Partida Rol por web

Gabrielle se palmeó la frente cuando Trasus ligó "tener genitales" y "nacer con algo para tener un propósito" en el mismo discurso. Los oídos eran también unos órganos ideales para su función, y Gabby no conocía a nadie que buscase un propósito vital en darles uso continuo.

—Me honras con tus palabras, Tal'vashoth. Eres más que bienvenido a nuestro lado —miró tentativamente en dirección a donde estaría Balaena mientras se mordía un labio.

Tendría que convencer a la herrera de que era buena idea tener a un kossith en la caravana. ¿Cómo se metía siempre en esos líos? Y hablando de líos...

—Esperad. ¿Estáis diciendo que pueden quedar supervivientes ahí abajo? ¡No podemos abandonarlos a su suerte, debemos ayudarlos!

Santa Gabrielle de Nosedónde, azote de apóstatas y rescatadora de posibles supervivientes.

Trasus iba a echarse a reír. No era bonito hacer algo así. Había muerto gente, probablemente también los dos cuyos destinos eran inciertos. No era bonito, pero no podía dejar de reír por algo así. El azar tenía otra opinión; la maldita tos no le dejó ni siquiera esbozar una sonrisa. Se dobló por las caderas como un libro y se dejó caer de culo al suelo, escupiendo la garganta entre las piernas.

Se levantó de nuevo después de unas incómodas decenas de segundos así, una lágrima resbalando de cada ojo y el rostro encarnado y brillante como el sol del ocaso. Se pasó la manga por los labios, llevándose saliva y sangre y dejando polvo y barro en su lugar.

—Si eres capaz de atravesar, retirar, disolver, desintegrar, o cualquier otra alternativa de la que dispongas en tu repertorio de conjuros, unas cuantas toneladas de tierra y roca, vamos sin demora —dijo con voz ronca—. La caverna se derrumbó, y desconocemos la existencia de otros accesos. Si no podemos entrar por nuestros propios medios, sin embargo, los enanos son la mejor opción para nuestros amigos.

Ya no tenía ganas de reír. Al menos era una buena muchacha, a pesar de todo, o lo aparentaba bien. Trasus prefería la gente interesante a la gente buena, pero la gente buena estaba en segundo lugar en su lista. Y todavía podía ser interesante, no era eso algo que se juzgara en unos minutos, si no quería llevarse uno un crudo desengaño.

Gabby ignoró el hecho de que, indirectamente, estuviera menoscabando sus capacidades como maga. Al fin y al cabo conocía pocos magos del Círculo que fueran capaces de la proeza que describía Trasus, salvo con montañas de lirio a su disposición. En lugar de contestar, se acercó a él y se arrodilló a su lado.

—No me gusta esa tos —dijo, observando que la manga estaba manchada de sangre—. Yo soy una sanadora decente, pero si mi conocimiento resultara insuficiente, viaja con nosotros una hermana de la Capilla que tal vez pueda ayudarte.

Trasus se remangó la camisa, demasiado tarde. Aunque le gustaba la gente buena, en oasiones era incómodo tenerla cerca. Levantó las manos para indicar que no tenía importancia.

—Es el polvo de los Caminos —explicó—. Me irritaba la garganta, y llevo días tosiendo para expectorarlo.

Levantó la petaca destapada que colgaba de su cinturón y le dio la vuelta ante las narices de Gabrielle. Ni una sola gota escapó de su árido interior. Solo los vestigios de un delicado aroma espirituoso.

—Se curará enseguida en cuanto vuelva a encontrar algo de beber —. Trasus consideró un momento las palabras de la maga—. ¿Una hermana dices? ¿En el carro? ¿O sois parte de un grupo mayor?

—Cuídatela. No dejes que esa tos se convierta en algo crónico o podría convertirse en un problema —señaló Gabby mientras se levantaba.

La maga señaló en derredor.

—Claro que formamos parte de un grupo más grande. ¿Crees que me habría parado a hablar con unos desconocidos sin tener a una docena de arqueros templarios apuntándoos desde la espesura? —dijo Gabrielle. Se mantuvo seria unos instantes hasta que no pudo aguantarse más la risa—. ¡Siempre quise decir lo de los arqueros! Pues no, solo somos nosotros. La Hermana está en el carromato, junto a algún miembro más de nuestra comitiva. Cuando salgan os presentamos.

—Me cuesta creer que alguien sea capaz de quitar de un capirotazo las trescientas toneladas de roca que le bloquean la salida mientras un monstruo de fuego trata de comérselo. Por muy tevinterano que sea—Sarkee hizo un inciso en aquel momento. Luego añadió con un suspiro amargo:—. Eso suponiendo que no se haya derrumbado toda la cueva sobre él...

Negó con la cabeza y volvió a fruncir el ceño.

—Sea como fuere, es cierto, necesitamos ayuda. Me temo que yo no puedo ir con vosotros: tengo que volver a Orzammar y contarles lo que ha pasado.

—No. Iré yo.

Sarkee miró a Belgar como si al enano acabase de convertirse en una liebre. Astada.

—¿Disculpa?

—No seas obtusa—resopló el Belgar—. Tú lo has dicho: esa furcia mató a tus dos hermanos, ¿no? Yo sólo voy detrás de ella porque me hizo trampa en una partida de cartas. Por su culpa me he pasado el último año de "esclavo" en la mugrienta cocina de una taberna de mala muerte.

Emitió un sonido de gargajeo y escupió en tierra.

—Además, creo que volveré a la arena... —añadió con algo que no estaba claro si era frustración, enfado o aburrimiento—. El tiempo en la superficie me ha demostrado que es para lo único que valgo.

Sarkee parecía escéptica ya que no tenía ni idea de qué asuntos habían llevado a Belgar a viajar con Gabrielle, Nolan y compañía. De modo que miró tanto a la maga bisoña como a Trasus en busca de opinión: Uno porque, a fin de cuentas, se trataba de encomendar el posible rescate de su maestro  (si seguía vivo) a un desconocido. Y otra porque era quien había viajado con él hasta ahora.

Trasus puso una exagerada mueca de pena como respuesta a la broma de Gabrielle. Aunque la imagen mental de una docena de templarios agazapados entre la maleza no estaba exenta de comicidad.

Tampoco lo estaba la de un carro repleto de gente, y a diferencia de la anterior, estaba más cercana a la realidad.

—¿Es más grande por dentro que por fuera —inquirió— o disfrutáis mucho de la compañía?

Tanto Sarkee como el enano del otro grupo, Belgar, se ofrecieron para notificar a las autoridades de Orzammar lo ocurrido. Trasus era el único que conocía, y era capaz de explicar, la mayor parte de la verdad, pero su presencia no era necesaria para que se organizara una expedición de rescate.

—No conozco a Belgar, pero tú eres más agradable de ver —ofreció Trasus su honesta opinión sobre quién debía ir.

Gabby miró a Trasus con gesto ofendido.

¿Estaban aliados con los tevinteranos?

¿Era ése el motivo por el que le había hablado de aquellos malos modos? Gabrielle era consciente de que el Círculo no era perfecto, pero la alternativa, volver a los viejos días del Imperio, era mucho peor. Era un insulto a su inteligencia que le dieran lecciones de libertad desde la perspectiva del pensamiento de una nación en la que la esclavitud era rampante. Excepto para los magos, claro estaba.

—¿Disculpa? Dime que ese maese tevinterano no dirigía la expedición. O no me lo digas, me da igual. Dime que no hay un séquito de esclavos enterrados en los Caminos de las Profundidades junto a él.

En los Círculos decían cosas feas de la magocracia de Tevinter. Feas como un codo encostrado en eccema. Trasus no tenía claro qué había oído la chiquilla. "¡Tienen cuernos y rabo! ¡Comen recién nacidos! ¡Se transforman en abominaciones como pasatiempo! Son tan malos que ni siquiera reconocen la divinidad de Andraste". Lo que sí era veraz era que la esclavitud era algo normal. Aunque no como en el pasado, cuando los esclavos superaban ampliamente a los ciudadanos, e incluso las familias soporati más humildes contaban con al menos un par de ellos en propiedad.

No era sorprendente que Gabrielle, a quien habían indignado las suposiciones de Trasus, exhibiera a pesar de todo sus propios prejuicios sin el menor tapujo.

Trasus extendió los dedos de una mano, los miró con una expresión de concentración en el rostro y empezó a manipularlos, al tiempo que murmuraba lo que parecían ser cálculos mentales.

—Cero esclavos —respondió al cabo de unos instantes, levantando la mirada—. Sila vive en Val Royeaux desde hace años, donde tiene varios sirvientes, pero todos ellos son hombres y mujeres libres y bien pagados. Es catedrático en la universidad de Orlais. La expedición, hasta donde alcanza mi conocimiento, fue una labor de investigación financiada por la propia institución.

Ajena a todas las elucubraciones que pasaban a toda velocidad por la cabeza de Trasus, Gabrielle parpadeó.

—Reformularé mi pregunta —dijo—. ¿Hay un séquito de hombres y mujeres libres y bien pagados enterrados en los Caminos de las Profundidades junto a él?

—Espera, ¿el flacucho ha dicho que soy incómodo de ver?—saltó de pronto Belgar, como si vuestros entresijos verbales fuesen más rápido que su capacidad para captarlos.

—La palabra concreta sería "feo". Pero si.

—Bah—refunfuñó el enano—. A ti tendrían que hacerte Paragón de la sutileza.

Trasus iba a responder con otra pregunta, relativa a la geografía de Thedas y la logística en los Caminos de las Profundidades, pero la sostuvo entre la lengua y la garganta, optando en su lugar por dar la respuesta que la muchacha estaba esperando.

—Solo Sila y Parholl, el hermano de Sarkee, suponiendo que alguno de los dos siga vivo.

Sarkee torció el gesto como si tuviese serias dudas de que su hermano estuviese vivo, o más bien como si la irritase y frustrase por igual tener que hacerse a la idea de ello.

—En otro orden de cosas—cambió de tema—. ¿Tenéis idea de dónde puede haber ido esa zorra? Asumo que lleváis más tiempo que nosotros detrás de ella.

Gabby dudaba de que Trasus le estuviera diciendo toda la verdad. Nadie en su sano juicio montaría una expedición a los Caminos de las Profundidades tan pequeña. Era una mera cuestión de logística y geografía. Pero la pregunta murió en sus labios.

A ella le importaba la gente. No los prejuicios atávicos, o los ideales idiosincrásicos por los que se declaraban guerras y moría la gente. Sólo las personas. Y parecía que no podía salvar a nadie.

—Sabemos que viajaba en dirección Este hasta que llegó a Denerim —dijo, masajeándose las sienes—. Después se desvió hacia el Sur hacia el Bosque de Brecilia. Tal vez con intención de embarcar en Gwaren. No creo que nos lleve más de un día de ventaja.

Suspiró.

—¿Entonces nos dejas, Belgar? ¿Cuándo pensabas decirnos que regresabas a Orzammar? ¡Somos tus compañeros de viaje!