Partida Rol por web

La debil carne se interponía entre Teccus y su objetivo. El maldito enjendro semi-metálico alteraba todas las ecuaciónes que Teccus realizaba a velocidades tan rápidas que serían imposibles de analizar por el ojo humano.

El cogitador matemático de Teccus y su unidad aritmetico lógica trabajaban arduamente intentando preveer los erráticos movimientos del ser, pero las matemáticas no eran puras, había una variable imprevisible que llevaba a Teccus a calcular vectores de movimiento erroneos. Y esto le llenaba de frutración. Una emoción que le decepcionaba sentir, pues le recordaba que aún era debil e incompleto. Aún tenía carne y no era uno con el Omnisiah.

- Tengo que actualizarme...quizá el Service Pack 3 sea suficiente.

Esta vez, Albrek calibra mejor su ataque, pero sigue sin acertar al engendro.

 El individuo que queda mira nervioso la puerta pero Caín sigue taponando la salida y arremete contra él pero su puño se estrella contra el marco de la puerta y lo abolla sin muestras de dolor.

ASALTO 10

Caín descubre que se ha quedado sin balas y vacía el tambor del revólver esperando recargar antes de que los individuos decidan ir a por él. Atellus coloca apunta a la sien del individuo que ataca a Albrek y dispara un haz láser que le atraviesa la cabeza de lado a lado. Cae fulminado con un desagradable olor a quemado en el aire ¿así que los sesos asados huelen así? Pero su locura no hace más que acrecentarse a cada momento.

Zaddion deja caer la batería gastada de su pistola al suelo y mete otra que lleva en uno de los bolsillos del mono de trabajo. Teccus falla su disparo y Albrek avanza para golpear con su martillo al individuo que queda con Zaddion pero éste mira nervioso la puerta pero Caín sigue taponando la salida y arremete contra él pero su puño se estrella contra el marco de la puerta y lo abolla sin muestras de dolor.

Apartándome para no recibir un puñetazo valoro mis posibilidades, con un revólver carente de balas, frente a esa cosa. Llegados a este punto y ante la estreched del lugar es una buena idea imitar a nuestro clérigo sacando el arma de cerca para arrearle al bicho. Con un breve juego de pies me aparto, desenfundo la espada (arma primitiva aunque muy útil en este momento) y ataco con una tajo vertical, que acaba desviado por los metálicos brazos de mi oponente. Habrá que esforzarse más si quiero matar al sicario.

Al menos el soldadito ha elegido el momento oportuno para acertar con su arma, luego le pasaremos cuentas a ese aficionado.

Caín tira el revólver sin balas y desenfunda su espada. Espera que el frío acero le ayude a derrotar al extraño ser que intenta salir al pasillo. Su tajo no encuentra blanco y choca con la puerta. Atellus se gira hacia Albrek y le dispara en la pierna izquierda.

Zaddion apunta a la cabeza del individuo y dispara su pistola. El láser quema un mechón de los pocos pelos que le quedan al individuo pero poco más.

El tecnosacerdote computa que la reducción de la distancia al objetivo aumentaría sus posibilidades de acierto así que avanza para ponerse a quemarropa y dispara a la cabeza, quemando parte de la piel y agujereando un poco el cráneo.

Tanto fallo tenía que servir para calibrar las posibilidades, y por fin Albrek impacta con el martillo en el monstruo restante, con un sonido satisfactorio, que arranca un comentario del clérigo: ¡Toma, mal nacido!

El golpe del clérigo es fuerte, hubiera tumbado a cualquier ser humano pero parece que el ser formado en parte por placas de metal consigue aguantarlo casi sin inmutarse e itenta golpear sin acierto a Caín para abrirse paso.

ASALTO 11

Caín tira el revólver sin balas y desenfunda su espada. Espera que el frío acero le ayude a derrotar al extraño ser que intenta salir al pasillo. Su tajo no encuentra blanco y choca con la puerta. Atellus se gira hacia Albrek y le dispara en la pierna izquierda. Zaddion apunta a la cabeza del individuo y dispara su pistola. El láser quema un mechón de los pocos pelos que le quedan al individuo pero poco más. El tecnosacerdote computa que la reducción de la distancia al objetivo aumentaría sus posibilidades de acierto así que avanza para ponerse a quemarropa y dispara a la cabeza, quemando parte de la piel y agujereando un poco el cráneo.

Tanto fallo tenía que servir para calibrar las posibilidades, y por fin Albrek impacta con el martillo en el monstruo restante, con un sonido satisfactorio, que arranca un comentario del clérigo: ¡Toma, mal nacido! Aunque el golpe del clérigo es fuerte, hubiera tumbado a cualquier ser humano, parece que el ser formado en parte por placas de metal consigue aguantarlo casi sin inmutarse e intenta golpear sin acierto a Caín para abrirse paso.

¡Bueno, esto es demasiado!, exclama Albrek, exasperado, a la vez que deja caer el martillo y saca la pistola láser.

Sin agobios, pero consciente de la fragilidad de mi situación, tan cerca de las garras del monstruo semimetálico y con todas esas balas impactando cerca, alzo la espada y cuando mi brazo está en su punto más alto bajo rápidamente el brazo, la espada desciende cortando el aire y chocando contra el brazo del engendro en un seco e intenso golpe. ¡Clac! Tan fuerte es el impacto que la vibración del golpe alcanza la muñeca, y a punto estoy de perder la espada por la reacción al impacto. La hoja tiembla y parece a punto de partirse, pero es una buena espada; y lo único mal parado de ese instante de éxito, es el brazo del montruo.

Ésta seguro que la ha notado.

El golpe no es suficiente para cortar el brazo pero la fuerza del impacto golpea seguidamente al cuello de la criatura y una mezcla de sangre y aceite sale disparada hacia el techo. El ser se convulsiona intentando cerrarse la fatídica herida pero es demasiado tarde.

Albrek recupera el martillo y el revólver, recarga este último y, tras cerciorarse de que los demás han recuperado los sentidos dice: Estos engendros no han podido llegar hasta aquí por sí solos; seguro que quien les ha enviado anda cerca. ¡A por él!

Y, dicho esto, empuña la pistola láser y sale por la puerta al pasillo.

Tras el combate, y a pesar de esprarlo fervientemente, el descanso no llega. Aunque no le falta razón al clérigo, me jode tener que salir corriendo tras un capullo.

Suspirando, sigo a mi compañero, preparado para invocar a la disformidad y moldearla para obtener alguna ventaja.

Solo espero que me acompñae la suerte, porque sin haber dormido no estoy seguro de poder controlar todo el poder...

Barréis el pasillo y las habitaciones vacías de la planta del piso de Saul. Bajáis las escaleras buscando a un posible inductor o controlador pero llegáis hasta la calle sin encontrar a nadie. Si existía la presencia que el clérigo sospecha se os ha escapado.

Volvéis al piso de Saul, los cadáveres siguen el el suelo. Un extraño olor mezcla de sangre, ozono y pólvora se mantiene en el aire.