Partida Rol por web

PNJOTIZADO.

No, en éstos momentos no..., tan sólo acompaño a mis amigos. Así es, somos viajeros en esta hermosa ciudad. Puse cara de extrañado al oir las palabras del tabernero, como si no conociese de nada el tema, para no mostrar evidencias de nuestra búsqueda de pistas.

Algunos cliente te miraron por el espectáculo de tu falsa indignación. En realidad Córdoba era una ciudad de bullicio, muchos viajeros, elocuentes comerciantes, y muchas tabernas, grandes o pequeñas, pero muchas tabernas. Quizá un espectáculo como ese fuera algo normal en la ciudad, y pronto los parroquianos dejaron de prestar atención a un simple moro. La mujer, enseguida y haciendo casi caso omiso de tus palabras, se sentó junto a tí, mientras te explicaba, y en breves te rodeó con sus brazos mientras su cara denotaba que sus servicios estaban perfectamente disponibles para tí.

¿Puedo hacer algo por tí? -decía mientras su mano ya casi llegaba a tu pantalón-.

Igual que hace Ahmed, Duran pone cara de extrañado y sobre todo de sorprendido. Y mirando de nuevo al tabernero le pregunta:

- ¿Asesinado un jurado? no me extraña esta algarabía. Bebe un sorbo del vino que tiene encima de la mesa. - ¿Y han atrapado al asesino? Seguro que sería algún "cliente" no muy contento, o no se sabe nada de las causas. Duran esperaba no levantar muchas sospechas por realizar tantas preguntas.

Mucho maleante es lo que hay en esta ciudad, que no puede andar uno ni tranquilo -dijo condescendientemente mientras iba a por el plato de migas que serviros-.

Parecía qué en Córdoba no gustaban de chismorreos, pues nadie se había inmutado ante mis palabras, ni en la calle ni aquí, dentro de la taberna. La única que parecía hacerme todo el caso del mundo era la guapa mujer morena que ya casí estaba encima mío.

Terminé mi taza de té y la volví a mirar de arriba abajo, estaba de muy buen ver. Piues siupongo que algo piodras haser, si.

Escucho al camarero, apenado por que no tuviese una hierba relativamente fácil de encontrar por estas tierras, y sin pensarlo mucho le contesto:

-¿Un jurado?, ¿de algún juicio? deberían ir escoltados.

El tabernero regresó con las migas. Viendo que le seguían preguntando acerca del jurado, encogía los hombros en señal de no saber nada.

Tampoco quiero hablar yo de jurados, mis señores. Hay ahí fuera mucho revuelo -decía-, ya lo ven vuestras mercedes, y no quiero que me cierren la taberna. Si, sí, un jurado, de los que "enjucian" a los vagos o maleante, ya saben... Que dijeron ayer en el Potro, que estuve a por género, que "nosecuántas puñadas" le endosaron al hombre, al cobrador... ¿Será posible? -decí indignado-.

El caso es que parecía que el tabernero no aportaba nueva información relevante.

PNJOTIZADO.

Bueno, vayámonos, Zaif... -dijo Diegon al ver que no podían sacar nada más de aquel encuentro-. Quizá debamos buscar a Abid o incluso regresar con nuestros compañeros, ¿Qué opina vos, Casimiro?

Cierto es... vámonos señores -respondió el de Calatrava-.

Acto seguido salísteis de la mansión-palacio del jurado Mateo, mirásteis a un lado y a otro, pero no vísteis a Abid.

¿Dónde se habrá metido este tipo...? -dijo Casimiro intentando otear una y otra calle por doquier-. En fin... estará de pesquisas, parecía tener un plan, según lo que me susurró. ¿Qué hacemos, vamos a buscarle, le esperamos, nos reunimos con el resto?

Tu dirás, hermoso -te volvió a decir muy sensualmente-. Arriba hay un habitación, ya me entiendes. Quizá quieras descansar: apuesto a que eres un viajero que necesita "reposar" y relajarse.

- Por Alah que aquí aún no hemos terminado. Vayamos a una de las casas vecinas a ver qué dicen los chismosos.

Zaif tomó la iniciativa y se dirigió en primer término a una de las casas colindantes a la del recién finado. Quizá ellos estuviesen más dispuestos a colaborar o menos ateridos por el miedo... que era lo que aparentaba el criado que acababan de interrogar.

Dando cuenta de lo buenas que estaban las migas, aunque estuvieran un poco secas, Duran se dirige al tabernero.

- No se preocupe, si solo era por sacar un tema de conversación mientras nos deleitamos con los manjares de esta ciudad. no quería preocupar al tabernero con más preguntas.

- Sin lugar a dudas fue un crimen horroroso, es normal que la gente este preocupado. Duran agacha la cabeza y habla en voz baja para sus compañeros. - Esta claro que no vamos a sacar nada de aquí, queréis probar en otra taberna. Y diciendo esto se dirige hacía la barra para pagar las consumiciones servidas.

- Dígame, cuanto se le debe, por tan amena conversación y la comida servida.

A pesar de todo no ha querido respondernos a la pregunta de quien era la gente con la que solía parar. Un hombre tan "recto de corazón" debería tener amistades...

Diego oteaba los alrededores,en busca de alguna casa que tuviese aspecto de albergar alguna familia bien que pudiese tratar con aquel hombre

¿Cuianto cuesta riposar in habitación di arriba?- Un hombre podría perderse entre aquel pelo negro y aquellos labios que prometían placeres solo con verlos moverse.- Biuen Abid no ser un Califa.

Cinco monedas, ni una mas ni una menos... -decía mientras su mano ya se internaba bajo tus ropas-. ¿Para qué quiero a un califa? Seguro que tu sabes tratar a las damas mejor que nadie...

La situacion poníase "revoltosa", y la mujer, con tan sólo aceptar, te llevaría ipso facto al piso de arriba.

No hizo falta otear demasiado para que, no muy lejos de allí (y no justo al lado precisamente de la gran mansión del malogrado urada), Diego viera una mujer que estaba apoyada en su escoba, justo delante de la puerta de una vivienda, que sería la suya. Eso sí, de Abid, ni rastro... La mujer, al percatarse de que la mirábais resopló y continuó barriendo su puerta. Por la calle había más viandantes, pero no necesariamente serían del barrio (ya sabeis que Córdoba era una ciudad llena de viajeros).

Cogiéndola por la cintura, apreté a la bella mujer contra mí. Mis labios buscarón su mejilla para, a la vista de todos los presentes susurrarle palabras bonitas al oído.

Que sean siete. Y ni siquiera tendrás que relajarme para ganarlas. - le dije entre susurros abandonando ya el falso acento. - Según dicen, el jurado era un hombre virtuoso, pero hasta donde yo sé, a los hombres virtuosos no los matan de treinta puñaladas en un oscuro callejón. Una chica lista y guapa como tú oye cosas, ve cosas. Compártelas conmigo y el dinero es tuyo.

La mujer se levantó, miró al tabernero y le dio la aprobación para irse arriba. Acto seguido subístes las escaleras y una habitación esperaba con la puerta abierta. No era nada del otro mundo, no había lujos: un camastro de paja y una sillo, ¡ah! y una ventana, claro (lo suficiente para descansar y demás menesteres). La chica esperó recostada en la cama a que entraras.

Acompañé a la postituta hasta su cuarto siguiendo sus bamboleantes caderas. Cerré la puerta y lancé una mirada de soslayo por la ventana desde la cual se podía ver la calle.

Preciosas vistas.- le dije ambiguamente sin aclarar si me refería a ella o a lo que se veía por la ventana.

Después de encamaros y del rápido escarceo*, la mujer se levantó, aunque le insististe sobre el tema del jurado, que era realmente por lo que habías venido.

Esperaba yo a clientes muchas noches -decía-, y resultó que siempre vienen a mi maleante y gentes de temible aspecto que es mejor el no pregutar a qué dedican su vida... y en estando cerca de donde le dice el barrio del jurado, veía muchas noches a gente entrando y saliendo de una gran mansión, que se dice que es la de ese Mateo, y muy de noche. Sin embargo, nunca pude terminar con ninguno de ellos, jamás se me acercaban. Entraban, estaban unas horas y salían de allí; todo ello... a muy altas horas...

La muchacha no contó más, tampoco es que lo viera siempre, pues su profesión siempre estaba ante nada.