Con un rugido gutural el Galkaii protestó por su denigrante situación. Intentó concentrarse en lo que estaba pasando pero si de algo carecían tales criaturas era de esa rapidez de pensamiento que tanto necesitaban en ese momento. La espada de Yenian había estado muy cerca de golpearlo y lo atestiguaban las chispas que habían salido despedidas de ella cuando impactó contra el suelo a poca distancia de su cabeza. Los Segundos Nacidos habían sido creados para un único fin, el servir como sirvientes de los Xorlaii y encargarse de las tareas más básicas que no requerían de intelecto alguno para llevarse a cabo. Su campo era el combate, en él se movían como pez en el agua debido en parte a que eran ajenos a los dilemas morales que presentaban otras razas. Su único cometido era atacar y eso se les daba realmente bien. 

Aunque los soldados humanos del Colmillo Oeste los llamaban Xorlaii, éstos últimos estaban en un peldaño muy superior a aquel cruce entre humano y draco. Sin embargo, en aquel momento, poco importaban las distinciones que se pudiesen dar entre ambos seres. Los compañeros tenían delante a una mole de puro músculo e ideas fijas cuyo único objetivo era morir matando y llevarse con él a tantos enemigos como pudiese. Apoyó una de sus grandes zarpas en el suelo y, tras emitir un gruñido, se levantó manteniendo el equilibrio. Sus facciones se arrugaron una vez se encontró frente a frente con Yenian. Miró a los ojos al paladín mientras su lengua escapaba entre sus labios serpentinos saboreando el aire viciado que escapaba de la sala que tenía a sus espaldas. Con un movimiento sumamente rápido para su constitución, el semidraco levantó el mangual pesado sobre su cabeza y lo descargó con una fuerza sobrenatural sobre el paladín de Tyr. Sin embargo, una muy oportuna patada de Nü hizo que la cabeza de metal saliese desviada y golpease contra la pared dejando un agujero tras de sí.

TURNO 2

Sally avanzó por encima de las jaulas, saltó al pasillo y volvió a trepar por el marco de la pared de la puerta.

No dejaría a los demás, a sus compañeros, a sus amigos, a los que consideraba a su única familia sólo porque Aldo se lo dijera.

Trepó por la pared y apuntó a aquella criatura reptiloide.

Aprovechando que el semidraco trataba de incorporarse del suelo con dificultados gracias al conjuro del mago, Yenian quiso darle el golpe de gracia. Confiado, elevó su espada y la lanzó en picado buscando la nuca de su rival – ¡Esta es la mía!, pensaba mostrando una sonrisa en su cara, sonrisa que al instante se borró cuando falló estrepitosamente y, gracias a la voluntad de su dios, no acabó lanzando su espada a varios metros de donde se encontraba… - ¡¡MALDICIÓN!!

Zhaelín tiró las espada y el escudo al suelo ante la imposibilidad de acercarse al semidraco. Estaba demasiado alterada como para limitarse a esperar.

- ¡Aparta Yenian!- Entre su hermano ahora parecía un gigante, el paladín que había ocupado la primera línea y el charco de grasa Zhaelín no conseguía apuntar a su presa. Sin embargo la flecha pasó muy cerca de su enemigo.

Un poquito más...

El monje notó a Grasp a su espalda Confía susurró. Su hermana lanzaba una flecha que se perdía y Yenian un espadazo que no acertaba... El monje estiró la pierna dándole una magnífica patada en el rostro de aquella abominación. Todo lo que sube... se escuchó decir antes de que su pierna bajase y destrozase al Xorlaii, la espantosa criatura quedaba a merced de sus compañeros que luchaba por mantenerse en pie. La fuerza desmesurada del monje y las ansias de venganza se plasmaba en cada golpe que infligía a aquella criatura. No tenía ni las más remota posibilidad de salir de allí viva...

Con el tamaño de un colibrí, Plumas voló sobre el gigante Nü para después caer en picado hasta el herido semidraco que acababa de levantarse. Las garras electrificadas de la pequeña ave segaron lo que quedaba de vida a su enemigo, quien no hizo más que caer pesadamente al suelo en medio de convulsiones debido a la fuerte descarga. Por su parte el joven mago sacaba una pequeña perla azulada, la cual emitió un leve resplandor mientras regresaba parte de la energía arcana al elfo.

Con la muerte del último de los semidracos bajo las diminutas garras del cuervo Plumas hubo un instante de calma. Grasp no había tenido oportunidad siquiera de levantar su atárraga. ¡Vaya! - Comentó echando un vistazo a Zhaelín y a su imponente hermano. Ni siquiera me habéis dado tiempo a calentar... - Bromeó para romper un poco la tensión del momento al ver que no había heridos entre sus amigos. Está bien, coged ese mangual si os sirve y echemos un vistazo al interior. Pero tranquilos, mantengámonos juntos. - Dijo a sus compañeros mientras daba un par de pasos hacia adelante y se colocaba junto a la grasa que Al-Baridel había conjurado.

El grupo se arremolinó en torno a las criaturas caídas hasta que el conjuro del mago elfo se disipó. Como ya más de uno había conjeturado a medida que iban descubriendo más pistas aquellos seres eran la abominable creación fruto de cruzar los no natos en el vientre de sus madres con los huevos de toda clase de draconianos que estaban desapareciendo en diversas zonas de los valles. Aquel plan malévolo parecía perseguir un único fin: la creación de un ejército disciplinado bajo las órdenes de aquel que consideraban un padre, Loraed. ¿Cuántos de esos seres formaban las filas su ejército? Era una pregunta sin respuesta pero, no había que ser muy listo para darse cuenta de que aquellos dos semidracos no habían alcanzado ese tamaño en dos días. Aquellos monstruos eran el producto de un plan a largo plazo del que no conocían con certeza cuándo había comenzado a ser puesto en marcha; algo les decía que debía haber sido hacía mucho tiempo atrás. Pero, si era así, ¿dónde los estaba concentrando para que nadie se hubiese percatado de su existencia? Debían obtener más pruebas si querían que alguien con poder suficiente como para poder hacer frente a esa amenaza los tomase en serio. 

Grasp se apartó a un lado y permaneció unos instantes meditabundo pasándose la mano por el pelo enredado. La duda le carcomía por dentro y multitud de ideas le asaltaban a su mente. De pronto se halló mirando a su atárraga y recordó las palabras de Glarth Milcentellas: ...llevo esperando esta visita durante muchos años. Sabía que tarde o temprano llegaría alguien a reclamarla... - ¿Estaba predestinado a todo esto? - Se preguntó más para sí que para compartirlo con el resto de sus compañeros.

La respiración de Zhaelín se fue calmando poco a poco hasta que su rostro recobró la dulzura a la que sus amigos estaban acostumbrados. Recogió sus armas del suelo y se abrazó a su hermano cuando vio que el combate había acabado. Le hacía gracia ver a su hermano tan grande a causa del efecto de la pócima.

- Has luchado muy bien hermanito jiji.- Grasp parecía opinar lo mismo a cuyo comentario la elfa respondió también de buen humor.- Seguro que el otro lleva uno igual que este. Hay que estar más ágil, los humanos os hacéis viejos y lentos muy rápidamente.- Guiñó un ojo al hombre que oras veces le había salvado la vida arriesgando la suya propia y que había derribado a los enemigos con golpes aterradores de su atarraga. Zhaelín sopesó el peso de la magnífica arma y decidió que en el próximo combate podría serle de utilidad.- Registrad al otro a ver si tiene la llave o algo de interés.- Pero hablaba sin mirar al cadáver del semidraco pues sus ojos ambarinos sólo estaban fijados en la puerta de sorprendentes relieves, ahora abierta de par en par.-Nü, no podemos irnos sin saber que hay ahí detrás.

El enorme monje devolvió el abrazo a su herman, Algo se me tenía que pegar... dijo a modo de broma. Pero si era cierto que su hermana era tan mortífera como una víbora, aunque ella prefería denominarse un dragón. Quizás su hermana era un dragón, la fuerza lo tenían, aún tenía en su retina aquel poderoso ataque que partió por la mitad a un soldado ¿Cómo pudo hacer aquello? Hace nada no podía ni con su arma... Sea como fuera su hermana tenía razón, detrás de aquellas puertas se encontraba el mal que había causado tanto sufrimiento al grupo. Vamos! dijo entrando por las puertas.

Sally se adentró en la sala mientras se deslizaba por la pared y buscaba un lugar alto para tener una buena visión del lugar donde se dirigían.

Esperó a que sus compañeros entraran para seguir avanzando. 

-De acuerdo, pero creo que sería mejor que antes las condujésemos a los niveles seguros de la fortaleza. Los soldados que afrontaban a los no-muertos las protegerán si queda alguno y podremos limpiar esta zona.-Dijo el clérigo en referencia a las prisioneras.-Aunque la otra opción sería seguir y darles tiempo... Si así lo preferís, avancemos.

El bardo se acercó tímidamente al resto del grupo, ayudó a registrar a los Dracos, pero permanecía bastante distraído. 

En cada parpadeo de ojos volteaba su mirada en dirección a las mujeres embarazadas, en especial a su hermana. Adentrarse más en las cámaras lo alejarían más de ella pero no se arriesgaría a llevarla con él. Aywa era valiente e inteligente, confiaba en que hiciera lo que Aldo le había dicho hacía un par de minutos: Correr si veía las cosas feas.

Lanzó una última mirada a su hermana y con un guiño del ojo se adentró junto a sus compañeros a la habitación siguiente del complejo.

Uno tras otro se adentraron en la sala inundada por el espeso humo rojizo que emanaba de los braseros situados a lo largo de las paredes. El olor a incienso mezclado junto con el de otras hierbas dotaba a la estancia de un ambiente cargante y opresivo que aparte de dificultar la respiración también provocaba un escozor terrible en los ojos haciendo que éstos no parasen de lagrimar. Al contrario de lo que habían visto en el resto del complejo subterráneo  el lugar se encontraba pulcramente limpio y ordenado. Caminaron por un amplio pasillo en dirección a unas puertas abiertas con los mismos grabados que la que acababan de dejar atrás y a medida que lo hacían el calor se hacía más intenso. El brillo que desprendían las enormes llamas que latían en los hornos de incubación iluminaba todo el pasadizo e incluso la sala que se vislumbraba al frente. Pronto distinguieron el altar de piedra con la forma de la cabeza de dragón en cuyas fauces de piedra reposaba un huevo del tamaño de una cabeza humana. No hacía falta ser adivino para saber quién ocuparía el lugar de honor en el altar de sacrificio, ni cuál era la misión de los dos semidragones que acababan de despachar momentos atrás. No se escuchaba ningún ruido aparte del lejano y constante crepitar del fuego.

Con curiosidad los compañeros rodearon la estructura de piedra y contemplaron horrorizados los agujeros sobre esta y en la base, donde se unía al suelo. Las marcas que la sangre había ido dejando a lo largo de los incontables sacrificios realizados sobre él eran indelebles por mucha agua que se echase para lavarlo. Una afilada daga de ceremonias se calentaba al rojo vivo en uno de los braseros cercanos probablemente puesta allí por quién oficiaría el ritual en breves instantes. De pronto, una voz sibilante retumbó en la sala.

¿Quiénes sois vosotros que os atrevéis a irrumpir en el templo sagrado de Loraed? – Una figura corpulenta, de amplia cabeza y escamas rojizas caminó lentamente desde el pasillo de enfrente. ¿No tenía suficiente con enviar las carcasas vacías de los humanos? ¿Es que no se da cuenta vuestro señor que no hay nada que pueda hacer para parar lo que ya ha comenzado?

Extrañamente se encontraba bien con el agobiante calor de los hornos en funcionamiento. Ella también bullía en su interior de rabia. Ahora que Aywa estaba relativamente a salvo, sólo la guiaban las ganas por saber y un deseo de venganza. Ganas por acabar los que habían provocado su vida errante y ganas por terminar con los que habían obligado a convertirse a su madre en el espanto que tan sólo había podido intuir.

La visión del altar, con toda aquella sangre que aún permanecía allí, a pesar de encontrarse bastante limpio, fue más difícil de soportar que las altas temperaturas. Apretó con fuerza el mangual del semidraco. Al escuchar la voz y de quien provenía, Zhaelín elevó un brazo con el arma de extraordinaria factura, para que pudiera ver que no mentía, y replicó.

- Nos hemos desecho de tus esbirros. ¡Ríndete! - Al pasar junto al altar escupió sobre él, mostrando el desprecio que sentía hacia ese Loraed del que hablaba el ser de escamosa piel rojiza.- Loraed skirisnah toeru zakriri ieru.*

El bardo se detuvo en seco al ver a otra de esas criaturas aparecer, no sabía por qué pero intuía que esa lagartija que tenía al frente era más poderosa que las que habían quedado hechas puré a unos cuantos metros.

Aquí ya no había diplomacia que valiera, sus compañeros querían venganza o justicia, y para que hubiera cualquiera de las dos, la lengua de Aldo sobraba, solo los golpes de Nu, Grasp y Yenian serían los encargados de cumplir sus deseos. Aldo lo entendió así y lo aceptó.

Se quedó parado en el lugar donde se encontraba, preparado para cualquier acción hostil que pudiera tomar aquel enemigo...

El gesto de Zhaelín provocó que Kizamer tuviese el súbito impulso de saltar hacia adelante sin embargo, en su lugar, dejó escapar un largo siseo y dio un paso hacia atrás. ¿Crees que importa mucho que hayáis acabado con dos de esos brutos? - Preguntó en común a todo el grupo. Claro que nuestro Padre ya no tiene nada que hacer aquí, todo lo que había que hacer ya está hecho. Si creéis que vuestra irrupción altera en algo los planes de Lord Loraed, os equivocáis enormemente. - El semidragón dio otro paso hacia atrás si perder de vista a los jóvenes compañeros. Puede que hayáis ganado una batalla pero la guerra...llegará a vuestras puertas y Judaeth poco tendrá que hacer contra mi señor. Ya lo veréis... - De pronto la Xorlaii se giró haciendo ondear su capa y corrió en dirección al estrecho pasillo de la derecha.

Así que eso es un xorlaii. - No había que ser muy listo para diferenciar al enemigo que tenían delante de los que habían caído unos pasos más atrás. Zhaelín escuchó sus palabras atentamente mientras seguía avanzado, paso tras paso. Cuando vio que la xorlaii huía no se lo pensó dos veces.

- ¡Noooo!- Echó un rápido vistazo hacia atrás, buscando los ojos de su hermano. Tenían que detenerla pero ella era como una tortuga con un pesado y enorme caparazón desde que llevaba la armadura de Jonas.

La muchacha elfa