Partida Rol por web

Con la ropa en la mano, miro a Gianni y, ladeando un poco la cabeza
Si me permite, me cambiaré y saldremos a buscar al resto

Los pequeños ojos negros de Gianni se abren como platos, al ser cogido por sorpresa. Con voz nerviosa, se disculpa:

-Oh, lo... lo siento mucho yo... vaya, mejor que espere fuera. -Avergonzado, el señor Vanzetti sale al pasillo, cerrando la puerta tras de sí.

Avanzas por el tren, familiarizándote con el entorno en la medida de lo posible. Cruzas la puerta al vagón restaurante. La puerta de separación de vagones reza en la parte superior: "a los coches-cama", por este lado. Desde ella puede observarse un largo pasillo, en el que primero adviertes una pequeña puerta en la que se lee: "enfermería", tras esta, una puerta de doble biombo de madera sobre la que se lee: "salón", una puerta insertable en la pared sobre la que se lee: "cocina", una doble puerta con fondo de cristal sobre la que se lee: "vagón-restaurante", y una puerta también insertable en la pared sobre la que lees: "biblioteca". Al final del vagón se puede ver una puerta con cierre de seguridad y escalerilla desplegable que posiblemente da acceso al exterior, con el tren parado. Junto a esta, un tirador de emergencia descansa para dar la alarma en caso necesario.

Un hombre viene desde el fondo del pasillo hacia ti. Tanto el traje gris oscuro como el rostro (diríase que del mismo color) austero de este señor destacan tanto su profesionalidad, como sus pocas ganas de conversación. No esta desprovisto de una fria belleza madura, que tampoco acaba de ser del todo tranqilizadora. En una chapa en su chaqueta hay grabado: "Mr. Picson; revisor".

Al verte aparecer el hombre apenas hace un gesto de saludo con la cabeza, mientras sigue avanzando hacia ti.

El caballero echa un rápido vistazo alrededor, deteniéndose un instante.

Vaya, este lugar no parece precisamente un tren de tercera.

Al ponerse de nuevo en marcha, repara en la presencia del otro hombre que viene del fondo.

Maldita sea... ¿y si te pide el billete? ¿Qué haces?

Respondiendo al gesto de cabeza con otro similar, Gianni continúa avanzando por el pasillo, intentando aparentar normalidad. Cuando van llegando a la misma altura, hace un pequeño amago de apartarse, para franquear el paso al otro hombre, como si no tuviese intención de detenerse.

Espero que él tampoco lo haga...

El hombre se aparta del mismo modo, casi al llegar hasta ti, cediéndote el paso, con mirada profesional. Cuando ve tu geso, como buen miembro del personal, insiste con un ademán del brazo, para que pases primero.

Esbozando media sonrisa, el señor Vanzetti murmura un "gracias" al pasar junto al revisor y continuar su camino en dirección al vagón restaurante.

-Menos mal... -se dice para sus adentros. -No estaría de más hablar con ese hombre, tal vez más adelante. Deberías encontrar tu billete, ¿no crees?

Llegando al fondo del vagón en el que se encuentra, Gianni tira de la manilla, abriendo la puerta, y echa un vistazo curioso atrás, observando por un instante al revisor antes de cruzar.

Dos amplias puertas complementarias con fondo de cristal translúcido dan acceso, desde el pasillo de un trén, a una concienzudamente decorada y cuidada estancia de gran extensión. Todos los detalles han sido cuidados para poder acomodar como si estuvieran en su propio comedor hasta a 24 comensales en hasta seis mesas adosadas a la pared, con 4 sillas a juego (todo de madera) cada una. Una carta de letra inglesa elaborada informa en varios idiomas del menú, alumbrada por lámparas individuales sobre cada mesa, meciéndose al ritmo de los embites de la vía sobre el vagón-restaurante. Una puerta de doble bisagra accede a la cocina en uno de los laterales de la sala.

En un lateral puede verse un cartel informa de la distribución de las comidas anteriores, según solicitudes: entre las 5 y las 6 estaban comiendo el Sr. y la Sra. Davourier, el Sr. Homburg y el Sr. Anthony O'Hare. Entre las 6 y las 7 comieron los Vanzetti y los Sacco.

Un joven y afable chico anda disparado de un lado para otro con una especie de habilidad innata para sortear obstáculos infranqueables. Una holgada levita roja a juego con un pantalón negro de pinzas ocultan a duras penas sus atléticas y atractivas formas. Su cabello pelirrojo oscuro no desentona en absoluto con sus verdes y grandes ojos. Un pasador sujeta una plaquita en su bolsillo, donde se lee: "Mark; camarero".

Cuando accedes al comedor apenas se detiene para un gesto rápido, mientras regresa a lo que debe de ser la puerta de acceso a la cocina. Otro hombre canta en una lengua que se te hace familiar en el interior... ¿italiano?

Fascinado, Gianni entra en el comedor, mirando a todos lados, arriba y abajo. El cartel en la pared llama inmediatamente su atención, dejándole totalmente impresionado.

-¡Patrick está aquí! Y Kurt, Pietro, Ludmilla, y seguramente Ilona... Dios mío, esto es de lo más escalofriante.

Intentando disimular el temor que todo aquello le produce, se dirije hacia el camarero:
-Buenas noches, eeeeh, Mark. -Con la poca luz, el señor Vanzetti tiene que acercarse un poco para poder leer la placa del muchacho. -Vaya noche, apenas puedo dormir. ¿Puedes decirme qué hora es, si eres tan amable?

Me visto un poco apresurada por los nervios de esta nueva situación
¿estará el resto aquí? uff, espero que sí. A ver si les ha ocurrido lo mismo que al resto
finalizo poniendome unas gotitas de perfume detrás de las orejas y en las muñequas y salgo.
Ya estoy lista, vayamos a buscarles

Salis al pasillo anterior para descubrir sobresaltadas que Gianni no está allí. Al instante el color desaparece de la cara de Anna, que empieza a mirar alrededor algo histérica. Pronto comienza a preguntar quedamente...

-¿Gia... nni?- más alto y firme -Gianni. ¡Gianni!- y entonces comienza histérica -¡GIANNI! ¡GIANNI!- ante la sobresaltada mirada de Fatima.

El camarero, recién reaparecido en el comedor, se dispone a responder cuando comienzan a escucharse unos estridentes chillidos de mujer en la lejanía.

-¡GIANNI! ¡GIANNI!- escuchas gritar a Anna histérica, indudablemente.

Ambos os miráis con cara de confusión por un instante, antes de que éste responda educadamente:

-Son las 22:30, señor.- y se dirija a la puerta del comedor.

Alarmado no tardas en acudir al encunetro de tu presunta familiar, seguido de cerca por Mark. Cuando llegas hasta la puerta de Fátima ambas mujeres se encuentran ante ella. La bailarina se ha preparado sencilla pero exquisitamente, a pesar de sus ropas de bajo standing, y mira sin comprender a Anna, que parece en pleno ataque de histeria en el pasillo. Desde la zona de primera clase parece acercarse el revisor que viste antes en el vagón-restaurante, también hacia ellas.

A vuestros gritos aparece por la puerta de primera clase uno de los trabajadores del tren. Tanto el traje gris oscuro como el rostro (diríase que del mismo color) austero de este señor destacan tanto su profesionalidad, como sus pocas ganas de conversación. No esta desprovisto de una fria belleza madura, que tampoco acaba de ser del todo tranqilizadora. En una chapa en su chaqueta hay grabado: "Mr. Picson; revisor".