Partida Rol por web

Casimiro asintió ante el susurró de Abid, no porque le pidiera los dineros de buenas a primeras, sino porque parecía como que de alli saldría poca información, visto lo visto. Con cierta discrección, Casimiro se levantó, instó a Abid a ir hacia la puerta (el resto seguíais sentado incluidos criados) y de espaldas a todos le entregó una bolsita al árabe.

Toma -susurro-, no es mucho, pues tampoco podemos excedernos, intenta averiguar algo.

Y volvió a asentir antes de regresar con el resto. Luego miró a los dos alguaciles, hablándoles de forma fingida como preguntándoles acerca de las pesquisas oficiales, como si ya hubieran acabado o no.

¿Algo más tienen han de saber, señores "alguaciles"?-remarcó con su voz esta última palabra, para hacer notar de nuevo a los criados que no hablaban sino con la Justicia, por supuesto...-. Es posible que debamos investigar... en otros mares...

Con que respondan a la pregunta que se les ha hecho me daré por satisfecho: ¿Quienes eran los amigos de su amo? La voz de Diego indicaba que su paciencia estaba apunto de agotarse

Con la bolsita bien segura dentro de mis ropas salí a la calle con la cara destemplada, empezaba la actuación.

Di un brusco y sonoro portazo ami espalda que atrajese la atención del vecindario. Mi tía Shapira siempre me lo decía "En el zoco gustan más de alcahueterías que de sedas.

¡Siemprie igual! ¡Siemprie igual! - Era perfectamente capaz de hablar castellano sin acento, pero en esos momentos me convenía parecer un mendigo granadino sin ningún tipo de estúdios.- Los asiuntos de piobre musiulman siemprie son los últimos.  - Esperaba que aquel que me viese despotricar en ese momento no hubiese reparado en mi presencia entrando junto a los alguiaciles en la casa del jurado minutos antes.

Fiue llegar alguaciles con insidiosas priguntas sobre enemigios y amigios que vinián a ver al jurado y ya no vienen y asiuntos de Abid dejar de impiortar menos que boñiga de camello, عمد القرف لعنة - un insulto en mi propia lengua seguro que ayudaba.- Ahora buen Abid tiner que esperar hasta que alguaciles terminien su triabajo. Comio si tiempo de miusulmal no tinier ningún vialor.

El anzuelo estaba echado, ahora solo tenía que tener paciencia. Me dirigí al lugar más cercano donde tomarme un té y esperar. Las ganas de tener historias para contar está noche a la luz de la lumbre seguro que atraían curiosos, alcahuetas y fanfarrones hacia mi persona como moscas a la miel.

Había movido un poco de jaleo, cierto. Pero las miradas del vecindario que deseabamos evitar irían hacia los propios alguaciles de la ciudad en lugar de a nosotros y nuestra sutil misión.

Zaif, en cambio no había perdido su sonrisa burlona del rostro. Realmente le divertía lo "en serio" que su hermano se tomaba todo aquello. Siempre había sido así... Diego era de esos que no saben divertirse con la tarea.

- Eso... responde. ¿Quién está ahora al cargo de esta hacienda? Si el amo no tenía herederos, ¿qué ha pasado? ¿En qué posición estáis los criados? Ya sabes el refrán... cuando el gato no está los ratones bailan. ¿Estáis bailando...? - preguntó con una sonrisa aún más prominente. - ¿Quién te da los dineros para ir a los recados? ¿Quién es el capitán de éste barco?

Marchásteis de allí con la "mosca tras la oreja", como suele decirse. Caminásteis un rato por la collación de Santiago, barrio bajo la jurisdicción del jurado Mateo. Era ya mañana entrada, radiante y calurosa, y la gente iba y venía por doquier. Enseguida entrásteis en una zona que tenía un aspecto bastante turbio, pues no había nada más que ver los sucios pavimentos, orines, esquálidos canes mendigando junto a sus dueños o incluso algunos cuerpos de borrachos inconscientes tirados por las esquinas; deprimente realmente. Había un par de tabernas.

Entrásteis en una, y a esas horas no había realmente mucha gente en el local. El dueño estaba tras la barra cuando os vio entrar en el tugurio.

¿Qué se debe? -dijo toscamente elevando una ceja cuando vio entrar a tres tipo tan temprano-.

No sé qué va a pasar, mi señor... -dijo el criado a Zaif con el temor puesto en el otro alguacil al que miraba acongojado-. Mi amo era un hombre recto, no sólo al servicio de la Justicia, sino un hombre recto de corazón y fe... El señor Mateo nació en esta ciudad, y la conocía bien. Heredó esta casa de sus progenitores, según nos dijo un día. Era un hombre bueno, al menos con nosotros. Sin hijos o esposa, no sé qué va a pasar con su hogar, supongo que quizá quede en herencia de la iglesia o del Concejo, aún no se sabe nada del testamento ni de sus deseos de patrimonio...

El criado pareció calmarse un poco pese a que estaba siendo demasiado presionado sin razón aparente.

El señor Mateo fue elegido jurado de la collación hace ya cuatro años debido a su comportamiento siempre recto y amable, ¿sabes ustedes? ¡pregunten a los vecinos si le place!

El tipo miró al suelo, no sabía qué más contarle.

Entraste en un pequeño mesón que asomaba en una esquina. Te introdujíste en su puerta grande y luego en el patio interior, hasta entrar en el pequeño antro que allí había. Era de mañana y aún así había gente en el lugar, desayunando o tomando ya vinos. Nada más sentarte, viste al posadero atender a otros tipejos que le requerían la atención y decidiste esperar. Allí, en el interior, contemplaste además a una mujer de muy buen ver, que acaba de charlar y reir con un par de hombres. Por las pintas parecía una prostituta.

Al entrar te vio y decidió probar suerte contigo.

Hola querido, ¿qué te trae por aquí? -dijo sensualmente y con voz delicada-. La mujer era muy morena.

Caminamos por las calles de Córdoba, a esas horas el hedor de los orines ya era intenso, y más por la zona en la nos movíamos. Borrachos por el suelo, y varios indigentes son las personas con las que nos cruzamos.
Entramos en una taberna de las dos que vimos cerca.

- Buenos días tenga usted caballero. Nos puede poner unos vasos de vino y algún trozo de queso, venimos hambrientos. Me siento en una mesa de madera, esperando que mis compañeros y el tabernero nos traiga lo que he pedido.

Levanto tímido el dedo, y le digo al camarero:

-A mi casi que mejor un poleo.

Me siento en el taburete con la espalda erguida y doy golpes sobre la madera de la mesa rítmicamente, dejando caer una tras una las uñas contra esta.

Observo uno por uno a los parroquianos, y cuando llega el camarero, le digo en voz normal tirando a alta:

-Gracias. Por cierto señor ¿sabe usted por qué hay ese revuelo en la sala cercana a aquí? -señalo la dirección de donde venimos. - no paraba de entrar y salir gente de bien.

Si creen que no sabemos nada, igual las lenguas se sueltan...

Si hombre, por supuesto -dijo ante la petición del errante-. No tengo en este momento eso que me pide, señor -respondió ante Yurem-. ¿Quizá quieran también migas recién hechas?

El tabernero dejó que respondiéneseis mientras marchaba a la barra a por el queso y el vino. Luego volvió y lo colocó sobre la mesa.

¿Algo más se le desea, señores? Seguro que son viajeros -se aventuró a decir-, no suele parar mucha gente tan temprano por aquí.

Zaif se encogió de hombros...

- Bien... sea. Tu declaración queda registrada. Si has dicho la verdad, nada habrás de temer. - la sonrisa pestilente del medio moro rubricó sus palabras.

- Marchémonos... - dijo dirigiéndose ahora a Diego con un falso ánimo de tranquilizarlo. - Si el muchacho no tiene nada más que decirnos tampoco se puede hacer nada. Si ya descubrimos que nos ha ocultado algo podremos procesarlo por engaño pero de momento no hay más que hacer. 

Dio un par de pasos teatrales hacia la salida y, una vez allí se volvió dando una última oportunidad al criado de añadir algo a lo que ya les había dicho.

- Lo dicho, amigo. Todo está bien... si acaba bien. 

¿poleo? no sabía ni que era eso. Piensa Duran al escuchar las palabras que salen de la boca de Yurem.

- Si, por favor, esas migas seguro que sientan bien en nuestro estómago. Duran no sabía si el tabernero no había escuchado a su compañero o directamente le había ignorado.

- Como se nota que usted es un tabernero con experiencia, sí, somos viajeros, estamos de paso, y por eso le preguntaba mi amigo si es normal el revuelo que hay formado unas manzanas más allá. Mientras dice estas palabras no duda en probar el queso y el vino, que sin duda parecía aguada a primera vista.

E...Encuéntrenlo, mis señores -apostilló el siervo cuando ya os preparábais para marcharos-; quedamos en la calle y sin trabajo, y quedamos también sin un buen hombre. Encuéntren a quien hizo esta desgracia...

Las criadas lloraban a su amo.

Ispierar siñiorita. Isperar mientras tiomo tiaza de té. - Las prostitutas suelen saber muchas cosas, pues a menudo los hombres que usan sus servicios no saben mantener la boca callada. Ella no me había visto en acción en la calle, así que tenía que volver a repetir mi actuación. Mirando los profundos ojos de la morena le dije.

Abid tinier que espierar a qui alguaciles terminar de interriogar criados dil jurado. Alguaciles priguntar por enemigios y amigios que vinián a ver al jurado y ahora ya no vienen y bueno de Abid ser piuesto di patitas in la calle antes que criados riesponder.

Alguaciles cordiobeses muy intiresados en diescubrir qui vinir a ver jurado, pero il bueno de Abid saber que criados no manciliaran hionor de suo amo.- Hablaba sin chillar, pero en un tono lo bastante alto para que los demás parroquianos de la posada pudieran oírme.

Si, es por un jurado al que mataron anteayer... un jurado de la collación -respondió el tabernero a Yurem-. Ahí han dispuesto la capilla, según dicen, para el último pésame, ya saben. ¿Vos quiere algo más? -preguntó a Ahmed-.