Partida Rol por web

Aerith tomó el mando de aquella retirada, salió por la entrada de la torre y bajó a gran velocidad las escaleras. Temía que Ifrit no pudiera hacerle frente suficientemente tiempo, aquellas torre era muy alta y ya les había llevado antes bastante tiempo subirla.

Para cuando bajaron del todo y salieron al exterior, Odyr pudo sentir como el espíritu de Ifrit había expirado. Afortunadamente en veinticuatro horas volvería a verlo, pero aquel día ya no podría volver a usarlo. Les había dado una ventaja que claramente habían necesitado.

Apenas llegaron a los dos caminos peligrosos que no hacía mucho habían tenido que elegir cuál tomar, cuando una nueva sacudida hizo temblar todo el terreno. Algunas grietas se esparcieron por el suelo, separando el camino en varias partes. El guardián oscuro había hecho acto de presencia de nuevo. Se había dejado caer desde lo alto de la torre, algo herido gracias al poder ígneo de Ifrit, pero aún suficientemente entero como para volver a haceros frente.

El suelo estaba destrozándose a nuestros pies, pero eso no me hizo perder el equilibrio y pude saltar con gran facilidad las grietas que el guardián oscuro estaba creando.

Me detuve a esperar a mis alumnos mientras empezaba a hacer los movimientos necesarios para convocar a mi guardián.

¡Alarido! ¡Protégenos de este mal!

Y continué corriendo.
 

El monje sintió como su compañero caía. No sabía como pero fue una sensación de vacío. 

Gracias por tu sacrificio amigo.

Pero otra sacudida les sorprendió y el enemigo hizo acto de presencia. Sin mirar atrás siguió huyendo del lugar mientras veía como la instructora invocaba esta vez a su eón.

Consiguió mantenerse en pie y saltar aquellas grietas sin problemas. 

El nómada no se detiene; cumpliendo lo que parecen ser las instrucciones de Aerith, continúa intentando escapar junto a Odyr. Aún así, está atento a los que van detrás suyo, preparado para darse la vuelta y combatir si es necesario.

El incesante temblor del suelo no es bueno para mi. Mis capacidades no son precisamente las mejores, por lo que puede que tenga más problemas que los demás para salir bien parado de allí. Sin embargo, intento obedecer a mi instructora y poner distancia entre el ser que ha aparecido y nosotros.

Pero Arthas no lo consigue. Todos los demás habían logrado escapar, e incluso Aerith había logrado convocar a su guardián para que los protegiese. Pero Arthas cayó al suelo tras tropezar en una de las grietas que se habían formado.

¡Corred! Dijo mirando a Aerith. ¡Salvadle! ¡Ayudadle a salir de ahí! ¡Yo le detendré todo lo que esté en mis manos! ¡Cuanto antes lo hagáis antes podréis escapar de esta oscura criatura!

Las palabras de Alarido eran de desesperación. Sabía que ni con su gran poder sería capaz de detenerlo. Si las cosas no eran buenas, eso estuvo a punto de sumergirme en la desesperación.

Aprovechando una de las grietas del terreno, apoyé un pie en plena carrera para impulsarme en saltar hacia atrás. Giré en el aire para evitar a mis alumnos y caí al lado de la grieta que intentaba tragarse a Arthas. Le tendí la mano.

¡Aguanta! Haz fuerzas y arriba

El joven Odyr prefería morir a dejar a un compañero atrás mientras huía como un cobarde.

La instructora también se había detenido para ayudar a subir a Arthas así que estiró la mano para sujetarle el brazo y tirar de él.

Vamosssssss

-AAAAGH.-Grito al caer.-Mierda. Joder... Arriba.-Digo agarrandome a la pared e intentando trepar.

El nómada detiene su carrera en cuanto se da cuenta de que Arthas ha caído. Vuelve a toda prisa hasta donde está este y le tiende su mano. Sin embargo, parece que la carrera y la tensión del momento han hecho mella en Bedric, que no es capaz de tirar con demasiada fuerza de su compañero.

Entre los tres lograis que Arthas logre escapar de aquella grieta. Le subís haciendo fuerza entre todos y contemplais como Alarido hace todo lo que está en sus manos para frenar al guardián escudo contra el que se estaba enfrentando.

Salís corriendo de allí antes de que sea demasiado tarde. Y alcanzais las escaleras donde antes os encontrasteis con los lobos. Descendéis aquella colina a la mayor velocidad posible, pero de pronto tres lobos os cierran el camino e impiden que sigais avanzando. Os gruñen agresivamente.

Afortunadamente Aerith podía sentir aún a Alarido. Parecía gravemente herida, pero dispuesta aún a seguir enfrentándose contra aquel rival que os perseguía.

Alarido todavía tiene fuerzas, pero no muchas. Ellos nos perseguirán y puede que nos alcancen. ¡A por ellos y sin tregua!

Bedric obedece las órdenes de Aerith, aunque no quiere enfrentarse con los lobos, que parecen simplemente criaturas hambrientas y no enemigos racionales. Decide que, tal vez, como bestias salvajes que son huyan del fuego; así que este parece un buen momento para intentar controlar sus recién descubiertos poderes. Cierra los ojos un momento, mientras mantiene el puño cerrado estirado frente a él y piensa en toda la rabia que tiene dentro de él. Poco a poco, el puño se va calentando, hasta convertirse en un pequeño orbe de fuego. Entonces, el nómada abre la mano y arroja la esfera contra el lobo más cercano, al tiempo que grita intentando intimidar a sus compañeros

Odyr asintió a las palabras de la instructora y se enfrentó a uno de los lobos, dispuesto a descargar la fuerza de sus puños en él

Aerith sintió como Alarido no podía más. Era cuestión de tiempo que el Guardián escudo os terminara por alcanzar. Pero Aerith decidió que debían enfrentarse a los lobos y acabar con ellos cuanto antes. La instructora logró atravesar el cráneo de uno de un virotazo, mientras que Bedric hacía todo lo posible por asustarles con un orbe de fuego, aunque sin mucho éxito.

Arthas por su parte eliminaba también a un segundo lobo. Y el tercero que había sido ya herido, decidió salir corriendo de allí, huyendo de vosotros sin mucho interés por enfrentarse solo a unas presas que parecían ser demasiado fuertes para él.

Me llevé la mano al corazón y miré hacia atrás.

Alarido ha caído dije, notando cómo su espíritu débil volvía conmigo. Ha luchado todo lo que ha podido. El guardían puede que se nos presente de nuevo. ¡Corred!

Hay que salir de aquí.

El joven monje arengó a sus compañeros para escapar de aquel lugar