Partida Rol por web

Siempre me pierde la lengua, es como si nunca aprendiera.

- Mis disculpas, Don Antón - dije bajando la cabeza

Al menos mientras tuviera la cabeza baja no tendría que mirarle a la cara a la gorda.

Roderigo muestra una sonrisa tristona una mezcla de "lo sabía" y "esto empieza a no gustarme". El fue testigo directo de como cargaban aquellos burros con enseres suficientes para cientos de hombres, y aquel mozo le había dicho que el abad estaba armando un ejército. Pegándole un codazo al enano le dijo por lo bajo:

-Me parece que se acercan malos momentos para todos, en especial para nosotros dos.

La estancia en la que la Señora ofrecía audiencia sorprendió a Kalev... para mal. Era como un vetusto caserío mal iluminado y decorado con el mismo gusto con el que se había elegido al ama de alcoba. Todo indicaba desolación, tristeza... Todos clavaron rodilla en tierra en señal de respeto y entonces, por un momento, Kalev dio gracias por ser enano. Su corta estatura le hacía ser más pequeño que cualquiera incluso aunque estos estuvieran arrodillados y sus patitas mal acabadas le excusaban de ciertas actividades. No obstante realizó una rimbombante reverencia en señal de sincero respeto y quedóse con la cabeza gacha mientras los nobles parloteaban.  

Aquello que parecía vislumbrar el Vizconde caía por su propio peso para el judío. La guerra y las necesidades hacen estragos en los corazones de los hombres... tanto si estos proceden de la estirpe de David como si son hijos del tal Jesucristo. Incluso los moros de Al-Andalus y todo hombre que horade la tierra está sujeto a la más absoluta miseria. El Abad tiene bajo su mandato a los supuestos bandidos que se encargan de aterrar a los habitantes de los parajes circundantes ahora desprotegidos obligándoles a firmar un pacto de sumisión a cambio de protección.

- Con la Iglesia hemos topado... - pensó Kalev para sus adentros.

De todas formas, tanto si el Abad como si unos verdaderos bandidos asaltaban el valle con asiduidad, si la Señora estaba dispuesta a asumir su situación como un mandato del destino poco podrían hacer los visitantes por mucha gallardía que portasen en sus carros.

-Me parece que se acercan malos momentos para todos, en especial para nosotros dos.

El comentario (y el codazo también) del Roderigo sacó de sus pensamientos a Kalev quien dirigió una mirada asesina a su compañero de carro. No era momento de aquellos comentarios y menos delante de la plana noble. Así hizo un leve gesto con la boca para indicar a Roderigo que guardara silencio.

Te das cuenta de que la señora ha pronunciado las últimas palabras con una gran rabia, parece que quizás sospecha algo de los ardides del Abad, pero que quizás no pueda acusarle directamente. Lo que es seguro es que no siente ningún aprecio por él.

Da un salto de su asiento al escuchar a Antón y grita - ¿De verdad visteis eso Señor? oh.. Dios mío, puede ser... ¿ estáis seguro? ¿ libraríais testimonio ante funcionario si fuese necesario? Vos sois un Señor y vuestra palabra no será puesta en duda!!! Y vos Don Carlos, ¿ también lo vistéis ?

Apaciguando a la dama - Bueno Señora, a decir verdad yo no vi nada fuera de lo normal, exceptúando como ha dicho Antón, gran cantidad de hombres y material. Y el bueno de Roderigo aquí presente- señala a Roderigo- acércate muchacho y cuéntale a la dama lo que viste. Todo lo que él cuente será sostenido por mí en juicio si es necesario.

Por supuesto Señora, atestiguaré ante quien sea necesario todo lo que mis ojos han visto. Los aquí presentes podrán decir lo mismo-dijo serio pero tras unos momentos pensativo- Pero, si no me equivoco, eso no es prueba suficiente para saber con certeza que se traen entre manos los monjes, no quisiera acusarles de manera injusta...

Roderigo traga saliva, sin saberlo, el día que les comentó a los nobles lo que vio en el monasterio firmó algo que lo metería seguramente en problemas, pero ahora, ya no podía echarse para atrás.

-Pu-pu-puess - tartamudea Roderigo ante su repentina "popularidad"- lo único que vi fue un montón de mozos cargando mulas con víveres, ropa y enseres varios y uno de los mozos que las cargaban me dijo que otros mozos las venían a buscar de noche, y se las devolvían por el amanecer. De hecho, el propio mozo me dijo que eran para el ejército del abad...pero nada más señores. Eso es todo.

- ¿Sabéis lo que significa? ¿ Don Carlos ? ¿ Don Antón? ¡ Es maravilloso ! se llevaban las mulas cargadas de noche, justo antes de que recibiésemos un ataque y las devolvían  al amanecer, seguramente vacías! pues a nosotros no nos robaban. Os dáis cuenta de lo que significa verdad ?- dice señalando a los dos nobles -es testimonio suficiente para pensar que el acuerdo ofrecido por el abad es un ardid, un ardid provocado por él mismo para obtener nuestro vasallaje. ¡¡¡Tenemos un Casus Belli contra él!!! Eso quiere decir que podemos combatir a sus hombres. Quizás no esté todo perdido, si vencemos a sus hombres obtengamos pruebas concluyentes de que es el responsable del ataque.

Señora, si así lo creeis estamos dispuestos a compadecer y dar nuestro testimonio-dijo Antón con seguridad- Mis hombres asi lo harán, al igual que yo.

Por supuesto se refería solamente a Samuel y Ernesto, aunque supuso que los demás no se echarían atrás.

Las palabras de Antón y las posibles consecuencias resonaron en su cabeza, la situación no le gustaba nada. Él era mas de colarse en una casa sin que nadie lo viera, coger algo que le gustase, y desaparecer para siempre. Tenía mucho menos peligro. Aunque bueno, echando un vistazo a su pasado, Lorca pintó peor que esto, ahora por lo menos sabía lo que había y lo que no.

No quería dar su palabra, así que se limitó a hacer un leve inclinamiento de cabeza, que cada uno interpretara como quisiera. Si lo veía muy negro, siempre podía salir por patas.

- A su servicio, mi señora - dije sin levantar la vista, apoyando las palabras de Don Antón

No me atreví a levantar la cabeza porque me sentía avergonzado por la interrupción y además no quería volver a ver al gordo engendro que acompañaba a la señora del lugar.

Se acerca a Antón y le comenta por lo bajinis a él y al resto del grupo - pero sin que le oiga la Señora - Podríamos ayudar a estas gentes, entre los seis, los soldados y todos los campesinos disponibles. Quizás organicemos una buena defensa, ¿ Qué opináis ?-

- Pero... mi señor - dije dubitativo hablando también por lo bajinis- nosotros no somos hombres de armas, yo no soy más que un cazador y no sé si os habeis fijado en el estado de los soldados, están famélicos y descoloridos... me sorprendería que pudieran mantenerse en pie con un arma en las manos. Creo que deberíamos emboscarles o tenderles una trampa, o de lo contrario no tendremos oportunidad de vencerles.

- Emboscarles... no es el modus operandi de un hombre de honor, pero....- parece recordar al viejo soldado de la entrada- la situación es desesperada...

Samuel tiene, en parte, buena razón-dijo tratando de apoyar a su joven sirviente-. Una batalla campal con esos bandidos nos pondría en seria desventaja y muchos de los aldeanos saldrían malparados. No es deshonor, Don Carlos, pensar de manera inteligente y tener una estrategia en pos de la victoria. Aun así me gustaría saber ¿cuanto tiempo se tardaría, mi señora, en declarar ante el funcionario y que el Rey os socorra?

Si de verdad vamos ha hacer esto necesitare un plano y saber de cuanta gente en posición de luchar dispone este lugar...

Kalev llevaba un buen rato callado. Estaba como imbuido en sus propios pensamientos... en todo lo que le rodeaba y que apremiaba de una manera tan urgente. ¿Una emboscada? Un enfrentamiento bélico abierto contra la fornida guarnición del Abad? Era una locura. Tanto el enfrentamiento a campo abierto como cualquier ardid de tipo bélico. 

- Ese no es nuestro cometido, mi señor. - intervino Kalev. - Lamento ser el pájaro de mal agüero pero no somos soldados. Seis viajeros y una docena de ancianos famélicos no son rival para los hombres del Abad. Y no digo que no debamos ayudar a esta pobre mujer rendida ante los hados, - replicó en tono claramente trágico. - pero si hemos de vencer no podemos pretender usar una espada como arma. El ardid y la astucia ha de ser nuestra baza. Hay que ganar tiempo y mientras correr a denunciar el hecho ante los magistrados. 

No había un plan claro en la mente del judío pero entendía que no se iba a marchar de allí de rositas mientras estuviera al servicio del señor de Mayoral y el Vizconde de Muel. Vaya par de pájaros. Se dejarían vapulear por ayudar cristianamente a la dama aflijida. - pensó para sí.

- Sólo con la ayuda del Rey y su ejército podremos conseguirlo.

Es cierto, como sospechaba, que vos no conocéis a Don Carlos. No sabéis que su espada alejo a los moros de tierras Cristianas durante muchos años. De todas formas tenéis razón, en que es la astucia lo que nos ayudara en esta empresa. y creo saber como podemos evitar una matanza sin sentido...-dijo, no sin cierto tono de preocupación.

Rodrigo llevaba un buen tiempo dándole vueltas a la cabeza, no tenía nada claro, aunque si había de ponerse de parte de alguien, sería del enano. Tenía que revisar maneras de escapar de aquel embrollo si todo se complicaba, por muy buena compañía que tuviese allí, prefería vivir solo a morir en compañía.

Y es que nada se le ocurría a Roderigo que pudiese ser de ayuda en la campaña, el sabía robar...vaya si sabía, era todo un profesional, o como mucho, socorrer a algún herido, como aquella vez en Lorca...pero nada más. Al venir a su cabeza el recuerdo de Lorca, no puede evitar pensar "por que me iría", y en cómo estarían sus compañeros, y el gobernador local.

Sigue susurrando, mientras la mujer mira al grupo con cara de pocos amigos, es evidente que no la está sentando nada bien los cuchicheos.

- kalev, tenéis razón, pero no podemos esperar hasta que los hombres del Rey les dé por venir en ayuda de este pueblecito. Si les da por seguir atacando, esta noche y mañana por la noche , y la noche después de mañana... esta gente no aguantará. Si les esperamos, si nos organizamos , si les esperamos en nuestro terreno... quizás tengamos alguna oportunidad de vencerles.  Dirigiéndose a Antón- Esa es mi opinión, aunque claro , Señor, vos decidís.