Partida Rol por web

Luca observo al par alejarse pero su mirada siguió a la de otro que veía hacia la entrada del local.

Un auto detenido, chofer que permanecía en el auto probablemente encendido, y dos acompañantes que se bajaban, gabardinas largas, movimientos rígidos...

- Atento al par que acaba de llegar, apuesto a que están armados con armas largas.

allí podían ponerse feas las cosas, había que estarse listo para tirarse al piso y cubrirse con la mesa... Luca permanecía atento, aquello lo haría si veía las armas salir. Esta no era una nueva situación para él, en la guerra había vivido más de una emboscada, solo variaban los enemigos y los lugares...

Nada más dirigir su atención hacia la ventana que señalaba Carzo, la expresión de Rocco pasó del leve aburrimiento a la tensión. Varios tipos con aspecto de buscar problemas dirigiéndose al interior del local...seguramente tenían algo que ver con el trajeado que había entrado horas antes.

En vista de la actitud del barman y el aspecto del trajeado y sus probables "amigos", el joven dudaba que fuera a resultar agradable estar en medio si la velada se torcía, cosa que por el aspecto de los recién llegados parecía segura. Pensó en su gancho, cuidadosamente guarecido bajo la camisa, pero no tardó en descartar la idea. Eran demasiados, y si no se equivocaba, llevarían encima algo bastante más amenazador y efectivo que un garfio de estibador.

Pese al desagrado que le producía sentirse el pez pequeño, sentía una creciente expectación, y no podía sino preguntarse qué iba a suceder en caso de que la fina corriente decidiera estallar en aquel preciso momento. Echó una ojeada al barman, con la esperanza de que su reacción le revelase algún dato referente a los próximos acontecimientos antes de producirse estos.

Cuando me dispongo a acompañar a Antonino a la mesa de dados se produce cierto revuelo y puedo oír como este le grita al barman llamando su atención sobre algo que ha visto en el exterior.

Nada podía hacer más que esperar a ver que ocurría finalmente...

Camarero levantó la mirada, extrañado mientras buscaba entre los presentes incapaz de localizar el origen de la voz.

En el exterior, los dos tipos cruzaron la calle desierta, sus sombras se iban alargando conforme las farolas iban quedando a sus espaldas. Entonces uno de ellos se separa alejándose de su compañero en dirección a la derecha saliendo así de vuestro campo de visión.

Como si se tratase de algún tipo de señal convenida, quien se encontraba frente al escaparate sacó de la gabardina una Thompson...

-Eh, ¿qué?-. Preguntó sin haber oído bien.

No había tiempo para explicaciones pues mientras tanto en el exterior, los dos tipos cruzaron la calle desierta. Uno de ellos se separó alejándose de su compañero en dirección a la derecha saliendo del campo de visión del escaparate.

Como si se tratase de algún tipo de señal convenida, su compañero sacó de la gabardina una Thompson...

Cuando vio a los dos hombres bajar del coche no les prestó excesiva atención. Serían dos clientes buscando acabar el día con una copa y un poco de charla. De inmediato cambió de opinión.

El conductor se quedaba con el coche parado. No se iba ni entraba con sus dos acompañantes. Volvió a prestar atención a los dos hombres. No eran personas relajadas después de un duro día de trabajo buscando divertirse. ¿Policías?  Tal vez. Pero que el conductor se quedara en el coche le hacía pensar en otras posibilidades. 

Seguramente no fuera nada pero no estaba de más asegurarse. Se acercó a Pazio y le susurró 

Oye, Pazio ¿has visto a los que han llegado ahora? No parecen muy amigables pero tampoco es que yo conozca a la parroquia de este bar. ¿qué me dices?¿son clientes habituales o crees que se han perdido por aquí?  Fedor caminaba junto a Pazio mirando de reojo las manos dentro de las gabardinas de aquellos hombres.

-Eh, ¿qué?-. Preguntó sin haber oído bien. No tardó en dirigir su atención a sus compañeros. 

No había tiempo para explicaciones pues mientras tanto en el exterior, los dos tipos cruzaron la calle desierta. Uno de ellos se separó alejándose de su compañero en dirección a la derecha saliendo del campo de visión del escaparate.

Como si se tratase de algún tipo de señal convenida, su compañero sacó de la gabardina una Thompson...

Alarmado, Rocco gritó en un intento de alertar a aquellos patrones que hubieran sido demasiado estúpidos para no percatarse de lo que ocurría (conocía a un par de los estibadores que les acompañaban y no eran los tipos más brillantes sobre la faz de la tierra) y, sin más explicación ni aviso alguno, volcó la mesa más cercana con la intención de obtener algo de cobertura, tanto para él como para sus acompañantes.

Acto seguido se agachó cuanto pudo mientras llevaba una mano instintivamente hacia su gancho, aún a sabiendas de que no le serviría de nada en aquellas circunstancias. Pensó de manera fugaz en que ojalá tuviera consigo alguna de sus viejas armas, al tiempo que miraba a su alrededor en busca de una mejor cobertura.

¡Al suelo! Gritó Fedor aunque lejos de hacer lo que decía corrió hacia la barra e intentó colarse dentro. Las mesas no iban a ser protección suficiente contra las Thompsons pero la barra es posible que aguantara.

Si lo conseguía esperaría a que tuvieran que recargar e intentaría llevar a la puerta por donde había desaparecido el tal "Jimmy"

En un acto reflejo tras los horrores vividos en las trincheras de la guerra al ver como uno de los hombres que se encontraban en la mesa de dados vuelca la misma en un intento de encontrar algo de cobertura, me tiro al suelo intentando ofrecer el menor blanco posible a los hombres armados.

Otra vez no... pienso mientras permanezco tumbado en el suelo

―¡Al suelo! ―gritó alguien haciendo eco de sus pensamientos. Antonino se tiró pecho tierra e intentó arrastrarse hacia la barra entre las mesas volcadas.

En el Panepinto's varios hombres se tiraron al suelo al tiempo que levantaban algunas mesas, otras sillas fueron derribadas bruscamente con gran estruendo lo que provocó la protesta de algunos hombres que se incorporaron raudos buscando pelea, pretendiendo reclamar la devolución de una paz arrebatada.

La encontraron de manera violenta, fueron los primeros en caer después de sufrir varios espasmos al tiempo que multitud de agujeros sanguinolentos se abrían en su torso, después cayeron otros que no reaccionaron a tiempo, los cuerpos se iban acumulando en el suelo junto con los trozos de cristal que saltaban al haberse roto el escaparate.

También reventó el espejo que se encontraba al fondo, la caja registradora situada sobre la barra quedó como un colador y las estanterías empezaron a caer desparramando todas las botellas que sujetaban.

La balacera duró varios segundos, unos instantes que se convirtieron en horas a ojos de los desencajados rostros que se encontraban en el suelo, pegando sus cabezas a los restos caídos del escaparate, buscando refugio e ignorando el dolor que les provocaba este ansia. Cuando cesó, los que aún estaban vivos escucharon la réplica de aquella cacofonía tan funesta en la parte posterior del Bar. No tardó esta en cesar.

El silencio era duro y desagradable, era el silencio de la muerte. Entonces se escucharon unos gritos y los pasos de dos hombres corriendo. Nuevamente otra balacera que hizo que las cabezas se volviesen a agachar. Esta última fue muy breve. Un acelerón después despidió al vehículo con chirrido.

Los pocos hombres que quedaban vivos se levantaron y salieron corriendo, algunos de ellos heridos, tuvieron que salir auxiliados por otros compañeros. Frank estaba entre ellos...

Abatido y afligido era poco. Su negocio acababa de irse a la mierda con aquel atentado. Como si recordase algo empezó a correr rumbo a la parte posterior de su restaurante abrió la puerta y se dirigió a su interior dejándola abierta. Los cristales formaban una peculiar alfombra brillante que conducía hasta la parte posterior.

- ¡Mamma mía! ¡Mamma mía! ¡Santa Madonna! -Las quejas del italiano se escuchaban desde la otra estancia.

Levantarse tras aquella balacera fue más difícil de lo que Antonino esperaba, todos sus músculos que habían estado agarrotados y tensos durante aquellos momentos replicaron con calambres al ser movidos de nuevo. Aunque no tuvo tiempo de concentrarse porque Frank rompió el silencio al correr al cuarto de atrás con expresión preocupada.
¿Qué puede ser más importante que tú mismo? Se preguntó Antonino, y caminó detrás de Frank para averiguarlo.

Tras la barra había un par de botellas de alcohol. No parecía ser de la mejor calidad pero se agradecía de sobremanera en aquellos tiempos que corrían. No había ningún arma. Tal vez Mike era excesivamente confiado, tal vez era en sus amigos en quien confiaba en exceso.

Cuando Fedor salió al exterior, vio que no había nadie en la calle. Lo único que podía recordar a una presencia humana en aquel momento, era una luz solitaria en una de las ventanas del edificio de enfrente. La oscuridad de la noche pugnaba en su lucha contra la poca luz que había en aquel momento desvelando dos vehículos se encontraban estacionados enfrente: un Ford T y un Bolt Ace Fordor azul.

Al volver al interior, al encuentro de la mole humana sangrante con quien antes tuvo un duelo de miradas, se percató de la presencia del cuerpo de Fazio. El siciliano de Palermo se encontraba en el suelo, inerte, con la cara deformada por las balas, apenas se distinguían sus rasgos aquella masa sanguinolenta.

Medio atontado a causa de las detonaciones y con el pulso acelerado, Rocco seguía agachado tras la mesa sobre la que poco antes se producían torpes aunque calmados intentos de conversación. Pensaba en la guerra. En los disparos, los gritos, la adrenalina...había sobrevivido allí y aquí también, pero volvía a sentir esa sensación. Una mezcla de miedo y salvaje alegría, tan caótica que apenas podía llegar a procesarla.

Se incorporó lentamente, sus dedos aún rodeando el mango del gancho a través de la camisa, húmeda ahora a causa del sudor. El barman había ido a buscar a su amiguito trajeado. "Ese tipo sí que ha terminado durmiendo con los peces...lástima que tú no, bastardo presuntuoso", pensó con cierto rencor, no más del que solía experimentar hacia cualquiera que, a su juicio, le hubiera insultado.

De nuevo, le asaltó un recuerdo del frente. Esa antinatural paz que se producía tras un encuentro armado...cadáveres, sangre, pólvora y balas. Cuerpos uniformados caminando sin un rumbo aparente entre los restos mortales de otros hombres...

Miro a su alrededor. De aquellos patrones a los que conocía (o acababa de conocer), todos parecían ilesos o irremediablemente muertos, por lo que no concedió demasiada importancia a la suerte del resto. Personas morían a diario, y él no había llegado a saber ni tan siquiera los nombres de la mayoría de ellos. Lamentó la muerte de aquél tipo; simpático, buen apostador. Aficionado a la bebida. Un buen hombre.

Quizá todo hubiera acabado. Quizá un nuevo tiroteo se produciría en breve. ¿Acaso quedaba algún ejecutor en la calle? No tenía forma de saberlo. Optó por dirigirse, con paso lento y decidido, hacia la puerta interior del local. Estaba cabreado, y alguien iba a explicarle qué demonios acababa de pasar, por qué había estado a punto de recibir un balazo a causa de un jueguecito entre cabrones trajeados. Es más, tal vez fuera su oportunidad de tener una "charla" con Frank...un desgraciado desangrado más o menos, a los oficiales no iba a importarles una mierda.

Por el momento, resolvió quedarse frente a la puerta, asegurando una posible cobertura en caso necesario, ya fuera la pared o la barra, en función del origen de esa hipotética nueva tanda de disparos.

Permanezco en el suelo cubriéndome la cabeza con las manos mientras dura el tiroteo. Una vez que el ruido de los disparos cesa puedo oír el ruido de las ruedas de un coche abandonando el lugar a toda velocidad.

Aún espero unos segundos más en el suelo para cerciorarme de que los disparos se han terminado antes de levantarme. Cuando me pongo en pie y miro a mi alrededor puedo ver, además de varios cadáveres, algún herido. Casi sin pensar en ello, comienzo a acercarme a las personas heridas para ir examinando sus heridas...

¡Dannazione! Todo iba tan bien. Fazio iba a darle trabajo y ahora era un bulto lleno de balas en el suelo. Y allí estaba él pensando en hacer una buena acción en lugar de largarse antes de que llegara la pasma.  Quizás era posible hacer ambas cosas. Si alguno de los coches estaba abierto lo llevaría al hospital y se largaría de allí.

Echó a correr hacia los dos autos estacionados con la intención de comprobar si alguno estaba abierto. Se acercó al Ford y tiró de la menecilla de la puerta. Repitió la acción con el bolt. Si alguno estaba abierto no sería difícil arrancarlo o eso pensó.

Volvió a entrar en el bar. La imagen era dantesca. Los heridos en el suelo retorciendo y aquel hombre intentando ayudarlo. Se acercó a la barra y cogió las botellas de alcohol abriendo una. Le dio un trago largo y se acercó al buen samaritano que intentaba ayudar a los heridos.

Toma. Igual esto te sirve de desinfectante. Le dijo dándole la botella que había abierto mientras se guardaba la otra.

En vista de que el barman seguía lloriqueando en la parte trasera, el joven echó otro vistazo al lugar. Algunos de los supervivientes habían comenzado a acercarse a los heridos, tratando torpemente de olvidar los nervios causados por las balas y remendar a los que no estuvieran condenados. El único que parecía tener en verdad alguna idea de lo que estaba haciendo era el tal Rossi. Le sonaba haberle escuchado decir que era doctor, pero el gesto experto y el sombrío semblante delataban más información acerca de las funciones que había desempeñado.

Rocco se acercó al hombre mientras este examinaba a uno de los desafortunados caídos, que sangraba profusamente. Se inclinó y observó al herido y al doctor, aunque por el rabillo del ojo seguía vigilando la puerta interior.

-...la Grande, ¿me equivoco?¿Te acostumbraste allí a heridas como esta?-comentó con tono casual, mientras con un gesto de las manos le ofrecía ayuda, si era que podía proporcionársela de algún modo.