Partida Rol por web

El fuego proviene de la calle que discurre paralela al borde sur de la Universidad Miscatonik. Pero aún llama más tu atención el observar a dos figuras con vendas en cabeza y brazo que aprovechan las sombras reinantes para colarse subrepticiamente en la residencia del rector, cuando este se aleja. Parecen llevar algunas herramientas consigo.

Te alejas de Anna y Fátima, para buscar a Ilona o a Gianni por las inmediaciones. Todas tus pesquisas son infructuosas. Decides regresar con las dos mujeres, para ver si han tenido más suerte en su búsqueda y para ponerte algo más cómodo, si fuera necesario.

Las dejaste en el edificio del rector, pero éste está a oscuras y no se las ve por las inmediaciones; claro que con la media hora que ha transcurrido bien podrían haber ido a cualquier otro sitio.

Vuelvo al edificio de hombres, me visto rápidamente, y salgo de nuevo hacia el de mujeres.

Acudes lo antes posible de vuelta al edificio de mujeres, sin tener que cruzarte, afortunadamente, con la fastidiosa Rosemary. llegas hasta la habitación de Fátima, dentro de la que pareces escuchar voces. Llamas y te identificas, abriéndote la puerta una Anna con una profunda cara de preocupación. Rápidamente adviertes el por qué, cuando ves a Fátima tendida en la cama, como convaleciente. Un enfermizo manchurrón negro empapa la ropa en torno a su pierna derecha.

A pesar de todas las emociones vividas en el día, de la inquebrantable e intarnquilizadora capa de misterio que os envuelve, por fin pareces caer rendido. Nuevamente tu vida onírica se transforma en un pozo de oscura negrura, dirías que considerablemente oscilante, si eso fuera posible. Te parece oir chasquidos distantes, como si un tubo inestable pasara a gran velocidad a tu alrededor, golpeando contra bordes invisibles y dejandote en el centro.

Cuando despiertas, recibes el quedo sol de la mañana aliviado.

La corriente de la nada me arrastra, llevándome consigo... soy una célula, un glóbulo, no rojo, sino negro, en un sistema circulatorio de pesadilla. ¿Cómo puedo estar sudando sumergido en esa sangre que no cesa de fluir, y me lleva al son del latido que me bombea literalmente a ninguna parte...?

Me despierto sudoroso. Sé que he estado soñando, y la vista de la sobria cotidianidad de mi cuarto bañada por la luz de la mañana me alivia.

Me levanto, me ducho, necesito una ducha, sobre todo después de la excursión nocturna. Después me vestiré, e iré al comedor, a desayunar. Y veré si hay novedades... es decir... si hay más...

Cuando acudes al cuarto de baño, en el pasillo, ves que Kurt se está aseando.

Te adecentas sin muchos miramientos, antes de descender para dirigirte al colegio mayor femenino. Te alegra advertir que la gobernanta no se encuentra en su escritorio, y subes rápidamente hacia el cuarto de Fátima.

En el pasillo te encuentras con que Ludmilla conversa con Anna en el marco de la puerta del cuarto de la supuesta bailarina.

Atraviesas el campus y el colegio mayor con premura, hasta que llegas al cuarto de Kurt. Llamas, pero nadie responde. La puerta está cerrada... Qué raro.

Pruebas a volver a identificarte, pero nada. Escuchas con atención, pero no hay sonidos en el interior y comienzas a preocuparte.

Estás pensando qué hacer, cuando oyes subir a alguien, a grandes zancadas, desde el piso de abajo. Antes de que puedas ver qué pasa, Kurt llega hasta ti acalorado y sin resuello.

Llevas ya varios minutos esperando en la austera y oscura sala, cuando de repente un disparo lejano corta el silencio; luego otro y otro, en lo que parece una rápida sucesión de truenos antes de un aguacero. Poco después una tormenta de gritos, órdenes y pasos veloces anega los pasillos circundantes, filtrándose por tu puerta.

De pronto Kurt entra en la habitación con presteza.

Tu entorno es un manto de oscuridad sólida durante lo que te parece una eternidad. te sientes como encerrado en tu cuerpo, en una asfixiante sensación de no ser tú mismo. Algo te está moviendo; sientes los golpetazos a los lados, como un traqueteo continuado... ¿un temblor? Sí, tal vez un temblor. Entonces el traqueteo aumenta.

Los ominosos acontecimientos de horas antes, el caos y los gritos del sanatorio mental, parecen acosarte desde los recovecos de tu mente, como un disco de vinilo estropeado y acechante. No son sueños, sino más bien pensamientos a toda velocidad. El movimiento... puiedes sentir el movimiento. ¿Cuándo terminará esta angustia? No sabes si podrás soportarlo mucho más. Tratas de aislarte de la cacofonía, y entonces distingues una voz; una demasiado familiar. Quiza ni siquiera es un sonido, sino palabras en tu mente. ¡Sí! ¿Podría eso ser un recuerdo? Quien sabe. Analizas las palabras; las masticas y las degustas. Te sientes como si te hablaras en segunda persona, como un desconocido cualquiera dirigiéndose a otro, sin nombres ni detalles:

Yo estaba sentado al lado del conde, y al lado de éste estaba el camarero con su carrito. Esta tarde entre las 4 y las 5 nos encontrábamos los cinco en la biblioteca. Jugábamos a los dados.

Entonces el traqueteo se vuelve abrumador y consigues escuchar un pitido lejano también. Todo es terriblemente desconcertante. Tus ojos se abren de sopetón a una oscuridad menos densa: rico mobiliario, con dos literas de buen tamaño, un escritorio, y un armario adornan esta cuca estancia provista de una ventana de guillotina y una puerta insertable en la pared. En una esquina, se ha abierto un reducido espacio para incluir un pequeño water, y un lavabo individual con espejo. Otras comodidades básicas cierran el conjunto de este acogedor pero reducido cuarto. Una puerta insertable en la pared da cierta intimidad al reducido cubículo, trabajando estrechamente con la persianilla que filtra un poco de luz nocturna sobre la habitación. Todo el conjunto se mueve como un demonio, ladeándose con un traqueteo incesante, solo mitigado por el pitido lejano, más estridente, si cabe.

Para tu sorpresa, vistes tan solo ropa interior (camiseta de tirantes y calzones), lo que te permite advertir que el tatuaje en tu pecho ha desaparecido. Desconcertado parpadeas un par de veces para aclarar tu visión, pero la escena sigue allí. ¿Qué demonios ocurre aquí?

Estoy en un tren.

Esto ha de ser un sueño, joder, de una realidad pasmosa. Pero un sueño al fin y al cabo. Todo esto que me rodea, me habla de un compartimento de primera clase, en un tren de lujo. Estoy soñando que viajo en un tren de lujo... o lo recuerdo. ¿He estado aquí...? No tengo las cicatrices, los tatuajes. Entonces, puede ser un recuerdo.

El conde... Davourier. La biblioteca... en el mismo tren...? Sí, es posible. ¿Quiénes somos "los cinco"...?

Me palpo, asombrado, descolocado por completo. Miro a través de la ventana.
¿Puedo moverme...?

Me acerco a la puerta del... compartimento...? Y la abro...

Observando por las lúgubres ventanas no te cabe lugar a duda de que te encuentras en un tren a plena velocidad, quién sabe hacia dónde. Una zona estepada, fría irregular y estéril se pierde en la noche a tu izquierda, desde la ventana.

Accedes a un pasillo traqueteante, que se abre frente a ti al mismo yermo paisaje nocturno, en este caso perdiéndose hacia la derecha. La extensión izquierda de este pasillo de tren se detiene bruscamente en una puerta de separación abatible, con el letrero "segunda clase" en ella; voces apagadas te llegan de detrás de esa puerta. A este lado del pasillo, que identificas como primera clase, ves otras tres puertas: 22 (por la que has salido), 23 y 21. El pasillo termina en una puerta de bisagra hacia afuera en la que lees: "jefe de tren", y una puerta con cierre de seguridad y escalerilla desplegable que da acceso al exterior, con el tren parado. Junto a esta, un tirador de emergencia descansa para dar la alarma en caso necesario.

Despué de asomar la cabeza y comprobar lo que ya sospechaba, entro de nuevo en el compartimento 22.

Inspecciono su contenido, asombrado. Hay equipaje, así que lo reviso. Todo, me entretengo en los objetos, busco fotos, anotaciones, periódicos...

Busco ropa, y cuando la encuentro, me visto. Mi intención es salir de nuevo, y dar una vuelta por el tren. Quiero ver si veo a alguien, si reconozco a ese alguien, si puedo hablarle...

No tardas en encontrar algo mucho más oficial que un simple pasaporte: un pasaporte militar americano, sellado por última vez en Calais el 16 de julio de 1906. No hay muchos más sellos extranjeros, a parte de alguno Mexicano. Detalla tu nacionalidad americana y, según dice naciste el 12 de septiembre de 1861 de Julio y Ericca Sacco, de procedencia italiana, nacionalizados americanos. El pasaporte fue emitido en el estado de Nueva York.

Hay tambien un billete de tren, fechado el 18 de julio de 1906, que cubre el trayecto Calais - Dakar.

El equipaje parece ser para varias semanas y cubrir tanto ropa de invierno como de verano. Por el corte y la calidad dirías que de clase media, tirando a alta, para la época; funcional, regia y dura.