Partida Rol por web

Estás atado en una caverna que huele y suena como el mar y sus paredes y techos gotean humedad. Hay una docena de personas a tu alrededor, atados igualmente, con tatuajes idénticos. Hay dos hombres que os custodian, con un perro que no hace más que gruñir. Los guardias están nerviosos y eso se lo transmiten al perro.

En el suelo está tu arma.

Thokk estaba atado y algo grogui.

En cuanto comenzó a percatarse un poco lo que pasaba a su alrededor, y sobre todo, cuando vio su arma, comenzó a intentar escaparse de sus ataduras. Estaba débil y las ataduras no eran malas del todo, lo que hizo que no consiguiera soltarse en un primer momento.

No sabía como había llegado ni que hacía allí, ni quienes eran esas personas, pero ahora mismo eran sus captores, y eso los convertía en sus enemigos.

Y para librarse de sus enemigos solo necesitaba su arma, y estaba delante de él.

- Nosotros venir a ver la mercancía... nos manda el "jefe", ya sabes. Hemos hablado con él en la taberna. -le digo lo más dignamente que puedo, mientras me preparo psicológicamente para la bronca.

Porque aquí, va a haber bronca seguro. Y a ver qué hacemos un mediano, un gnomo y un par de elfos enclenques con el pedazo de mole que tenemos delante.

Lúthien carraspeó e irguió la espalda para aparentar más seguridad en sí misma.
-¿Algún problema, chico?-inquirió usando un tono de voz tajante y despectivo-Vamos, tenemos prisa y más asuntos que atender, no quieras que llegue a oídos de quien nosotros sabemos que le has hecho perder una cantidad obscena de oro-alzó la barbilla-mis chicos y yo no tenemos paciencia asíque vamos he dicho.
Recordaba esa frase de un pequeño drama que a veces interpretaba en las tabernas según preferencias de la audiencia.

Tras varios intentos, consigues que la cuerda se rompa. Como te habían capturado con relativa facilidad no pensaron que te pudieras soltar, así que no ataron las cuerdas con mucha fuerza.

Según te agachas para recuperar tu arma, escuchas al perro ladrarte. Las dos personas que te vigilaban se dan la vuelta y, al ver que te has soltado, desenfundan sus armas dispuestos para el combate.

Un esclavo muerto podía ser oro perdido, pero no pasaría nada si su jefe no se enteraba.

El semiorco se queda confuso y se rasca la cabeza. Normalmente las cosas no eran así, pero las palabras de Lúthien son tan vehementes que le da miedo no hacerla caso. Se queda en su sitio, sin muestra de querer hacer nada. Así que aprovecháis para continuar antes de que decida cambiar de opinión.

Seguís caminando otros pocos pasos hasta que veis una nueva sala. Es una caverna que huele y suena como el mar y sus paredes y techos gotean humedad. Hay una docena de personas atadas con tatuajes idénticos. Hay un semiorco que acaba de coger su arma y que parece haberse desatado, totalmente distinto a los otros atados. Hay dos hombres custodiando el lugar y un perro, pero están concentrados en el semiorco y no parece que os hayan escuchado llegar.

Tras los guardias y el perro, ves cómo llegan dos elfos, un gnomo y un humano, pero éstos parecen sorprendidos por lo que ven.

Lúthien agarró a Rëlue para inclinarle hacia ella y cuchichear con él.
-Dime que puedes hacer que se duerman si les amodorro-bisbiseó juntando su rostro al del elfo mientras el resto decidía que hacer, con suerte ellos podrían quedarse en la retaguardia y encargarse del asunto sin peligro.

Thokk se había soltado de las ataduras, y con una velocidad bastante buena, cogió su espadón del suelo. Habían cometido el error de subestimarlo y  ahora tenía su arma.

Con un rugido atronador carguó, pensando más en partir por la mitad a uno de sus enemigos que en dar en el objetivo. Solo quería matar y arrasar. El espadón cayó con una velocidad y potencia pasmosa, si el tipo no era hábil podría partirle por la mitad. Y esperaba que pasara.

- Lo siento hermanita, me temo que no es un hechizo que tenga en mente en estos momentos. -le contesto a su sugerencia. Es lo malo de ser un mago de pacotilla, que nunca tienes a punto el conjuro que necesitas en el momento. Espero que eso cambiará algún día. Y ese día, temblarán los cimientos de la tierra bajo mi magia.

Pero, hasta que ese día llegue, mejor que me siga preocupando de seguir vivo. Analizo la situación: una docena de esclavos atados a las paredes y uno de ellos, distinto a todos, que se ha liberado y arremete contra los carceleros. Creo que mi obligación es ayudar.

- No nos han visto llegar... -y, para que se acabe de entender lo que quiero decir, empuño mi arco y pongo una flecha en él, apuntando a la cabeza de uno de los semiorcos.

Lúthien chasqueó la lengua y retrocedió un par de pasos antes de entonar una canción que con cada palabra parecía hacer hervir la sangre a aquellos que se enfrentaban con los esclavistas.

Mirar hacia el norte, dispuestos a luchar
Enemigos en vuestro frente.
¡A las armas! ¡Frente a la derrota!
¡No hay rendición!¡No hay retiro!

El ritmo daba calor a sus corazones, les insuflaba el coraje necesario, ante ellos veían a sus enemigos pero sabían en lo más profundo de su ser que podían con ellos, destruírlos, arrancar de raíz el mal que representaban. La voz dulce de Lúthien espoleaba a tomar las armas y hacer el bien. Eran los únicos que podían.

¡Qué bonita voz...!

Medio distraído por la voz de mi hermana y, a la vez, animado por ella tenso la cuerda del arco y suelto la flecha, directa a la cabeza de uno de los semiorcos, entre ojo y ojo.

Bueno. Más o menos.

Uno de los hombres, al ver como el semiorco se suelta de sus ataduras, se lanza a por él. Aunque el semiorco intenta defenderse, el hombre es más rápido y le asesta un golpe con su espada en la pierna, haciéndole una fea herida que comienza a sangrar.

Reluë quiere aprovechar la ventaja que tienen, pues no les han visto llegar. Pero su flecha se pierde y hace que todos se percaten de su presencia.

Thokk, enfurecido por el golpe recibido, grita con rabia mientras descarga su espadón sobre la cabeza del hombre. Lo último que ve el semiorco son los ojos sorprendidos de aquella persona antes de derrumbarse muerto.

Lúthien comienza a cantar una dulce melodía, haciendo que sus compañeros se sientan más fuertes y hábiles en el combate. Lástima que no cantara antes para ayudar a Reluë.

El perro, con varios ladridos, se dirige a Thokk, pero consigue esquivar su mordisco de un espadazo, al igual que puede defenderse sin problemas del otro hombre.

Thokk estaba sangrando por su pierna, pero eso parece importarle poco en realidad, pues aún tiene a dos rivales delante, un humano y un perro.

Lanzó un ataque al soldado, pues lo veía como la amenaza más próxima, pero al poner el peso en la pierna herida mientras movía la espada sufrió un latigazo de dolor y el ataque no fue tan bien como él quería...

Al ver la situación trato  de utilizar lo que mejor se hacer, utilizando mi arco me pongo alguna distancia esperando golpear a alguno de los atacantes. Tener cuidado. Digo  a mis compañeros

Levanto la vista abochornado por mi anterior disparo, encontrándome la severa mirada de mi hermanita.

Sonrío y me encojo de hombros. Nadie dijo que yo fuese un gran arquero. Sin perder un instante, repito la operación, disparando a la cabeza del guardia que arremete contra el semiorco que se ha liberado.

Mientras oigo silbar la flecha al salir disparada, me da tiempo de pensar que este tiro ha sido mejor que el anterior. Y de cruzar los dedos para que así sea.

Lúthien negó con la cabeza, mientras mantenía el canto.
Seguid compañeros,
Al enemigo abatir.
No importe el dolor,
alzad la cabeza,
luchad con honor
Aprovechó una pausa en su canción para disparar una flecha mas el proyectil dio contra la pared, sin llegar a rozar siquiera a los enemigos. La mirada de Rëlue bien podría habérsela dedicado ella a él, pero en cambio se encogió ligeramente de hombros con cierta angustia.
Esto no puede estar pasando.

Reluë prepara otra flecha y la suelta con una sutileza digna de los elfos. La flecha vuela, silbando, impactando entre los omóplatos del guardia, pero sin llegar a matarlo. El semiorco intenta clavar su espadón en el pecho del pirata, pero quizá por el dolor, quizá porque el hombre es rápido, esquiva su ataque sin mayor problema.

Lordo y Lúthien atacan a la par, pero su flecha y virote no se acercan a su objetivo.

Por su parte, el perro salta para morder a Thokk, pero sólo se engancha en su sucia ropa. El pirata intenta golpearle, pero no tiene suerte.