Marjolaine arrugó el gesto y por un momento pareció como si fuese a echarse a llorar. Logró dominarse y parpadear varias veces para mirar al Gwydion frente a frente.
-Mi señor... No deberíais haber venido. Aster, te dije que no quería que nadie me viera... -Su tono era una sombra de su sorna y su desparpajo acostumbrado-. Lady Marion.
Como si su visión la hubiese dañado de algún modo, Marjolaine escondió la cara entre las manos y lloró quedamente.
Lothar dio un paso hacia delante, pero se lo pensó mejor y decidió respetar el espacio de la Baronesa. Apretando un puño negó con la cabeza, dolido.
-Lady Marjolaine, me apena horriblemente lo que os ha ocurrido. Juro que atraparé al que os haya hecho esto y le haré pasar mil penurias antes de matarlo. Tenéis todo mi apoyo y mi ayuda. Si necesitáis algo, lo que sea, os lo haré llegar.
Ver a Marjolaine herida y desfigurada le produjo una sensación amarga y terrible, y de pronto se sintió culpable sin saber por qué. Quiso avanzar hasta ella para consolarla, pero temía incomodarla. Se situó a los pies de la cama y miró a la Liam, ya ajena a toda la felicidad de los últimos días.
-Lo mismo digo. Estoy aquí para vos, para cualquier cosa que necesitéis. Descansad, si podéis -dijo, sintiéndose torpe.
No soportaba ver a Marjolaine así. Cada sollozo le partía el corazón. Se volvió hacia Lothar y le lanzó una mirada significativa. Necesitaba hablar con él a solas.
Aster avanzó hasta la cama y se sentó junto a Marjolaine. Le pasó el brazo por el hombro con prudencia. La Baronesa se encogía al sentirse envuelta por otra persona, pero después lo agradeció. Dejó que su hermano la abrazase hasta que se calmó. Luego se disculpó y se secó las lágrimas. Sir Aster le dio un beso en la frente y le habló con voz suave:
-Hermana, diles lo que me has contado a mí. Si consigues recordar algo más...
-¡No puedo recordar nada más! -exclamó ella, rabiosa-. ¡No puedo! Me han borrado eso, lo han hecho a propósito. ¡Puedo recordar sus golpes y sus insultos, pero no su voz! ¡Puedo recordar lo que me ha hecho y cómo, pero nada más! ¿Va a servir eso de algo? Dime, ¿va a servir?
Marjolaine se refugio en sus manos, otra vez.
-Yo sólo quería divertirme...
-Lady Marjolaine -Lothar puso las manos tras la espalda-. Por favor, aceptad mis mejores deseos. Volveré para hablar con vos cuando estéis preparada. Sabed que esto no va a quedar impune. Vamos a ocuparnos de hacer justicia. Me duele mucho veros así. De verdad.
El Conde no quiso acercarse más.
-Sir Aster, Lady Marion y yo debemos hablar fuera.
Rodeó la cama y se sentó a los pies de ésta, cerca de Marjolaine. Estiró la mano para tocarle las piernas por encima de las mantas, pero se detuvo.
-No os esforcéis... -empezó a decir, dubitativa, pero Lothar la detuvo, y estuvo a punto de suspirar de alivio.
Se levantó de la cama y siguió al Conde fuera, a otra habitación.
Lothar cerró la puerta tras de sí y buscó los ojos de Marion. Estaba a punto de llorar; no había mentido sobre el dolor que sentía. Abrazó a la Eiluned y la estrechó contra su pecho, posesivamente. No dijo nada hasta pasados varios minutos. Se separó un poco de ella y la tomó por la barbilla.
-No os reprocharé nada. No érais vos misma, os controlaban. Pero... ¿alguna vez aquella vampira os maltrató así? ¿Os forzó de algún modo?
Echó los brazos alrededor del cuello de Lothar con un suspiro ahogado y hundió la cara en el cuello del Gwydion. Se separó de él de mala gana; si había ahí fuera alguien capaz de semejante atrocidad ella prefería quedarse con Lothar, a salvo los dos. Acarició la nuca de Lothar, despeinando el nacimiento de su melena azul.
-No -respondió-. Quiero decir... no creo que a Lady Marjolaine la haya atacado un vampiro. Son demasiadas cosas. Según Sir Aster, usaron armas quiméricas para acabar con el guardaespaldas. Y... el mordisco de un vampiro no deja marca, eso lo sabéis, y sin embargo el cuello de Lady Marjolaine está vendado. Ni causa dolor; no han de retener a sus víctimas cuando las drenan. Tampoco sienten más lujuria que por la sangre. -Se quedó en silencio un momento, pensando en cómo comunicarle sus sospechas-. Amor mío, creo que el que atacó a Lady Marjolaine es un duende.
-¿Estáis segura? -preguntó el Gwydion. Suspiró y se acercó a ella para hablar en tono bajo-. De algún modo eso me alegra. Si vos no habéis sido la culpable de este hecho, entonces me siento muy aliviado. Pero por otro lado... ¿un duende? ¿Del Condado? ¿Quién sería capaz?
Marion vio cómo fruncía el ceño. Hacía tiempo que nada provocaba aquel gesto. No había preocupaciones en la habitación donde habían pasado varios días perdidos el uno en el otro, sin peligro ni angustia.
-No quiero pensar en ello. Ninguno de mis vasallos puede ser tan desalmado.
Se puso de puntillas para besarle el ceño, confiando quizá en que su amor aún tenía el poder de desfruncirlo.
-No os preocupéis más. Sea vasallo vuestro o no, le encontraremos. Y se hará justicia. Quiero ocuparme de este asunto por vos, si me lo permitís.
La expresión de Lothar mejoró, aunque no recuperó la alegría de la mañana.
-Mi amor, Ariadna sabe que vos sois Edith. La vampira pronunció vuestro nombre, como bien sabéis. Me lo ha reprochado antes, junto al coche. No está demasiado contenta de que tengáis mi confianza y me ha llegado a decir que ella no confía en mí. No quiero colocaros en un lugar difícil. No me cabe duda de que en la corte ya han empezado las habladurías. Por supuesto que podéis investigar por mí... pero no quiero que esto se convierta en un problema para vos o para nosotros.
El taxi les dejó cerca del feudo. Los criados, acostumbrados a la llegada de visitantes, los condujeron al piso de arriba. Nadie les dijo nada al respecto de Marjolaine, pero no parecían nada animados.
Les hicieron llegar a una habitación cercana a la de la Baronesa, donde aguardaba Ariadna.
Ariadna estaba en el salón, esperando. No parecía nada animada: a decir verdad tenía una expresión de tristeza que apagaba cualquier luz en la habitación. Un criado les abrió la puerta y les indicó que aún no podrían recibirles. Don César, Axelle y Sir Albert entraron tras él, confusos y aún ignorantes.
La noticia de que su relación con Adéle había llegado a oídos de Ariadna le afectó más de lo que dejó traslucir. Negó con la cabeza.
-Yo tampoco, pero siento un gran aprecio por Lady Marjolaine. Quiero encontrar a su agresor. Y así demostraré a los escépticos que soy la candidata adecuada para dirigir La Hiedra, y quizá los rumores que tanto teméis pararán un poco. Respecto a Ariadna, dejad que yo lidie con ella.
-Está bien... No puedo negaros nada. Pero sed benevolente con Ariadna. Es una buena chica, una gran Dama... y digna Gwydion. Con todo lo que ello representa. -Las manos de Lothar la acercaron más a él-. Si a mí me costó hacerme a la idea de lo que significaba mi amor por vos, a ella se le hará mucho más difícil. No dejáis de ser lo que sois, por más que yo os ame en cada una de vuestras facetas. Vuestra Corte y vuestra Casa se le atragantarán a más de un Gwydion.
Le dio un suave beso y se separó de ella. Ahora estaba más tranquilo y menos afectado, pero le era difícil sonreír.
-Deberíamos volver.
Marion tampoco sonreía, pues no había motivos. Besó a Lothar y dejó que se separase de ella. Deseó que hubiesen violado a Ariadna en vez de a Marjolaine, que no la juzgaba y la había tratado bien.
-Sí, tenéis razón.
Suspiró y siguió al Conde.
Albert se adelantó.
-Ariadna. Informarnos por favor.
Ariadna levantó la mirada de sus pies y miró al resto sorprendida de que estuviesen allí.
-No es algo de lo que yo deba informar, Sir. Os ruego que esperéis aquí hasta que salga Sir Aster.
Poco después de la llegada de los nuevos visitantes, Lord Lothar y Lady Marion entraron en la habitación. Estaban tan desanimados como Ariadna. El Conde saludó a los recién llegados.
-Sir Aster se ha quedado con Lady Marjolaine. No sería bueno que recibiese más visitas. Está muy conmocionada.
Lothar inspiró y aguardó unos segundos antes de revelarle lo ocurrido.
-Lady Marjolaine ha sido deshonrada esta noche.