Partida Rol por web

 Cada uno por su motivo, habéis venido a parar a Játiva, un pequeño pueblo al sur de Valencia. Todos llegasteis aquí pensando que era una aldea prospera donde hacer negocios, buscar trabajo o comenzar una nueva vida...pero las cosas nunca son lo que parecen y nada más llegar os encontráis con un pueblo casi desierto: casas vacías, las pocas cosechas que han sobrevivido a la sequía están abandonadas, no hay mercado en la plaza...sin embargo hay una pequeña casa que está a rebosar, tiene un cartel en el exterior que pone "taberna las dos hermanas"...quizás allí os puedan decir que está pasando, y de paso conseguir algo de comer...

Había perdido la noción del tiempo. ¿Cuanto tiempo había transcurrido desde que había partido de casa? ¿Seis horas? ¿Ocho horas? de lo único que estaba conciente era del ardor que provenía de las planta de mis pies, me quemaba y el dolor se extendía por todo el cuerpo; necesitaba descansar.

Al fin había llegado a mi destino, el pueblo de Jávita. Un nuevo comienzo y tal vez una vida mucho mejor, pero la confusión me invadió al ver el pueblo casi desierto ¿Donde estaban todos sus habitantes? pensaba mientras llamaba mi atención un establecimiento, que al parecer estaba abarrotado de gente, tal vez allí encontraría una habitación para descansar y algo de comer, con suerte el costo no sería muy elevado, pero si así lo era, ya me las arreglaría.

Me encontraba al frente de la puerta de las "dos hermanas", se escuchaba el murmullo de la gente; con algo de timidez giré el picaporte de la puerta, sabía que todas las miradas se centrarían en mi, pero no importaba.

Entré con paso firme y decidido, sin mirar hacia los lados, mi mirada se centraba en el vacío. La entrada al lugar resultó más incomodo y difícil de lo que había imaginado; la gente no dejaba transitar, se tropezaban contra mi; la impaciencia comenzaba a invadirme, no podía perder la calma por lo tanto gurdaba silencio y continuaba caminando hacia la barra, allí tal vez podrían darme información y asignarme una habitación, sería dificil, si, pero no importaba, estaba dispuesta a conseguirla como fuera.

Al fin había logrado llegar a la barra. Evitaba la mirada curiosa de todas las personas y buscaba con prisa al dueño o dueña de la taberna ¿Acaso alguien podría atenderme? pensaba llena de rabia -¡Disculpe! - dije en un tono alto, intentando llamar la atención de alguno detras de la barra.

 Un hombre de un metro sesenta aproximadamente, gordinflón y con aires muy pachecos que está detrás de la barra se gira hacia ti, Isabella, y en un tono campechano y con un aire alegre te contesta:

- No grite tanto moza, que mis orejas no están tan sucias, pregunteselo a la Bernarda si no, en fin... que le puedo "ofresé" señorita

Lázaro vislumbró el final del camino, estaba llegando hasta Játiva, quizá allí podría hacer algo de fortuna o quizá reunir lo suficiente para embarcarse en algún puerto y viajar hacia el este en el que siempre había guerra contra el sarraceno o donde podría escoltar peregrinos.

Espoleó su montura hasta el pueblo y no pareció ver allí demasiada gente. Quizá había una epidemia,o quizá había alguna liza entre señores pero no había señales de ningún saqueo.

Cruzó el pueblo al trote hasta encontrar la posada, se bajó del caballo, lo ató cerca del abrevadero y le acarició la cara. Y tras echarse el macuto al hombro se adentró en la posada.

En cuanto entró miró a todos los rincones, sopesando la clase de gente que podría haber en el lugar se quitó el casco y se dirigió hacia la barra.

-Buenos días- exclamó a ninguna persona en particular, una vez se echó sobre la barra gritó- ¡Posadero! Traiga vino y una ración de lo que tenga con carne.

Saludó a una muchacha que había a su lado con una leve inclinación de cabeza, parecía que la había interrumpido. Luego volvió a sus pensamientos y se dió cuenta de que había olvidado de algo.

-¡Ah! Y mande a alguien a ocuparse de mi caballo, voy a necesitar un establo para él y una habitación para mí- al terminar la frase dejó algunas monedas sobre la mesa.

Ves como un hombre de estatura normal y gordinflón termina de hablar con una señorita de cara embozada (quién sabe por que) y te contesta giréndose hacia ti.

- Por Dios, que no toy sordo...- parece interrumpirse cuando te enfoca-... pe-pre-perrdón señor, ahora mismo será usté antendio - se da la vuelta dirigiendose hacia lo que parece la cocina - Bernardaaaaa , prepara un guiso deses tuyos rápido, Adelaaa, vete sirviéndole el mejor vino al señor y llama a Pelayo, que vaya atender el caballo del señor, lo limpie y le dé forraje, y que no haga el gandul!! - tras proferir una serie de órdenes gritadas se dirige hacia donde estás con un vaso de agua-. Tome señó, pa que se referesque usté un poco mientras lo antienden, tiene aquella mesa libre para comensales si gusta usté de usarla, la barra es un poco incómoda. Cuando termine de comer si tiene usté a bien miraremos lo del alojamiento.

Parece ser que cuando vio tus buenas armas y tus ropas buenas bajo la cota de malla has impuesto cierto respeto, no deben estar acostumbrados a ver gente tan bien equipada por aquí...

Respondí al saludo de aquel hombre asintiendo la cabeza. Esperé a que el hombre gordiflón terminara de hablarle al recien llegado para solicitarle algo de comer y preguntarle si había un lugar cerca para hospedarse

-Disculpe, señor, quisiera algo de comer y beber ¿Podría sugerirme algo que no sea muy costoso? y también quisiera que me informara de algún lugar para pasar la noche, no muy costoso, por supuesto o si tal vez aquí en la segunda planta alquilan habitaciones- me percaté que un hombre de mediana edad se levantaba dejando su silla libre, me acerqué y me senté, fijando mi mirada en el que parecía el propietario del negocio, esperando respuesta.

  El hombre, que parecía haberse olvidado de ti por completo tras la aparición del soldado, vuelve a mirarte:

- Pues verá usté señorita, puedo ofrecerle un potaje  de judías y una jarra vino por 3 maravedíes de plata, es lo más económico del lugá, si trae usté algo pa cociná le cobramos 1 maravedí de plata por el servicio de la Bernarda que guisa que la lleva el diablo. Para comer ha de ir a la mesa hacia la que va el señor soldado, ahí es donde le va servir la Adela, que es la que da los llantares . Por lo del alojamiento aquí mismo tenemos pa usté lo que quiera, habitación privada por 20 maravedíes de plata, o en la sala común por 5 maravedíes de plata, usté dirá!. Ah, si se queda a dormir le rellenamos el odre de agua y le damos una hogaza, cortesía del Cándido!!

Después de decirte eso, se te queda mirando esperando respuesta.

Respondí al saludo del hombre recien llegado asintiendo la cabeza y observé por unos segundos como se alejaba hacia una mesa. Fijé nuevamente la mirada en el hombre gordiflón, que suponía que era el propietario de aquel lugar - un potaje de judías, la jarra de vino y el hospedaje en la sala común está bien - de una bolsa pequeña que colgaba al lado derecho de mi cinturón, saqué ocho maravedíes, poniendolos en la barra - prefiero quedarme donde estoy y cenar, no veo que problema pueda traer- lo miré fijamente a sus ojos, un poco desafiante.

EL gordinflón que no se intimida ante tu mirada, te contesta:

-Por mi como si quiere usté comer ahí de pie, pero la barra solo para beber, normas de la casa. Le decía yo la mesa, por pura comodidá, no otra cosa - se gira sin hacerte demasiado caso y se pone a gritar- Bernardaaaaa, un potaje de judías, y tu Adelan, vete llevándole una jarra de vino a donde la señorita esta te mande.

 Acto seguido se pone a atender otros clientes

 
Al poco rato, aparece una chica joven, muy guapa, a la que los lugareños no paran de piropear (observas que los lugareños tienen las manos muy largas, pero la jovenzuela se libra fácilmente) se te acerca con una jarra de vino y un cuenco de arcilla con algo parecido a lo que tu pediste:

- Donde le pongo esto señorita?

Al ver que no había sillas en la barra, acepté con resignación la sugerencia del dueño de la taberna, tenía razón, era mejor comer de manera cómoda, merecía un descanso tras un largo viaje, mis pies lo merecían.

-En alguna mesa libre está bien- le contesté a la chica joven.

 Echas un vistazo a toda la taberna, está bastante llena y solo consigues ver hueco en dos mesas: en la que está el soldado, y otra justo al lado. Tu eliges.

-Puedes llevar la comida y la jarra de vino a esa mesa- le dije en un tono amable, señalé la mesa donde se encontraba el soldado.

 Ahora mismo señorita, si es tan amable de seguirme - y acto seguido se dirije a la mesa a dejarte el plato de comida y la jarra de vino-

Seguí a la joven chica hacia la mesa -gracias - le dije inclinando levemente la cabeza. Arrastré un poco la silla hacia atrás, me senté y bebí un poco de vino; dejando a un lado la copa y tomando una cuchara para comenzar a comer saludé al soldado -¿que tal? -murmuré y metí la primera cucharada a la boca. No recordaba la última vez que había probado alimento.

Lázaro coje la jarra de vino y sonríe al posadero.

-Muchas gracias tabernero- y diciéndo esto deja las monedas y se sienta en la mesa.

Durante unos instantes se queda mirando al personal de la posada. Cuando,de repente se le acerca la joven de la barra y se sienta junto a él preguntándole que tal.

La mira de arriba a abajo.

-Buenos dias señora ¿Que se os ofrece? ¿Sois también una viajera? ¿A donde os dirigís? - <<No parece tener mucho pero quizá necesite escolta>> Piensa Lázaro para sí mismo.

-Si, soy una viajera señor, mi antiguo hogar se encuentra cerca de Jávita. Decidí venir a este lugar en busca de una mejor vida- hablaba sin apartar la vista del plato de judías.

- Y vos, ¿también sois viajero? o ¿vivís en este pueblo?- bebí un sorbo de vino y dirigí la mirada a él por unos instantes.

Lázaro bebió un largo trago de vino y se pasó la mano por la cicatriz mientras miraba a su interlocutora, luego le contestó.

-No, yo procedo de tierras castellanas y también estoy de  viaje para ganarme el pan- tras pasarse el dedo por la cicatriz empezó a dar golpecitos nervioso en la mesa- Aunque tengo la impresión de que en este pueblo no voy a encontrar gran cosa, parece que haya pasado el mismo demonio por aquí.

Cuando ha terminado su ración da un último trago de vino y mete la mano en la bolsa que lleva. De ahí saca una bolsita y vacía su contenido en la mesa a la par que aparta el plato vacío.

-Hablando de ganarse el pan- dice con una sonrisa

De la bolsa salen unos huesecitos tallados que recoge habilmente con una mano colocándoselos entre los dedos y levantando la mano exclama a toda la sala.

- Saludos parroquianos, estoy dispuesto a perder unos maravedíes. ¿Quien de vosotros es suficiente hombre como para jugar una partida de tabas?

  Un hombre, se te sienta justo enfrente, y con una sonrisa en la cara, pone 2 maravedíes sobre la mesa:

- Tira esos cachos de cordero pues...

 Haz cuatro tiradas de un d100, te doy un bonus de 10% por conocer ya el juego, con lo cual, tu éxito sería un 30 o menos. El campesino este tiene 15% en juego. También hace 4 tiradas, el que tenga más éxito se lleva los 4 maravedíes que hay sobre la mesa.

Las judías no habían sido suficiente para saciar mi hambre, pero no había estado tan mal del todo. Bebí un poco más de vino, dejé la copa en la mesa y me crucé de brazos, curiosa, pues jamás había escuchado aquel juego; no estaría nada mal aprender si se trataba de ganar dinero. Permanezco en silencio, atenta mirando cuidadosamente a los dos participantes de tabas.