Partida Rol por web

"El Bonilla". ¿"El Bonilla"? ¿¡Quién diantres puede apodarse!? Mucho había oído y muchos conocía yo que trabajaban para los calatravos, tales como el "Negro", el "Sacapiernas", "El rompedientes" o el "Cortavergüenzas", y bien podía imaginarme yo el porqué de esos apodos... El caso es que El Bonilla era la siguiente pieza a examinar, que nos ayudaría, tal vez, a lograr encaminarnos aún más a los asesinos del jurado, si es que no era él uno de ellos (según comentó el mendigo Simplicio).

Ahora debemos ser más cuidadosos que nunca -decía Casimiro mientras caminábais por el caluroso ambiente "cordubés"-, andad con capucha, no miréis mucho al frente y agachad la cabeza delicadamente si habláis directamente con las gentes...

Luego miró al joven Diego, que parecía preocuparle algo.

¿Qué ocurre? -girándose un poco, pero sin detenerse- ¿pasa algo? ¿nos vigilan, Diego? ¿nos... siguen?

Casimiro no quería mirar a izquierdas ni derechas, por si eso se hacían delatar ante posibles miradas... Y no es que fuera paranoia si alguien de vosotros creía que podrían estar observándoos, que después de lo ocurrido bien podría ser así...

No lo sé... -decía el joven alguacil-, pero después de lo ocurrido bien podría ser así... ¿¡Acaso crees...!? -entonces, tras este último pequeño grito se mordió los labios mirando con rabia al calatravo, se paró en seco y repitió la pregunta con la voz baja, discreta, arrugada y grave-, ¿¡Acaso crees que esa era la mejor manera de obtener la discreción que nos pedías y que vuelves a hacerlo!? ¿Matando a seis alguaciles de día?

Diego miraba hacia abajo, negando y creyendo que el detonante de la inmienente lucha que acaeció hacía unos minutos la detonó Casimiro al cortarle la cabeza al primero de los tipos de manera tan imprevista (para ellos y para vosotros). ¡¡Ahora, los alguaciles menores de cada barrio estarán alerta!! ¡¡POR LO QUE A MI OFICIO CONCIERNE, no creo que éstos den cuenta al Alguacil Mayor hasta no tener cierta certeza de esas seis nuevas muertes, aparte de la del jurado Mateo, para no poner en duda su efectividad...!! ¡¡Pero créeme que ahora será todo más duro y habrá más vigilancia!! ¡Maldición!

Diego estaba un poco fuera de sí, siendo "un poco" bastante y "fuera de sí" completamente descentrado de la investigación que tenían en mente. Y no es que fuera el único que vio aquella contradicción en Casimiro, que ya algún otro abogó por lo mismo (esa dicotomía rota de discrección-ataque), pero quizá el hermano de Zaif fuera más consciente de ello al compartir profesión. Fue entonces cuando se paró en seco mientras el grupo andaba, y quedóse unos pasos atrás. Todos os girásteis y vísteis su reacción tan estática.

He de averiguar cosas -dijo Diego-, no puedo seguir, de momento, con este empeño que tenemos en mente -¿Acaso renunciaba a la investigación?-. Necesito comprobar el nivel de gravedad y alerta que hay entre los alguaciles en las collaciones..., ¡no podemos andar por ahí como si nada! Creedme cuando os digo que tenemos muchos espías... -entonces miró a su hermano, Zaif, y comprendió éste que Diego decía la verdad: incluso la autoridad juega sucio y necesita de la ayuda de otros cientos de ojos para poner paz en cada esquina y callejuela-.

¡¡NO PUEDES IRTE AHORA!! -gritó Casimiro en alto por una callejuela que retumbó en sus paredes para luego percatarse de ello y continuar su discurso atenuando la voz-. Unos cuantos acabaron con la vida de Mateo, no podemos prescinder ahora de nadie... ¡Ahmed se ha marchado también! ¡La Órden de Calatrava ha confiado en tí! -Casimiro era muy expresivo cuando se ponía serio, tanto o más que parecía que hablaba con furia en estos momentos. Entonces Casimiro dio unos pasos hacia atrás, encarándose con el alguacil. Su rostro era de visible enfado-

Si vas sólo o cometes un error o una mala respuesta, ¡podrás delatarnos a todos! -dijo con furia- ¡Y QUIEN SABE SI INCLUSO...! -entonces se paró, se dio la vuelta y andó unos pasos hacia delante, como no creyéndose la situación-.

"Si incluso..." ¿qué? -repitió Diego con una mezcla de amargura y extrañamiento-. No creas que os voy a delatar por tales muertes... -decía en bajo y con fuerza-, yo mismo he sido partícipe, ¡TAMPOCO VOY A VENDER A MI HERMANO, POR CRISTO! -Diego hablaba con su dedo en alto, y en verdad no sería lógico pensar que confesara lo que estaban haciendo-. He de irme, averiguaré cómo están las cosas en los cuarteles de las collaciones... ¡quizá sea incluso bueno saberlo para esta incursión en la sombra...! Hermano, te veo pronto -le dijo finalmente a Zaif antes de salir corriendo en dirección contraria a la que llevábais dirección a San Lorenzo...-.
 

- ¡Que Alá te guarde! - exclamó cuando Diego se despidió del grupo.

- Demos una vuelta por el barrio, mejor que los fieles hablemos poco.

Tras la despedida tan sentida y casi fugaz por parte de Diego, el grupo se mermaba en su segundo miembro. Anduvísteis desde ese momento con más cuidado, menos aventurados y con más desconfianza, buenos aliados en estos días... Caminábais por callejuelas, avenidasa y plazas, y bien que si fuérais un hombre de poco mundo bien que disfrutaríais de los palacios, iglesias y caserones que se veían a la diestra y la siniestra de muchas de las partes de ese recorrido. El Bonilla, a por ese bandido íbais. Por lo visto era un matoncillo (o de más alcurnia) que se le vio cosiendo a "puñadas" al tal Mateo, y al menos por allí vivía o se dejaba ver. Encima de la torre de la iglesia parroquial de la collación se encontraba una escultura que parecía señorear el templo. Claro que, llegados al lugar, la pregunta era ¿por dónde empezar?

^{Iglesia Parroquial de San Lorenzo}

Cabe decir que la iglesia de San Lorenzo era uno de los lugares sagrados más animados y concurridos de la ciudad, y tan sólo habíais de observar ligeramente, como hacíais, para verlo. Esto era así debido a que su pórtico (que cubría su puerta principal) solía servir de refugio a ladrones, malhechores y mendigos, especialmente cuando llovía (no había nada más que ver su gran cubierta techada):

Viendo "el percal" y el aspecto de cuantos allí paran y se recgocijan entre puñales ocultos y risas embotadas en vino, era normal ver a gente acudir allí para buscar a cualquier mal tipo que le resolviera algún trabajo de dudoso lustre y legalidad. Podría decirse que Casimiro, estando frente a esa iglesia y su enorme pórtico, os había llevado al lugar mas peligroso de Córduba, al barrio más peligroso de la ciudad...: hombres torvos malencarados miraban fijamente a quien llegaba sus pasos por allí (como vosotros); veiais en alguna esquina un tipo oprimiendo a otro con su mano, sujetándole del cuello por algún asunto turbio e incluso el vociferio existente, poco normal delante de una iglesia, hacía llegar a vuestros oídos palabras de la talla de "puñalada", "botín" o "mataviejas" (que no sabría yo deciros, o tal vez si, qué buenas frases podrían formarse en pertinente composición de órden y sentido...). Si aquello no parecía una batalla era porque estaba mal organizada y olía mal (no a sangre, sino a heces y orín), asíque fíjense ustedes lo que allí, delante de los vuestros ojos, había formado.

Antes de avanzar un poco más y comenzar a buscar al Bonilla, vísteis a un grupo de alguaciles pasando por delante del pórtico... ¡pero lo hacían en grupos de diez o doce! Ninguno de ellos iba sólo, y aquello sólo podía significar una cosa: un lugar sin ley y lleno de peligros

No os recordaré lo que hemos venido a hacer ni cómo hemos de comportarnos -dijo Casimiro observando bien la situación y a la gran cantidad de maleantes allí allegados y asentados-. Tened cuidado, señores...
 

Ahora eran uno menos y encima el que se había ido era el alguacil... La misión cada vez se le hacía más extraña y, por qué no decirlo, peligrosa a los ojos de Bermudo, y ese pensamiento se acrecentó nada más llegar a San Lorenzo. Menudo nido de ratas y desechos humanos. Habrá que estar con mil ojos o aquí nos clavarán un puñal para conseguir una simple camisa. Menos mal que he repartido por mi cuerpo el dinero... no fuera a pasar de nuevo lo mismo. 

Bermudo miró con cara de asco y fastidio alrededor. Quería salir cuanto antes de allí pero para eso tendrían que encontrar antes al tal Bonilla.

Miraba a Diego partir, aunque no le dije nada. El sabría lo que hacía, aun mas, parecía saberlo bien, luego conté quienes quedábamos, y ahora ya eramos mayoría musulmanes.

Eso puede ser una de dos cosas, o bueno, o malo, ya que por las últimas experiencias algunos edificios nos iban a vetar la entrada, y después del mochazo que me habían dado, no quería ir sin una escolta por tan peligroso lugar.

Intenté curar un poco la herida haciéndole unas curas, pero no funcionó del todo bien. La miré un poco preocupado, no me hacía mucha ilusión que se infectase, a saber que perros habrían espadeado con aquella arma. Debería buscar algún sitio para curar la herida.

Normalmente había fuentes de agua pura y cristalina ne las plazas principales de los pueblos, y ahí podría llegara  contactar con las señoras que llenaban tinajas.

Ya se sabe, en la cama los hombres cuentan todo, y en la plaza las mujeres.

Miré a los dos cristianos, uno parecía mas diplomático que el otro, pero el otro mas fuerte que el uno, mientras que al uno le habían robado y al otro parecía que lo respetaban.

Me quedé en medio de todos y les dije_

-Necesito agua limpia par alas heridas.

La aventura nos había llevado a los más sucia y rastrero de la bonita ciudad de Córdoba, incluso allí aparecían varios grupos de alguaciles, no se sabe, si ya estaban alertados de la escabechina que hicimos antes o patrullan por simple rutina.

Se escuchaban voces y gritos lejanos, que ponían los pelos de punta, había que tenerlos presentes y no aventurarnos demasiado, nuestra vida corría peligro.

Sobre la Ventana circular y bien labrada de la parroquia de San Lorenzo había una figurita, algún santo o mártir probablemente. Pues bien, se parecía enormemente al grabado de la viga de madera caída de la casa donde encontrásteis a Simplicio el mendigo... en uno de los callejones de las Siete Revueltas.

Hizo gestos con la cabeza al resto y se colocó delante de todos mirando hacia ellos y andando hacia detrás para tenerles cara a cara y decirles en voz baja

- Deberíamos dividirnos en parejas y buscar por el barrio. Preguntar aquí y allá por el tal Bonilla, intentando no levantar sospechas aunque me temo que preguntar por él directamente las va a levantar. Sugiero que acompañéis las preguntas con un par de monedas para que el susodicho guarde silencio, en la medida de lo posible. Dos al norte del barrio, dos al este y dos al oeste. Quedamos en una hora aquí de vuelta, frente a la iglesia.

Zaif había enmudecido. La partida de su hermano, tras tanto tiempo sin verlo, le había ensombrecido el alma. Y eso que entendía perfectamente sus motivaciones para abandonar aquel grupo y comprobar hasta dónde el cuerpo de alguaciles era conocedor de toda aquella trama que conforme iba transcurriendo el tiempo, a Zaif le olía peor. De hecho le sentó mal que el cruzado reprendiera a su hermano de aquella manera. Estaban contratados... cierto... pero no eran siervos. Un alguacil siempre es una figura de autoridad aunque a veces se junte con gente de dudosa reputación.

Así, cuando Nâzeh sugirió dividirse en parejas no pudo evitar volver a pensar en su hermano y añorarlo de nuevo como si no se hubiesen separado en años. La vida tiene cosas extrañas.

- Vayamos pues, Abid... ya que Diego no está, haremos tu y yo una buena pareja. Si damos con el Bonilla creo que sabremos manejarlo pero estar atentos por si se escucha refriega en calles vecinas... esta zona no es muy recomendable y quizá unos de nosotros deban enfrentarse a una buena panda para llegar hasta el interfecto. En tal caso habrá que apoyar y cerrar filas. Ea... hagamos camino.

Al llegar a la plaza torcí el gesto, parecía que el tal Bonilla se encontraba en una de las peores zonas de toda Córdoba y aunque  en zocos peores había estado, lo cierto era que en este lugar yo no era más que un vulgar extranjero y eso en lugares como este siempre empeoraba las probabilidades de salir bien parado.

Sonreí al escuchar las palabras del calatravo pidiéndonos nuevamente discreción. Por un momento pensé en sentarme en el suelo, apoyando la espalda en las paredes de la iglesia y dejando hacer a mis compañeros mientras simulaba ser un mendigo cualquiera y escuchaba las conversaciones ajenas esperando localizar el nombre del Bonilla, pero parecía que el alguacil tenía otros planes para mi.

Te sigo.- le dije,  sabedor que de que si no podía quedarme apartado, estar junto al alguacil era sin duda una buena opción, pues este seguía siendo una figura de autoridad en la ciudad.

Bermudo se quedó mirando a su alrededor, no sólo a la escoria que por allí paraba sino a todos los rincones de fachadas, callejuelas y demás. En lo alto de la iglesia vio algo que le llamó la atención. Acercose a Nâzeh y esperó a que éste terminara de hablar, asintiendo a sus palabras... aquella parecíale buena idea, sobre todo pensando que levantarían menos sospechas yendo pocos que todos a la vez.

- Nâzeh,  ¿recordais la imagen grabada en la viga de la casona donde vivía Simplicio? Mirad a lo alto... aquella figura en la ventana de la iglesia parece la misma que vimos en la tallada en la madera ¿no os parece? Mmm... ¿tendrá relación?

La última pregunta se la había hecho más a sí mismo que al moro, algo le decía que aquella imagen tenía mucho que ver en aquella historia.

¡No se había dado cuenta!

- Pues claro que tiene que guardar relación. Tiene que ser el escudo de una familia o un símbolo que vincule ambos lugares, no puede ser una coincidencia. Bermudo, vayamos nosotros dos a echar un vistazo a la iglesia a ver qué vemos.