Partida Rol por web

Tanto Dagar, cómo Baga ven desde su posición cómo todos sus compañeros menos Ivorwen desaparecen de su campo de visión persiguiendo al Desconocido, mientras, la maga, intenta avanzar por la maleza, pero no consigue hacerlo con soltura ya que su ropa se engancha en unas zarzas. Desde lo alto del pescante del carro Dagar habla a sus compañeros lo suficientemente fuerte cómo para que puedan oirlo, pues Ivorwen no se encuentra muy lejos...

-¿Qué proponeís que hagamos?- dice mirando en todas direcciones y girandose hacía Baga, puesto que está más cerca.

El elfo sale disparado de su posición dando grandes zancadas y adelanta rápidamente tanto a Harandir cómo a Amlaith, ganando terreno a paso agigantados a su presa. Todos corren fuera del camino ya y la carreta deja de estar en su campo visual. Después de unos metros, el terreno vuelve a abrirse un poco y los aventureros ven que a su izquierda sube un pequeño terraplen. Lolyan casi a alcanzado ya a su objetivo, que no deja de girarse para comprobar cómo la distancia que lo separa del elfo no deja de disminuir, pero justo cuando está apunto de darle alcance, el sonido inconfundible de un arco cahsquea desde lo alto del terraplen y, acto seguido el elfo se desploma en el suelo, cayendo de bruces y perdiendo su querido arco, que se queda a unos metros.

Sólo un segundo después, un segundo disparo, esta vez dirigido contra Amlaith impacta en uno de sus costados, que perfora la cota de malla y deja una profunda herida, de la que sobresale el astil de la flecha. El montaraz no cae al suelo pero detiene su carrera debido al dolor y a la sorpresa de ver a su compañero en el suelo, completamente inerte. Los siguientes en llegar son Harandir y Edha, que no reciben ningún disparo y también son testigos directos de la emboscada. Al parecer, el movimiento del desconocido no era más que un intento de atraeros hasta ese terreno, propicio para el ataque. En lo alto del terraplen hay apostados algunos arqueros y sin más tiempo a reacción un par de guerreros armados con lanzas salen a la carga desde el mismo sitio...

Sin saber muy bien cómo te encuentras en el suelo y no puedes repirar, tienes un dolor muy fuerte en la zona del cuello y al ir a arrastrarte unos metros para recoger tú arco te das cuenta de lo que el destino te tenía preparado para ese momento, tienes una flecha atravesada en el cuello y parece que ha alcanzado tanto la garganta cómo la yugular, la sangre sale a borbotones y te estas ahogando debido a ello, sólo te quedan unos instantes de vida, y lo sabes...

Con la voz quebrada me estoy muriendo, sin poder llamarlos, a mi padre y a mi madre, revolcado en mi propia sangre, de qué pena tan grande me hago cargo cuando se esfuma la sorpresa por el ataque. Se me va la vista, qué frío el dolor, adónde vamos cuando morimos, hay algo o esta tierra fría debajo de mi mejilla es el fin del camino, los dedos se crispan buscando la madera curva, presos de una última voluntad, pero mi mente sabe que es en vano, no mi mente ahora, ni siquiera yo, nada ahora… Mamá.

Miro a Dagar y decido bajar del carro y andar un poco. Al principio me cuesta un poco debido al dolor, son como pinchazos en el costado pero tras unos segundos me encuentro mejor, me acostumbro al dolor lo suficiente para poder caminar. Observo el carro y le indico a Dagar que mejor sería moverlo, en medio del camino es un objetivo demasiado fácil y muy visible.

- Dagar...deberíamos avanzar con el carro un poco y apartarlo del camino...podemos usar ramas y hojarasca para disimular su forma...no es mucho pero podíamos hacerlo menos visible...

Miro el sendero, no parecemuy transitado. Eso significa que no suele pasar mucha gente por aquí por lo que si había un vigía no creo que sean bandidos, ellos suelen apostarse en caminos muy transitados y este no lo parece. Puede ser un explorador de los que atacaron mi aldea.

Continúo avanzando hacia el bosque en dirección al desconocido, las palabras de Baga y Dagar me llegaban como un eco; al parecer habían decidido mover los carros para apartarlos del camino. Me parece una buena idea.

E interiormente me estoy impacientando cada vez más. El explorador desconocido continúa apartándose de nosotros a pesar de los avisos tanto de flechas como de voz. Me siento torpe al ver que avanzo tan poco y el hombre está tan lejos y yo sin poder ayudar a mis compañeros.

El brazo en cabestrillo aún me da punzadas de dolor que intento atenuar con la concentración en la magia, acariciando el anillo que sé me dará fuerzas.

Como imbéciles. Cazados como imbéciles a causa de un patético individuo que correteaba por el bosque. Mi voz resuena ronca cuando recibo un flechazo. De inmediato, alzo mi escudo mientras trato de cobijarme detrás del tronco de un árbol. Y, a continuación, examino la herida.

Echo un vistazo en dirección a Loylan y, de momento, no detecto movimiento alguno. También, cuando miro a mi alrededor, observo la llegada de Harandir y Edha justo al mismo tiempo en que un par de enemigos, se lanzan a la carga.

Pero primero, he de ocuparme de este flechazo. Con cuidado pero con fuerza, agarro el astil que sobresale de mi costado derecho. Aprieto los dientes y tiro lentamente. Noto como la punta de flecha se abre camino y, finalmente, mientras apenas contengo un rugido de dolor, saco el dardo y lo arrojo a un lado. Con cuidado, palpo la herida y no parece que sangre demasiado. Quizás haya tenido suerte y solo sea un rasguño. O quizá, sea tan grave que ya este mas allá del umbral del dolor. No es que eso me importe demasiado. Me alzo y empuñando mi acero tras desenvainar, digo en voz alta.

¡Cuidado con los arqueros!. ¡Si estos bastardos quieren combatir, allá ellos!.

Y ya listo con mi escudo alzado y mio espada empuñada me preparo para cargar ya sea contra alguno de los lanceros o contra algún arquero si logro divisarlos

Estaba tan ofuscado en perseguir al tipo que no llego a caer en la cuenta de que era eso mismo lo que quería que hiciéramos, seguirle hacia la emboscada que tenía preparada. Cuando Lolyan, veloz y ágil como un gato montés, estaba a punto de darle alcance, recibe una flecha que le derriba y hace que se me hiele la sangre al reparar demasiado tarde en la trampa en la que nos habíamos dirigido. Habíamos sido pillados como ratas.

Aún me duraba la sorpresa cuando Amlaith recibe también otra flecha, y yo alzo la vista intentando localizar donde estaban apostados los tiradores, debían estar allá en lo alto del terraplén. Dos lanceros avanzan a la carga, por lo que retrocedo intentando equiparme con mi hacha y escudo, pero sin alejarme lo que pudiera del dúnadan.

La sorpresa inicial provocada al vernos envueltos en una emboscada da paso a una ira incontenible al ver como dos de mis compañeros son alcanzados por las flechas enemigas. ¡Maldita sea! mascullo entre dientes. ¡Cómo he podido dejarme engañar de esta manera tras tantos años en combate!

Desde mi posición intento localizar la ubicación de los arqueros enemigos, pero deben de estar agazapados en lo alto del terraplén y no consigo distinguir a ninguno de ellos. Acto seguido vuelvo la vista hacia el lugar en el que yace tendido Lolyan. Nuestro amigo no se ha movido desde que recibió el flechazo y temo que pueda estar muerto, pero antes de que pueda acercarme a él para comprobarlo aparecen a la carrera dos guerreros dispuestos a darnos caza con sus lanzas. Rápidamente desenvaino el espadón y sujetándolo fuertemente con ambas manos me coloco cerca de un árbol cercano para que pueda servirme de escudo ante las flechas enemigas mientras espero que los atacantes se acerquen a nuestras posiciones.

Dagar y Baga empiezan a retirar los carromatos del camino todo lo rápido que pueden, lo que quieren hacer es sacarlos del camino y ocultarlos de posibles miradas indiscretas lo mejor posible. A pesar no ser una tarea nada facil, ambos le ponen mucho empeño y el resultado no es del todo malo, aunque no cabe duda de que si alguién los busca los encontrará, ambos bultos son demasiado voluminosos cómo para pasar completamente desapercibidos.

-¿Y ahora que?- Pregunta Dagar con evidente nerviosismo.

Mientras, Ivorwen avanza al lugar por el que han desaparecido de la vista sus compañeros, la maga corre y corre y por fin llega al sitio donde ellos abandonaron el camino, volviendo una vez más a avanzar entre la maleza, ya no deben estar muy lejos...

La sorpresa es mayuscula, han caído en la trampa cómo conejos y ahora el grupo de aventureros ha perdido la iniciativa del ataque, ya que antes de que se den cuenta, Lolyan está tendido en el suelo, al parecer malherido.
Sin pensarselo dos veces, los lanceros bajan la pendiente cargando contra Harandir y Edha a la vez que gritan para armarse de valor al entrar en combate. Mientras tanto, el señuelo encargado de llevarlos hasta allí, se da la vuelta al comprobar que ya no tiene el aliento del elfo en su nuca y, pasando por encima del elfo sin que este siquiera se mueva, se encara con Amlaith portando únicamente una espada corta. Todos se ponen a luchar sabiendo que son observados por al menos, un par de arqueros que se encuentran en lo alto del terraplen, cuyas saetas, unidas a su posición privilegiada, pueden hacer mucho daño al grupo, por fin, el choque entre los contendientes se produce y comienza el verdadero combate ...

Basta de necedades. Con mi espada desenvainada, salto hacia delante pues uno de estos bastardos me ha elegido como objetivo. Silva mi acero en el aire pero mi oponente, resulta ser bastante ágil. No obstante, a pesar de su demostración de destreza esquivando mi golpe, sonrío con el dolor de la herida ya olvidado. Y mirándolo a los ojos, digo en perfecto Oestron para ser entendido.

Te voy a destripar y ni siquiera voy a ocuparme de tu cadáver. Quedaras aquí tirado como alimento de los carroñeros.

Alzo mi escudo listo para aguantar su contra y mientras giramos uno ante el otro, añado.

Adelante, enseñame lo que sabes hacer con esa espadita.

Tras esconderlos miro a Dagar y le hablo claramente:

- Ahora deberíamos saber que les sucede a tus compañeros...no me da buena espina que haya salido corriendo de esa manera...¿a ti te pareció normal eso?

Medito durante unos segundos mi próximo movimiento, se que el carro es visible y lo encontrarán si vienen a por el. En mi aldea escondemos los objetos de valor bajo tierra para que los bandidos no los encuentren, además de la comida para que no la saqueen. Podríamos hacer eso con las cosas de valor pero es una pérdida de tiempo muy valiosa. Tengo que hacer algo pero me asaltan las dudas sobre qué tengo que hacer. ¿Qué haría mi padre en este caso?

- Alguien debería quedarse a vigilar el carro...pero no al lado de el...tendría que ser escondido en esos arbustos... - digo mientras señalo unos arbustos a unos diez o doce metros - ...y creo que otro tendría que ir a ver que pasa...

Lo último lo digo sin convencimiento. Lo mejor es que nos movamos todos juntos ya que moverse en solitario ahora mismo no me da buena espina.

- O podríamos ir a mirar que están haciendo al resto y rezar para que no roben el carromato...

Con la espada firmemente sujeta entre las manos espero a que el lancero que se dirige hacia mi haya llegado hasta mi posición, pues no pienso acercarme más de lo necesario a los arqueros de lo alto del terraplén, no van a matarme tan fácilmente.

Con los ojos llenos de furia observo como el enemigo viene hacia mí. Vas a probar mi acero... Y cuando por fin se encuentra lo suficientemente cerca para atacarle, le lanzo una estocada.

Mirando fijamente al lancero que se dirigía hacia mí, vuelvo a asir mejor el hacha con los dedos, manteniéndola detrás mío en  espera del confrontamiento, y con el escudo procurando cubrir la trayectoria de la lanza. Tampoco me olvido de la posición de los arqueros, en cualquier momento podría llegar una flecha desde arriba, por lo que tengo en mente en todo momento que mi adversario quede cuanto me sea posible entre mí y los arqueros. Ese desgraciado es el mejor escudo del que dispongo, pero tengo que pararle los pies a toda costa. Cuando mi adversario llega a mi posición descargo desde detrás y con fuerza un tajo de abajo hacia arriba, al tiempo que bramo.

La batalla en la pequeña vaguada ha comenzado y nada más hacerlo, se produce un feo choque entre Harandir y uno de los lanceros, el nordico consigue alcanzarle con un gran golpe de su hacha en la pierna, pero también es herido en un costado, la lanza ha sobrepasado la defensa con el escudo del montaraz y  ha penetrado en la cota de malla, introduciendose en la carne y haciendo una fea herida que por suerte no le ha cogido el vientre. A pesar de lo violento del lance, ambos contendientes siguen en pie y se preparan para el siguiente movimiento.

A sólo unos metros Edha se enfrenta al otro que intenta cargar sobre ellos, la guerrera espera en posición de combate con su espadon bien aferrado con las dos manos. Aguanta la posición friamente y cuando el lancero llega mueve un poco los pies cómo dejandolo pasar, sólo entoces descarga su golpe. El truco funciona y el filo de la espada se desliza por la espalda de su oponente, que grita volviendose a girar para no quedar descubierto, su cara de rabia lo dice todo.
Edha se da cuenta de que justo antes de caer en la trampa, el guerrero debe haber desplazado la lanza unos centimetros porque tiene un pequeño corte en la pierna, nada importante...

Amlaith por su parte, se empareja con el que ha hecho caer en la trampa a todo el grupo, el tipo pasa saltando por encima del elfo con cara de concentración, parece bastante asustado pero se le ve dispuesto a luchar con todas sus fuerzas. Mientras se acerca, el montaraz lo provoca y esas palabras parecen hacer mella en el ánimo del joven puesto que al atacar, su mandoble es flojo y está mal direccionado, Amlaith decide aprovechar la oportunidad y ataca pero en el último momento su oponente salva también el golpe con un agil movimiento de cadera, el chico vuelve obstinado a la carga...

En ese momento Ivorwen llega al improvisado campo de batalla y lo que ve no le gusta nada, sus compañeros están enfrascados en una lucha en inferioridad numerica ya que un par de arqueros están apostados en las alturas, a unos veinte metros, la ayuda de la maga puede ser muy importante para el desarrollo de la contienda...

Frente a frente mi enemigo y yo, nos medimos con la mirada antes de volver a lanzarnos el uno contra el otro. Y en esta ocasión, soy yo el mas rápido de los dos.

Mi acero logra deslizarse por debajo de la guardia de mi oponente y logro producir un profundo tajo en su abdomen. Sorprendido, mi enemigo retrocede un paso alzando su espada tras recuperar su posición defensiva. Yo alzo levemente mi escudo pero, aunque mantengo toda mi atención sobre el rival que tengo delante, alcanzo a distinguir a una figura que se aproxima al campo de batalla. No permito que ni el mas leve gesto en mi rostro o mi actitud, delate su llegada. Pero confío en que se percate de cuales pueden ser sus objetivos prioritarios.

Apenas un instante después, mirando a los ojos al desgraciado que tengo delante, digo en voz alta para llamar la atención de mis enemigos.

Es indudable que la guerra azota estos parajes. Y vosotros, os habéis equivocado de bando. ¡Adelante!. ¡Sigamos con lo nuestro!.

La toma de contacto con el lancero había sido como un choque entre dos grandes osos. Mi ataque había sido sin duda bueno, el filo del hacha había penetrado limpiamente en su pierna, pero él también estaba presentando batalla. Siento enseguida el dolor de una punzada en la carne: a pesar de la protección de mi escudo había conseguido hincarme su lanza en el costado y, si no fuera por la cota de malla, seguramente me habría ensartado de parte a parte como a un jabalí.

Mientras tanto, advierto que alguien más se nos acerca a la posición por detrás nuestro. Apenas alcanzo a distinguir que se trata por fortuna de Ivorwen, pues mi atención anda situada en la lucha. Frenético, golpeo con furia la lanza que mi oponente acababa de clavarme.

Frente a frente con mi enemigo, no puedo evitar que una sonrisa burlona se dibuje en mi rostro al ver el tajo que le he hecho en su espalda. A ti te ha dolido más que a mi. Le digo tras darme cuenta de que su lanza ha conseguido provocarme una pequeña herida en la pierna. Aún te va a doler más...

A pesar de la concentración que tengo puesta en mi oponente, me doy cuenta de que alguien más ha llegado al campo de batalla. Ivorwen viene a la carrera hacia nosotros para prestarnos una ayuda muy necesaria en estos momentos. Esto se pone interesante...

Ahora más convencida que en ningún momento de que podemos salir victoriosos de esta contienda, actuo rápido con el fin de que el lancero no tenga tiempo de pensar en su próximo movimiento. Levanto con fuerza el espadón sobre mi cabeza y asesto un certero golpe al enemigo.

Por todos los Valar!!! Qué pasa aquí???

En un vistazo observo a mis amigos luchando contra varios hombres. Y lo comprendo: el desconocido los había conducido a una trampa!!! Tenía que hacer algo y rápido!

Miro alrededor agachada, aprovechando que no me han visto, y veo claramente a dos arqueros algo apartados, disparando a mis compañeros.

Sin perder un segundo entorno los ojos, alejo un poco la mano, con los dedos señalando hacia un arquero, y musito las palabras que me enseñó mi maestro...