Partida Rol por web

Kalev no quería llamar la atención... hasta respiraba cautelosamente por si uno de sus irónicos y malhumorados resoplidos hacía estallar la ira de aquellos gañanes y la emprendían a palos y pedradas con el podre judío. Lo mejor será no enfrentarse... no enfrentarse... nosotros a lo nuestro y cuando se den cuenta que no somos más que viajeros nos dejarán en paz.

Pero claro, no podía ser tan sencillo... ahora resulta que uno de los iracundos ganapanes que nos cierran el paso fue compañero de armas del viejo de Mayoral.

- Menuda estampa... -  comentó al oído de Roderigo cuidándose mucho de ser oído por los demás. - Ya verás como ese despojo nos hace retrasarnos.

Señalándose el brazo izquierdo - Un Curandero ayudóme y a punto estuvo de cortarme este brazo. Bah! de todas maneras para lo que me sirve... así que regresé a este mi valle. Ahora vivo en casa de mi hermano - señala a una de las chozas - no es lo que había imaginado para mí. - grita al resto de campesinos-  Éstos hombres no son los bandidos, largáos de aquí!!! - la turba más calmada comienza a dispersarse.

Nada más ver que los gritos cesan y la gente comienza a desaparecer respiro aliviado y me relajo.

-Dios bendiga a este hombre -Pienso mientras me estremezco ante la idea de lo que hubiese podido pasar.

Antón, había permanecido callado respetuosamente mientras Don Carlos hablaba con aquel desdichado. Ahora la situación no era tan tensa y aquello alivió al noble.

-Veo, Don Carlos, que conoceis a este hombre-dijo sonrriendo al interpelado- Quizas el nos pueda explicar que es lo que ocurre, parece que la fortuna no sonrrie a los habitantes de estas tierras, sean cuales sean sus meritos...

En efecto, sire. Este hombre- dice señalando al zarrapastroso- aunque no con su mejor facha, fue copañero mío de fatigas y espadas. Y puedo aseguraros que es la mejor espada de Navarra. O al menos lo era. Álvaro, mi buen Álvaro cuéntanos que ha pasado. Busquemos un lugar tranquilo donde podamos atar los caballos y refrescar el gaznate a la par que nos quitamos el polvo del camino.

- Lo fui- dice apesadumbrado- ahora ya de poco valgo, pero... vayamos a un sitio más seguro y echemos unos tragos.

Os hace gestos señalando un edificio de madera algo más grande que el resto de chozas y casuchas, de las pocas edificaciones de planta rectangular del pueblucho.

Una vez el grupo deja caballos y carros a buen recaudo, previo pago de un par de monedas a unos chiquillos de total confianza de Álvaro ( pago a cuenta de Don Carlos) , el grupo se instala en una mesa de madera que se cae a pedazos, con agujeros y desconchones. La madera parece que está carcomida y casi hasta podrida.

El tuburio está a reventar, pero sorprendentemente, no se oye ni una mosca, todo el mundo parece estar pendiente de vuestro grupo. Un tipo gordo sucísimo se acerca a vuestra mesa.

- Vino para todos!- dice lanzando un maravedí de plata al gordo. - Mientras traen el vino , Álvaro, ¿ qué ocurre en este Valle ? ¿ por qué está la gente tan tensa ?- pregunta con curiosidad.

- Antes de nada, no hemos hecho las presentaciones pertinentes, no me gustaría que vuestros acompañantes Don Carlos pensaran que soy un poco educado. Mi nombre es Álvaro. -Asiente con la cabeza ahora sí recordando la pregunta y carraspea - Este Valle , Ibarrela, siempre fue un lugar próspero y tranquilo. Estamos lejos de las rutas principales y de la frontera, no nos inmiscuímos ni nos preocupamos de los problemas ajenos... de hecho no es un lugar que pueda decirse que tenga interés.- Observa con los ojos como platos como el gordo trae una jarra de vino y varias copas.

-Lo único era un grupo de bandidos muy de cuando en cuando, ya sabéis, esos bandidos salteadores de caminos con más hambre que oficio... el Señor y sus soldados y los sobrejunteros del Rey se bastaban para ocuparse de ellos cuando aparecían.- Vuelve a mirar como el gordo trae una segunda jarra y el resto de copas, por cierto sucísimas.

- Ahora querido amigo y acompañantes, la situación es bien distinta...

Aunque no me agradaba ser el centro de atención, prefería que toda aquella gente nos mirara con curiosidad que con la hostilidad de antes. Por fin tuve la certeza de que los aldeanos nos dejarían en paz, Dios bendiga a ese harapiento de Don Álvaro. Lo cierto es que también tenía curiosidad por saber qué estaba ocurriendo allí.

- Esos bandidos deben ser unos malnacidos para tener a la aldea en pie de guerra - le dije a Don Álvaro- Confieso que he temido por nuestra vida ... Oh, perdonadme, no me he presentado, podeis llamarme Samuel, soy el siervo de mi señor Don Antón, aquí presente.

Roderigo mira todo el rato la escena con curiosidad. El viaje, finalmente, es mas movido de lo que esperaban. Recuerda las palabras de Kalev, y es que efectivamente, estos hombres los iban a retrasar bastante. Al escuchar como uno de sus compañeros se presentaba, Roderigo vio oportuno hacer lo mismo, aunque como no era de muchas palabras, lo hizo mas simple:

-Roderigo- dijo al mismo tiempo que hacia un leve gesto de cabeza.

A continuación, siguió poniendo sus sentidos en la historia, y en que la turba no se les echara encima. Puede que estuvieran quietos, pero seguía sin fiarse de ellos.

Escucho a aquel hombre y me pregunto a mí mismo cuán fuertes serán los bandidos para que ni los soldados fueran capaces de acabar con ellos.

- Mi nombre es Ernesto, señor. Coincido con Samuel en todo lo que ha dicho, esos bastardos han de ser realmente duros para que la aldea esté tan alterada.

Anton alzo una mano para callar al resto.

-Por favor dejad terminar aquesta historia a nuestro buen Alvaro-dijo sin apartar la vista del pordiosero. Despues se inclino un poco hacia Samuel y hablo en voz baja aunque todos podían escucharle- Samuel, las gentes de este lugar son pobres y aunque no dudo en que sean todos buenos cristianos bien sabes como yo que la pobreza hace que las personas caminen torcidas. Ve de rato en rato a observar que nuestro carro esta seguro y nadie ha puesto sus manos en él. Ninguno de nosotros queremos hacer el camino que nos queda por delante sin nada mas que lo puesto.

Al darse cuenta de que había parado la coversación por completo insistió a Alvaro.

-Por favor continuad...

Quería cumplir las órdenes de mi señor Don Antón, pero también tenía curiosidad por saber lo que estaba ocurriendo allí y el amigo de Don Carlos estaba a punto de contarlo...

- Como ordeneis, mi señor - contesté a Don Antón en su mismo tono de voz- dentro de un rato iré a echar un vistazo al carro, de momento no creo que nadie se haya aventurado a robarnos, al fin y al cabo parece que somos amigos de un lugareño.

Me puse un poco nervioso al tratar de eludir la orden, pero es que quería enterarme de lo que ocurría. De todas formas, si volvía a perdirmelo, iría de inmediato, muy a mi pesar.

- Por favor continuad con vuestra historia buen Álvaro. ¿ Qué ha ocurrido ahora a las buenas gentes de este valle, el Señor las tenga en su gloria?

- Ahhh...- dice suspirando mientras menea la cabeza - El joven señor de Ibarrela, Don Fernando de Agreda, ha partido a la guerra, no dejando en el valle más mesnada que su madre y cuatro viejos soldados- dice esto último con amargura- Además y por si no fuera poco, la Corte tiene su mirada puesta en esta nueva guerra, todos sus recursos se centran en ella. Y ya no envía a los sobrejunteros a patrullar los caminos. Ahora la gente ha de valerse por sí misma.- Comienza a servirse vino mientras os hace gestos para que hagáis lo propio.

- Es en este contexto en el que aparecen ellos, los bandidos. Pero no... bandidos cualquiera que vienen, saquean y se van, sino un grupo que ataca siempre , SIEMPRE, de noche. Se preocupan estos canallas más en hacer daño que en robar. Lo cual como bien sabéis Don Carlos, no responde a la conducta típica de los salteadores. Y sin embargo, no causan todo el daño que podrían causar, como si quisiesen más aterrorizar que destruir.

Si aterrorizar es lo que pretenden, en verdad que lo están consiguiendo - dice apesadumbrado -la gente está aterrorizada , ya habréis observado, y  no saben qué hacer. Una cosa está clara, la Señora no puede defenderles.- Dice en una media sonrisa.

La historia de aquel hombre había distraido al noble, tanto como para que ni siquiera le echara una mirada de reprovación a Samuel, que eludia sus tareas. Aquel relato no le gustaba ni una pizca, pues es verdad que las guerras son duras para los villanos pero aquello no era corriente.
Antón chasqueo la lengua. Aquello no tenía mucho sentido.

-¿Dices que no roban ni saquean? Eso no es propio de bandidos. ¿Sabeis vos si hay alguien interesado en arrebatarle las tierras ha Don Fernando? Pues es lo unico que explica el hecho de que solo quieran atemorizar a las gentes de este pueblo, para descubrir si pueden defenderse y en caso de que no, que se entregen en sus manos por temor-dijo el vizconde mientras por su cabeza pasaban miles de manuscritos sobre estrategia militar- aun asi eso no tiene logica alguna, pues no tendrían que atacar de noche. ¿Alguien sabe de donde vienen o les ha visto marchar?

Efectivamente, aquellos eran algo más que bandidos. La propuesta de Don Antón me pareció más que lógica, además era un hombre versado en esos temas, digo yo que sabrá de lo que habla.

- Razón teneis, Don Antón - me apresuré a decir- vamos, digo yo... yo nunca había visto un grupo de bandidos tan organizados, siempre salteadores de caminos... estos tienen pinta de ser mercenarios.

Permanecí unos instantes sentado, pero no pude soportar por más tiempo no cumplir con la tarea, no quería tentar a la suerte.

- Voy a vigilar el carro, mi señor - le dije a Don Antón en voz baja

Me levanté del asiento y fui hacia la puerta para echar un vistazo al carro. Pensaba comprobar que todo estaba en orden y volver rápidamente a la mesa para no perder detalle.

Kalev no tenía ojos ni oídos para la conversación. Apenas las palabras pasaban por su mente se escapaban si que su entendimiento les hubiese prestado la atención debida. Y es que a Kalev le observaba. Igual no a él... a todos. O quizá a ninguno pero el judío no estaba tranquilo. Su carro, sus potingues... todas sus pertenencias se habían quedado alojadas en un horrendo lugar oscuro y mugriento a expensas de que... demonios, nos van a dejar más limpios que la patena. 

En aquel preciso instante en que el pensamiento terrible de ser saqueado se cruzaba certeramente por la mente de Kalev, El tal Don Antón ordenó a uno de sus siervos, para tranquilidad del enano, a vigilar la cabalgadura. Sin éxito... ese mozo parecía tan haragán como joven. Maldito sea...

Y luego el valle con su nosequé y los bandidos con su nosecuantos... No, Kalev no tomaría ni una gota de vino navarro si no comprobaba él mismo que sus cosas estaban dónde debían estar. Así que bajó del taburete con un pequeño y cómico salto y se dirigió con notable enfado al lacayo del noble.

...

Y justo cuando iba a abrir la boca, el muchacho salió apresurado a acometer la tarea del amo. ¿Habrase visto...? Le había dejado sin quererlo con un palmo de narices. Le siguió con la mirada hasta que estuvo afuera y luego volvió a la conversación. Si él mismo estaba al servicio de Don Carlos tendría que prestar mínimo consejo sobre el problema del tal Álvaro... aunque en realidad le importase un pimiento.

- ¿Alguien ha marchado del pueblo en los últimos meses? Generalmente el temor suele ser motivo de éxodo... y lo digo como judío, por experiencia. Coincido con mi buen Don Anton en lo que a la usurpación de tierras se refiere.

- Es en verdad muy extraño, pues como bien dice mi Señor Antón, no es propio de bandidos no robar ni saquear. Puede ser como decís Antón, quizás esos hombres estén en disputa por esta tierra y ahora hayan aprovechado la ausencia del Señor local para sembrar el caos. O quizás no es algo que tenga que ver con la gente del pueblo o con Don Fernando, sino con su madre!- dice pensativo. Al acabar de hablar cae en la cuenta de algo y se medio levanta de la mesa - ¡ Por Dios que hay que ayudar a esa buena cristiana! sólo cuatro soldados...