Partida Rol por web

Erebus

Escena II: Una Odisea Ártica

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31/10/2012, 00:18
Director

La plomiza claridad que iluminaba el horizonte apenas merecía ser llamada amanecer. Con todo, la tormenta había amainado totalmente dejando paso a una calma casi completa. Alrededor del Erebus podía verse la extensa llanura blanca en la que el barco estaba encallado, salpicada por pequeños montículos de hielo y nieve amontonada por el viento caprichoso. Tres pequeñas elevaciones podían percibirse casi al límite de la visión: sur, oeste y nordeste. Hacia ellas se había resuelto que se dirigiesen las expediciones.

A pesar de la práctica ausencia de viento, el frío reinante era tremendo, casi sólido. Quemaba las narices al respirar, entumecía los dedos y formaba pequeños cristales alrededor de las bocas de los hombres. Transparentes carámbanos habían crecido en los aparejos, y el grumete los desprendía golpeándolos con una pértiga. Los cordeles más finos se quebraban al doblarlos como si estuviesen hechos de miga de pan. Sin embargo, a excepción de un par de tripulantes, todos salieron a despedir a sus compañeros. Sorprendentemente, bastantes marineros se habían presentado voluntarios para la misión: algunos ansiaban encontrar vivo a su camarada, otros precisaban convencerse a sí mismos de que allá afuera no había ningún demonio, y otros sencillamente opinaban que era mejor que permanecer quietos.

Ponerse el pie sobre aquel hielo era poco tranquilizador. Aunque firme, a nadie se le olvidaba que unas horas atrás aquella superficie había sido agua salada. Y más valía a todos que volviera a serlo pronto. Uno tras otro, los exploradores y los pertrechos fueron descendiendo del Erebus.

LeBrun terminó de ajustar las correas del trineo. El carpintero de a bordo había hecho un buen trabajo. Harald olisqueaba el artefacto con curiosidad. La lengua le colgaba roja y larga, y salivaba al detectar con su fino olfato la carne seca que se guardaba en las bolsas. Palmoteando la cabezota del animal, el joven oficial miró hacia el nordeste. Aquella elevación quedaba lejos, pero quizá pudiese allí encontrar alguna referencia para concretar la posición exacta del Erebus.

El doctor Tessier ofreció su mano a la baronesa para que terminase el descenso de la borda. Resultaba extraño pensar que aquella persona, bajo los abrigos y equipada con sus gruesos pantalones y botas, era en realidad una mujer de alcurnia, alguien a quien, allá en Francia, muchos rendirían pleitesía y tratarían de agradar. Claro que lo mismo podía pensarse del doctor. El incómodo peso de su arma le ponía algo nervioso y al mismo tiempo dotaba su ánimo de cierto aplomo. Curiosa sensación –se dijo.

Apoyado en su mosquete, Jacques Goubert miraba a la pareja con cara de pocos amigos. Se le notaba evidentemente disgustado. Apenas había colaborado en las tareas de aprovisionamiento y no había hecho más que mirar alrededor con cada vez más desagrado: del inhóspito yermo blanco a las nubes grises, del callado piel roja que les guiaría a la mujer que les acompañaba. Nada decía, y su rostro todo lo contaba.

Andando de un lado a otro, Ojo de Cuervo probaba sus raquetas. Había tenido que improvisarlas con unas tablas y unos trozos de piel de foca, pero comprobó que el resultado había sido satisfactorio. Más que su calzado le preocupaban los espíritus y el frío. Hacía demasiado frío para la estación en que estaban, y ello probablemente tenía que ver con el malvado manitú de la región. Nadie sabe qué ocurrirá hasta que ocurre –pensó con el estoicismo propio de su raza. Tal vez encontrasen a Danton, o quizá averiguasen la manera de ahuyentar al Demonio que Camina con Vientos Helados, o el modo de liberar el barco.

-¡Adelante, caballeros, y que Dios esté con ustedes! –les despidió el capitán Bourmont.

-¡Eh, Lefranc! ¡Cuando encontréis a Danton dile que aún me debe cuatro francos! –bromeó alguien-. ¿Sí? ¡Pues te cobraré uno por decírselo! –fue la respuesta. Las risas sonaban curiosamente nerviosas.

Los hombres se pusieron en marcha, separándose poco a poco hacia sus distintos destinos. Sus compañeros a bordo les lanzaban gritos de ánimo hasta que, finalmente, la distancia apagó sus voces. Luego no se oyeron nada más que jadeos y pisadas rotundas contra la nieve blanda.

Unas horas después, Ojo de Cuervo abría la marcha, marcando el camino que los demás seguían. En el promontorio cercano alcanzaban a distinguirse unas sombras oscuras, y del Erebus únicamente se distinguía la mancha negra del casco. Todo lo demás era hielo, cuya cegadora blancura les obligaba a entornar los ojos.

Notas de juego

Señores jugadores, tengan la amabilidad de realizar dos tiradas:

-Resistencia+Supervivencia dificultad 4. El número de éxitos medirá el grado de cansancio y la velocidad de los personajes. Un Fracaso se castigará con la pérdida de un Nivel de Salud.

-Percepción+Supervivencia dificultad 6. El número de éxitos medirá... la información que recibirán vuestros personajes xD

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01/11/2012, 11:11
Adrien Le Brun

Adrien caminaba tranquilamente al lado de Harald. Al principio se había preocupado del peso del trineo, pero el enorme perro lo arrastraba sin dificultad.

El montículo hacia el que se dirigían era bien visible. Quizá el capitán no estuviera tan loco, después de todo. Si no perdían de vista el montículo o el barco les resultaría difícil perderse. El hielo era relativamente firme y las botas se hundían lo justo para no resbalar; y mientras estuvieran moviéndose se mantendrían calientes.

Únicamente el blanco brillante de la nieve se clavaba en los ojos grises de LeBrun. Después de un buen rato caminando le dolían; no le servía con llevarlos entornados. Se puso la capucha e incluso los cerró durante tres o cuatro pasos, con la mano en el lomo de Harald para no desviarse, tratando de aliviarlos un poco.

Quizá se acostumbrara. Si no, tendría que hablar con el doctor

- Tiradas (2)

Motivo: Resistencia+Supervivencia

Dificultad: 4

Tirada (4 dados): 4, 10, 10, 2

Éxitos: 3

Motivo: Percepción+Supervivencia

Dificultad: 6

Tirada (4 dados): 6, 8, 1, 2

Éxitos: 1

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01/11/2012, 17:11
Catalina d'Uberville

Si me vieras, Marcele.  Como aquella vez en el desierto aquel, que no me acuerdo cómo se llamaba y a Dios le importaba un comino... Tres días en aquella extensión de sal y arena. ¡Y me quejaba yo del sol, Marcele! Ahora daba un brazo por tener un poco de aquel calor, ya ves. 

Embebida en sus pensamientos, arrebujada en aquellos pantalones que con el tiempo había dejado de encontrar incómodos, como una cebolla de capas y capas de ropa, Catalina avanzaba a duras penas. De vez en cuando lanzaba miradas de refilón al doctor, asegurándose de que se encontraba más repuesto de la impresión. Molesta por el brillo cegador de la nieve, pensó en improvisar una rudimentaria protección para los ojos como la que solían llevar los nativos en aquel desierto, pero bloquearía tanto su percepción del entorno que sería contraproducente.

 

- Tiradas (2)

Motivo: Res+Sup

Dificultad: 4

Tirada (3 dados): 3, 3, 8

Éxitos: 1

Motivo: Per+Sup

Dificultad: 6

Tirada (4 dados): 8, 8, 9, 5

Éxitos: 3

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02/11/2012, 16:40
Jacques Goubert

“Malditos estúpidos, nos estamos metiendo en la boca del lobo…y todo para buscar al idiota de Danton”, Jacques no podía evitar que este pensamiento se repitiera una y otra vez en su mente mientras el grupo avanzaba por el desierto helado.  Mirando en derredor, con las palmas de las manos haciendo de improvisada visera, el soldado no podía ocultar su preocupación.
“Aquí seremos presa fácil para ese demonio- pensó- debo estar preparado para actuar en cualquier momento…”
 

- Tiradas (2)

Motivo: Res+Sup

Dificultad: 4

Tirada (6 dados): 6, 6, 8, 8, 6, 9

Éxitos: 6

Motivo: P+S

Dificultad: 6

Tirada (6 dados): 7, 4, 2, 6, 6, 4

Éxitos: 3

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02/11/2012, 22:25
Ojo-de-Cuervo

Una vez en camino y volviendo a sumergirse en los viejos instintos de cazador, Ojo-de-Cuervo abrió la marcha de su grupo. El frío era intenso, el viento cortante y el hielo... mejor no pensar en lo quebradizo que pudiera ser el hielo.

Pero la sensación de peligro inmediato e insalvable no se le iba de la cabeza. Más de una vez tuvo que mirar a sus propios pies, enfundados en unas improvisadas raquetas, para no tropezar consigo mismo. Era tristemente inquietante que un hombre que podía cruzar un hayedo en otoño sin hacer el más mínimo ruido tuviera que cuidar de no tropezarse caminando sobre una superficie blanca y aparentemente lisa...

...un repentina ráfaga de viento, indistinguible de las demás, tuvo el efecto contrario que debía tener. En vez de devolverle a la realidad, le transportó a aquellos instantes de terror absoluto en los que Wendigo le taladró el alma...

Un nuevo tropiezo, una sacudida de cabeza. "¡Céntrate en el momento!", se recriminó, "si no tienes alas, no dejes tu cabeza volar".

- Tiradas (3)

Motivo: RES+Superv

Dificultad: 4

Tirada (7 dados): 7, 9, 10, 9, 3, 10, 9

Éxitos: 6

Motivo: PER+Superv (Especialidad)

Dificultad: 4

Tirada (7 dados): 3, 3, 1, 5, 10, 6, 4

Éxitos: 3

Motivo: PER+Superv (Especialidad)

Dificultad: 6

Tirada (7 dados): 5, 6, 3, 1, 6, 2, 4

Éxitos: 1

Notas de juego

Supongo que la tirada de PER+Superv. tiene que ver con rastros, que es mi especialidad, así que marco repetir 10s para la segunda tirada...

...tirada que repito porque me equivoqué con la dificultad...

...y vaya mierda de cazador estoy hecho. Lo dicho. Me hago monja.

Si debéis dejar abandonado a alguien, por favor, que sea yo.

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03/11/2012, 19:58
Ludovic Tessier

El frío estaba siendo un problema. Ludovic había creído que nunca podría haber pasado más frío que en su travesía del Erebus, pero estaba totalmente equivocado. El camino estaba siendo largo, más de lo que sus pies realmente estaban recorriendo: no podía apartar de su mente lo ocurrido al pobre muchacho al que había atendido en el barco antes de salir. ¿Todo lo aprendido en la civilización, toda su cultura, su lógico, era inútil en aquellos parejes blancos?

Ni siquiera intentó bromear con su habitual sarcasmo. El grupo avanzaba en silencio, y no sería él quien rompiera la tensa quietud en mitad de la nada.

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05/11/2012, 00:18
Director

Los componentes del equipo apenas hablaban entre sí, ahorrando el resuello para el ejercicio de la caminata, que comenzaba a hacerse pesada. Todos resistían el esfuerzo razonablemente bien, y sólo la baronesa parecía acusar algo el cansancio. Pero el Erebus era ya poco más que una mancha negra en la blancura, y su meta se encontraba bastante cercana.

El guía nativo se detuvo mirando hacia atrás para comprobar que el grupo le seguía sin problemas, asintiendo satisfecho. Cerraba la marcha la mujer, que en ese momento también se había detenido, levantando el brazo para señalar la loma helada.

-Son árboles, ¿no es cierto? –preguntó en voz alta-. Piceas enanas, diría. Entonces, ¡se trata de un islote!

En efecto, entre las sombras y luces del escarpe podían verse unas cuantas sombras de verde oscuro, casi ocultas por la nieve. Este descubrimiento levantó el ánimo de los exploradores, pues quizá podrían ver cumplida una parte de sus objetivos. Y entonces el trineo se detuvo casi en seco. El gran perro de Terranova había clavado sus patas en el suelo y ladraba alarmado al fino aire polar. Su cabeza se movía de uno a otro flanco, amenazando con sus dientes a un enemigo que no podía ver. LeBrun, a su lado, trataba de calmarlo con suaves palabras y caricias, tan sorprendido como los demás de su súbita reacción.

Goubert, con su mosquete a la espalda, alcanzó entonces al indígena y deteniéndose tan de repente como el animal, le dio un codazo para llamar su atención sobre algo que había descubierto en el suelo, a poca distancia. Era una depresión en la nieve de al menos dos varas de ancho y cuatro de largo, ovalada, de bordes curiosamente suaves. Era profunda y sólida, como si un gran peso se hubiese arrojado allí, y en un extremo la silueta se percibía algo abrupta e irregular.

-Una pisada –dijo el soldado con una dentellada, callando una maldición.

Reunidos junto a la huella, todos callaron asombrados. ¿Era aquello verdaderamente un rastro o sólo la caprichosa obra del vendaval? Había una simple manera de comprobarlo, así que se separaron buscando más pisadas en las inmediaciones.

Notas de juego

Para orientaros, los personajes se separarán más o menos al azar por una superficie de unos cincuenta metros de diámetro, tomando como centro la huella.

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05/11/2012, 00:24
Director

La baronesa caminó de aquí para allá, más atenta a los relativamente próximos árboles que a la nieve bajo sus pies. Estaba segura de que no encontraría otra de esas macabras formaciones.

Es efecto del viento. No son los pies de ningún gigante boreal.

Dio un traspiés en alguna irregularidad del terreno, y cuando recuperó el equilibrio la boca se le quedó seca. A unas doce o quince varas de la huella original, acababa de encontrar otra. No tenía manera de negarlo, aunque parte se hubiese desmoronado y borrado, pues estaba de pie en mitad ella.

Notas de juego

El doctor Tessier se encuentra en una posición cercana, y acude pronto ante la ahogada exclamación de la baronesa.

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05/11/2012, 00:26
Director

El frío intentaba colarse por las costuras de su grueso abrigo, pero era su corazón el que empezaba a helarse. Si a pesar de lo que había visto la noche anterior su mente aún hubiese podido aferrarse al excepticismo, aquella pisada le había arrebatado toda posibilidad. El Que Camina con Vientos Helados realmente existía y había estado allí.

A unas quince o veinte varas de la colosal huella, descubrió una anterior. En parte estaba cubierta por nieve reciente y uno de los bordes se había aplastado, pero no cabía duda. Incluso resultaban más claras en ésta las señales de unos dedos ciclópeos, unidos entre sí por algún tipo de membrana.

Goubert alzó un brazo para llamar a sus compañeros, pero sus ojos se posaron en otra señal cercana y su garganta se detuvo. Junto a la gran huella había otra más pequeña y familiar, negra de sangre congelada: el pie derecho de un hombre que iba descalzo.

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05/11/2012, 00:27
Director

Mientras caminaba observando el terreno, el galeno trataba de convencerse de que no encontrarían otra de esas macabras formaciones.

Es efecto del viento. No son los pies de ningún coloso boreal.

Una exclamación ahogada de la baronesa D’Uberville sobresaltó a Tessier, quien se apresuró a acudir a en su auxilio. Al llegar hasta ella la descubrió boquiabierta, de pie en mitad de otra gigantesca huella. El viento la había borrado en parte y su perfil estaba desmoronado en algunos lugares, pero el doctor reconoció perfectamente la forma. Incluso identificó la impronta de unas zarpas ciclópeas, conectadas entre sí por alguna clase de membrana. Una pequeña marca negra captó también su atención. A un lado de la gran pisada había otra más pequeña y familiar, sucia de sangre congelada: el pie derecho de un hombre que iba descalzo. Atónito, alzó la mirada y calculó al ser una zancada de unas quince varas. Al ser… y a Danton.

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05/11/2012, 12:53
Catalina d'Uberville

Imposible. 

Imposible... pero ahí estaba.

Inmensa, grotescamente enorme, pero innegable.

Catalina se agarró el pecho, donde el desbocado corazón amenazaba con detenerse. Dios bendito.

Sé sensata, Catalina. Será... será... algún tipo de animal desconocido. Piensa... sí, piensa que puede ser parte de la fauna local, seguramente algún hervíboro...

Catalina, por Dios. Es imposible. En este tipo de climas es muy improbable encontrar animales de esta magnitud y lo sabes. Haz el favor de ser sensata. 

Pero mujer, ¿acaso no te han sorprendido otros animales? ¿No has descubierto mil detalles de flora y faunas sorprendentes durante tus viajes? ¿Llamas sensatez a creerte que hay una criatura humanoide en estas latitudes de semejante proporción de cíclope hiperdesarrollado?

¡Has visto esa maldita huella! ¡Catalina! ¡POR DIOS, CATALINA! ¡Vuelve al maldito barco!

Notas de juego

Imagino que con el frío que hace, lo de sacar carboncillo y hacer un gráfico de la proporción está descartado. Al menos si quiero seguir conservando todos los dedos XDD

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08/11/2012, 15:45
Ojo-de-Cuervo

Desde luego que el algonquino se sorprendió, primero de no haberse fijado en tamaña huella, y segundo del tamaño de la propia huella. La caminata le estaba sintiendo relativamente bien al montaraz, que apenas estaba algo cansado, pero la excursión le había hecho tener la cabeza en otra parte. Concretamente en el ataque sufrido.

El indio asintió con sequedad ante el descubrimiento de la mujer. "Y esos bárbaros que querían tirarla al mar..."

-Busquen otras pisadas -ordenó con seriedad al grupo-, pero no se separen demasiado. Manténganse a la vista unos de otros.

El algonquino se agachó, apoyándose en el fusil, para examinar la huella con más detenimiento.

- Tiradas (1)

Motivo: INY+Supervivencia (Especialidad)

Dificultad: 6

Tirada (6 dados): 9, 8, 1, 6, 7, 9

Éxitos: 4

Notas de juego

Hago una tirada de Supervivencia, a ver si saco algo en claro. Aparte de que no es algo muy natural que se diga, vamos.

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08/11/2012, 19:38
Ludovic Tessier

Las palabras de Ojo-de-Cuervo no penetraron la mente del doctor. Atónito ante lo que veía, se agachó. Su mano, levemente temblorosa, se acercó a la huella pequeña. No llegó a tocarla. Su cabeza se ladeó, observando las manchas de sangre. Como no podía ser de otro modo, el líquido estaba congelado. Sería difícil sacar algo en claro.

-Membranas -dijo para sí. Sus ojos se dirigieron hacia la gigantesca huella. Su mente científica le dio la única solución viable-. Debe de tratarse de una especie nueva. Una especie mundana y nueva, nada sobrenatural.

¿Lo decía para sus compañeros, o para convencerse a sí mismo?

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08/11/2012, 23:43
Jacques Goubert

La mancha negruzca de sangre corrompía el níveo resplandor del mar helado: junto a una nueva huella del “Que Camina con Vientos Helados” se podía distinguir, claramente, un pequeño charco sanguinolento con forma de pie humano. Goubert se arrodilló, nervioso, ante el repentino hallazgo, “Así que no todos mueren…pero ¿Para qué los quiere?”, pensó.  El soldado pareció dudar por un instante antes de elevar su brazo para llamar al resto de sus compañeros, “vamos a acabar de una vez con esto, cuanto antes encontremos a ese idiota antes volveremos a la seguridad del barco…y si no…”, Jacques volvía a perderse en sus pensamientos, divagando con el brazo alzado mientras esperaba a que el resto de la compañía se acercara.
“¡Danton todavía vive!- exclamó al fin señalando con su mano izquierda la huella ensangrentada- Es el pie derecho de un hombre que iba descalzo”.

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12/11/2012, 23:02
Adrien Le Brun

Huellas.

Por suerte la expedición no dependía de Adrien, si no, hubiera pasado por alto aquello, preguntándose una y otra vez por qué ladraba Harald.

- No creo que viva. No, descalzo en la nieve - susurró, quitando algo de nieve al pelo del perro.

Sin embargo se alejó unos pasos, tal y como habían hecho sus compañeros, en busca de más huellas. Aunque no tenía muy claro qué hacer cuando las encontraran. ¿O acaso aquellos hombres (y mujer) pretendían seguir el rastro a la criatura de la tormenta? ¿Para qué esforzarse en volver a encontrarla?

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14/11/2012, 23:57
Director

La búsqueda de nuevas huellas no dio mayor resultado, por más que el grupo amplió el área de batida. Tras más de una hora no hallaron otras señales, ni del fabuloso gigante boreal ni del desgraciado Danton, salvo unas dispersas manchas oscuras que sólo tal vez fuesen de sangre. Así pues, el rastro se reducía a tres enormes pisadas y a dos marcas, minúsculas en comparación, de pies humanos ensangrentados y desnudos. El desconcierto y la frustración dominaron sus pensamientos. ¿Cómo era posible que aquel ser no dejase ningún otro rastro? ¿Acaso aquel coloso de las nieves podía también volar con el viento? ¿Y por qué Danton parecía saltar junto a él, en lugar de ser arrastrado?

 

La baronesa se esforzó en tomar notas describiendo las huellas inhumanas y en hacer un bosquejo de su forma, arriesgando sus delicados dedos al aire polar. El doctor estimó, sobrecogido, una altura de unas veinte varas para una criatura de proporciones similares a las humanas, y Ojo de Cuervo apuntó una inconcebible ligereza a su cuerpo, insinuando misteriosamente que podía no estar hecho de simple carne y huesos. La dirección del ser parecía indicar norte-nordeste, pero nada hallaron aventurándose hacia allá. Por su parte, Harald no dejó de ladrar mientras estuvieron en el lugar, y se negó con toda la fuerza de sus patas e incluso algunas dentelladas a aproximarse siquiera a las pisadas. Al fin, ante la futilidad de sus esfuerzos y para secreto alivio de algunos, decidieron abandonar el monstruoso rastro y ganar por fin el montículo nevado.

Ascender por él resultó más duro de lo que habían pensado. A pesar de que los arbolillos –piceas enanas, en efecto- les aseguraron que volvían a pisar tierra firme, el enigma del sanguinario engendro del hielo parecía robarles las fuerzas y el aliento. O quizá fuese el hecho de abandonar a un ser humano a su suerte lo que les hundía el ánimo. Finalmente coronaron la elevación en las últimas horas de la tarde, descubriendo entonces la presencia de otras colinas cercanas. Le Brun hizo un cálculo aproximado de las distancias e intentó cuadrarlo con los registros de navegación del Erebus sin obtener una respuesta clara. Tendría que estudiarlos más detenidamente. Mientras observaba por su catalejo, una extraña formación captó su atención. Se trataba de seis o siete bloques helados de notable altura en un pequeño altozano, que describían una curiosa forma geométrica de tipo cuadrangular. Aparte de esto, la distancia no les permitió averiguar más.

El guía algonquino les forzó entonces a descender por la otra ladera, aduciendo la llegada de la noche. Unas horas después, tras la agotadora tarea de excavar en el hielo una especie de trinchera que les resguardase a todos del viento, Goubert logró prender una pequeña hoguera en la que Lefranc calentó algo de comer. El tiempo había mejorado de manera asombrosa, y por primera vez en mucho tiempo las estrellas brillaban sobre ellos inusitadamente cercanas y frías.
 

Notas de juego

Bien, señoras y señores, un último turno para que podáis cambiar impresiones y deliberar sobre los misterios que os rodean: terra incognita, misteriosas huellas, una rara estructura geológica.

Lejos ya de la autoridad del capitán, sois dueños de vuestro destino. Es momento de decidir vuestro siguiente movimiento.

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19/11/2012, 20:13
Ojo-de-Cuervo

-Queda claro que Wendigo se encuentra entre este mundo y el de los espíritus -comentó el montaraz una vez consiguieron reunirse todos alrededor de la exigua hoguera-. Dudo mucho que Danton no se haya reunido con sus ancestros. Por otro lado -continuó, en un raro despliegue de locuacidad-, esos bloques descubiertos por LeBrun podrían ser algún tipo de ototeman de las gentes de aquí. O quizás levantados por sus mismos ancestros.

No pudo evitar manosear las cuentas del raro fetiche que le entregara el inuit en el barco. Se sentía muy extraño, rodeado por bárbaros sin la menor idea la mayoría de qué era real y qué no.

Notas de juego

Ototeman es la palabra algonquina original de la que deriva tótem. No ser refiere tanto al objeto como al parentesco espiritual del objeto, animal o persona a la que se refiere.

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19/11/2012, 21:25
Jacques Goubert

Goubert apenas probó bocado. De pie, visiblemente nervioso y dando bandazos de un lado a otro oteando el horizonte más parecía un animal enjaulado que un veterano soldado. Constantemente revisaba la bandolera cargada de cartuchos que llevaba colgada  del cinturón de cuero y soplaba la cazoleta del mosquete. No hablaba, solo observaba el cielo y las estrellas temiendo que en cualquier instante los gélidos ojos aparecieran en el  firmamento dispuestos a posarse sobre la cabeza de alguno de ellos y…dispuestos a hacer su elección. Goubert no podía dejar de sentirse como una res a la espera de ser sacrificada.
“Ojo-de-Cuervo, si tan seguro estás de que Danton no vive ¿Qué hacemos todavía aquí? Volvamos al barco antes de que Wendigo vuelva…si hemos de ser presa al menos escondámonos en nuestra guarida”.

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19/11/2012, 21:28
Catalina d'Uberville

Las hojas de las piceas no son una delicia, y consumirlas es desagradable por su textura coriácea y . No obstante, son vegetales; así que Catalina levanta la mano y arranca unas cuantas acículas, guardándolas en su zurrón. A falta de fruta... y de verdura... nunca se sabe. Por no mentar que hasta el sabor ocre de las hojas de pino resulta una delicia cuando llevas semanas a base de carne salada.

- Bueno, jóvenes - cuando encendieron el tímido fuego, Catalina comenzó a hablar-. Ahora que el cielo está despejado, espero que seamos capaces de orientarnos. Estamos en un lugar extraño y sin duda la tensión ha hecho mella en nosotros -eufemismo para explicar las alucionaciones que han estado padeciendo-, pero el saber que estamos en tierra firme y la mejora del clima debería tranquilizarnos. Doctor, díganos: ¿el señor Danton tiene posibilidades de seguir vivo? Si es así, es nuestro deber moral tratar de encontrarle. No obstante, si la ciencia médica determina que a la fuerza ha de estar muerto, no creo sensato arriesgar más vidas para recoger un cadáver. A su criterio me pliego, doctor.

Aprovechando la hoguerita, Catalina sacó la tetera de viaje y puso algo de agua a hervir. Compartía, como casi todas las madres, la creencia de que una taza de té es la mejor solución en tiempos de crisis. Cuando el agua borboteó -tardó una maldita eternidad, en ese aire tan frío- vertió en ella las hojas  y repartió entre sus compañeros.

- Una buena taza de té nos sentará bien. Levantará el ánimo y ayudará a combatir el frío -la teofilina y la cafeína del té, como buenos excitantes, contrarrestarían la modorra a la que el cuerpo tiende, acosado por el frío-. Dense prisa en beber, caballeros... me temo que no durará caliente más de unos minutos. Y bien, joven LeBrun, háblenos de las piedras que encontró. ¿Podríamos llegarnos a ellas? Pienso, y corríjanme si me equivoco, caballeros, que al acercarnos a esas ruinas quizá encontremos algo de utilidad. O como mínimo, refugio.

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19/11/2012, 21:44
Adrien Le Brun

- Me parece acertado, mi señora - dijo Le Brun, distraído, como siempre, mirando al cielo - aunque comparto con estos caballeros la opinión de que Dalton ha fallecido, aguardar el criterio médico. Respecto a las rocas... quizá podamos alcanzarlas a pie, sí, si nos ponemos en marcha temprano. Ahora deberíamos descansar un poco. Haremos guardias.

Adrien pareció olvidarse de su última frase mientras sorbía el té. Catalina tenía razón; ya se había quedado frío.

- Mesié Goubert, le noto inquieto. ¿Quizá quiere usted comenzar el turno esta noche? Yo haré el siguiente. No tenga reparos en despertarme si me duermo.

El muchacho se acurrucó junto a su perro, pero no cerró los ojos. Dentro de las mantas, y a pesar de la escasa luz, le vieron revisar sus notas.