Partida Rol por web

Con un repentino arrebato de valentía, tal vez por su más que probable shock mental, Virginia cargó contra el ser recién levantado, tratando de arrojarlo escaleras abajo, mientras Leonora se ponía a salvo. La última vez que Leonora la vio, frenaba en seco contra el cuerpo descarnado del engendro, como si este fuese un muro de piedra.

El enorme monstruo andrógino giró avanzaba la cabeza hacia la mujer cuaando esta chocó contra su pecho, como una terrible estatua nacida de una pesadilla psicótica... una demasiado real. Una sola vez le bastó mirarla; una sola vez para sentenciarla. Virginia sintió como si ese ojo horadara en su interior; como si cabara en su propia alma, hasta encontrar algo pequeño y oscuro; algo que comenzó a crecer hasta volverse inconmensurable... desde su interior.

Al instante la quemazón en la piel de la actriz pareció multiplicarse a la enésima potencia, hasta que su aliento se convirtió en un grito que le partió la garganta antes de morir en la afonía. Apenas unos instantes se posó aquel tercer ojo en su nívea piel de beldad, y esta, sus músculos, sus tendones... todo comenzó a tensarse fuertemente, como si su cuerpo fuera sometido a un invisible potro de torturas, mientras el pelo, humedo del sudor ingente provocado por los tormentos se le caía a manojos. Finalmente la dermis cedió y se resquebrajó como cuero viejo, con un sonido rasgante, dejando su carne al aire nocturno. Los jirones de pellejo sanguinolento se esparcieron por el suelo, y la srta Toshack-Lyndhurst cayo anegado por la debilidad causada por el dolor, mientras su cuerpo atormentado resbalaba por el del monstruo, frenando contra los escalones, notando el insoportable tormento del contacto de la ropa y el suelo contra sus nervios desnudos; sangraba copiosamente, dejando un reguero carmesí al retorcerse, que manaba escaleras abajo en una tétrica alfombra.

Nada había salido de ella, o al menos nada visible... y sin embargo, allí estaban los pedazos de su cáscara pelada, languideciendo húmedos sobre la escalera del edificio.

Un terrorífico grito de mujer, el sonido de tela al rasgarse y un par de golpes desmadejados fueron todo lo que Leonora pudo escuchar antes de que el silencio volviera al pasillo tras ella. Un gélido e intranquilizador silencio...

Peter Taylor parecía haber acabado de abandonar la recepción del colegio mayor masculino, vestido en ropa deportiva y perdiñéndose lentamente en la oscuridad, cuando Leonora apareció por las escaleras que descendían a la recepción, con toda la pechera de la ropa empapada en sangre, el brazo mutado medio desmadejado y lleno de icor negro, y la cara lívida de alguien que evidentemente está bordeando el colapso nervioso.

A la pobre Jane Hampston casi le da un ataque cuando la enérgica figura de la mujer se le vino encima sin esperarlo y casi ruedan las dos hasta el rellano. Al parecer, la bailarina se disponía a subir cuando la mujerona descendió como una exhalación. Fuera lo que fuese, algo terrible había sucedido.

aaaaaaaaaa grito mientras muevo las manos apartando el cuerpo que se abalanza sobre mí. Tras unos segundos en los que tardo en recuperar las compostura, sigo gritanto y moviendo los brazos, hasta que me doy cuenta de que se trata de Leonora o Ludmilla o yo qué se quien.

Recobrada la compostura, me acerco inclinándome un poco hacia ella mientras lanzo miradas furtivas tanto a la entrada como a las escaleras por donde venía ella

¿pero qué diablos pasa? ¿a dónde vas con tanta prisa?

-Pues dónde voy a ir. Fuera de aquí!

Alzando las cejas

¿y para ir fuera tienes que ir corriendo? ¿has visto cómo estás? digo señalando las evidentes manchas que va dejando por el suelo

Respiro agitadamente, mirando a Fátima entre jadeos y con aspecto de estar medio ausente. Señalo arriba a las escaleras:

-Allí, vimos a Pietro, se estaba despellejando y creció... y le salió otro ojo en la frente. Virginia le reventó la cabeza, pero él se levantó, estaba muerto, pero muerto en vida, qué sé yo, salí corriendo presa de la histeria, pero Virginia se enfrentó...

Hablo muy rápido y con poca coherencia, casi no se me entiende.

-Me fui y volví y los encontré a los dos muertos, y como quemados, no sé, esto es muy raro, muy raro -digo moviendo la cabeza-. Sube si quieres, yo me quedo aquí.

Poniendo las manos sobre los hombros de Leonora

esta bien, esta bien, echaré un vistazo a ver qué es lo que ha ocurrido. Tú esperame aqui ¿vale? digo mientras me encamino a la habitación

¿muertos? ¿que caminan? creo que a la pobre le ha afectado algo más que lo mermente físico, y no es para menos. Quizás nos estemos volviendo todos locos

Jane ascendió en solitario por la silenciosa escalera, esperando encontrar cualquier cosa al ascender, a decir por el estado de la mujer. A decir verdad no esperaba nada grave, pero algo tenía que haber que explicara el estado de exhaltación de la señora.

Al ascender el primer tramo de escaleras, la sangre comenzó a agolpársele en la cabeza y en la garganta, en espesos nudos, mientras el aliento buscaba un cuerpo mejor en el que estar. Al pie del segundo volado de escaleras, lo que otrora debió de ser un hombre reposaba desmadejado en el suelo, con su ropa abandonada en un jiron que parecía haberse abierto para dejar escapar al desgraciado, cerca de un metro atrás. Las rasgadas vestiduras estaban negras de sangre seca, evidentemente proveniente del pobre desgraciado que reposaba contra los escalones del primer al segundo piso, compl,etamente despellejado, luciendo sus delicados músculos al aire nocturno.

Puñados de piel de color blanquecino y mechones de pelo cano asomaban por entre los pedazos de prendas de trabajo abandonados en el suelo, junto a un familiar bastón... el de Wilbur... ahora que Jane pudo fijarse, al seguir el reguero de dermis que parecía conectarlos con el hombre. Lo peor de todo era que más arriba de la sección ascendente, allá donde la curva perdía la vista, un brazo más grueso, e igualmente despellejado, reposaba rezumando sangre en tétricos hilillos, escalones abajo.

Lo peor de todo fue escuchar el gemido a sus pies de aquel hombre que debería de estar muerto: respiraba, sufría y estaba vivo, desde luego.

Al ver la horrible escena, me llevo la mano a la boca para tapar la arcada que viene del estómago. Tras un par de intentos, parece que no tengo demasiado en el estómago que echar.

Todavía con la mano en la boca,pálida, bajo corriendo hasta donde está Leonora y, cogíendole del brazo

¿qué ha pasado ahí? ¿qué locura es esa? era el Sr wilbur el que está en el descansillo tirado como un trapo ¿Y PIETRO? ¿Y VIRGINIA? acaba gritando mientras el brazo sale disparado en la dirección de las escaleras

-No te enteras!! ellos son Virginia y Pietro, son ellos, esas mnchas en el suelo. Por favor, trae a alguien trae a alguien ya!

Digo en un ataque de histeria mal controlado. Sin saber que hacer, deseando estar en cualquier otro lugar, pero con miedo a terminar de salir del edificio con esa pinta.

Miro alrededor, en busca de alguien para calmar a la histérica de Leonora. Cuando no veo a nadie, me dirijo de nuevo a las escaleras, subiendo y golpeando las puertas que me encuentre a mi paso

¡SOCORRO! ¡QUE ALGUIEN NOS AYUDE! grito pasando por las puertas hasta llegar de nuevo a la escena.

En este momento, miro detenidamente, intentando descubrir si es verdad lo que dice Leonora o si es el viejo gruñón

lo cierto es que el viejo salió hace un rato, o eso dijo. Pero no estaba en el coche, solo estaba el morito ¿le habrán matado ellos?

Y sin embargo, nadie respondía. Al parecer el edificio había quedado vacío, puede que por la cena o porque simplemente tampoco había, después de todo, tantos hombres de la expedición disponibles (y ahora aún menos).

Leonora está en un estado de bloqueo importante. No pueede hacer absolutamente nada, ya que sus malformaciones no le permiten salir ni ser vista, y encima en su propio refugio, donde se aburre como un zapato, la gente se despelleja y muere. Encima gente tan importante para ella como Pietro.

Ahora está histérica, y le importan poco las malformaciones, solo quiere salir de allí, pero sigue estando lo suficientemente cuerda para saber que no puede exponerse con esas pintas. Finalmente se me ocurre una cosa.

-Fátima, me voy a mi habitación. Buscadme allí cuando pase todo, porque si me ven aquí con esta apariencia no hay duda de que causaré más perjuicio que beneficio -digo respirando agitadamente-. Explícales al resto que Anna y yo salimos de la habitación donde estabamos y encontramos a Pietro despellejado vivo, como se comiera su propia carne y gritando de dolor, y que tras yo intentar ayudarle sin éxito, Anna le dio una muerte rápida, de piedad. Lamentablemente Pietro no descansó, y su cuerpo volvió a la vida tras la muerte, creció de tamaño y le salió un tercer ojo que nos buscaba, y yo entré en pánico volviendo a esconderme, mientras Anna se lanzaba sobre él. Cuando volví a los pocos segundos vi los dos cadáveres en la escalera. Díselo todo y estudiad, qué le ha podido pasar a Pietro, yo estaré en mi habitación, en el edificio fememnino. Adiós.

Tras la perorata vuelvo a sentir mi aplomo habitual, aunque una tristeza que no me abandonará, al menos no a tiempo vista.