Partida Rol por web

señorita, ¿me pregunta que por qué fueron ustedes cuatro convocados para este pequeño cuestionario policial? no han sido los únicos que han sido interrogados, por supuesto. Otros cuantos lo han sido antes y otros cuantos esperan su turno en una sala de espera, y otros cuantos no serán llamados en caso de que no lo consideremos necesario. ¿La pregunta es por qué ustedes cuatro juntos? porque algún otro testigo señaló que pasaron un buen rato a solas hablando con Bidwell y porque el semblante del difunto parecía contrariado en algunos momentos puntuales de la conversación (*) responde el inspector, un tanto cansado y poco a poco mostrándose visiblemente impaciente por dejar pasar al siguiente testigo.

La morge no es un sitio agradable de visitar, señor Whipple. Pero si tanto interés tiene... expediré una carta para que les permitan el acceso. se vuelve hacia el joven sargento que no perdía ni una sola palabra de la conversación pero que no había hecho amago de participar.

No es lo normal, sargento Craig. Pero el detective Dupin nos ha ayudado mucho en el pasado y quizás en esta ocasión sus sagaces ojos sean capaces de ayudarnos nuevamente. y seguidamente extrae una cuartilla y la garabatea con unas cuantas lineas antes de lacrarlo y colocar su sello. Se la tiende al detective añadiendo...

No se preocupe mucho por este caso. Será fácilmente resuelto, porque Mr. Hanson acabará por aparecer y confesará sus crímenes.

Gracias por su colaboración, damas, caballeros. termina la conversación invitándoos a partir.

Annette asintió a las palabras del detective y, tras una breve vacilación, añadió:

— Sí. Lord Bidwell parecía contrariado por mi presencia y la de Adèle, pero lo atribuí a cierta...— La muchacha buscó en su mente alguna palabra adecuada— antipatía de género, pero ahora que usted lo plantea como algo... peculiar. No atino a explicármelo. No conocía a Adèle— agregó mientras su mirada buscó la corroboración de la condesa— y, en mi caso, sólo cruzamos saludos en una oportunidad, en el atrio del Lyceum Theatre. No lo sé — y bajó la vista—, pero ya no importa...— Entonces, suspiró y sonrió timidamente.— Con su permiso, me retiro. Que tengan un buen día.

Se incorporó de su asiento y, tras una leve inclinación, se retiró del despacho. En su mente persistía la tétrica imagen del infortunado lord Bidwell como una niebla que amenazaba envolverla...

Y mientras Annette toma el carruaje de vuelta a su casa, los otros tres investigadors parten hacia la morge, situada apenas un par de calles mas allá, acompañados del permiso firmado y sellado por el oficial de policía que les permitirá el acceso.

Y ya en el tétrico sótano que Dupin ya visitara en alguna ocasión los investigadores se encuentran con el cadáver de Mr. Bidwell sobre la mesa de autopsias, con un feo agujero en el corazón causado por un afilado atizador de chimenea, pieza que es mostrada al detective y que todavía muestra restos de sangre en su afilado extremo.

Y bajo la mórbida y tétrica luz de la lámpara de aceite Bidwell descansa por siempre jamás llevándose a la tumba los secretos de los que os quería hacer partícipes a unos cuantos escogidos en la infructuosa sesión espiritista. Y no podéis sino preguntaros aquello que tanto obsesionaba al decadente y misógino burgués.

Pero su inexpresivo rostro no refleja ni una sola mueca de sorpresa, de miedo o de terror que haya podido quedarse grabada por toda la eternidad con la llegada del rigor mortis. Está tal y como lo dejásteis la noche anterior aunque su palidez se ha acrecentado notablemente.

Adèle giró alrededor de la mesa donde yacia el cadaver del lord esquivando grácilmente objetos y personas que lo circundaban mientras observaba detenidamente y desde todos los ángulos el rostro y la tosca herida abierta en el pecho de quien había sido lord Bidwell. Bueno, lo es aún... aunque felizmente alguien le cerró la boca. Entonces sonrió para sí y se aproximó a donde se encontraba el atizador con el que cometieron el crimen. Crimen sería no terminar con semejantes enfermos. Es casi un acto de piedad, un buen atenuante para esgrimir a los ojos de un magistrado. Y pensó en el mayordomo: ¿Tendría alguna otra razón además de las evidentes para matar a su señor? Pensó pero no formuló su pregunta porque su atención derivó ahora en las expresiones de los dos hombres presentes.

Debería pintar naturalezas muertas en las morgues policiales, sería interesante..., pensó Adèle

El anciano se descompone un poco ante la visión del cadáver. Recuerda la última vez que estuvo frente a un cuerpo sin vida y esperaba que repitiese la experiencia. Su respiración se agitó un poco mientras detallaba al difunto, no sin cierto temor en sus gestos. No resistiéndolo más dio un paso hacia atrás y tomó aire antes de toser un poco.

No dice nada más, no responde. Las circunstancias de la muerte de aquel hombre escapaban a una simple revisión, pero se había cumplido el vaticinio funesto del oficial, la visión había sido demasiado perturbadora, no por tratarse de un muerto (pues no era la primera vez que debía lidiar con algo así), como por las secuelas de viejos recuerdos que luchaba por evadir.

Se mantuvo firme, tratando de contener su propia cobardía y su propia memoria, que amenazaba con sobrecogerlo en demasía.

Dupin busco al forense para hablar con el e intercambiar impresiones, pero no pudo evitar acercarse al cuerpo y echar un vistazo y examinarlo.

Ahi estaban las pistas, igual que las frases de un libro para aquel que supiera leerlas y, de hacerlo tendría una idea muy clara de lo que había pasado, asi que con calma empezó a examinar el cuerpo tal como había hecho tantas otras veces.

El doctor Redhorn, el forense a quién el detective Dupin ya conoce de otros trabajos anteriores, se acerca a saludar y dar la bienvenida a sus "invitados" a su tétrico lugar de trabajo.

Señora, caballeros.... no suelen venir ilustres visitas a mi laboratorio. ¿eran ustedes amigos del finado? dice dirigiéndose mas hacia Ms. van Nadasdy y Mr. Whipple que hacia Mr. Dupin.
No es un espectáculo agradable ¿verdad?. Y aquí el olor a la muerte impera en cada rincón del labo. Uno se acostumbra con el tiempo.

¿Hay algo que le llame la atención, mr. Dupin?

Si, le conocíamos, asi que este caso no es solo profesional, si no algo personal, habíamos estado con el pocas horas antes de su muerte.
es una pena tener que verle de nuevo en estas circunstancias, Dr Redhorn.

aún no se todos los detalles de la muerte, de los que espero que usted me ponga al corriente, pero por lo poo que se, me ha llamado la atención la fuerza que se necesitaría para cometer semejante acto.

Claro, claro. La causa de su muerte fue que le atravesaron el corazón con ese atizador. dice señalando primero el feo agujero en su pecho y luego el atizador ensangrentado.

Los detalles no han prescrito, pero se sospecha del mayordomo, que ha huido. ¿Inmensa fuerza? bueno, un chaval no podría, pero... la pieza está afilada y creo que no requiere tanto esfuerzo. Un atizador está diseñado para pinchar gruesos trozos de madera, bien podría atravesar con mas facilidad la carne humana.

La condesa sonrió brevemente. Apenas conocía al occiso. Mi interes es puramente… profesional. Es muy cierto: lo interesante del caso no es la fuerza sino la precisión del atacante. Como pueden observar, señaló el atizador, para asestarle el golpe debió esgrimir el arma de costado, debido a las características del elemento. Ahora bien, en mis prácticas de esgrima pocas veces asesté un golpe tan limpio y preciso al corazón de mi rival… Lo que me lleva a la conclusión de que el asesino tuvo mucha suerte o todo la tranquilidad y el tiempo de su parte para apuntar o es alguien con amplios conocimientos de esgrima. Es claro que igualmente lo hubiese matado si el atizador penetraba en el pulmón, pero no deja de llamarme la atención tanta precisión. La mujer parecía disfrutar tan morbosas explicaciones a juzgar por la pequeña sonrisa esbozada a lo largo de la misma.

Finalizada ésta, se volvió hacia el Dr Redhorn. ¿Sabe dónde se encontraba exactamente el Sr Bidwell? Me refiero a si se encontraba acostado, sentado o de pie cuando fue atacado.

Pues eso deberían preguntárselo a los inspectores o echar un vistazo a la escena del crimen. Y quizás hubo un forcejeo o quizás la víctima estaba simplemente tumbada y dormida... no sabría asegurarlo. No sin ver la escena, pero eso no es mi trabajo. Y , si, pudo havber sido un experto esgrimista o pudo haber sido fruto de la suerte haber podido lanzar un golpe tan preciso.

Necesito una copia del informe forense. - Dijo

Nunca se sabía como se podían presentar las cosas, asi que era mejor hacer las cosas bien.

Tendrá que pedírselo a la policía cuando esté redactado. Y estará redactado esta misma tarde.

Grácias.- Dijo mientras mostraba una enorme sonrisa.

Ahora, a no ser que mis compañeros deseen hacer alguna pregunta más, nos macharemos.- Dupin se volvió hacia sus compañeros, observando

Adèle se volvió hacia sus compañeros: No sé ustedes, pero estoy famélica: aún no desayuné. Espero que así como me trajeron me regresen, pensó la condesa.

Luego, dirigiéndose al forense con una media sonrisa. Fue un placer. Quizá algún dia lo visite. Si no es molestia...

Será bienvenida, si no la espanta el tétrico ambiente que se respira en este laboratorio. responde muerto de curiosidad con la joven de macabro humor que alguna vez pensara en pintar naturalezas muertas en la morgue o pasearse entre cadáveres que pronto estarán putrefactos y hediondos y a la que una visita a tan siniestra estancia la abre el apetito.

Normalmente aquí solo vienen visitas para identificar familiares o conocidos...

Dr., Redhorn, nos volveremos a ver, aunque espero que algún dia no sea por cuestiones ... Profesionales, como ya viene siendo costumbre.- se volvió a su compañera y, poniendo cara de niño bueno se volvió a su compañera.

Si, yo también estoy famelico, me uno a la propuesta de  ir a comer algo

Adèle correspondió con un movimiento de la cabeza a las palabras del forense y luego se volvió hacia Dupin con una fugaz expresión de sorpresa en el rostro. Vaya. No era lo que tenía pensado, pero ¿por qué no? Desde su llegada a Londres a la condesa se le hacía un hábito esos continuos equívocos: o interpretaba erradamente las palabras de los otros, o los otros interpretaban erradamente las suyas. Falta de dominio del idioma y las costumbres, pensó. Así que sonrió alegremente y exclamó: ¿Por qué no? Quizá conoce un buen sitio donde sirvan abundante comida. Odio esos platos preciosos y elegantes pero pequeños. Siempre tengo buen apetito.

Luego contempló a Whipple quien permanecía ausente y en silencio como afectado por la presencia del cadáver del difunto señor Bidwell. Tal vez a los ancianos les de por recordar su propia muerte tan próxima y amenazadora, y se encogió de hombros. Pero todos hemos de morir tarde o temprano: es la ley de la vida y que más da. ¡A vivirla mientras no somos un saco de gusanos!

Cuando lo disponga el caballero, partimos.

Aquel fatal acontecimiento no era mas que uno de los tantos crímenes que a diario se cometían y apenas supondría algunos titulares y notas en los periódicos para después terminar devorado por las novedades. C’est la vie.

Adèle sonrió.