Partida Rol por web

Bé-sa-me...-su voz sonaba como una ensoñación lejana y distorsionada-Te de-se-o...-sus labios susurraban cerca, casi pegados a los del druida-Soy tu-ya...

Mmmh...-Nikeras sintió cómo le acariciaban y le besaban la espalda-Qué hom-bros tan ro-bus-tos...

En-sé-ña-me, Ni-ke-ras...-interrumpió la joven y pura sacerdotisa de Hala, acariciando el brazo peludo del druida y uniéndose a la bacanal.

...bus-tos-repitió el eco mientras las tres doncellas presionaban sus cuerpos con el de Nikeras.

Cerró los ojos un instante, y se dejó llevar. Al abrirlos, las chicas habían desaparecido y en su lugar había tres Gentiles que Llaman, o el Gentil que Llama repetido tres veces. Y los tres se restregaban contra Nikeras, le abrazaban...

¡Muahahaha...! ¿Qué ocurre, druida?-preguntó uno de ellos con su voz cavernosa-¿Es que no te parecemos lo suficientemente bellas?

Uno se abalanzó sobre su rostro para besarle, y en lugar de ello mordió. La última escena que despertó a Nikeras era la de su cara, sin mandíbula inferior, sin un labio superior que tapase sus encías. Solo sus ojos expresando horror y su cara mutilada.

¿Cómo se supone que iba a estar bien con una chica si cualquiera podía ser un diablo disfrazado? Revisó sus obras: ocho ramilletes más con los que explorar el siguiente túnel. Norte, sur o este, ninguno le inspiraba buena onda después de las constantes pesadillas que le asaltaron durante la noche.

 Aaarggghh

Nikeras desertó de nuevo, empapado en sudor y la capa revuelta entre sus piernas. Tenía la respiración agitada, y a Zicko lamiéndole la cara. Durante un tiempo quedó apoyado de espaldas contra la pared del túnel en el que había dormido. Tenía la boca seca. Sacó el odre y dio un buen trago luego dio de beber al perro lobo. Luego recitó una oración y se rellenó el odre de agua regalada por Madre. 

Luego salió al patio cubierto de bruma y arena y se sentó necesitaba poner orden otra vez en su mente. Zicko se tumbó a su lado preocupado por su compañero... y esperando que este le sacara de esa zona cuanto antes. Durante una hora Nikeras estuvo reflexionando sobre los preceptos de Madre, esa costumbre le ayudó a serenarse... pero no a recuperar el cansancio de estas últimas noches.

Sacó de su bolsillo unas bellotas que había cogido el día anterior cuando fue en busca del material para las antorchas y lanzó una bendición de Madre sobre ellas. Para su sorpresa gran parte del puñado adquirieron la vitalidad de Madre, sería eso una señal, ¿estaba haciendo lo correcto buscando por los túneles? En cualquier caso dio unas de las bellotas a Zicko y él comió otra. Estas les reconfortaron.

- Vayamos, no perdamos más tiempo.- Dijo mientras sacaba el pedernal y una de las antorchas mientras se dirigía hacia el túnel norte. Con unos chasquidos la antorcha empezó arder, entonces con la lanza a modo de cayado y Zicko a su lado, empezó a adentrarse en el túnel.

Al explorar el pasillo norte, las paredes mantuvieron su decorativa escritura durante el tiempo que iluminaron las dos primeras antorchas improvisadas. Después, tras un tramo de unos mil pies, los muros estaban desnudos, y a continuación, el corredor mostraba largas salas a uno y otro lado. Aquel tramo tenía aspecto de prisión.

A mano izquierda, celdas con barrotes oxidados por el tiempo. También había grandes áreas sin barrotes, que cuando Nikeras quiso examinar presentaban extraños muros de fuerza invisibles, una versión más sofisticada que las celdas de barrotes.

A mano derecha, una exposición amplísima de lo que Nikeras identificó como máquinas de tortura. Algunas de aquellas máquinas se repetían a distintas escalas, con lo que podían servir para torturar desde gnomos o kobolds hasta ogros, e incluso criaturas más grandes. Potros, doncellas de hierro, cunas de judas, toros de falaris... Y muestras resecas de sangre manchaban tanto algunos artefactos como el suelo de las estancias. Lo más cruel de todo era que no había tabiques. Unas columnas sostenían el techo, dejando que los prisioneros de las celdas de la izquierda tuviesen que contemplar los posibles destinos que les aguardaban en la vertiente opuesta del pasillo.

Nikeras no pudo evitar sentirse mal, mientras que el pasillo continuaba advirtiendo de horrores todavía mayores.

 Nikeras avanzaba por en medio de de esa pesadilla fruto de la mente humana. Mirando con desprecio y asco las herramientas que ahí estaban expuestas.

 Eh aquí un ejemplo de la civilización. Solo la humanidad es capaz de estudiar y desarrollar el campo del infringir dolor y sufrimiento, hasta tal punto como para crear objetos específicos para ello. Bendita sea Madre.

 Con ese pensamiento en mente continuó su camino hacia el interior de ese lugar, tras encender una tercera antorcha.

Dejando atrás la sala de torturas, de nuevo pasillo y más pasillo. Nikeras se pregunta qué sentido tiene esta forma de diseño. ¿Porqué construir largos pasillos que nunca se acaban? No es nada práctico tener que trasladarse a lo largo de estas ruinas. Camina y camina sin fin, consumiendo sus improvisadas antorchas en el proceso.

El druida llega con su último ramillete ardiendo hasta una zona familiar. El aire empieza a hacerse más húmedo, pues empieza a presentar finos halos de niebla. ¿Está de nuevo en el patio central, por culpa de la misma magia que afectaba al túnel del oeste? No, no puede ser. Esta vez no hay escritura decorando las paredes. No ha sido devuelto al comienzo del corredor norte.

Más adelante se empieza a escuchar un murmullo... Como un farfullo incomprensible de una multitud hablando.

Rorrorrorrorrorrorro...

A Nikeras le es familiar. Es el mismo sonido que salía de la grieta abierta por el Gentil que Llama.

 Mientras el entrecano druida se adentraba en el larguísimo pasillo, no podía evitar pensar y negar ante la absurdidad de esos pasillos. Como podían hacer pasillos tan largos, ¿con qué finalidad? En su fuero interno bailaba la inseguridad cada vez mayor de que tal vez se le había pasado algún paso secreto, algo, que le hubiera permitido ahorrarse energías, tiempo... y antorchas.

 En cualquier caso, tozudo, cabezota y persistente, fue adentrándose en aquella oscura garganta en mitad de la nada, antorcha, tras antorcha. Hasta que, al fin, casi sin percatarse de ello, por encima del quedo crepitar y chisporroteo de la antorcha que llevaba en la zurda, se escuchaba un leve murmullo.

 Una desagradable sensación recorrió todo su ser, sintiendo como un sudor frío empapaba su espalda, a pesar de las ropas, la capa y la mochila.

 No he llegado tan lejos para dar media vuelta justo ahora.

 Tras una pausa, y respirar hondo, reanudó la marcha, apoyándose en su lanza a modo de cayado.

Siguen un poco más, y el murmullo se hace más patente, hasta el punto de que Nikeras llega al final del túnel y ve su origen...

El pasillo se abre a una cueva de roca natural, con un agujero en el techo que a modo tragaluz sume el lugar en penumbras. Sin duda ese hueco da a la superficie, solo que las Brumas atenúan la claridad del sol. El agujero está en el extremo opuesto al corredor por el que viene Nikeras, y bajo él el agua de lluvia se ha conglomerado en un charco. Por otro lado, el pasillo del druida termina de forma abrupta en un terraplén, dejando el suelo de la cueva a unos diez pies por debajo del nivel del resto de las ruinas.

A Nikeras le parece distinguir una serie de pequeños seres, del tamaño de un gomo, peludos y con una cara a medias entre la de un perro y la de un mono. La experencia previa durante el encontronazo con Yuris Khan le hacen a Nikeras descartar que sean la forma híbrida de un hombre lobo, sin embargo ronronean como aquel sonido salido de la grieta del Gentil que Llama. No era un murmullo de una multitud de gente hablando, después de todo.

Rorrorrorrorrorrorro...

Es difícil contar cuántos hay en la cueva con tan poca luz, pero podrían rondar entre los veinte y los cincuenta individuos. Estas criaturas se dividen en dos grupos, ambos tratando caóticamente de trepar las paredes de la cueva y abandonar su cautiverio. Los más alejados, a orillas del charco de agua, tratan desesperadamente de alcanzar el agujero que está veinte o veinticinco pies sobre sus cabezas. El más cercano trata de escalar los diez pies que les separan del pasillo y por tanto de Nikeras y Zicko. Con la mirada puesta en la pared que están trepando, ninguno han reparado en Nikeras ni en la luz de su antorcha.

Entonces sucede un efecto que da cierto sentido a las intenciones del Gentil que Llama: en la niebla acumulada en la gruta, se empieza a materializar un nuevo humanoide mono-perro. Es como si las Brumas los estuviesen transportando desde algún lado y con algún fin.

El recién llegado alza la vista hacia Nikeras y empieza excitado a emitir un gruñido de alerta que se deja escuchar por encima del farfullo general.

NGRORRORRRRO... NGRORRORRRRO... NGRORRORRRRO...

Le han descubierto.

 Cuando llegó al final del pasillo, justo en la parte superior del terraplén, el druida necesitó unos momentos para hacerse una idea de aquel caos.

 Apoyado en la lanza a modo de cayado, contempló a las desdichadas criaturas, encerradas en ese lugar desde ve a saber tú cuanto tiempo, enclaustradas y atrapadas. Por un momento sintió la necesidad de sacarlas... entonces sucedió aquel extraño suceso.

 De la nada se materializó una criatura más de esas. Esa a diferencia de las otras se percató de su presencia y alertó a las demás. Esas redoblaron sus esfuerzos por salir de el agujero. Ante el incremento de ansiedad de las criaturas, se detuvo en su intento de auxilio. Pero no se atrevió a salir aún.

 ¿Habrá alguna manera para comunicarme con ellas?

- Tranquilidad. ¿Me entendéis?

 Fue repitiendo en los distintos idiomas que entendía. Pero no pareció que ninguna de las criaturas le entendiera. Entonces, motivado por su extraño aspecto bestial, entre cánido y simiesco, intentó comunicarse gracias a Madre.

Aunque por separado no eran capaces de llegar a ningún lado, una vez que enfocan su ira hacia Nikeras aunan esfuerzos para salvar el desnivel hasta el pasillo. No de manera cooperativa... no como harían dos hermanos... Simplemente se suben unos encima de otros, atropelladamente, como una marea o una plaga. Los de más abajo mueren aplastados por sus congéneres. El crujir de sus huesos es amortiguado por el farfullo de la colectividad. Los de más arriba invaden el pasillo sin dignarse a responder al humano. No se habla con la comida. Es de mal gusto.

Antes de que la turba le haga retroceder, Nikeras presencia un detalle anecdótico. Los farfulleros que pasan por debajo del agujero y permiten que la luz incida en ellos comienzan a moverse más lentamente. En cuanto vuelven a las sombras recuperan su velocidad animal y su ímpetu, y se incorporan a la multitud.

Nada de eso sirve a Nikeras, que tiene por detrás varias millas de oscuro túnel. Conjura el poder de la Madre para comunicarse, y el druida comprueba que no está tratando con seres de la naturaleza. Ya no hay tiempo para más, se le vienen encima.

 Viendo que no era posible razonar con aquellas criaturas, Nikeras dio un paso atrás, escudándose tras Zicko, mientras murmuraba un conjuro a Madre naturaleza.

- Mam Natur, bendithia ni i fynd i'r creaduriaid hyn a anwyd o ddewiniaeth!

 Tanto el druida como el perro lobo se vieron revigorizados por la bendición de Madre Naturaleza, preparándoles para el inesperado encuentro.

 - Ataca Zicko.

 Apenas hizo falta que el druida dijera nada, el gran can oscuro lanzó una dentellada a la más próxima de las criaturas, atrapando su brazo entre las fauces y casi arrancándoselo de cuajo al intentar tumbarla al suelo.

Zicko aún tiene en las mandíbulas al primer cadáver de farfullero de la jornada, cuando un grupo de otros seis se abalanzan sobre él, con las mandíbulas abiertas.

 Para poder conjurar, Nikeras había dejado caer la antorcha al suelo, al no estar mojado, no se acabó, pero si en breve no lo hacía esta terminaría por apagarse... si no lo hacían antes las criaturas farfullantes. En cualquier caso, con la titilante luz generada por las agonizantes llamas de la antorcha, el druida vio como Zicko se había convertido en toda una fiera destripando y zarandeando a las peludas criaturas entre sus fauces, acabando con ellas con una inusitada fuerza. Sin lugar a dudas, la tensión de las últimas horas recorriendo aquel angosto y tenebroso túnel daba fuerzas al can.

 Por su lado, Nikeras sacó la lanza y la usó para ensartar al más cercano de los seres que, en sus ansias para atacar todos al oscuro perro lobo, se lanzaron por todas partes. Quedando cerca de la lanza del druida... la punta de acero de la lanza hendió el cuerpo de la criatura con una fuerte sacudida antes de retirarla para alzar de nuevo su guardia.

La fiereza de estas criaturas no tenía parangón. Se abalanzaban sobre ellos en oleadas, descuidando su propia seguridad. Nikeras y su perro los iban matando según llegaban, pero había demasiados. Cuando caía uno, otro farfullero ocupaba su lugar. Era solo cuestión de tiempo que tuviesen éxito en sus ataques.

 La ferocidad suicida de esas criaturas era apabullante, a pesar de que Zicko los destripaba en un frenesí de dentelladas y fiereza, y Nikeras traspasó al primero con su lanza, otras criaturas llegaron para reemplazar a las caídas... pisoteándolas en el proceso, para lanzarse de nuevo contra los recién llegados.

 Por su lado, Zicko continuó matando con sus fauces pero Nikeras, en un instante de reflexión, no alcanzó a poner distancia contra una de esas criaturas, la cual se le lanzó encima con la intención de aferrarse a su pierna... pero se lo sacudió sin problemas. Pero otras dos de esas feroces criaturas se lanzaron contra él, pero de nuevo los repelió con una patada y un empujón. A la última de las criaturas que repelió la ensartó con la lanza, dejándola muerta en el suelo... para ser pisoteada de nuevo por más criaturas.

 Son muchas, maldita sea, pero solo es cuestión de atacar y no dejarse apresar, y repetir.

Sin duda que Nikeras se haya incorporado al combate juega en su favor. El pasillo es estrecho, y las criaturas solo pueden venir de seis en seis. Al ser dos, los farfulleros se reparten en sus ataques, y es más sencillo resistir. Si el druida se hubiese quedado cinco segundos más detrás de su perro, conjurando, Zicko habría sucumbido ya a las oleadas de enemigos.

 La contienda continuaba, tan salvaje como había empezado.

 Las criaturas se abalanzaron de nuevo contra el druida y su compañero. Zicko destrozó otra de las criaturas, que estúpidamente había pretendido cerrar aquellas fauces portadoras de muerte.

 Nikeras, perturbado en parte por aquella locura, casi surrealista, no logró esquivar con la lanza a otra de las criaturas que se le lanzaron a las piernas. ¡Qué rabia y salvajismo más inusitado! A pesar de que el pánico amenazaba con arrollarle, se mantuvo firme plantando cara, expulsándose de encima aquellas criaturas que intentaban aferrarse a sus piernas. Zicko hizo lo mismo.

 Pero no solo se expulsaron a las criaturas, sino que repartieron más muerte. Era matar o morir.

La sangre lo salpicaba todo. Las criaturas chillaban como cochinillos al ser ensartados por la lanza del druida. Sobre los cadáveres de sus congéneres, los farfulleros seguían avanzando implacables. Nikeras empezó a ver a Zicko algo cansado. ¿Sería posible que estas criaturas acabaran con ellos no hiriéndoles, sino matándolos de agotamiento?

 Varios cuerpos cubrían el suelo, cuerpos muertos, cuerpos matados por Nikeras y Zicko en su defensa contra esas criaturas. La sangre derramada hacía resbaladizo el suelo, aparte de estar lleno de bracitos y piernecitas que solo hacían que entorpecer los pasos de los defensores.

 Por su lado, el cuadrúpedo Zicko, mantenía su ritmo cerrando sin piedad sus fauces a diestro y siniestro. Pero el ya mayor y poco acostumbrado a las armas Nikeras se vio superado por una de las criaturas quien se abalanzó sobre él, aferrándose con ansias a su cintura, desestabilizándole y tomándole por sorpresa, esperando un ataque bajo, como los anteriores. Tuvo que empelarse a fondo para liberarse de la criatura, mientras a su lado el feroz perro lobo acababa con otra criatura más... acaso no pararían de llegar, con toda seguridad ya habían acabado con casi todas las criaturas del pequeño grupo que tenían a sus pies, y no todas llegarían a subir el desnivel, algunas quedarían pisoteadas en el fondo... o eso esperaba.