Partida Rol por web

Jonas en su afán de curar a los caballos saca un de sus pergaminos, toma un par de frutas que ve en buen estado y empieza a leer el pergamino, mientras ello sucede sus manos se llenan de energía verde la cual utiliza para hacer que las frutas que tomo se tornen mágicas y puedan brindar salud a los equinos. Los escritos que poseía el pergamino desaparecen dejandolo como un papel en blanco y no más.

Jonas una vez culminado el conjuro se da cuenta que solo 6 bayas quedaron con el efecto mágico que el perseguía, rápidamente da 3 de ellas a cada uno y nota como las heridas en los cuartos traseros cierran levemente.

Calma pronto estarán mejor....fueron las palabras del druida para los caballos intentando calmarlos.

- ¡Para!- Se resistía Zahelín a los encantos de su hermano, pero era hábil con las manos y le hacía cosquillas que le hacían retorcerse.- ¡Para Nüuuuuu!- Decía con las lágrimas escapándosele de los ojos.- ¡JAJAJAJAJA!- ¿Por qué no? ¿Por qué no permitirse un fugaz instante de felicidad? Y así fue, corto, pues Zahelín pronto tomó de nuevo las riendas cogiendo la cabeza de su hermano entre sus manos.- Nü, es verdad que no somo niños ya, pero Loraed es mucho más mayor de lo que  puedas imaginar, ¿lo entiendes? Imagínate los conocimientos y la fuerza, el poder, que pueda haber alcanzado.¡Claro que es peligroso! ¿Acaso la soberbia es el camino del Tigre? Debes ser más humilde, como la hormiga y hacer caso a tu hermana.- La joven elfa volvió a mostrar de nuevo la preocupación que arrugaba su ceño.- Esos sueños no me gustan. Cuéntamelos cuando los tengas, ¿vale? Quizá pueda interpretarlos. No se supone que tú debas tenerlos. Lucha contra ellos Nü, no creo que te hagan bien. ¡Promnétemelo! Verás, soy yo la que debería tenerlos. En mis sueños hablo con los dragones y los veo, sobre todo a uno dorado y enorme que emite un calor abrasador y a la par reconfortante. Mamá me advirtió de ello y eso es lo que me hace cambiar.- No le dijo a su  hermano que también había visto a su madre o en lo que se había convertido. Ya no era la misma y prefería que su hermano guardara el agradable recuerdo de ella. Se estaba haciendo tarde así que Zahelín precipitó el fin de la conversación. Debían reunirse con los demás.

Nü tenía su sonrisa cuando Zhaelín aún se había puesto seria, pero se tornó en seria cuando habló de la humildad. Su mirada se volvió esquiva y los coloretes nacieron en su rostro avergonzado.
Son sólo sueños... no me importa contártelos. dijo sin darle ninguna importancia. Los que deberían preocuparte son los tuyos Zhaelín. ¿Dragones dorados? ¿Porque mamá no me advirtió a mi? Terminó diciendo algo envidioso. Pero si meditaba en ello su cabeza no encontraba explicación a la idea de que hablase con dragones dorados. ¿Qué significa?decía mientras su hermana comenzaba a andar con el resto del grupo. ¿Qué significan esos sueños? porque sin esa interpretación Nü no tendría ni idea. ¿Dé que te advirtió madre?

-Bien, tenemos comida, cuerdas y algunas cajas.-Dijo el clérigo señalando a su alrededor.-Y una carreta para llevarlo todo. Creo que voy a examinar el contenido de las cajas y los sacos. La carreta, los caballos y las cuerdas nos las podemos llevar. Así no deberíamos tener problemas para cargar lo que encontremos y darle algun descanso a nuestros caballos por el camino. ¿No os parece? Creo que debería echar un vistazo a esas heridas.

Se acercó a los caballos y empezó a examinar sus heridas para ver si podía descubrir qué las había provocado.

Hecho esto, comenzó a abrir las cajas cerradas.

¡No son sólo sueños!

Le hubiera gustado replicar a su hermano. Pero se conformaba con que no le diera importancia, siempre que se los contara.

- Sólo espero no ...no convertirme en un monstruo, en algo...malo.- Pero como le había dicho Nü, Zahelín tenía un fondo de bondad. ¿Pero acaso su madre no había sido dulce y protectora?¿Y ahora?Trató de alejar los pensamientos funestos y centrarse en lo que tenían por delante. Después de todo no percibía maldad en el corazón del dragón dorado que la guiaba, pero sí poder. Un poder que podía corromperla si no tenía cuidado.- Significa que he de encontrar mi camino. Igual que el tuyo es el del Tigre, quizá el mío sea el del Dragón Dorado. - Sonrió divertida  para picar a su hermano, pues el dragón era ostensiblemente más poderoso que un simple tigre.- Así que cuidado conmigo.-Le advirtió mofándose de él como cuando era más pequeño. Le pegó una sonora colleja en su cuello y salió corriendo en dirección a donde habían quedado con sus compañeros.

Zahelín llegó al almacén trotando como un caballo con las crines doradas al aire. Algo en su rostro, quizá una incipiente sonrisa, decía que le había venido bien el rato a solas con su hermano. Había vuelto a disfrutar de su compañía a solas y hecho algunas compras, lo suficiente para despejar su cabecita de las preocupaciones que la atormentaban siempre.

Cuando llegó vio a los hombres ocupándose de unos caballos esmirriados y a Sally rebuscando en el almacén. Zahelín, por su parte, se fijó en la carreta.

- Siempre he querido montar en una de estas.- Dijo saludando a sus compañeros.

Aquel joven salió exaltado de aquella casa donde había tenido lugar los enfrentamientos y los interrogatorios, ya tenían información y ya tenían un plan, solo esperaba que la cara de la moneda de Tymora les sonriera.

Acompañó a Yenian y a Sally hasta el mercado, pero rápidamente dejó al Paladín a su suerte, ya había tenido que lidiar varias veces con Sally que regateaba todo y buscaba en todos los establecimientos hasta encontrar lo más baratos, eso exasperaba al bardo, pero jamás se quejó de ella. La cara que debía poner Yenian era de las pocas cosas que logró calmarlo en ese momento.

Se desapareció por un rato y concretó con sus compañeros el almacén de Basrim como punto de reunión, mientras él despejaba su mente y deambulaba por el mercado. Entró al templo de Tymora y oró un rato, Aldo no era un hombre especialmente de religión, pero respetaba la existencia de los Dioses y sabía que la intervención divina podría ayudar al más necesitado en un momento dado, pero los dioses eran caprichosos, así que no se ilusionaba mucho con dicha intervención. Nada perdía de todas formas.

Salió de aquel templo más calmado y con la mente más despejada, compartió una ración de pan con unos niños de la calle y les prometió que al regreso llegaría con historias caballerescas para contar, aunque no dio detalles de a donde iba, se le ocurrió una idea y compró un libro, como aquellos tomos que Al-Baridiel solían cargar bajo el brazo y cuidar con recelo, ahí podría plasmar una especie de diario y aprovechar para despejar su mente previo dormir en las noches, últimamente dormía poco y mal a causa de la preocupación que albergaba su corazón, esperaba que eso ayudara!

Caminó contento con su bolsa de contención y acompañado por su vieja mula, aquella coja compañera que lo había acompañado desde hacia muchas millas, desde su hogar que ahora yacía lejano. Suspiró con nostalgia por recordar y dio como regalo la mula en un establo donde el dueño parecía ser muy servicial con los animales, le recordó a Jonas. La regaló  cambio de buen cuidado, no pidió ni una pieza de cobre (tampoco es que le fueran a dar mucho por una mula coja). Le consintió la cabeza y le dio un emotivo abrazo de despedida, sus ojos alcanzaron a crisitalizarse, pero nada remojó sus mejillas, al menos no por ahora, y es que aquella mula vieja y coja no estaba para subir montañas o ser presa de algún depredador alado.

Siguió comprando y echándo cosas a su bolsa mágica, le parecía increíble que no aumentara de peso, era su sueño, desde hacía varios años, cuando surgió con la idea de irse de aventuras, nunca pensó que obtendría una de esas.

Observó las montañas e imaginó el frío que haría allá arriba y busco una buena ropa de cuero y abrigos de piel que lo protegieran, total, su ropa olía mal y estaba manchada de sangre por todos lados, así que vendría bien el cambio. Aspiró y disfrutó el olor a cuero nuevo que emanaba de su nuevo ropaje.

Finalmente, y como siempre tarde, llegó al punto de reunión, sus amigos estaban en el almacén reunidos. Notaron la cara de Aldo más calmada. Mostró sus dientes en su característica sonrisa -Partimos ya? -Dijo con emoción, olvidando lo que hacía unos instantes había escuchado de la boca de sus ex-prisioneros y con la esperanza de por fin encontrar a su hermana, sana y salva...

¿Y bien Grasp que crees que origino esas heridas?

Preguntó Jonas a su compañero.

Tal y como Grasp pudo apreciar, las heridas sufridas por los equinos habían sido infligidas por alguna clase de ser de tamaño humanoide sirviéndose de afiladas garras y dientes puntiagudos. Perfectamente encajaba con la descripción sobre los zombies que el mercader y los rufianes que se encontraban con él habían comentado. Después de que las bayas de Jonas comenzaran a hacer efecto sobre los animales estos se encontraron mucho mejor pero para que engordasen algunas libras aún faltaba mucho tiempo. 

Poco a poco las cajas, que al igual que los sacos contenían alimentos que aún aguantaban en buenas condiciones, fueron cargadas en la parte trasera del carro. No tardaron mucho más en estar listos para partir en dirección al Colmillo Oeste bajo el abrigo de la oscuridad de la noche. Lo bueno de poseer una carreta era que no tenían porqué montar forzosamente un campamento para descansar ya que en la parte trasera de ésta había espacio de sobra para que tres personas pudiesen echar una cabezada mientras el resto permanecía despierto. Además, el ritmo lento, constante y sin impedimenta de más sobre ellos hacía que los caballos sobrellevasen mejor el viaje. 

El día amaneció con multitud de nubes púrpuras en el cielo pero lo suficientemente espaciadas entre sí para que de vez en cuando los rayos de sol se colasen entre ellas y fuesen reflejados en la nieve dando un aspecto luminoso al paisaje y proporcionándole un aspecto casi divino.  La carreta se movía por estrechos senderos entre paredes verticales de cientos de pies de roca congelada donde, más de una vez, se veían obligados a detenerse para quitar piedras desprendidas que habían caído sobre el camino. Esto era necesario a fin de que las ruedas y los caballos pudiesen circular sin problema por aquel abrupto paisaje. Cada vez que paraban la sensación de que algo podía estar observándolos o lo que es peor, que estuviese dispuesto a saltar sobre ellos, estaba presente. No eran infundadas las historias sobre tribus orcas que asaltaban a los incautos mercaderes que se aventuraban sin protección por la zona. Aparte de ello, se conocía de la existencia de gigantes o de enormes osos de las cavernas que harían retroceder al más valiente sólo con un rugido en la lejanía. Por suerte, nada de ello sucedió en los casi tres días de marcha hasta que llegaron a una enorme explanada carente de vegetación en mitad de un valle completamente nevado. Tan sólo una ligera ventisca de nieve esa misma mañana les dio algún que otro problema con los caballos pero gracias a Tymora, que habría puesto sus manos para proteger al grupo gracias a la donación de Aldo, o puede que a la falta de voluntad de Áuril, no hubo que ninguna víctima mortal que lamentar.

Un riachuelo, que pese al frío reinante se había librado de congelarse, delimitaba el linde oeste de la explanada que se extendía a los pies de las escarpadas montañas. El grupo se detuvo al cobijo de unos árboles para disfrutar de una panorámica inolvidable y de gran belleza de la naturaleza había pintado para ellos. Los caballos bufaron exhalando grandes nubes de vaho para después sacudir la cabeza y eliminar la nieve acumulada sobre sus crines.

El diagnóstico que había realizado Grasp de las heridas de los caballos no hizo que Zahelín comenzara el viaje tranquila. Miraba nerviosa alrededor, siempre pendiente de que no apareciera uno de esos muertos vivientes. Cada ruido no identificable, cada curva del camino, cada sombra le hacía tensar el cuerpo, tal era su estado de alerta. Pero poco a poco, tras el trascurrir de las horas y los días, la elfa se fue relajando. Como el avance de la carreta era lento, aprovechaba las horas de aburrimiento para charlar amigablemente con sus compañeros.El resto del tiempo o pasaba en la carreta, bajo una gruesa manta que llevaba consigo. 

- ¡Qué frío!- Decía mientras se frotaba los brazos tiritando y acurrucándose junto a su hermano. Su calor corporal reconfortaba a la aterida Zahelín. Compartiendo las largas y frías horas de camino junto con la otra única chica del grupo, la elfa se se preguntaba por cómo habría sido su corta vida. Le asombraba lo joven que era la humana y la determinación que mostraba en ocasiones. No le temblaba el pulso cuando se trataba de ayudar a Aldo.

- ¿ Y por qué te dicen "la alegre"?- Le preguntó a la muchacha en un momento de intimidad y aburrimiento supino. Había oído que se referían a Sally de ese modo. La "orejaspuntiaguda" se preguntaba si no sería una manera despectiva en la que los hombres se dirigían a ella. Aplastaría su puño en el rostro de quien quiera que ofendiera de esa manera a su nueva amiga, aunque ella parecía llevar el sobrenombre con gracia.

Pero el aburrimiento dejó pronto paso a la tempestad. Se vieron rodeados por una ventisca como no recordaba haber soportado antes en su vida. Afortunadamente había comprado una poción previendo esa posibilidad, así que se dispuso a ingerirla en cuanto vio que las cosas se ponían feas. Entonces buscó con la mirada a su hermano. Le había dicho varias veces que se preparara para las adversidades del viaje. ¿Habría comprado él algo para el frío? Preocupada por el bienestar de su hermano, esperó para ver cómo estaba Nü para darle su poción en caso de que la necesitara.

Sally iba embutida en sus ropas invernales, tanto que apenas se le distinguía la punta de la nariz. Dio gracias a que se le ocurrió comprar aquellas ropas de abrigo. Ella era una chica de ciudad y no estaba acostumbrada a esos cambios de temperaturas tan extremos.

Su humor estaba como el tiempo, malo. Por eso no se prodigó mucho en conversaciones con sus compañeros. 

De vez en cuando quitaba con sus guantes la escarcha de las crines de su montura. Se sacudió la nieve que se iba acumulando en la gruesa capa y sintió como Zhaelin se acercaba con su caballo y se ponía a su altura. Había ido todo el viaje hablando con todos, al contrario que su insufrible hermano, que por cierto iba más callado de lo normal, y al parecer ahora le tocaba a ella.

Porque dicen que cuando rebano un cuello dibujo en la garganta una gran sonrisa.

Le caía bien la elfa, pero de verdad que no estaba de humor. A parte del frío que luchaba por colarse en sus huesos tenía la sensación de que llevaba las hormonas un poco revolucionadas, señal de que la menstruación no estaba muy lejos de llegar. 

No había pensado en eso al partir, ni en lo engorroso y antihigiénico que podía ser. No, el viajecito no iba por el camino de alegría y camadería que ella había pensado.

La dulce elfa abrió los ojos de par en par y su boca se quedó abierta sin decir ni una sola palabra más. La respuesta Sally fue como si le hubieran dado una bofetada cuyo escozor se viera incrementado por el frío. Un ligero rubor dio algo de color a su piel entumecida por el frío. 

- Ah...eh...- Fue lo único que logró articular para disimular su estupor.

Eso te pasa por entrometida Zahelín.

Picó espuelas y se adelantó un poco con su montura. Era evidente que la chica no estaba de humor. Aún así no se daba por vencida, ya habría otro momento para "romper el hielo" y nunca mejor dicho. Se apresuró a controlar a su hermano no fuera a acabar con una sonrisa de esas tan espeluznante.

El monje cabalgaba tranquilo cercano a su hermana. Mientras esta se acercaba a Sally aprovechó para sacar una de las mantas de invierno. Tras la conversación con "La alegre" le cedió la manta a su hermana con una sonrisa. 
Ten. El clima es traicionero y las conversaciones heladas. Dijo echando una fugaz mirada a Sally, que parecía intentar asustar a su hermana.
Tranquila, no es tan asesina como se cree ni tan dura... - o eso creía el monje que presumía de calar a la gente rápidamente.

Jonas había disfrutado del viaje hasta el momento, disfrutaba de la diversidad de climas y el estar en uno frío era una experiencia sumamente emocionante para él, iba cabalgando sobre su nuevo caballo, el que pertenecía a aquel bandido, traía con el su carreta por si acaso junto con los 2 caballos que esta tenía, había servido de suelo para los compañeros y así librarnos de dormir en el frío suelo.

Eventualmente pedía ayuda a sus amigos para descansar un poco de manejar a los 3 caballos al mismo tiempo, además de cuidar también a Aaron y a Melk, cuando empezó a ver que el frío realmente estaba afectando negativamente a sus compañeros animales no dudaba en usar sus pergaminos de soportar los elementos para que estos estuvieran protegidos por al menos 24 horas, la comida tampoco resultaba ser un problema gracias a los pergaminos de bayas que tenía a la mano.

Por supuesto de la misma manera en que atendía a sus animales colaboraba igual con sus compañeros, cuando el frío empezó a ser más difícil de tolerar miro a sus compañeros y dijo, Si el frío es un problema díganme pues puedo ayudar.

Jonas se había asegurado de seleccionar sus conjuros acorde al ambiente en que se iban a trasladar.

-Tranquilos.-Dijo el clérigo tras haber hecho su diagnóstico.-En el caso de que sean no-muertos, el poder de Grumbar puede mantenerlos a raya y facilitarnos el acabar con ellos. No es necesario que os llevéis mal rato por eso.

Evidentemente, el joven clérigo estaba algo intranquilo, pero con la Sentencia que portaba en su mano sabía que pocos o ninguno de aquellos seres podrían vencerlo. Con ese alentador pensamiento, al caer la noche se fué a dormir.

A fin de evitar el frío, se echó junto a la hoguera dando opción a quien quisiera de tumbarse junto a él para mantener el calor. Su armadura, colocada a medio metro de él y cerca de la hoguera, se calentaba por el calor de esta y servía como otra fuente de calor que, de no apagarse la hoguera, le ayudaría a pasar mejor la noche.

Al amanecer, Grasp se colocó de nuevo su armadura, aún algo caliente, y se preparó para unirse al resto del grupo.

-Si llevamos una piedra caliente de la hoguera con nosotros podremos encender fuego con más facilidad.-Dijo sonriendo.-De esa forma no perderemos tiempo a la hora de montar un campamento.-Acto seguido escuchó a Sally y a Zhaelin.-No te preocupes, el tuyo está a salvo.-Dijo en referencia a su cuello.-Es una chica dura, pero te alegrarás de tenerla cerca si surgen complicaciones. 

Dicho esto, emprendió la marcha. La ventisca se abatió sobre ellos, pero Grasp sabía que Áuril no era nada en comparación con Grumbar y que por tanto una leve ventisca no podría detener la ferrea voluntad de los designios del inmutable. Nada podía detenerle.

Zahelín sonrió a Grasp. Estaba tranquila, no daba ninguna importancia a la seca respuesta de Sally, de hecho le gustaba que tuviera carácter y supiera defenderse sola, eso estaba claro.

- ¡Claro que sí! Me alegro mucho de teneros cerca, siempre.

Le tendió la poción a su hermano y ella se arrebujó en la manta. No tenía, como Grasp, un dios al que aferrarse, pero sacó fuerzas de flaqueza, su fuego interior, para resistir las bajas temperaturas y los gélidos vientos. De vez en cuando se sorprendía a sí misma con el castañear de sus dientes, pero rápidamente se forzaba a parar para que su hermano no se preocupase demasiado.

Al instante Sally se arrepintió de haber dicho esas palabras. No había mentido, en los bajos fondos la llamaban "La alegre" y ese era el verdadero motivo por lo que lo hacían, pero también era cierto que era un bulo que había tardado años en hacer creer a la gente. Ya sabes, cría fama y échate a dormir.

Pero desde luego no había estado bien pagar su mal día con la elfa. 

Cuando pararon a descansar, apretujados contra el calor de la hoguera, Sally intercambió una mirada con Zhaelin, no hizo falta palabras, esa mirada reflejaba las disculpas que quería transmitir.

Una pequeña sonrisa y un leve cabeceo fue suficiente. La joven Sally nunca había tenido a nadie que pudiera llamar amiga, siempre había estado rodeada de aquellos cafres y muchas veces había tenido que aguantar sus competiciones de a ver quien la tenía más larga, sobretodo cuando estaban delante de alguna hermosa cortesana.

Estaba bien tener un poco de compañía femenina para variar.

Zahelín respondió la sonrisa de la muchacha con otra cálida como el calor que emitía la hoguera en torno a la que se sentaban. Levantó el culo para hacer un pequeño hueco junto a su lado. Abrió la manta con la que se cubría y dio un par de pequeños golpes con la palma abierta de su mano enguantada en el tronco sobre el que se sentaba, por si Sally quería sentarse a su lado. Así el demostraba que no había rencor ninguno.