Partida Rol por web

El grupo sigue trabajando con el fin de poder pasar una buena noche sin sobresaltos, unos vigilan y otros exploran tanto dentro cómo fuera del poblado, mientras los heridos descansan en una de las pocas cabañas que quedan en buen estado.
La noche es fria y contra pronóstico, parece tranquila, algo que inquieta más si cabe los corazones de los aventureros, un nuevo ataque en estas condiciones podría ser letal.

Poco a poco y con cautela, te vas alejando de la protección que ofrece el poblado dunledino, tú intención es asegurarte de que os encontraís a salvo e intentar descubrir alguna pista sobre lo que allí ha ocurrido. Tus pasos son silenciosos pero seguros, aunque aún te encuentras tranquilo al comprobar cómo el elfo te observa desde la muralla...

Tanto el elfo cómo el nórdico observan cómo su compañero Amlaith se aleja de la muralla con cautela, adentrandose en la oscuridad de la noche, Aún no lo han perdido de vista cuando deciden que harán rondas rodeando el muro para así conseguir una mayor protección. Mientras tanto, el explorador parece estar decidiendo la dirección que va a tomar, no sabeís si es muy buena idea que alguién se aventure a salir de allí sin compañia después de lo ocurrido...

Es una noche de casi total oscuridad, algo que viene bien a mis propósitos pues quiero pasar totalmente inadvertido. Antes de alejarme demasiado, doy media vuelta y alzo la mano en dirección a Loylan, cuya figura se recorta en la penumbra encaramado al muro defensivo.

Hecho esto, me giro de nuevo y observo mi entorno. Finalmente, me dirijo hacia un bosquecillo cercano por varias razones. Quiza logre hallar algún rastro que me indique el numero y que clase de gente eran los asaltantes y además, es una buena posición desde la que iniciar el ataque al pueblo. Camino con presteza pero en total silencio. Y procuro disimular mi figura, aprovechando los desniveles del terreno.

Finalmente, llego hasta el linde del bosque y, agachado, hago un reconocimiento preliminar de la zona. Busco desde alguna huella hasta cualquier rama quebrada que me pueda indicar que allí hubo alguna presencia.

Harandir y Lolyan se quedan de guardia. Esta es una de las conversaciones que mantienen:

- Lolyan... me dijiste que podía contar contigo... Voy a decirte el porqué de mi comportamiento de antes, pues veo que te has disculpado porque seguramente notaste mi disgusto, cuando dejaste caer que no creías que hubiera supervivientes.

Lolyan se ha posicionado en la entrada, penetrando el crepúsculo creciente con sus sentidos, inquieto por la suerte que pueda correr el resuelto dúnedain. La apelación de Harandir, dispuesto en el lado contrario, lo toma por sorpresa. Lo mira de tres cuartos, y asiente, y lo escucha con respeto.

Harandir mira un momento al elfo con una mirada un tanto triste, y continúa:

- Antes te he comentado que era una vieja herida... resulta que... perdí a mi gente en un ataque similar en el campamento donde vivía... Hace ya unos cuantos años de eso. Fue un ataque orco, no nos lo esperábamos...

-Te acompaño en el sentimiento, Harandir –repone el elfo al cabo de unos segundos de solemne silencio. -¿A quién perdiste?

-Mi padre murió en el combate, y a mi madre la sajaron enfrente de mí. También perdí a mi tío, y a la mayoría de mis amigos...

“Harador, mi hermano pequeño, fue el único de mi familia que sobrevivió, también teníamos chozas como estas... Se escondió bajo una mesa, pero los orcos prendieron fuego a la cabaña y el techo se vino abajo.

“Nunca he escarbado con tanta angustia como aquella vez, deseando que no estuviera muerto.

Harandir tiene los ojos un poco vidriosos, y las últimas palabras salen en un débil hilo de voz:

-Y no lo estaba, gracias que pude sacarlo de entre los escombros, y vivir con él otro poco más.

Lolyan ha suspendido la respiración en su pecho. No acierta a qué decir. Por suerte, aquella noticia del rescate inopinado le devuelve el aliento. Pregunta:

-¿Dónde está ahora tu hermano?

Harandir mira de nuevo al elfo, intentando recuperarse de la emoción que le embargaba, pero vuelve a bajar la cabeza.

-Él... lo perdí hace unos meses... -habla con la voz rota. -Creo que fue una araña gigante que le atacó...

Lolyan suspira y menea la cabeza.

-Ya veo, Harandir, qué monstruos insisten en poner en ruinas tu vida...

-Por eso vine a estas tierras Lolyan, para intentar alejarme de todo eso.

-¿De los recuerdos amargos?

-Sí... Espero que no tengas que pasar por algo así...

-Bueno, compañero del norte, todos los vivientes tenemos nuestras cuitas. Pero sólo una cosa sé cierta -Lolyan cantinea para ellos-:

“Horas de alegría son las que se van,
que las de pena se quedan
y duran y una eternidad".

“Y aún te diré más -Lolyan entona otra copla, en un ritmo sincopado que se desarrolla como una serpiente sin cabeza hacia un corazón desgarrado pero orgulloso-:

“Si esta pena mía
mucho me durare,
las muchas murallas
que hubiera en el mundo
yo las derribare".

Harandir pone una mano en el hombro del elfo y pronuncia:

-Gracias, Lolyan, por escucharme, no había contado esto todavía a nadie... ¿Y tu familia?

-Me honras abriéndome el corazón, Harandir, no me des las gracias. Mi familia... -Lolyan vuelve a escrutar las sombras alargadas de la tarde y cuenta: -Viven mi madre y mi padre. Mi padre es un elfo bueno y cabal, que trabaja con sus manos la madera al borde un acantilado. Y mi madre... Mi madre es como un fuego de miel, voraz como un amante. No sé qué más decir de ellos. No viven juntos. A mí madre volví a verla recientemente, después de mucho tiempo. La noté cambiada. A veces, Harandir, perdemos la capacidad de reconocer a nuestros seres queridos. -Lolyan sonríe a Harandir y concluye encogiéndose de hombros: -Puede que esté emergiendo de la ofuscación de la juventud...

Harandir, ya un poco más repuesto, le devuelve una sonrisa triste a Lolyan y vuelve a quedar en silencio.

Amlaith decide ir a la izquierda, hacia el pequeño bosque que comienza a extenderse en uno de los límites del poblado, el frio comienza a ser intenso pero el montaraz avanza con paso furtivo y seguro hacia su objetivo, pronto se pierde de la vista de sus compañeros, que montan guardia a la entrada del asentamiento dunledino.

El explorador alcanza sin problemas el comienzo de la vegetación y se adentra en ella sin complejos, intentando encontrar alguna pista sobre que allí ha sucedido no hace demasiado tiempo. El sitio es bastante cerrado y oscuro, no todo el mundo se metería allí sin pensarselo dos veces.
Tras profundizar un poco más en el bosque, Amlaith observa el terreno con detenimiento, y tras unos minutos se detiene en un pequeño claro al comprobar que en el suelo hay algunos restos de comida, más concretamente migas de alguna especie de pan. El montaraz se agacha para verlas mejor y pone algunas entre sus dedos, comprobando que también hay numerosas pisadas de algún tipo de pequeño destacamento, pero le es imposible determinar el número de hombres que allí han estado. Inmerso en sus pensamientos, el rastreador avanza un poco más topandose con algunas huellas de lobo que están extrañamente próximas a las de los humanos, ¿habrán coincidido en el tiempo?, se pregunta inmediatamente. Amlaith intenta encontrar pistas para satisfacer la pregunta, pero tampoco puede encontrarlas, en ese momento levanta la cabeza, semiagachado en medio de la quietud del bosque, sólo en la negrura de la noche...

Harandir y Lolyan se encuentran susurrando entre ellos,  profundizando un poco más en su recien estrenada amistad, ocultos cerca de la entrada del poblado y pasando bastante frio. Ya hace unos minutos que el temerario Amlaith ha salido por esa misma puerta, para perderse en la oscura noche.

Por el momento no ha ocurrido nada, pero la espera es tensa por lo antes ocurrido y por el echo de tener a un compañero rondando por los alrededores en solitario. De pronto, en uno de los muchos silencios que se dan entre los vigilantes, ambos comienzan a escuchar algo, unos pasos lentos parecen acercarse a su posición. Ambos se miran sobresaltados, sin decir nada y preparados para la acción, tras unos tensos segundos una figura proveniente de la pequeña posada comienza a recortarse en la oscuridad de la noche...

Tras examinar las huellas que me topo en el bosquecillo, frunzo el ceño pues no solo hay huellas de los posibles atacantes. También, hallo restos de pisadas de lobo. Y una manada de estos animales, tiene como comportamiento normal, alejarse de la presencia humana en cuanto huelen nuestro rastro. No, no es un descubrimiento que me tranquilice. Empiezo a retroceder disponiendome a salir del bosquecillo cuando, de pronto, un sonido interrumpe la quietud de la noche. Me agacho en la espesura totalmente en silencio y tratando de descubrir que clase de sonido puede ser mientras permanezco totalmente alerta. Pues no me gustaría tener visitas desagradables en medio de la noche.

Quedo mirando fíjamente la silueta que se recortaba delante de nosotros, entrecerrando los ojos e intentando descubrir quién era aquel que había aparecido de improviso por la posada. La escasa luz de la luna que conseguía filtrarse no nos deja atisbar gran cosa, su contorno se levanta como una mancha casi indistinguible en la noche cerrada.

¿Quién podría ser? ¿Un superviviente quizás escondido allí? ¿Un enemigo? Si era lo segundo, o bien se sentía muy confiado desprotegiéndose de la ventaja respecto de nosotros que le proporcionaba el manto de la noche, o bien era simplemente un imprudente. En un rápido vistazo miro alrededor, con la intención de comprobar que no hubiera nadie más emboscado oculto a la vista ¿Tenía intenciones hostiles o algún arma preparada? Desde mi interior algo me impulsa a confiar en que no, en que fuera en realidad un superviviente. Debía de serlo...

No tenía sentido tampoco esconderse, por lo que no tardo en inquirir a la figura en la sombra:
-¿Quién va? Muéstrate

Me mantengo en posición sosegada, aunque a prudente distancia y una mano apoyada sobre el hacha. En cierto modo me recuerda a esos tantos momentos pasados intentando no asustar a un animal que había notado mi presencia, y esperando con calma el siguiente movimiento. Si se trata en verdad un superviviente no quiero que recele de nosotros, y para eso hay que conservar las armas enfundadas.

Sin desclavar la vista de las evoluciones de ese motivo en la densidad de la noche, he reculado buscando la ocultación del pilar, y mis manos infatigables se han empleado en tender el arco y disponer la flecha. Estimo que se trata de un blanco fácil.

Harandir ha dado la voz y, mientras aguardamos una respuesta, mis sentidos penetran más allá de la figura, en torno de ella y a su espalda, donde el bulto de la posada en ruinas, en busca de posibles acompañantes.

Amlaith espero unos segundos en la misma posición creyendo oir algo, aunque no estaba seguro de si había sido real o solamente era sugestión, aquel bosquecillo daba escalofríos, sobre todo si unas horas antes te habías enfrentado a una manada de lobos comandada por un huargo.

Después de repasar con la mirada los posibles lugares en los que se podía esconder un enemigo, el montaraz decidió que sólo habia sido su cabeza, pero ¿que haría ahora? ¿saldría rápidamente del bosque?¿se internaría en él en busca de más indicios?

Salgo de las ruinas de la vieja posada donde pude esconderme antes de que también me mataran a mí, no se cuantas horas llevo allí escondido puede que incluso lleve días, se que cada poco tiempo pierdo mi noción de espíritu ya que el sol no se encontraba en la misma posición la última vez que cerré los ojos y no recuerdo haberme quedado dormido. Ahora me encuentro que la luna ilumina los restos de mi aldea, han debido de pasar muchas horas desde la última vez que abrí los ojos.

Ya no se escuchan los aullidos de los lobos, ni el graznar de las aves carroñeras. Algo o alguien los ha debido de espantar; puede ser un buen momento para encontrar algún mendrugo que llevarme a la boca y calmar la sed. Mi boca esta seca, como si hubiera comido polvo. Me cuesta conseguir saliva para humedecer mis labios.

Uso una maltrecha lanza como bastón; sin ella me sería imposible andar en estos momentos. Cada paso que doy me parece un infierno, el dolor de mi costado es agudo y punzante como si aún sintiera aquella hoja clavada dentro de mí. 

Salgo lentamente de la posada intentando no caerme porque no se si llegado al suelo sería capaz de volverme a levantar, mis fuerzas flaquean y mi orgullo no me servirá para mantenerme en pie durante mucho tiempo más. Camino hacia las casas del poblado a través del camino, espero encontrar algo que me ayude a seguir vido. Si no seguramente sea pasto de los lobos en cuanto regresen.

De repente escucho una voz mandándome parar, la impresión de escuchar esa voz hace que el temor de un nuevo ataque aflore y mis piernas comienzan a temblar. La lanza en la que me apoyaba resbala en el pedregoso camino y caigo al suelo con un golpe seco. Un quéjido lastimero perfectamente audible sale de mi boca. Sujeto con fuerza mi espada y me preparo para entablar mi último combate si es así la voluntad de los dioses.

Usando la espada como apoyo consigo ponerme de rodillas e intento divisar a la persona que me a dado el alto mientras digo con las fuerzas me quedan.

- Soy Baga hijo de Baldric y estáis en mi pueblo....

Haciendo un último esfuerzo y tirando del orgullo y la voluntad que me quedan me logro poner de pie y esperar en medio del camino mi final...

Tras prestar la debida atención, nada logro distinguir en medio de los típicos sonidos de la noche. Me alzo lentamente al abrigo del bajo ramaje de un arbol y permanezco espectante por unos instantes mas. Pero mi primera impresión, parece que se confirma. Nada anómalo parece rondar por las cercanías.

Comienzo a retroceder encaminandome a la salida del bosque tratando de moverme con el máximo de cuidado posible. Y cuando, de nuevo, llego al linde del mismo, echo un vistazo en todas direcciones. Y percatándome de la proximidad de una colina, decido avanzar en esa dirección para echar un vistazo sobre la zona desde un punto elevado. Además de que es posible que desde allí, se coordinara el asalto al pueblo. Pues es la única cota elevada próxima al mismo.

Una vez que el bosque queda atrás, avanzo a buen paso hacia la colina aunque, como siempre, procurando hacer el menor ruido posible.

No se me pasa desapercibido, por el tono de su voz y sus andares, que el lugareño está maltrecho. Miro hacia Harandir, por demandar su aquiescencia, destenso el arco y me adelanto a hablar:

-Somos viajeros y queremos ayudarte.

Emitiendo un hondo suspiro, me planto en mitad del umbral y le tiendo mi mano derecha en señal de conciliación. Por el momento, no deseo abrumarlo con preguntas.

-Soy Lolyan Felagund, un elfo de los Puertos de los Grises. Ven.

A medias veo que uno de ellos se acerca, levanto mi espada e intento mantenerme erguido. Mi mano tiembla al sostener la espalda en alto, me es casi imposible parecer amenazante con ella en este estado. Creo que se acerca porque escucho sus pasos ya que ahora mismo mi visión se nubla y no acabo de distinguir más alla de la punta de mi maltrecha espada. Escucho su voz, es cálida y suave. No parece ser enemigo pero no puedo fiarme, no puedo confíar en nadie.

En ese momento mis fuerzas flaquean del todo, noto como la sangre brota de nuevo en la herida que cruza mi costado. Mis piernas ya no pueden sostener mi peso y caigo al suelo con un golpe estruendoso a unos metros de los viajeros.

La espada se suelta de mi mano tras la caída, palpo el suelo torpemente hasta que mis dedos notan el pomo metálico. Me arrastro para cogerla y la agarro con fuerza.

Con todas las fuerzas que me quedan digo lo más claramente posible:

- Si mis ancestros vienen a buscarme...que me encuentren sosteniendo la espada....quiero recibirlos como el guerrero que soy...

En ese momento pierdo mi consciencia y caigo en un oscuro y tenebroso sueño. Espero reunirme con mis ancestros y ver a mi padre y hermanos de nuevo.

Amlaith decide por fin abandonar el bosque, no sin antes asegurarse de que nada le acecha en la osuridad. Sin más demora comienza a andar hacía la salida por el mismo sitio que ha entrado para evitar perderse, pero algo ocurre antes de llegar al linde y ver el poblado. Justo delante suyo, de detrás de un peñasco, aparece de subito una figura negra cómo la noche, es un lobo, seguramente uno de los rezagados del grupo que antes se enfrentó a ellos. El animal se planta en el frente y se acerca al montaraz lentamente, cómo si se estuviera regodeando en la soledad del humano, sorprendido ante la aparición, Amlaith empuña con fuerza la espada mirando en todas las direcciones, percatandose de la presencia de otro de los canidos en uno de sus flancos, el montaraz se encuentra en una posición bastante apurada pues el combate es inminente...

Y ante mi, en el lindero del bosque, aparece un lobo. Y mientras desenvaino a la vista de sus colmillos, un segundo lobo gruñe a mi derecha listo también para atacar.

Y yo, tras desenvainar mi espada y preparar mi escudo, asiento en silencio. Pues esto era lo que buscaba. La confirmación definitiva de que seguimos bajo vigilancia. No, no me gustan nada las conclusiones a las que voy llegando. Pero esos conclusiones, han de esperar. Pues ahora, toca ocuparse de estos viles chacales.

Salto hacia delante tratando de descargar mi acero sobre el lobo que tengo delante, pero el animal, es ágil. Por un estrecho margen no logro golpear. De inmediato, me preparo para resistir la embestida del par de lobos. El combate, acaba de empezar.

El montaraz ataca al lobo que tiene al frente un poco sobrepasado por la situación y con bastante imprecisión debido a las prisas, a lo que el animal responde esquivado el acero con un ágil movimiento defensivo que no le permite atacar al humano por el momento, aunque sigue al frente gruñendo y enseñando sus dientes.
Mientras, su compañero aprovecha la baja guardia de su oponente y salta sobre él agarrandolo por el brazo en el que porta el escudo, pero el aguerrido montaraz se lo quita de en medio con un movimiento brusco del miembro, con lo que el lobo vuelve a caer al suelo dispuesto para volver a atacar, de momento es sólo un pequeño rasguño pero el acoso al que esta siendo sometido Amlaith es muy grande...

El Lobo al que he atacado, salta hacia atras quedando fuera de mi alcance. Pero ese el instante que aprovecha su compañero para lanzarse sobre mi. Con habilidad, interpongo mi escudo y resisto el choque apretando los dientes. Y cuando el segundo lobo cae al suelo, es mi turno de devolverle la atencion. Mi espada salta hacia delante como una serpiente de acero, hundiendose en el lomo de la bestia. Ahora, su gruñido de rabia se torna en un quejido de dolor mientras yo, ra`pidamente, alzo de nuevo mi acero sin perder de vista al primero de los lobos.

Me mantengo listo para atacar esperando su movimiento.

El animal herido emite un sonoro quejido al recibir el enorme tajo en el lomo, que comienza a sangrar de manera abundante inmediatamente, dejando entrever musculos y tendones, aunque el lobo se mantiene dispuesto a seguir luchando. Ahora es el turno de los canidos, que se vuelven a lanzar con furia contra Amlaith.
El primero de ellos, el que tapona el camino de vuelta corre hacía el montaraz pero tropieza de manera inexplicable y cae al suelo pareciendo aturdido por momentos. A su vez, el que está gravemente herido lanza un ataque, pero esta vez es mucho menos fiero y no alcanza su objetivo, probablemente gracias al resultado de su primera embestida.