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El príncipe Héxtor ha declarado la guerra a su hermano Heironeus

Tras la caída de El Rey en una de las batallas más truculentas de todo su legado, los hermanos Heironeus y Héxtor unieron fuerzas para acabar con la matanza que estaba asolando sus tierras y que se había cobrado la vida de todos sus amigos y familiares.

La población del reino se estaba viendo diezmada, ya no quedaban casi vasallos y apenas quedaban seguidores, pero en un último esfuerzo, ambos hermanos se unieron y acabaron con el Imperio del Mal que había renacido.
Por fin lo lograron, pero cuando miraros a su alrededor se dieron cuenta de que apenas les quedaba nada, en el poblado apenas quedaba gente y ninguno tenía una gran relación con ellos.

La tristeza les inundó sus corazones, pero también la codicia.

Los hermanos siempre se habían peleado, pero esta vez habían decidido aunar sus fuerzas para demostrar a su padre quien de los dos era el mejor y el más valeroso. Quien de los dos podría ser El Heredero del Trono.

Pero para El Rey sus dos hijos eran iguales, algo que no se dieron ellos nunca cuenta. No sabían que jamás ninguno de ellos sería El Rey si no que ambos se encargarían de hacer que prosperase y mejorase el reino que ahora tenían ante ellos.

Los hermanos se sorprendieron ante tal decisión y tras darse cuenta que todo esfuerzo por destacar había sido completamente en balde no pudieron sino enfrentarse.

Ambos hermanos se pelearon a puñetazo limpio y al ver que sus fuerzas estaban igualadas decidieron abandonar la pelea. Entonces ambos se marcharon a su castillo y así quedó la cosa.

Un buen día Héxtor, cuando se dio cuenta que el poblado comenzaba a prosperar y que con la riqueza que su padre le había dejado se podía encargar del castillo, decidió descansar. En esos momentos en los que estaba tranquilo y relajado se dio cuenta de que todo era demasiado normal para él y se percató de que eso no era lo que él quería. Llevaba una vida media, sin excesivas riquezas y que para ser Único Rey y el Más Poderoso del reino debía desbancar a su hermano. Así que decidió reunirse con algunos consejeros, y éstos le instaron a que reclutara un ejército que le ayudase a dar fin a su hermano. Juntos conquistarían el castillo de su hermano, le darían muerte y por fin podrían gobernar como el rey que merecía ser. Como un verdadero Heredero.

Pero lo que no sabía Héxtor, es que Heironeus estaba pensando lo mismo, en el mismo preciso instante.

Tras pasar un tiempo y haber pedido que los hombres más valerosos del reino se presentaran ante él, uno a uno fueron llegando y presentándose.

Juntos serían el ejército que derrocaría a su hermano.

Era muy aburrida la tranquilidad que se respiraba en el ambiente, al príncipe Héxtor, simplemente, le fastidiaba tanta paz. Poco a poco los rumores sobre la consolidación de su ejercito se fueron dispersando y al "oscuro" no le importaba en nada que su hermano se enterara, muy por el contrario, era lo que deseaba; al fin y al cabo, que es una guerra sin un buen rival. Aquello sería un reto mas a allá de la fuerza bruta, era de ingenio, demostraría que el era el verdadero heredero de su padre, venciendo a Heironeus en fuerza y estrategia militar. La convocatoria había tenido su éxito. Uno a uno fueron llegando mercenarios, soldados e incluso, comerciantes y artesanos. Héxtor se hizo esperar en el salón del trono, dejando que el ambiente se fuera poniendo tenso y descartando a alguno de los impacientes participantes. Los sirvientes anunciaron la entrada del príncipe y este tomo su lugar en el trono que esta frente a todos. Luego de unos segundo de silencio, uno de los sirvientes se acerca al príncipe y le dice algo en confidencia. Héxtor parece asentir levemente con su cabeza y dibujar una sádica media sonrisa en su rostro. El sirviente se retira para darle paso a que su amo se levante para hablar frente a todos. Bendecidos sean los que han atendido a mi llamada, pues serán quienes gobiernen junto a mi este reino. Presentaos ahora y decidme de lo que son capaces. dice invitándoles a exponer lo que pueden aportar a su ejercito.

Una vez Hextor se hubo presentado, Krugtan caminó hacia el frente, apartando bruscamente a todo el que estuviera en su camino. Una vez separado de la multitud se inclinó torpemente a modo de saludo.- Yo ser Krugtan.- Se presentó con voz gutural y profunda.- Yo ver a Hextor en sueños. Yo escuchar llamada. Yo obedecer Hextor, defender Hextor.- El semiorco se incorporó y dejó caer el habito que lo cubría, revelando una tosca cota de escamas, un mangual a la izquierda de su cintura y un pedazo de madera bruscamente tallada que le colgaba del cuello. El orco levantó con fervor su arma, a la que hizo girar sobre su cabeza levemente. El arma chisporroteó levemente, quedando imbuida de una energía rojiza y oscura.- ¡HEXTOR DAR PODER! ¡YO DAR GLORIA A HEXTOR!- Quizás Krugtan no fuera especialmente brillante, pero claramente había algo más  de valor en él, aparte de ser una montaña de músculo descomunal.-Hextor señalar enemigo ¡YO DESTRUIR!- Volvió a gritar con furia mientras hacía girar de nuevo su mangual en el aire. Luego colgó su arma en su cinturón, seguiría envuelta en energía unos momentos más antes de perder todo su poder. Tras su demostración el orco apenas dió un par de pasos atrás, quedandose parado al frente del resto, con los brazos cruzados y el rostro serio.

Todo era demasiado apacible en el reino, pero siempre había algo para hacer aun en época de paz. Saber que hace el resto de los reinos colindantes era una tarea que ocupaba mi tiempo más nunca se decidían a tomar cartas en el asunto por más informes que daba de oportunidades de aprovechar descuidos. Todo era así de rutinario hasta que nuestro gran líder hice un llamado de gente valerosa y osada. ¿Qué mejor oportunidad de demostrar mi valía? Tomé mis pertrechos y fui a la sala de audiencia donde mucha gente variopinta había dado la cita también. El primero en presentarse tras las palabras del Rey fue un gigante hecho de puro músculos que avanzaba sin importarle a quien estaba pisando. Hermoso espécimen llamado "carne de cañón" en muchos lugares. Meditaba sobre esto y gente como él siempre de gran utilidad. Terminada su demostración de soy un rompedor de cabezas y de seguro nunca habrá otro tan fuerte como yo espero que otros vayan dando su primer paso y así de paso ir viendo como se dan a conocer al resto.

No había vivido mucho tiempo en el reino junto con su hermano cuando ya se escuchaban los rumores sobre varias esculturas formadas con partes de diferentes humanoides, grotescas para muchos pero para ellos eran obras de arte, coser los ojos a las palmas de las manos, hacer que de la boca salieran los pies, dejar colgando la cabeza con las tripas, uniendo todo esto y otras peculiaridades hacían que se le hinchara el pecho y una sonrisa se dibujara en su rostro; pero se exaltaba más cuando aun quedaba con algo de vida ese humanoide irreconocible, haciendo que su escultura cobrara vida literalmente.

Un día como cualquier otro mientras apreciaba una de sus esculturas rodeada de la típica muchedumbre unos horrorizados, otros vomitando, otros llorando, escucha varios comentarios que le llaman la atención ''esto pasa por construir el castillo sobre fosas de cadáveres, los demonios que habitan el castillo ahora han decidido salir y matarnos, el rey Hextor de seguro es la reencarnación del dios y por eso nos esta pasando esto, el rey a echo una convocatoria a su castillo pero de seguro nadie ira ya que todos saben que esta loco'' de todo lo que hablaban esto le hizo despertar sumamente su curiosidad por conocer al rey sobre todo porque en todas sus esculturas dejaba una nota en un idioma muy poco común (demoníaco) en donde honraba al dios de su devoción ''Hextor''.

Entra al castillo junto con su hermano encontrando ya a varios personajes esperando en la sala, ellos pasan desapercibidos por su estatura, algunos los confunden y les dicen ''fuera de aquí! esto no es lugar para niños''  el enfadado y con lo impulsivo que es empieza a recitar un conjuro para reducir a cenizas al que le dijo el comentario cuando su hermano como siempre lo detiene para no hacer una imprudencia que los haga poner en peligro. Aun enfadado y refunfuñando entre dientes se mezclan con los hay presentes, pasado el tiempo ve por fin al rey levantarse dando la bienvenida; un cosquilleo le recorre todo el cuerpo por la imponencia y el aura que desborda de Hextor piensa para si ¿sera cierto que es el dios hecho carne? cuando de repente pasa por su lado un enorme semiorco que por poco lo pisa, esto lo hace salir de sus casillas pero antes de lograr hacer algo lo escucha y le da la impresión de que él también lo ve como un dios.

Sin esperar más y tratando de impresionarlo empieza a recitar en demoníaco un conjuro que se escucha por todas partes en la sala sin saber quien lo recita, poco a poco se va viendo un humo negro y luces rojas girando sobre sus cabezas que poco a poco se va compactando hasta dejar ver un cuervo un poco mas grande de lo normal, con tres ojos rojos, sus plumas largas de un negro petroleo y un aura de rojo quemado emanando de este, al salir suelta un graznido gutural para luego buscarlo entre la multitud y posarse sobre su hombro; camina lentamente hasta dejarse ver por Hextor y dice Mucho gusto mi rey, mi nombre es  Nebiros Drover o más conocido como ''tuercas sueltas'' después de decir esto hace una venia y continua​ Estoy a su servicio y como ve la magia es algo que corre por mis venas, si necesita quemar a alguien vivo, descuartizar o simplemente torturar no dude en llamarme al terminar de hablar una media sonrisa se le escapa y lentamente sube la mirada hasta fijarla en sus ojos.

Tras las presentaciones de los primeros necios que habían ido allí a servir al rey Hextor, decidió que era momento de presentarse él mismo. Más alto que el semiorco, quien había sido el más rápido, y seguramente tan feo como él, se adelantó poniéndose delante del pequeño hechicero que se dedicaba a hacer trucos de feria para llamar la atención. Él, con sus dos metros y medio y lleno de cicatrices, no necesitaba semejante parafernalia.

- Yo soy Khaine - Sentenció con voz grave, más un gruñido animal que una voz humana -. Y me han dicho que necesitas hombres que te ayuden a quitar de en medio a tu hermano. - Soltó entonces la cadena de su brazo, dejando que se desenroscara y haciéndola restallar contra el suelo, como si fuera un látigo pero tan duro que solo esquirlas de piedra del suelo. - Si es así, será un placer estar bajo tu mando.

No esperó respuesta, sino que dio también un paso atrás, una gran zancada más bien con la que casi pasa por encima a Nebiros, y se puso junto a Krugtan, mirándolo de reojo en un gesto de desafío. 

Detrás, esperando a que los mas ansiosos y/o impulsivos hiciera su presentación, estaba yo. cuando observe que el ritmo de las presentaciones había caído un poco al fin me decidí a hacer la mía. Así, dando un paso al frente, mas bien varios, desde la aglomeración de gente e intentando ser casí imperceptible comencé mi presentación.

Hola, mi nombre es Daveak - dije con tono pausado y monótono, casi como si estuviera recitando algo memorizado - estoy aquí para unirme a tu grupo de guerreros, por llamarlos de alguna manera, -dije esto último paseando la vista por los que habían apresurado a hacer su presentación- que estás reuniendo para dar caza a la plaga que es tu hermano. - haciendo una pequeña pausa continué - Si soy bienvenido a unirme prometo ser de utilidad para tus intereses tanto como para los míos propios. -Que no es poco, estaba pensando, y mirando a los ojos a héxtor, dí un paso atrás y me alineé con el resto de candidatos. solo entonces hice, lo que se puede considerar más un saludo que una reverencia hacia nuestro anfitrión.

La pequeña criatura Selkiam comenzó su lento andar desgarbado para salir de la multitud hacia el frente, escoltado de dos enormes perros que tenían mucha sangre de lobo en sus venas. Los dos perros gruñían cuando se topaban con alguno de los presentes, hasta que se quitaban de su camino, consiguiendo ponerse al frente de aquel grupo. Apenas subiendo un palmo de altura desde la grupa de sus perros, Selkiam era con diferencia el más bajo de la sala, y su andar encorvado lo acrecentaba aún más. Cubierto con una enorme túnica roída y con una máscara, sus facciones no se mostraban, salvo por un brillo rojizo a la altura de los ojos, reflejando la luz de la sala.

Una vez al frente, levantó su vista hasta el ser que había hecho el llamamiento, y con una voz gutural y chirriante, como si le costara el hecho de hablar en sí, respirando fuertemente entre cada frase:

-Saludos, las gentes de estas tierras se refieren a mi como Selkiam. Las huestes de Heironeus me llevan intentando dar caza ya unos años, dejad que conozcan cuál es la verdadera presa. Les demostraré que la tierra que dicen poseer está de mi parte, y no les dará más cobijo. Uniré mi manada a la vuestra hasta regar con la sangre de nuestros enemigos las semillas de vuestro nuevo reinado.

Volvió la vista atrás para observar a los seres que habían hablado previamente y les imaginó junto a sus perros destrozando a sus enemigos. Su manada prometía ser más letal que nunca. Volvió apoyado en su cayado andando lentamente hasta ocupar un lugar junto a los demás.

Al escuchar el llamado del Rey Hextor, no pude resistirme a ir pues su semejanza con mi dios era sin igual, además ya ansiaba una buena batalla pues la calma que había tenido el territorio por un largo tiempo ya era aburrido.

Con escudo en una mano y el mangual en la otra y llevando puesta una cota de mallas con el puño y flechas entrecruzadas dibujados, tanto en el pecho como en el escudo, todos bien cuidados y detallados, aun con todos esos detalles se notaba el desgaste que tenían por las batallas ya libradas. Así que camino firmemente hasta quedar al frente del Rey -soy Racsho mi señor, y pongo a sus servicios mi escudo, mi mangual y el grandioso poder de mi fe, que le puedo asegurar que es de temer- dicho esto doy un paso atrás hasta ubicarme donde el resto de los ya presentados, mientras hecho un ojo estos para detallar quienes pueden realmente ser dignos de estar presentes

Varios se han presentado y muchos me han impresionado por una cualidad distinta que los caracteriza aunque el espíritu es el mismo en su esencia. Sembrar el miedo en el enemigo más por gusto que por necesidad.

Notando que no hay más quienes quieran presentarse y no deseando dejar pasar el momento que nuestro señor nos dio para presentarnos me adelanto hasta quedar un paso atrás y al costado del resto dado que no me gusta llamar la atención. - Vine a seguir sirviendo a mi señor como lo he hecho con su padre. - Me hinco ante su majestad con un sobrio gesto. No hacía falta que me diera a conocer mis habilidades, tampoco eran algo llamativas que pudiera asombrar al resto de los concurrentes. Lo mío siempre sería servir al verdadero señor y sus descendientes con el derecho real de dominar las tierras y eso pienso hacer, servir a Hextor y luego a su prole.

Me yergo para quedar en un postura más cómoda a la espera de que nuestro señor se pronuncie sobre los involucrados y ya sabiendo que de toda la gente de estas tierras los únicos que tienen el valor de servirle era un pequeño número, sólo ocho sujetos con sus dispares formas y habilidades pero sigue siendo un número pequeño. Aunque en muchas ocasiones un grupo pequeño logra hacer más daño que otro de mayor tamaño. Lo único que hace falta es saber aprovechar las virtudes de cada uno, machacar carne mientras se la machacan a uno, clamar por los favores de los dioses o bien ordenar arrancar la carne de los huesos con feroces dientes. Cada uno con su juego y eso me gusta, se ha juntado un buen grupo para servirle a Hextor y no veo la hora de saber como quiere que le sirvamos.

Y Héxtor pareció complacido con aquellas palabras que escuchaba. Estaba decidido, no hacía falta un gran ejercito, solo necesitaba resolución, valor y una gran estrategia. El plan era sencillo, reunir información, reunir un pequeño grupo de asalta y entrar al castillo para acabar con su hermano y quienes le escoltaban, pero si se presentaba una oportunidad mas pronta, sin duda la tomaría. 

Siguieron las palabras y el príncipe se puso en pie cuando el ultimo termino de presentarse. Me vendrán conmigo entonces. dice invitándoles a que le siguieran. El oscuro caminó adelante por el pasillo hasta llegar otro salón, se trababa del comedor de su castillo. Pronto cada quien fue tomando una silla, luego de que el anfitrión tomara la suya. Algunas sillas estaban vacías pero no tardaron en ser ocupadas; hombres con túnicas negras entraron trayendo consigo la cabeza de quienes antes se habían marchado de la sala principal ante la desesperante tardanza de Héxtor. 

Bienvenidos a mi mesa. Todos los que han atendido a mi llamado merecen un puesto en ella, pero en lo que esta por venir, les sugiero mantener la calma, pues sin ella, sin duda perecerán. Dice en un tono completamente serio mientras señala en la dirección de la cabeza del que primero se había marchado. Luego de eso pasó la mirada hacia el rostro de todos los presentes para finalmente volver a tomar la palabra. Sacien sus deseos hasta donde sus cuerpos aguanten. la comida fue servida: suculentos manjares y frutas de todo tipo. Hermosas figuras masculinas y femeninas les servían en una presentación insinuosa. Pueden probar de lo que quieran. Esto es solo una pequeña parte de lo que por recompensa tienen los que me siguen. finaliza con media sonrisa en el rostro, para luego prestarle solo atención a el plata que estaba delante suyo.

Fue más rápido que el resto, pues sin duda esperaba aquello, y se colocó exactamente tras Hextor en la comitiva, dejándose guiar por los fríos -aunque suntuosos- pasillos del castillo. Llegó así hasta el comedor, y poco, muy poco, faltó para que tomara asiento antes de que lo hiciera su anfitrión. 

Habría sido una muestra de irrespetuosa confianza, pero quedó sólo en un simple desliz provocado, tal vez, por el orgullo. No importaba, ya que carecía de interés, al menos para él, si moría ahí mismo o dentro de unos días luchando contra el hermano del rey. Como fuera mancharía sus manos con la sangre de alguien, la única pregunta era de quien sería. 

Con ese pensamiento observó uno a uno a los allí presentes, los mismos a los que ya había observado en la sala del trono. Ninguno merecía su atención, ni su interés, pero si lo hicieron los hombres que, embozados bajo oscuros ropajes y holgadas capuchas, entraron con las cabezas de algunos de los que había visto marchar antes de poder presentarse, y otros a los que no había visto pero que sin duda habían estado. Aquél despliegue le hizo sonreír más que la promesa de oro y riquezas de todas las clases.

Tanto era así, que cuando hombres y mujeres, de gran belleza todos, entraron con bandejas a rebosar de manjares y bebida, él no prestó atención, y siguió mirando embobado la cabeza de un enano que descansaba cerca de él. Tenía la nariz desviada, sin duda debido a algún golpe que le había partido el tabique hacía tiempo, y le faltaban la mitad de los dientes, los cuales habían sido sustituidos por otros de plata. Tardó un poco en recordar de que lo conocía, y se dio cuenta de que era él mismo el culpable de aquellos desperfectos en la cara del tapón. 

Antes de ponerse a comer -o más bien engullir como si estuviera en un tugurio de puerto y no en un castillo- y beber todo lo que se le ponía a tiro, rió divertido por los recuerdos.

En aquel momento de la conversación las puertas se abrieron para dar paso a una vieja y arrugada anciana. El rostro era familiar para el líder pero desconocido para el resto. La mujer se adelantó ante todos los presentes y se dirigió lo más cerca posible del heredero

¡Traigo buenas nuevas! Mi nombre es Kalem, fiel sirviente de vuestro padre. Ahora que nos ha abandona vengo a presentaros mis respetos ante la guerra que quieres desencadenar contra vuestro hermano. Yo me sitúo de vuestro lado y me rindo ante vuestros pies.

La mujer hizo una reverencia y besó los pies del heredero. Entonces alzó la vista y se volvió a poner de pie.

Pero no vengo solo a idolatraros, mi señor. Vengo también, porque traigo noticias. He oído rumores a cerca de un grupo de arqueros de vuestro reino que fueron atrapados hace mucho tiempo. Se encuentran en una mazmorra perteneciente a un grupo de kóbolds, nada de lo que no os podáis hacer cargo tanto vos como vuestros lacayos.

Sé que la guarida tiene cuatro entradas, lo idea sería dividir a vuestro grupo y cubrir dos de las cuatro entradas. Con suerte encontraréis a vuestros aliados y os ayudarán a defender el castillo. Mientras tanto yo puedo defenderlo de vuestros enemigos. Hacedme caso cuando os diga que yo sola soy capaz de mantener a raya al ejército que traiga vuestro hermano.

Mientras tanto deberías escoger a los miembros que os van a compañar, elegir un segundo líder y dividiros para encontrar cuanto antes la guarida de los kóbolds.

Deberéis rastrear la zona y localizar sus huellas y sus pisadas, cuando lo hayáis hecho, acabad con esas inmundas criaturas y rescatar a los arqueros. Ellos me ayudarán a proteger vuestro castillo y su mano nos podrá ayudar a destronar a vuestro hermano.

Aquella anciana entró a la sala. Sus sirvientes le dejaron pasar luego de que Héxtor les hiciera una señal. El príncipe le reconoció de inmediato, era la bruja a la que su padre recurría cuando deseaba que las cosas se pusieran difíciles para sus enemigos. Ostentaba gran poder, pero nada de hacer las cosas de forma directas. Ahora estaba frente a él, dándole indicaciones al futuro rey.

El sello de su padre parecían estar en las palabras de la anciana, esto sonaba a una de sus pruebas para demostrar valía. Así que Kobolbs. Entiendo. dice poniéndose en pie. Que quede algo en claro: Ningún a mi mando morirá de forma innecesaria, salvo si llegase a traicionarme o decepcionarme. Conseguiré a los arqueros que te hacen falta. No hará falta un gran grupo. Con quienes estamos aquí presente bastará para acabar, si es preciso, con un ejército de esas criaturas. No es así!? pegunta, mientras da un golpe en la mesa, incitando a sus invitados a hacer un bullicio que respaldará lo que afirmaba.

Entonces escogeré a quien será mi mano derecha. Que será? Batallas a muerte, una dura prueba, un enigmático acertijo? No, creo que no. Todos ustedes parecen lo suficientemente apropiados. Que sea la suerte, entonces. resuelve con media sonrisa en su rostro. De inmediato, una de su sirvientes trae un juego de cartas. Quien saque "Muerte" será el segundo al mando. baraja brevemente y luego entiende boca abajo 8 cartas.

Gruñó por lo bajo. Ahora que se había dejado llevar por completo por la bebida, los manjares y otros bajos instintos, la entrada de la vieja traía consigo un necesario retraimiento. No era porque fuera pudoroso ante la presencia de una anciana mujer, ni porque sintiera respeto hacia la edad, sino por algo mucho más simple; había llegado para ordenar y, como su rey había decidido seguir el juego, no quedaba más remedio que hacer caso. Y eso hizo. 

Se mantuvo en silencio, con una jarra de cerveza aún en la mano mientras escuchaba, y sólo rompió aquella atención en dos momentos. La primera, apenas un instante, fue para escupir en el suelo ante la mención a los kobolds. Cuando Héxtor quiso que jalearan su propio poder, fue la segunda, un simple golpe en la mesa siguiendo al de su anfitrión, con suficiente fuerte como para que el vaso, si no lo hubiera tenido en la mano, hubiera quedado derribado y esparcido su espumoso contenido por la madera.

Después el llamado como un dios expuso su plan, mientras por detrás un muchacho, no muy mayor a él mismo la primera vez que mató, corría en busca de una baraja de cartas. Cuando el hombre que los comandaba seleccionó ocho cartas y las tendió boca abajo ante ellos, su posición en la pesa le permitió coger la primera de ellas. 

Sin curiosidad ni ningún tipo de floritura, dio la vuelta al naipe y sonrió. No era el Arcano XIII, no era la Muerte, y se sintió aliviado por ello. Él no era un comandante, no era un líder de hombres. Vivía por y para la matanza, nada más. Por eso el XV, el Diablo, le pareció más que correcto, y sintió una ligera diversión al darse cuenta de que estaba, por como le había dado la vuelta, invertido. 

Por supuesto, en el tarot no significaba lo que él creía, pero eso no le alejó del pensamiento de que sería quien llevara la destrucción ciega a los perros falderos de Heironeus e incluso al mismo falso monarca.

Krugtan clavaba la vista sin sutileza en cada nuevo compañero que se presentaba. Salvo por ese humano, Khaine, el único cuyo nombre pudo recordar, todos los demás parecían débiles, o por lo menos facilmente aplastables. Pero por lo menos nadie había intentado confundirlo demasiado con palabras difícles, no hacía falta pelearse ahora. Cuando Hextor pidió que lo siguieran, el semiorco se limitó a asentir con la cabeza y un gruñido brusco, lo seguiría de cerca, nuevamente apartando a cualquiera que caminara más lento.

Una vez en el comedor se sentó en una de las sillas, que crujió bajo su peso. Le arrebató la jarra de vino al primer criado que quizo servirle en la copa y comió toda la carne que estuviera al alcance de sus manos «Fruta ser para aves... y elfos, elfos cobardes, elfos gallinas». Krugtan rio para sus adentros ante su ingeniosidad, luego siguió comiendo. En algún punto una mujer entró a la sala, pero no le importó, siguió concentrado en su comida hasta que Hextor habló. Escuchó algo sobre kobolds y guaridas, pero nada más. La mujer si hablaba complicado, no le agradaba.

Cuando Hextor golpeó la mesa, Krugtan lo imitó, golpeando el tablón, y luego el pecho— ¡HEXTOR SEÑALA, KRUGTAN APLASTA! ¡ARRGH!— El semiorco vio que Khaine tomaba una carta, el se levantó de la silla y se estiró para hacer lo mismo. Al darla vuelta, la ilustración mostraba una torre alcanzada por un rayo, y un par de personas cayendo. Como realmente no había entendido por qué hacían esto, simplemente se la mostró a Hextor para ver su reacción.

Al terminar las presentaciones Héxtor pidió que lo siguieran, así que Racsho le obedeció y fue junto al grupo de combatientes reunidos, aun con su escudo en mano y mangual en la otra, hasta entrar al otro salón donde una mesa con sus sillas nos esperaba, cada quien tomo su silla y Racsho sin importar el puesto, agarro la suya y coloco escudo u mangual al lado de esta. Poco duro hasta que los hombres con túnicas entraron con las cabezas cercenadas de los impacientes que se fueron, para Racsho eso no tenía mucha importancia, si estaban muertos significaba que no tenían lo necesario para ser dignos siquiera de prestarle atención.

Instantes después entran los sirvientes con el banquete que se había preparado, ostentosas piezas de carnes y pollos, aparte de buenas jarras de vino, eso sí que llamo la atención de Racsho una buena comida antes de una gran batalla siempre cae bien, terminado la invitación a comer por parte de Héxtor, se dispuso a comer, agarrando una buena presa de carne y un vaso lleno de vino y comiendo tranquilamente, aun cuando algunos, como el orco, comieran no muy agradablemente, pero eso no importaba mucho, al final solo en el campo de batalla se ganarían su respeto.

Todo normal hasta que en mitad del banquete se aparece esta anciana, que no llama mucho la atención hasta que le pide a Héxtor que rescate a esos arqueros, parecía que el momento de luchar llegaría pronto, aunque fuera contra esos kóbolds apestosos, aun así era la oportunidad de ver que podrían hacer los presentes. Por lo que Héxtor acepta y se dirige al grupo para ponerse manos a la obra e inspirar, justo después que Héxtor golpea la mesa Racsho la golpea también y dice

-así ser mi señor-

Y en eso se decide escoger al segundo al mando, aunque lo deja a la suerte, asique siguiendo las indicaciones de Héxtor Racsho se levanta y toma una carta, para él es indiferente, pero hay que escoger a uno y al voltearla sale un 6 de copas y se sienta para seguir con el banquete y esperear quien es el elegido

Después de las presentaciones sige a Héxtor hacia el comedor, se da cuenta cómo un hombre grande sigue como un perro faldero al futuro rey y le da Tanta risa la escena que piensa para sí mismo "parece un niño" con Sarcasmo por su estatura.
Ya en El banquete y después de ver toda la comida que allí ofrecía, se disgusto cuando trajeron las cabezas no por el hecho de la muerte de esos humanoides si no porque él les habría dado un mejor uso a esos cuerpos. en medio de sus reproches ve una que le llaman particularmente la atención; no fue un corte limpio es más el hacha tuvo que haber estado desafilada porque el golpe que le hizo perder la cabeza creo tanta presión Qué le hizo salir el ojo derecho que aún le colgaba a la altura de la nariz, ensimismado en esa escena no nota la llegada de la anciana. olvida la cabeza por un instante y presta atención a la conversación que sostiene "con qué kobolds" nunca había experimentado con ellos será divertido, después ve cuando el mozo trae las cartas pero no se precipita a levantarlas ya que tiene que rodear la mesa para llegar a ellas, luego de qué 3 de los integrantes levantaron la suya este tomó su carta y volteando lentamente se da cuenta de que es "el loco" a pesar de parecerle gracioso ya que su apodo era similar se va haciendo una mueca amarga y apretando los puños puesto que quería ser el líder, mientras avanza hacia su puesto se relaje y en vez de la mueca amarga se le dibuja una sonrisa mientras piensa "no hay problema sólo tengo que matar al que quede como líder para hacerme con el puesto"