Partida Rol por web

Miro a un lado y otro para asegurarme que nadie observa y llamo a la puerta.

- Fátima so...so...soy Anna

Esperas un rato, pero nadie contesta.

...la dejamos en el cuarto de baño...puede que siga allí

Voy a comprobar el servicio.

Ni rastro de ella. Empiezas a pensar que realmente no está aquí... ¿Se habrá volatilizado como hizo Ilona?

...quizá ha ido a buscar ropa limpia o ala Sra. Harrison...

Escribo una nota en una hoja del bloc, la arranco y la paso por debajo de su puerta:

- Soy Anna, estamos en la biblioteca. Los afectados se vana a juntar el la residencia de hombres para investigar libros. Volveré después de comer para taerte las gachas.

Vuelvo a la cafetería para dejar las gachas y me dirijo a la biblioteca para empezar a trabajar.

Cuando regresas a la cafeería parece que nadie ha alterado su contenido desde que te fuiste, a parte de recoger los pocos boles que quedaban y de permitir que Tobias ronque sonoramente.

No tradas en volver al colegio mayor, cuya recepción está obviamente vacía. De allí te diriges a la habitación de Kurt, donde duermen actualmente Gianni y Patrick. Llamas a la puerta y te identificas. Cuando Kurt mismo te abre, puedes ver en el interior a Gianni, Patrick, Fátima e Ilona, esta última ojeando lo que parece el diario del sr. Davourier.

poarecía que por fin te iban a dejar investigar en paz y tranquilidad, cuando de pronto entra Ludmilla, casi sin resuello y transpirando, con la cara bastante tensa. Estás casi convencida de que algo ha pasado.

Llevas ya varios minutos esperando en la austera y oscura sala, cuando de repente un disparo lejano corta el silencio; luego otro y otro, en lo que parece una rápida sucesión de truenos antes de un aguacero. Poco después una tormenta de gritos, órdenes y pasos veloces anega los pasillos circundantes, filtrándose por tu puerta.

Ludmila, Pietro y Kurt aparecen por la puerta de tu habitáculo poco después de los tiros, con cara de susto.

Sales al jardín del sanatorio, tratando de ordenar tus ideas y acallar tus temores, así como para retener a cualquier persona que se dirija al interior y pueda suponer una amenaza para tus compañeros en descenso hacia las zonas inferiores.

Echas un vistazo en derredor, cuando te parece ver algo extraño en una esquina del complejo: para tu sorpresa, puedes ver un agujero de buen tamaño partiendo el muro de piedra a la altura de los desagües; estas completamente segura de que ese agujero antes no estaba allí. El agujero parece coincidir con unos ventanucos de sótano espaciados regularmente. Una gran agitación parece provenir del interior del agujero, así que te acercas al lugar a distancia prudente, temiéndote lo peor.

Cuando llegas a la altura del agujero, tu rostro se congestiona inconscientemente en una máscara de terror. En el interior puedes ver lo que debía de ser una sala de aspecto desaseado, con azulejos blancos deslavados en paredes y suelo, y un techo sin encalar. Un camastro de metal clavado al suelo y sin cabeceras y un pupitre (silla + mesa) igualmente afianzado era todo su mobiliario, a parte de la sempiterna letrina y una jarra de agua de madera. Aunque parece que habían colocado en la habitación, fuera de lugar, una mesita hospitalaria, cubierta por un paño.

Ahora la luz de la luna velada y de las lámparas del pasillo interior alumbran una dantesca escena de carnicería. Tus ojos advierten esquivos los restos de una persona destrozados por el suelo. las visceras alfmbran el lugar como si hubiera sido víctima de un molinillo de café gigante y destapado. La sangre ha pintado de fresco las paredes, excepto donde uno de los enfermeros del centro médico parece haber sido estampado, rompiendo varios cuadros de loza. Un manchurrón gris ha quedado enmarcado por la escabechina escarlata. Pero lo más preocupante de todo quizá sean esas zapatillas médicas abandonadas en medio de la nada. Deberían de pertenecer a alguno de los otros ocupantes, pero los miembros del suelo y el cadáver de la pared tienen las suyas... entonces ¿a quién? En medio del tétrico decorado yace el chamuscado Gianni vanzetti, con una bata médica desgarrada, cubierto de sangre, quién sabe si suya.

Apenas tienes tiempo de observar a los tres enfermeros que zumban por la sala. Comienzas a ver cómo la escena gira y se cimbrea, antes de caer hacia un abismo de oscuridad.

Tu entorno es un manto de oscuridad sólida durante lo que te parece una eternidad. te sientes como encerrado en tu cuerpo, en una asfixiante sensación de no ser tú mismo. Algo te está moviendo; sientes los golpetazos a los lados, como un traqueteo continuado... ¿una camilla? Sí, tal vez una camilla. Entonces el traqueteo aumenta.

Las manchas de sangre que se grabaron en tus ojos antes de cerrar los ojos parecen haberse quedado suspendidos en el aire, como un disco de vinilo estropeado. ¿Cuándo terminará esta angustia? No sabes si podrás soportarlo mucho más. Tratas de aislarte de la cacofonía, y entonces distingues una voz; una demasiado familiar. Quiza ni siquiera es un sonido, sino palabras en tu mente. ¡Sí! ¿Podría eso ser un recuerdo? Quien sabe. Analizas las palabras; las masticas y las degustas. Te sientes como si te hablaras en segunda persona, como un desconocido cualquiera dirigiéndose a otro, sin nombres ni detalles:

A las 16.00 horas estábamos los cinco jugando a los dados: Gianni, Fátima, Ilona, Pietro y yo. A las 18.00 horas comimos ya las 19.00 horas ocurrió ésto.

Entonces la voz interior comienza a cambiar. Se hace grave y se sale de ti, rodeándote... agitándote:

-Por el amor de Dios, Anna... ¿qué está ocurriendo aquí? -te increpa mientras tu mundo gira y se balancea con violencia -Anna... Anna, despierta. -dice cada vez más alto -Soy yo, Gianni, tu... tu hermano. -termina con una sombra de duda.

Entonces el traqueteo se vuelve abrumador y consigues escuchar un pitido lejano también. Todo es terriblemente desconcertante. Tus ojos se abren de sopetón a una oscuridad menos densa: dos literas, una mesita de madera con un taburete pequeño, una ventana de guillotina invertida, y un pequeño armarito cierran un conjunto poco decorado, y más funcional que atractivo. Una puerta insertable en la pared da cierta intimidad al reducido cubículo, trabajando estrechamente con la persianilla que filtra un poco de luz nocturna sobre la habitación. Todo el conjunto se mueve como un demonio, ladeándose con un traqueteo incesante, solo mitigado por el pitido lejano, más estridente, si cabe.

Estás en la litera superior de alguna especie de habitación minúscula y móvil, mientras un hombre que no has visto en tu vida te observa en la penumbra con preocupación:

Una piel suave y tersa viste su cara alargada. Unos ojos negros y pequeños, que te resultan muy familiares te observan sobre una nariz chata, enmarcados entre dos orejas grandes. La boca es fina y se despliega en una tez ligeramente morena, y muy lisa. La figura aparece coronada por una fuerte y sana cabellera, morena, lisa y brillante, que le cae hasta la altura del cuello, cubriendo ligeramente su cara. Además, lleva un tupido bigote a la moda, que junto con unas espesas cejas arqueadas le dan un aire misterioso, y en cierto modo atractivo.

Sin embargo, esta aparente armonía en seguida se ve estropeada por algo que llama mucho la atención. Alrededor de su cuello, un extraño bulto, alargado, con forma de herpes, desciende desde la nuca, girando por el lado derecho y perdiéndose en su pecho.

Tú te descubres vestida en ropa de cama y te llevas las manos al busto instintivamente para cubrirte.