo. Porque no hay nada que ellos puedan hacer para mantenerte aquí, en la Tierra, a estas alturas— su voz era como un arrullo, a pesar de la cruda verdad de sus palabras— Lo que te aqueja no tiene remedio, Naida. No hay vuelta atrás. Tu vida mortal es algo perdido e irreparable—dijo, sin perder la serenidad, brindándote unos segundos de silencio antes de proseguir— Pero hay una alternativa. Un camino distinto al que has recorrido hasta ahora. Y lo que sentiste anoche es tan solo un atisbo del sendero al que pretendo invitarte.

Aquel delirio. Sus labios sobre la piel de tu cuello. El placer, que aún en tu estado febril y enfermizo,había hecho que te retorcieras, y que tu espalda se arquease de puro sentir. Había sido tan sublime, y tan sobrecogedor, que tu mente a penas era capaz de creer que aquello realmente había sucedido. 

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16/07/2014, 23:37
Naida

Mientras escuchaba sus palabras, una lágrima se desprendió de sus pestañas y se deslizó suavemente por su pálida mejilla. Todavía era muy pequeña cuando su madre fue aquejada por aquella enfermedad. Pero recordaba los médicos y unos bichos horribles que le ponían por el cuerpo. Decían que aquello le limpiaría la sangre. Aún así ella murió, no pudieron hacer nada. Y lo que estaba diciéndole Nabuk era lo mismo. 

Sus pupilas se habían encogido, hasta casi desaparecer en el azul acuoso de sus iris. Su cuerpo había empezado a temblar entre sus brazos y aunque sus labios intentaron esbozar una sonrisa, el miedo la convirtió en una trémula mueca. 

Escuchaba sus palabras, aunque no las terminaba de entender. Me está diciendo que voy a morir... Pero yo no quiero. En misa decían que la muerte era solo un paso en la senda del señor. Su madre la estaría esperando, deseando volver a abrazar a su pequeña. Pero yo no quiero darlo. No quiero..

Aún estando tan débil, levantó una mano temblorosa y se cogió como pudo a la camisa de Nabuk.

- Ayúdame, por favor... No quiero morir... - Le rogó y cerró los ojos, exhausta. 

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06/08/2014, 14:13
Nabuk el Micaelita

— No puedo evitar que mueras, Naida— dijo, emitiendo un suspiro premeditado, tomando tu mano— No voy a mentirte. Lo que te ofrezco conlleva en parte la muerte. Pero no es el fin. Lo que te ofrezco es un renacimiento, es una conversión. Conlleva placer, pero también sufrimiento. Conlleva confusión. Conlleva una transmutación que alcanza a la propia alma.— te observaba, con expresión preocupada y espectante— Tendrías que dejar atrás a tus seres queridos, tal y como estás a punto de hacer ahora. Tu vida, tus costumbres, tus hábitos... Todo cambiará radicalmente, Naida, y te verás obligada a renunciar a muchas cosas, y a aceptar ideas que en tu credo quizá no tengan cabida. — sus ojos verdes se abrían, enfatizando sus palabras, posándose directamente sobre los tuyos— Estoy dispuesto a ser tu Maestro, a llevarte de la mano por mi senda y enseñarte lo que yo sé. Pero, ¿estás tu dispuesta a dejarte llevar, Naida?

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06/08/2014, 14:32
Naida

La mente de Naida estaba tan obnubilada. Ella estaba tan agotada y débil, que de todo lo que Nabuk contó, ella sólo entendió que estaría con él. Él sería su maestro y le enseñaría esa nueva vida. Tendría que dejar todo lo que había conocido atrás. Pero en ese momento no le importó. Tan sólo la necesidad de estar junto a él y de no desaparecer y perderse en el olvido, hizo que la joven asintiera con la cabeza.

- Sí, haré lo que desees... -

Le miró de nuevo a los ojos, pero una sombra cubría sus pupilas mientras la imagen de Nabuk se iba difuminando. Un dolor muy fuerte atravesó su pecho y sus pestañas temblaron, mientras ella se mordía sus resecos labios para no gemir delante de él. 

- Por favor, llévame contigo... - Le rogó con la voz contraída por la sequedad de su garganta y el dolor que recorría su cuerpo. Se estaba muriendo y no quería dejar ese mundo. 

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07/08/2014, 02:40
Nabuk el Micaelita

Su rostro mutó momentáneamente, adquiriendo una expresión indefinida. ¿Era miedo?¿Desesperación? No habrías sido capaz de asegurarlo. 

Estrechó sus brazos alrededor de tu cintura, y te atrajo hacia si, con facilidad, ayudándote a incorporarte para que estuvieras sentada sobre sus piernas. Te acunó, y posó su fría mejilla sobre la tuya— Eres tan hermosa... Y tienes un alma tan pura y joven... —dijo, a medio camino entre el lamento y el deseo, descendiendo su rostro, dibujando el contorno de tu barbilla y tu cuello con la punta de su nariz, mientras aspiraba tu aroma— Soy un egoista. No puedo... No puedo dejarte ir— notaste entonces el tacto sedoso de sus labios, y el suave vello de su barba acariciando la piel de tu cuello— Naida, perdóname...— profirió, y un dolor agudo y momentáneo te atravesó, para luego dar paso a un placer sublime y sobreterreno— Céntrate en tu corazón. Escúchalo. No te dejes ir. Tienes que mantenerte aquí, conmigo...el tacto húmedo de su lengua recorrió tu piel, tomando con codicia la cálida sangre que se derramaba hacia tus hombros, perdiéndose entre tus pechos— Mantente conmigo, o no podré hacerlo— susurró, sus labios de nuevo en aquel punto por el que tu propia vida se derramaba, tomando el elixir de tu cuerpo, causándote aquella sensación indescriptible que te recorría por entero, dejándote indefensa mientras le oías proferir roncos jadeos y sus brazos te aprisionaban contra su cuerpo.

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07/08/2014, 17:03
Naida

Naida no era del todo consciente de lo que estaba ocurriendo. Nabuk la tomó en sus brazos y ella fue feliz. En su piel enfebrecida sintió el frío y sedoso tacto de la de él. Cerró los ojos mientras un delicioso escalofrío recorría su espalda. En aquel momento sintió que, si moría justo en ese instante, su alma viajaría al reino de los cielos libre y en paz. 

Apretó los labios al sentir un fuerte dolor en el cuello. Volvió a abrir los ojos y los clavó en el techo. Sus pupilas se habían contraído y de su boca empezó a brotar un suave gemido. Nunca había sentido un placer como aquel.

Sintió como la sangre se escurría hasta llegar a sus senos, pero no quería que se detuviera... Cerró de nuevo los ojos y empezó a contar los latidos de su corazón.

Uno... Dos... Tres... Escuchaba su voz, rogándole que se quedara junto a él... Pero sería tan fácil dejarse ir en ese momento. Estaba cansada de luchar, había tenido miedo, mucho miedo, pero ahora... Era feliz... Cuatro... Cinco..... Seis...... Continuaba contando los latidos de su corazón, aunque cada vez eran más lentos y espaciados. Siete......... Ocho......... te amo...

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13/08/2014, 13:34
Nabuk el Micaelita

Tu corazón latía cada vez más fuerte, a medida que la calidez y la vida abandonaban tu cuerpo. Como un tambor, marcando el compás de tu camino hacia el abismo, resonaba en tus oidos, privándote poco a poco del sentir, de la percepción de todo lo que te rodeaba. 

En medio del placer, la oscuridad se fue cerniendo poco a poco sobre ti. Tan sólo aquellos latidos, te mantenían consciente y te hacían saber que aún estabas viva. Y en medio de la oscuridad, tus recuerdos revoloteaban en tu memoria, mostrándose ante ti de manera clara y nítida, como si fuera aquella la última vez que pudieras atesorarlos en tu alma de la manera en la que lo hacías.

El rostro de tu padre, su risa, el retrato de tu madre, de la cual eras una viva imagen. Todos los años transcurridos en Sofía. El llanto de tu hermanastro. La primera vez que el hombre que te mantenía entre sus brazos se presentó ante ti, trastornándote para siempre. Y todo lo que vino después. ¿Había sido cosa de los designios de Dios o de aquello que algunos llamaban destino? ¿Era ese tu camino? Fuera cual fuera la respuesta no había marcha atrás. 

La oscuridad se hizo más densa y te sentiste flotar, tu corazón comenzaba a agotarse en su carrera frenética por la superviviencia. Sentiste frío. Sentiste una paz aterradora, y por un momento, el silencio se apoderó de todo tu ser. 

Una voz, lejana, llamó tu nombre. Una voz que te resultaba familiar pero que no supiste identificar. Y entonces, el sabor de la vida misma te invadió por completo. Una calidez extraordinaria se abrió paso entre tus labios, disipando las tinieblas en las que te habías sumergido peligrosamente. Instintivamente abriste los ojos, y tu visión desenfocada sólo pudo distinguir una muñeca sanguinolenta vertiendo su preciado elixir sobre tu boca, que se abría ansiosa, ávida de la vitalidad que aquel fluido parecía contener. 

Casi sin poder controlarte te aferraste a la extremidad, y succionaste. Y un torrente de visiones te asoló, mientras un dolor atroz se apoderaba de tu cuerpo. 

Una ciudad de piedra blanca. Una ciudad lejana y antigua. Fuego y guerras, el rostro radiante de una figura indescriptiblemente hermosa. Profunda devoción. Desesperación. Oscuridad eterna y tristeza. Y tras ello una ciudad de cúpulas doradas que te resultaba vagamente conocida. Esperanza. Amor, nuevos rostros. Felicidad. Preocupación. Pérdida. Muerte. 

Aquellas memorias, que no te pertenecían, te embargaban mientras te retorcías en plena agonía. Mientras la muerte te asolaba, y tu instinto te impelía a seguir succionando de aquella fuente de vigor. Tu corazón se detenía, al tiempo que otro latido, más fuerte y estruendoso, colmaba tus oidos. Tu respiración, desbocada y débil, fue deteniéndose, mientras aquella nueva sangre inundaba tus venas. Tu visión nuevamente se volvía más nítida. Más que nítida, extraordinariamente clara. Tus sentidos parecían despertar después de un letargo que había durado durante toda tu vida. 

Las visiones te abandonaron, parpadeaste, y el mundo se abrió ante ti. Y jamás habías visto algo tan bello. La luz de la luna, el brillo del cristal. La suavidad de las sábanas que cubrían tu lecho, el propio color de tu pelo, semejante al fuego. Y aquel hombre. Aquel hombre hermoso que te miraba con unos ojos verdes rebosantes de preocupación, y de alivio al contemplarte reaccionar. Te sumergiste en ellos, y en las facciones de su rostro cincelado. Notaste el tacto de su piel, maravillosamente suave en su mayoría. Aquel hombre, que te acunaba entre sus brazos y que te proporcionaba una fuente de divino y espeso elixir, dejando que tomaras de él cuanto fuera necesario, que sonreía y acariciaba tu pelo, que te susurraba al oido con una voz aterciopelada, a pesar de que fueras incapaz de distinguir sus palabras, constituía en aquel momento el mismísimo centro de tu universo. 

Y sólo el dolor pudo arrancarte de aquella visión sublime. Despertaste de aquel ensueño. Y te sentiste terríblemente enferma— No te preocupes, estoy contigo— te dijo Nabuk, aún sosteniéndote entre sus brazos— Tu cuerpo debe purgarse de todos sus humores, pero tras ello, te sentirás mejor— se levantó, llevándote consigo, mientras todo daba vueltas a tu alrededor y las nauseas, unas nauseas horripilantes, peores que cualquier padecer que hubieras sentido a lo largo de tu vida, se agolpaban en la boca de tu estómago— Tranquila, no te dejaré sola, me ocuparé de ti. —dijo, acariciando tu frente, al tiempo que una sonora arcada se abría paso en tu garganta y un borbotón de sangre manchaba tus ropas. 

Te condujo hasta una habitación sin ventanas, y allí te depositó en un gran barreño en el que el agua te cubría hasta el pecho. Y en cuanto estuviste dentro, la agonía volvió a apoderarse de ti, haciéndote proferir otra arcada. 

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14/08/2014, 13:11
Naida

Era tal la confianza que tenía en aquel hombre, que en ningún momento llegó a plantearse qué estaba ocurriendo realmente. Sólo en el último momento, cuando la oscuridad se cernía sobre ella y su corazón detenía sus latidos, tuvo miedo de verdad... 

Abrió de nuevo los ojos y sintió el torrente de nueva vida por sus venas. Se cogió al brazo de Nabuk y bebió de su sangre, aferrándose como un borracho lo hacía con su botella. 

Pero de repente empezó a sentirse muy mal. Apoyó la cabeza en el pecho de Nabuk e intentó controlar esas náuseas que subían por su garganta. 

Escuchó sus palabras y una lágrima descendió de sus pestañas. Él iba a cuidarla... Oh... Que mal me encuentro. No pudo controlarlo y al final expulsó sangre por su boca, llenando todo su camisón. - Lo siento... - Dijo con voz débil, casi inaudible. 

Él la metió en un gran barreño lleno de agua y Naida volvió a vomitar más sangre. Estaba muy mareada y todo le daba vueltas. Confiaba en él, pero no podía dejar de pensar en lo vergonzoso que era que la viera de esa manera. Ella quería estar bonita para él, no de esa forma...

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25/08/2014, 12:36
Nabuk el Micaelita

La noche avanzaba, y tu agonía se desplazaba a través de las horas. Nabuk sostenía tu mano, y acariciaba tu frente, proporcionándote un frescor agradable en medio de aquel malestar intenso. 

Sin duda aquel era un sufrimiento mortal, pero tal y como él te había prometido, fue remitiendo, con el transcurrir de la noche. Cuando al fin te sentiste mejor, un hondo vacío se situó en la boca de tu estómago, tensando tu garganta, haciéndote experimentar una Sed insoportable— Ahora experimentarás tu primer Hambre, Naida—dijo, alejándose de ti, despacio— Tan sólo déjate llevar. Tu cuerpo sabrá lo que debes hacer— su voz comenzaba a llegarte distorsionada, y tus sentidos de nuevo se aguzaban, cubriéndose además con una neblina roja, que parecía querer dominarte por entero. 

Temblabas, sin saber muy bien por qué. Ansiabas algo, necesitabas algo. Escuchaste el sonido de una puerta al abrirse, y ante ti, se presentó una cierva de gran tamaño, majestuosa en su envergadura. Te viste reflejada en los ojos del animal. Agazapada, preparada para saltar sobre él, como un lobo de las praderas dispuesto a darse un festín. 

Sin casi ser consciente, te lanzaste hacia el animal, que intentó correr despavorido, sin éxito. Tu boca se cerró en torno a su cuello delgado, y un chorro de rubíes inundó tu boca, descendiendo por tu garganta y llenando tu estómago. 

No era una sangre tan deliciosa como la que habías probado antes, pero era sangre, y la necesitabas. La necesitabas como a la vida misma, y de hecho te pareció que ese elixir constituía la vida misma. Bebiste, ávida, ansiosa, hasta que no quedó una sola gota. Te lamiste las manos embadurnadas en carmesí, en medio de tu éxtasis sangriento, y poco a poco fuiste volviendo en ti. 

Entonces tomaste plena consciencia de lo que acababas de hacer. El cadáver de la cierva yacía a tus pies, y tu ropa y tu piel, salpicados de su sangre. La puerta de la sala volvió a abrirse, y tu sire, el hombre que te había transformado, volvió a presentarse ante ti, portando ropas limpias entre sus manos, observándote con deleite, con lujuria, lanzándose ávido sobre ti para lamer la sangre que salpicaba tu piel. 

Notaste el tacto de su lengua, húmeda y fría, ligeramente ansiosa. Sus brazos se aferraban a ti, crispados, tu cuerpo empapado mojaba sus ropas, pero no parecía importarle. De pronto te miró a los ojos, turbado, y algo en él pareció agitarse. 

Te soltó, visíblemente avergonzado, y volvió a erguirse, para observarte, de un modo más neutro— ¿Cómo te sientes?— preguntó, preocupado.

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26/08/2014, 14:45
Naida

Cuando Naida fue consciente de lo que había hecho, se encontraba a horcajadas sobre el animal muerto. Se llevó la mano a la boca y frotó sus labios, extendiendo sin ser consciente los restos de sangre que manchaban sus labios. Se incorporó, apartándose del ciervo y volvió su mirada turbia hacia la puerta. 

Él acababa de entrar y se lanzó sobre ella para lamer los restos de sangre que manchaban su rostro y manos. Naida sintió deseo. Su lengua húmeda despertó la lujuria en su interior, pero a la vez estaba confundida y se mantuvo rígida entre sus brazos. Cerró los ojos y se mordió el labio inferior para retener el gemido que subía por su garganta. Deseaba que le arrancara las ropas y continuara... Pero aquello no era correcto y ella era una señorita. Dios mío... ¿Qué me está pasando...?

Abrió los ojos y se apartó cuando él la soltó. Sus pupilas estaban dilatadas y sus pestañas temblaron visiblemente. Pero la vergüenza acalló su deseo.

- Me siento extraña -.  Le confesó y sus ojos azules se posaron sobre la criatura muerta que yacía en medio del dormitorio.  La he matado... - Tenía mucho hambre y no pude controlarme - . Su voz sonó temblorosa. No terminaba de entender lo que le estaba ocurriendo. A ella siempre le había gustado la carne muy hecha, nunca había soportado ver restos de sangre en su comida. ¿Por qué ahora la deseaba de aquella forma? Tragó saliva y volvió a entrelazar su mirada con la de él. - Me siento... bien... Es como si la enfermedad que me estaba consumiendo hubiera desaparecido y... veo las cosas diferentes... No termino de entender qué me está pasando. Pero sé que estoy viva y... estoy contigo... - Eso último lo dijo casi en un susurro y bajó la mirada, avergonzada. 

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27/08/2014, 22:45
Nabuk el Micaelita

— No debes avergonzarte.  No has hecho nada malo. Sólo has robado la vida de un animal que en cualquier caso ya había sido comprado por el hombre para ser dispuesto en una cena. Mis criados tomarán buena cuenta de su carne. Tú sólo has tomado otro elemento de él. —dijo, tratando de confortarte— Y en efecto la enfermedad ya no existe. Ahora pocas cosas pueden dañarte a excepción del sol y el fuego— deslizó su mano por tu cabello, esbozando una sonrisa orgullosa, casi paternalista— Me gusta lo que la sangre ha hecho en ti. Ahora eres aún más hermosa que cuando te conocí. — tomó tu mano, y te condujo hasta la esquina de la habitación, en la que se alzaba un espejo de cuerpo entero bellamente enmarcado— Mírate Naida.

Cuando contemplaste tu propio reflejo, te descubriste, hermosa y pálida, en parte manchada de sangre, pero de algún modo, aquello no hacía sino embellecerte. Él, tu sire, se situó detrás de ti, y posó las manos sobre tus hombros. Su aspecto era soberbio, pero en cierta manera, si dejabas a un lado el amor que sentías por él, podías percatarte de que su belleza, a pesar de ser de un tipo distinto, ya no rivalizaba en intensidad con la tuya.

Sus ojos te contemplaban, fascinados, quizá hambrientos— Te lo explicaré todo, con calma. Ahora dejaré que te adecentes un poco si lo deseas. Llamaría a mi ama de llaves, pero es peligroso que te acerques a ella esta noche. Debes aprender a controlar tus impulsos antes de volver a relacionarte con cualquier mortal, y mientras estemos aquí, en BudaPest, deberás relacionarte sólo conmigo, con mis sirvientes de confianza y con quienes son como nosotros.— su requerimiento fue pronunciado con delicadeza, pero su tono no daba lugar a desmanes. 

Despacio, se apartó de ti, deslizando sus manos por tus brazos— Avísame cuando estés preparada.

Notas de juego

Si quieres, para avanzar, puedes dar por hecho que se marcha durante tu siguiente post. A menos que desees hacer otra cosa:-P

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28/08/2014, 13:49
Naida

Las palabras de Nabuk tranquilizaron a Naida, al menos de momento. Tenía razón, si aquel animal lo iban a utilizar para dar de alimento a los sirvientes, ella tan sólo se había alimentado de otro de sus componentes. 

Sus suaves cejas se elevaron ligeramente cuando él le mencionó lo que la sangre le había hecho. Se dejó conducir al espejo y se quedó contemplando su imagen. La última vez que se había mirado a un espejo se había horrorizado. La enfermedad ya llevaba unos días consumiéndola y su aspecto se veía demacrado y envejecido. Sus ojos hundidos en un rostro que empezaba a estar cadavérico y su cabello se veía apagado, sin rastro de brillo. Al ver aquel reflejo apartó el espejo de delante suyo y se negó a volver a mirarse, dejando que la enfermedad la continuara consumiendo. Pero ahora... Cuando sus ojos azules se cruzaron con la mirada de Nabuk a través del espejo, un agradable escalofrío recorrió su cuerpo. Volvió a centrarse en su imagen, llevando ambas manos a su rostro, para comprobar que de verdad aquella que se veía era ella. 

- ¿De verdad soy yo? - Le preguntó, volviéndose para mirarle a los ojos. Todavía no terminaba de entender qué le estaba ocurriendo y se sentía en una nube, como si estuviera flotando entre algodones. 

Asintió con la cabeza cuando él le advirtió que no se relacionara con gente que no fuera él y sus sirvientes. Y con quienes son como nosotros... Aquella última frase estuvo rondando en su cabeza mientras le seguía con la mirada. La puerta se cerró tras él y Naida se quedó sola. Hay más gente como nosotros... Pero... No termino de entender qué me ocurre. ¿Por qué deseaba de aquella manera la sangre del ciervo? Sangre... Tragó saliva y su mirada azul se dirigió hacia el cadáver del animal, que continuaba allí, a los pies de la cama. Pestañeó y apartó la mirada con una extraña sensación en la boca del estómago.

Durante unos segundos se quedó quieta, en medio del dormitorio. Observaba las cosas que habían a su alrededor. Se sentía diferente, pero no terminaba de entender el motivo. Él me ha alimentado con su sangre. Eso hizo que me curara de la enfermedad. Sintió un escalofrío y se acercó a la cama, para sentarse en el borde. Aquella sangre había sido lo mejor que le había ocurrido en su vida. Nunca había sentido nada igual. Su recuerdo le traía el aroma y la presencia de él. Le había deseado en el momento en el que se abalanzó sobre ella para lamer la sangre del ciervo. Pero eso estaba mal, no podía dejarse llevar por la lujuria... Su padre, si se llegaba a enterar de aquello... 

- Padre... -

Todo había cambiado y en lo más profundo de su ser sabía que no volvería a ver a su familia. Cerró los ojos y se echó hacia atrás, intentando recordar lo que le había explicado Nabuk antes de su cura. Le había hablado de muerte y renacimiento, pero estaba tan confundida... Había estado tan perdida, tan desesperada viendo como su vida se iba consumiendo y ella sólo pensaba en lo joven que era... 

Abrió de nuevo los ojos y una suave sonrisa se perfiló en sus labios. Sin ser del todo consciente de lo que le estaba ocurriendo, lo único que sabía era que hacía mucho tiempo que no se sentía tan feliz. 

Se incorporó y se quitó la ropa llena de sangre. Se lavó y cepilló el cabello, dejando que cayera por su espalda como si fuera una hermosa cascada de fuego. Y se puso las ropas que él le había dejado. 

Una vez estuvo lista, volvió a mirarse al espejo para contemplar su propia belleza. Nunca se había imaginado que pudiera ser tan hermosa. Se mordió el labio, avergonzada de sus propios pensamientos, y apartó la mirada de su reflejo. Tras eso, se dirigió hacia la puerta para ir a buscarle. La abrió y le buscó con la mirada. Deseaba que la viera con aquel vestido, limpia y sin rastros de sangre...

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02/09/2014, 11:36
Nabuk el Micaelita

Nabuk se encontraba fuera de la habitación. Su mirada ausente se perdía a lo lejos, a través de una de las muchas ventanas de la casa en la que te encontrabas. Su actitud resultaba a todas luces pensativa. Al oirte llegar, se dio la vuelta, y esbozó una sonrisa— Te queda bien. Temía haberme equivocado, pero estás encantadora—dijo, elogiando tu aspecto, antes de tomarte de la mano y conducirte hacia unas cómodas butacas, cercanas al hogar que crepitaba en la sala, proporcionando luz y calor al espacio. 

No sabías decir por qué, pero la visión del fuego provocaba en ti cierta inseguridad. Un temor primitivo que jamás habías sentido antes, y que parecía atado en tu alma de manera férrea e inevitable— Supongo que como cristiana, conoces las Sagradas Escrituras, ¿no es así?— dijo, con un tono suave, mirándote atentamente— Habrás oido hablar del Génesis. Y sabrás seguramente que Adan y Eva, tras ser expulsados del paraíso, tuvieron descendencia. En concreto tres hijos—señaló aquel número con su mano, antes de continuar— Uno de ellos era Abel, y como bien sabrás, los otros dos Eran Caín y Seth— te observó unos instantes, en silencio, como si quisiera asegurarse de que le entendías antes de continuar— Pues bien, según las creencias de muchos de los nuestros, en aquel momento fatídico en el que Caín cometió el primer asesinato de la historia de la humanidad, arrebatádole la vida a su hermano Abel, quedó maldito para siempre. Fue alejado de sus semejantes, condenado a vivir en la oscuridad, a temerle a la luz y al fuego, que le perseguirían en nombre de Dios, y a vagar por siempre sin poder acabar con su agonía.  Pero encontró la manera de crear seres semejantes a él, y de entre los hijos de Seth, su hermano vivo, escogió a aquellos que serían sus vástagos, transmitiéndoles su maldición, que conllevaba una condena pero a la vez un gran poder sobre los mortales. 

— Éstos a su vez escogieron a otros descendientes de Seth, esparciendo la semilla de Caín sobre la tierra a través de su sangre. Y sus retoños, escogieron a su vez a otros. Y así la maldición del Primer Asesino, el destino de Caín, ha ido prolongándose a través de las eras. Hasta llegar a nosotros. Hasta llegar a esta misma noche, en la que yo, un descendiente de Caín, un cainita, te he escogido a ti, descendiente de Seth, para proporcionarte eso que algunos llaman maldición, otros Don Oscuro, y otros símplemente trascendencia. —tomó tu mano, apretándola entre las suyas, sin dejar aún de observarte— Hay otro tipo de creencias al respecto, claro está. Pero dado que tú eres Cristiana, te conviene saber lo concerniente a esta versión, la más popular entre los nuestros. 

 La historia y las leyendas mucho han dicho de nosotros a través de los eones, y en algunos casos hay gérmenes de verdad, aunque en la mayoría abunda la superstición y el poco entendimiento. Grandes dioses sangrientos, seres oscuros, espíritus malignos.Vampiros.—enumeró— Sí, quizá ese término es el más apropiado. Vampiros. Pero nosotros tendemos a llamarnos vástagos o cainitas, aunque al igual que los vampiros de esas historias de viejas, nos alimentamos de la sangre de los hijos de Seth, y le tememos al sol y al fuego, así como a la estaca, aunque ésta no puede matarnos, sino que tan sólo nos paraliza. 

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03/09/2014, 14:01
Naida

Naida contempló el fuego con sobrecogimiento. Siempre le había gustado sentarse cerca de él y sentir el calor acariciando sus suaves mejillas. Nunca le había tenido miedo. Pero ahora... Tragó saliva y apartó sus iris de las amenazantes llamas, para poder contemplar a Nabuk. 

Escuchaba sus palabras. Al principio se sentía perdida y algo confundida. ¿Qué tenía que ver la Sagrada Biblia con lo que había hecho allí dentro? Pero, a pesar de ello, prefirió escucharle y no interrumpirle. 

Según iba desvelando su historia, Naida fue sintiendo una presión muy fuerte en la boca de su estómago. Sí, había leído sobre la traición de Caín a Abel. Como éste le mató y fue repudiado, pero allí se acababa su historia y ahora, Nabuk, le hablaba de vampiros... Eso son cuentos para niños. Sí, le sonaba que de pequeña había oído hablar sobre criaturas de la noche, que atacaban a jóvenes doncellas y bebían de su sangre. Pero eran simplemente cuentos... Entonces... ¿Qué era lo que había pasado allí dentro? Todavía podía sentir la calidez de la sangre del ciervo en sus labios. Aunque la de Nabuk había sido mucho más sabrosa e intensa. 

- ¿Cainita...? - Preguntó, mirándole a los ojos. Tenía una fe ciega en él y en ningún momento se planteó que pudiera estar engañándola. - Entonces... ¿Estamos malditos? ¿Tendré que volver a alimentarme de sangre? - Un escalofrío recorrió su espalda. De sangre de personas, de los hijos de Seth, tal y como él los había llamado. Pero estoy viva gracias a él. Había estado a punto de morir, al igual que su madre hacía tantos años. Pestañeó, confundida. Le estaba costando asimilar todo lo que Nabuk le acababa de explicar. Ella sólo quería curarse y había tenido miedo de morir. Pero... No sabía dónde se estaba metiendo cuando le había dicho que quería estar a su lado. 

Tragó saliva y apartó la mirada, dirigiéndola a las amenazantes llamas. - Estoy confundida. Por un lado me siento bien. Me has salvado y estoy a tu lado... - Durante un par de segundos dejó que aquellas palabras flotaran entre ellos. Volvió a mirarle a los ojos. - Pero por otro lado... tengo miedo... - No sabía de dónde venía ese miedo, pero sentía que su fe se iba haciendo añicos. Dios nunca perdonaría en lo que se había convertido. Repudió a Caín y haría lo mismo con ella...

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03/09/2014, 21:11
Nabuk el Micaelita

— En cierta forma, sí. Estamos malditos. Que se trate de un castigo divino o no, supongo que depende de las creencias de cada uno. Pero es innegable que esta manera de existir tiene sus inconvenientes, pues hay una Bestia dentro de cada uno de nosotros. Una que se manifiesta, impelida por el hambre, el miedo y la violencia. Que se alimenta de sangre y que le teme al sol y al fuego— dijo, mirando distraídamente el fuego— Es normal que tengas miedo. Serías una necia si no lo tuvieras. Renacer, como tú has hecho, es una experiencia sobrecogedora con la que no todo el mundo sabe lidiar. Y tienes razones para tener miedo, y a su vez ese miedo será una gran ayuda para no perderte a ti misma durante los próximos años— apretó ligeramente tu mano— Manten ese miedo Naida, respeta tu condición. No te confíes, pues la Bestia nos susurra. Nos impele a hacer cosas de las que luego solemos arrepentirnos, y que poco a poco destrozan todo lo que nos representó algún día. 

— Sin embargo, debes saber que no todo lo que trae consigo mi sangre es malo— volvió a sonreir— Gracias a ella, no enfermarás, no envejecerás, y si te cuidas de aquello que pueda destruirte, vivirás incontables años, conseguirás realizar proezas a penas impensables para ti... Y la sangre... Conlleva unos placeres que el hombre común a penas llega a imaginarse. 

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07/09/2014, 19:05
Naida

La Bestia interior era la misma que había hecho que Naida se lanzara sobre el cuello de aquella inofensiva cierva. Había despertado un hambre tan atroz que había perdido la noción de lo que era correcto y de lo que no.

Escuchó a Nabuk, bebió de cada una de sus palabras y una suave mueca se formó en sus labios. Pero se mantuvo en silencio, dejando que terminara de explicarle. 

- ¿No... No envejeceré? - Le preguntó en un susurro, sin terminar de creérselo. Inconscientemente llevó la mano a su propia mejilla, acariciando su piel suave y tersa. 

No envejecería ni enfermaría. Nabuk le estaba diciendo que podría vivir muchos años. Pero entonces... ¿Por qué todavía sentía esa presión en su pecho? ¿Por qué sentía que no todo estaba bien? Estaba junto a él, le había dicho que cuidaría de ella y le enseñaría todo lo que necesitara, ¿entonces...?

Se mojó el labio con la punta de la lengua y sus ojos se abrieron como platos. Se llevó una mano al pecho, sentía que faltaba algo y en ese momento fue consciente de lo que era. No podía sentir los latidos de su corazón y, siempre que había estado junto a él, éste se había acelerado, atronando en sus oídos. 

Tragó saliva, nerviosa. Vampiros... Seres de la noche. Los muertos se alzan y... Dios, ¿qué me ha pasado? 

Estaba condenada. Pero estoy junto a él... Volvió a decirse, intentando tranquilizarse ya que sentía que poco a poco iba poniéndose más nerviosa. - ¿Es normal que no sienta mi corazón? - Terminó preguntándole, bajando la mirada avergonzada.